Material copiado
Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.
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Salud y República Popular.
viernes, 6 de diciembre de 2013
José Miguel Beñaran Ordeñana ( Argala ) - ( 1949 - 1978 )
He creído mas adecuado incluir aquí su autobiografía ya que no he podido hacerme con otra en la que confiar plenamente. Para datos acertados o no, o epítetos tendenciosos dejo el enlace a
Wikipedia: Argala
Conseguida su biografía, y dado que es voluminosa, aquí queda el enlace para descargar:
http://www.mediafire.com/view/ro91v52a8dj406g/Argala.pdf
Autobiografía de Argala
Nací en Arrigorriaga en 1949. Arrigorriaga --cuando yo residía en ella-- era una localidad con una población que cálculo en 8.000 habitantes, de los que una buena parte son inmigrantes de diferentes regiones y pueblos del Estado español. Próxima a la zona euskaldun del valle de Arratia, giraba no obstante exclusivamente en la órbita de la industriosa y comercial villa de Bilbao y sus alrededores, fuertemente integrada de emigrantes, por ésta y otras razones históricas, de habla casi totalmente castellana. Debido a ello, Arrigorriaga, fundamentalmente, era también de lengua castellana. El euskara era, hasta hace unos doce años, un idioma en vías de desaparición; conocido casi exclusivamente por el reducidísimo sector de los baserritarras, probablemente lo utilizaban en sus hogares, pero, por lo menos los jóvenes, se avergonzaban de hablarlo fuera de ellos., El conocimiento del euskara era, pues, más una causa de complejo de inferioridad que una razón para la afirmación nacional como pueblo diferenciado.
Mi padre, nacido en la misma localidad, era de origen obrero; trabajador desde la infancia y durante mis primeros seis años de vida trabajador y copropietario, junto con sus hermanos, de un pequeño negocio de carpintería que utilizaba un solo asalariado, quien, frecuentemente, fuera de horas de trabajo convivía con ellos en régimen familiar. Mi padre, hijo de euskaldunes, desconocía por completo el euskara. Mi madre, de origen baserritarra, se vio obligada, también desde niña, a acudir a las grandes villas a ofrecer sus servicios como "femme de menage", trabajo que realizó hasta su matrimonio. Vasco-parlante, no sé si por necesidades de convivencia con mi padre y su familia --todos habitaban una sola vivienda-- o por un complejo de inferioridad muy extendido por aquel tiempo entre los vasco-parlantes --probablemente por ambas razones--, utilizaba en casa únicamente el castellano, por lo que hasta fechas recientes he desconocido el euskara.
Siendo niño aún, fortuitamente --mediante la lotería--, mi padre consiguió cierta cantidad de dinero, suficiente como para iniciar por su cuenta la construcción de viviendas, convirtiéndose de este modo en pequeño industrial de la construcción, nivel social en el que habría de permanecer hasta el día de su muerte.
Un factor fundamental durante mucho tiempo en mi educación seria la enseñanza recibida en la escuela. Estudiaba con admiración las hazañas de los conquistadores españoles y las llamadas cruzadas, considerando la pérdida del imperio español como el lamentable resultado de un cúmulo de injusticias históricas realizadas por otras naciones como Inglaterra o Francia. José Antonio Primo de Rivera --fundador de la Falange-- era considerado por mí como héroe nacional, y
los rojos, como se denominaba en los libros de historia a todos los enemigos del franquismo, una horda de ateos, violadores y asesinos.
La cuestión nacional vasca jamás llegué a planteármela en la infancia de un modo positivo, si bien la conocía por mi padre y sus audiciones nocturnas de una emisora de radio prohibida cuyas emisiones quedaban semi-ahogadas en una mar de ruidos y pitidos que las convertían casi en ininteligibles.
Mi padre era patriota vasco, simpatizante del P.N.V., y yo patriota español y partidario de Franco por la paz que, tras los años de "revueltas y quemas de conventos", nos había dado a "todos los españoles". Debido a ello los enfrentamientos en casa se producían con relativa facilidad y, si jamás llegué a ser castigado a causa de ellos, fue simplemente gracias a que mi padre comprendía que discutía con un niño al que mejor que reprender era dejar crecer y madurar.
También mi familia paterna y sus relaciones --que constituía mi medio ambiente-- eran casi en su totalidad nacionalistas vascos. Con frecuencia podría sentir ese extraño ambiente de conversaciones en la intimidad de los hogares, en los que se citaban los nombres de Sabino Arana, fundador del P.N.V., y José Antonio Aguirre, en aquel entonces presidente del Gobierno Vasco en el exilio. Pero todo esto, que sin darme cuenta iba impregnando mi subconsciente, era incapaz de combatir la enseñanza escolar, e incluso de plantearme problemas a los que de cualquier modo era aún poco sensible por mi corta edad.
De lo que, en cambio, guardo una viva sensación es de la imposibilidad para relacionarme con mi abuela materna. Ella apenas hablaba castellano y yo no conocía el euskara por lo que nuestras conversaciones jamás superaban de un breve intercambio de palabras sueltas. Habría de morir sin que llegásemos a tener una autentica conversación. Recuero también que cuando íbamos a visitarla, mi madre hablaba en euskara con su familia sin que yo llegase a comprender nada. Todo ello me hacía sentirme disminuido en el ambiente de aquellas esporádicas visitas, que más tarde comprendería era el de una gran parte de mi pueblo, la más auténtica.
Por otra parte, mi padre, a pesar de su nacionalismo sabiniano, era un ferviente admirador de la organización social de la U.R.S.S. y del comunismo en general, aunque quizá entendido de un modo un tanto particular, Esto hizo que los términos socialismo y comunismo, una vez liberado del lastre educativo recibida en la escuela, me resultaran una opción social más positiva que otras, a diferencia de la herencia anticomunista que demasiados vascos de todas las capas sociales han recibido del nacionalismo tradicional. La dificultad para acercarme a ellos se situaba en el terreno ideológico, pues era decididamente religioso.
Los amigos de mi padre eran obreros y mis amigos hijos de obreros, por lo que ése ha sido el ambiente social en que me he desarrollado; aunque hasta la adolescencia no haya estado capacitada para conocer la división de la sociedad en clases sociales. Tampoco serían estas relaciones las que me inclinasen a posicionarme con la clase obrera y optar por el modelo social marxista. Creo que mi evolución en este sentido se produjo en dos etapas.
La primera, caracterizada por tres elementos. Negación del individualismo pequeño-burgués, condena de la explotación capitalista y correspondiente afirmación obrerista y visión idealista de inspiración religiosa de la sociedad.
Recuerdo como una vivencia continuada las preocupaciones económicas de mi padre en el desarrollo de su empresa. Para comenzar la construcción de un edificio, dependía siempre de la venta de los locales del anteriormente construido y de los créditos bancarios. Le recuerdo muchas veces solo en su despacho, preocupado hasta la angustia, cuyo contagio no podía yo evitar. Pronto comprendí que aquella competencia, aquella ley de la selva que rige las relaciones sociales entre empresarios, no podía aportar un mínimo de felicidad social --entendiendo la felicidad como yo la entiendo, lógicamente--; que era mejor colectivizar la propiedad para que los beneficios y las preocupaciones fueran de todos. Era tan fuerte en mí esta vivencia que no recuerdo haber deseado nunca continuar los negocios de mi padre a pesar de los beneficios que indudablemente reportaban. Quizá también yo era de ánimo débil, pues otros en situación semejante lo han hecho.
Desde que tengo uso de razón --es un decir-- he tenido ocasión de contemplar la explotación de la clase obrera, aunque sin comprenderla como tal durante mucho tiempo. He visto trabajadores --vecinos míos-- que tras una jornada laboral normal se veían obligados a "meter horas" en la construcción de mi padre u otras, y todo ello únicamente para alcanzar a sobrevivir junto con sus familias: Hacia los diecisiete años ingresé en una organización católica, denominada Legión de María, uno de cuyos objetivos era bucear en la miseria social para consolar a quienes se veían obligados a padecerla. A través de mi participación en ella, conocí lo que creía no existía en nuestro país, pero aún desconocía los motivos del sufrimiento que veía; lo que progresivamente se me fue haciendo evidente es que el consuelo no quita el hambre ni las enfermedades. Únicamente con las luchas obreras que en mitad de la década de los sesenta se produjeron en mi zona, y especialmente con la huelga de Bandas y la represión desatada durante el "estado de excepción" consiguiente, y la lectura de novelas sobre el tema del sacerdocio obrero llegué a la comprensión de la división social en clases con intereses opuestos.
Ya comprendía el problema, pero no conocía aún posibles soluciones válidas para resolverlos. Se me escapaba el carácter antagónico del enfrentamiento burguesía-proletariado, y en general toda la racionalización de la problemática social. Mi visión era puramente vivencial y su interpretación idealista. Debía estar con el que sufría y ayudarles, debía hacer algo por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, pero no alcanzaba a comprender la existencia de un modo de producción capitalista que causaba la explotación de la case obrera y la represión contra ella. Recuero que, por ejemplo, para sensibilizar frente a la guerra del Vietnam, poníamos en la puerta de la iglesia parroquial fotografías de niños muertos por las bombas. Pero lo que ni yo ni mis compañeros de aquel entonces comprendíamos con todas sus consecuencias, era que la guerra del Vietnam no era un mal en sí mismo, sino producido por el imperialismo americano en su lucha contra las justas aspiraciones de liberación nacional y social del pueblo vietnamita; y que la única solución posible estribaba en la derrota de las tropas norteamericanas en aquel territorio.
Sería poco más tarde, en una segunda etapa, cuando habría de sufrir una profunda transformación ideológica que me permitiese colocar en su lugar cada elemento del rompecabezas, Aficionado al
estudio y necesitado de racionalizar mis experiencias, de comprender el por qué de las cosas, mi concepción religiosa de la vida, del hombre y de sus relaciones sociales entró en crisis, debido a que no me era suficiente para explicar ninguno de los problemas que se me planteaban. Comencé a estudiar la teoría marxista.
Ya para entonces se oía hablar de una nueva organización política patriótica y socialista que luchaba por la independencia de Euskadi, era E.T.A. Surgían las Ikastolas y aparecían jóvenes que cantaban en euskara. La cuestión vasca brotaba a la luz con toda su problemática. Nuestro pueblo, casi aniquilado, resurgía y su resurgir se dejó sentir también en Arrigorriaga. Comenzaron las clases nocturnas de euskara para adultos y los vasco-parlantes comenzaron a superar su complejo para mostrarse orgullosos de hablar el euskara.
Como resultado de ambos factores --estudio del marxismo y resurgir nacional vasco--, tomé conciencia clara de la existencia de Euskadi como nación diferenciada, integrada por siete regiones separadas por las armas de los Estados opresores, español y francés; de la división de la sociedad en clases enfrentadas por interés irreconciliables; de que Euskadi misma no era una excepción en este sentido, comprendí lo que fue la "evangelización de América" por los españoles y lo que fueron "las cruzadas", lo que fueron "los rojos" y el "glorioso alzamiento nacional"; que no se trata de que los ricos ayuden a los pobres, ni únicamente de que se aumenten los salarios de la clase obrera, sino de socializar los medios de producción; que para lograr la solidaridad social es precisa una profunda revolución cultural, y que para ello, no basta con la buena voluntad, sino que es precisa una transformación del modo de producción capitalista actualmente dominante por otro socialista; que para ello es preciso que la clase obrera obtenga el poder político; que un aparato de Estado no es neutral y que esto obliga a la clase obrera a destruir el Estado burgués para crear otro propio, que la burguesía recurre a las armas cuando ve en peligro sus privilegios, lo que induce a pensar que si la clase obrera no se plantea el problema en términos semejantes, tendremos ocasión de presenciar muchas matanzas y pocas revoluciones.
Iniciado este proceso de comprensión, que espero jamás llegue a considerar suficientemente maduro, se me planteó la entrada en E.T.A., y acepte.
A pesar de la dificultad de las relaciones orgánicas debida a exigencias de la clandestinidad en que debía desarrollarse nuestra actividad política, mi pertenencia a E.T.A. me permitió profundizar más en el conocimiento de la cuestión nacional y su relación con la lucha de clases. Pero fue fundamentalmente la escisión producida en torno a la realización de la VI Asamblea --declarada ilegal-- la que, obligándome a revisar todos mis planteamientos antes de posicionarme, me permitió darles coherencia y confirmarme en su justeza.
La tesis defendida por el grupo denominado VI Asamblea consistía en que la opresión nacional sufrida por el Pueblo Vasco era una consecuencia histórica más del desarrollo social que tenía como motor la lucha de clases. En el proceso de consolidación del modo de producción capitalista, las burguesías de los Estados español y francés, buscando el dominio de mercados lo más amplios posible, habían separado Euskadi en dos pedazos y, tratando de homogeneizar sus respectivos mercados, tanto a nivel jurídico como lingüístico, habían destruido la peculiar organización jurídica
vasca e intentado aniquilar la lengua, imponiendo por contra las culturas castellana y francesa, que de este modo se convertirán no sólo en dominantes, sino en las únicas permitidas. Superado el modo de producción capitalista, y no teniendo los trabajadores españoles y franceses --nueva clase hegemónica-- ningún interés en mantener la opresión del Pueblo Vasco, ésta automáticamente tendería a desaparecer. Por lo tanto, el objetivo principal lo constituía el triunfo de la revolución socialista a nivel de los Estados español y francés. Para lograrlo lo antes posible, era necesario unificar a los trabajadores a nivel de Estado ya que es a este nivel al que se desarrolla la lucha de clases de un modo diferenciado. E.T.A. había defendido siempre la independencia de Euskadi y, según VI Asamblea, esta reivindicación dividía a los trabajadores vascos, por lo tanto, era preciso abandonarla y posicionarse por la autodeterminación nacional sin adoptar opción concreta alguna respecto a ella. La opción independentista, no sólo era contrarrevolucionaria en cuanto que sembraba la división en el seno de la clase obrera y frenaba el proceso revolucionario, sino que además era pequeño-burguesa por cuanto representaba el intento de la pequeña burguesía vasca de convertirse en clase hegemónica del nuevo vasco a crear; intento por otra parte banal, visto el punto al que había llegado el proceso de desarrollo histórico. La opción independentista era, pues, reaccionaria además. Curiosamente --por lo repetitivo-- y coincidiendo con esta tesis, se planteaba la lucha armada como un método elitista y de ambiciones mesiánicas que, intentando sustituir al necesario protagonismo de las masas obreras, no representaba sino la expresión de una pequeña-burguesía que se revolvía desesperadamente contra su inexorable marginamiento histórico. Siguiendo este esquema --y aunque jamás fuera dicho--, E.T.A. no representaba sino la versión anti-franquista, y por ello radical, de la política pequeño-burguesa del P.N.V.; y en definitiva, una organización llamada a ser asimilada por dicho partido una vez alcanzada la democracia política, si esto llegaba a producirse.
Estando de acuerdo con su análisis acerca del origen de la opresión del Pueblo Vasco, rechazaba por completo las consecuencias que de dicho análisis extraían. Su esquema, copia exacta del aplicado por Lenin en la U.R.S.S., lo encontraba erróneo en Euskadi. Los pueblos, y dentro de ellos cada sector, no optan en un momento, sino continuamente en un proceso a lo largo del cual pueden cambiar sus opciones si así lo aconsejase la realidad circundante. No era el Estado dictatorial franquista con su acerbo centralismo e imperialismo español la única causa de la existencia de la opción independentista, sino también la incomprensión históricamente demostrada por los partidos obreros españoles frente a la cuestión vasca. La opción independentista era la expresión política de la afirmación nacional de los sectores populares con conciencia nacional que iban día a día ampliándose. El Pueblo Vasco ha tenido ocasión de comprobar a lo largo de la historia que una revolución socialista a nivel de estado no es la solución automática de su opresión nacional; que los partidos obreros españoles están demasiado impregnados del nacionalismo burgués español. Por otra parte, el logro de la independencia exigía la derrota del Estado español por lo menos en Euskadi, es decir, una verdadera revolución política que sólo podía ser llevada a cabo por las capas populares bajo la dirección de la clase obrera, única capaz de asumir hoy en Euskadi con todas sus consecuencias, la dirección de un proceso de tal envergadura. Precisamente, este asumir la cuestión vasca por la clase obrera es lo que ha posibilitado el resurgimiento nacional de Euskadi.
Mis posteriores relaciones, como representante de E.T.A., con representantes de diversos partidos obreros revolucionarios españoles, no sirvieron sino para confirmar esta visión. Dichos partidos no entendían la cuestión vasca sino como un problema, un problema molesto que conviene hacer desaparecer. Siempre me pareció ver que la unidad de "España" era para ellos tan sagrada como para la burguesía española. Jamás llegaban a entender que el carácter nacional que adoptaba la lucha de clases en Euskadi fuese un factor revolucionario; por el contrario, no era para ellos sino una nota discordante en el proceso revolucionario español que aspiraban orquestar.
Con respecto a las relaciones entre Euskadi continental y Euskadi peninsular, el exilio me ofreció la ocasión de conocer directamente la problemática existente. Hasta entonces, mi opción frente a este tema obedecía más a razones históricas e ideológicas que a un conocimiento real de la Euskadi continental actual. No obstante, la experiencia no hizo sino confirmar mis hipótesis y dotarlas de una base más científica. Euskadi continental es una zona de casi nula industrialización; las bases de su economía lo constituyen las actividades del sector primario y las turísticas. Con una población que no sobrepasa el cuarto de millón de habitantes y marginada completamente de los centros económicos franceses, sufre una aguda emigración de mano de obra joven. Aunque el euskara es ampliamente conocido en las zonas rurales, e incluso algo en la costa, su participación junto a Francia en dos guerras de liberación nacional contra las potencias centrales y la inexistencia de clase social alguna capaz de marcar una dinámica nacional propia, ha tenido como consecuencia, que hasta hace aún pocos años la conciencia nacional fuese propiedad exclusiva de determinados sectores intelectuales. Pero la onda expansiva de la lucha de Euskadi peninsular, junto a la labor de dichos sectores intelectuales, ha producido una toma de conciencia cada vez mayor. El Estado francés supo ver el peligro que representaban ambos factores y declaró ilegales tanto a E.T.A. como a Enbata. Como sucede con frecuencia en tales casos, la medida no serviría sino para fortalecer el resurgimiento nacional y nuevas organizaciones habrían de brotar y extenderse, aunque lentamente. Por otro lado, es evidente que la única solución económica viable para Euskadi continental es su integración con la zona peninsular donde puede encontrar los capitales y la tecnología de que necesita para dejar de constituir una reserva turística y productora de mano de obra destinada a la emigración A pesar de las diferencias culturales creadas entre ambas zonas de Euskadi por dos siglos de separación forzada, la comunidad lingüística posibilita dicha integración Pude, pues, comprobar que, a pesar de lo incipiente del grado de desarrollo de la conciencia nacional en Euskadi continental, la unidad de ambas partes de nuestro pueblo no estaba sólo justificada por razones históricas, sino también económicas y que por todas ellas era posible. Por lo tanto, ambas zonas del país no habrían de caminar separadas en dos estrategias correspondientes a los estados en que se hallaban incluidas, sino que era preciso desarrollar una sola estrategia nacional y unitaria, aunque coordinando tácticas y etapas diferentes en correspondencia con la realidad de cada zona.
En cuanto a la lucha armada, mi interpretación acerca de ella tampoco se correspondía con la realizada por VI Asamblea. El hecho de que fuese practicada de modo minoritario no significa en modo alguno que expresase los intereses de la pequeña-burguesía vasca. Constituía únicamente la expresión más radical del descontento de las capas populares vascas y en especial de la clase obrera. La identificación de esta clase con quienes la practicaban comenzó a hacerse patente de
modo evidente con ocasión del juicio de Burgos en diciembre del año 70. A partir de entonces, no haría sino crecer. La lucha armada era resultado de la convergencia de la opresión nacional y la explotación de clase que los trabajadores vascos --entendido el término en el sentido más amplio-- sufrían bajo la dictadura franquista, y no podía sino desarrollarse en tanto ésta se mantuviese. La mayor o menor aceleración de su proceso de desarrollo obedecía a las condiciones de vida y formación ideológica histórica respecto a ella del pueblo Vasco.
La lucha armada tampoco frenaba las labores de organización de masas a otros niveles; por el contrario, al constituirse en el peor enemigo del régimen español, convertía el resto de formas de lucha en enemigos secundarios y más fáciles de admitir para el franquismo. Cierto que provocaba oleadas de represión sobre los sectores que trataban de organizar a las masas trabajadoras patrióticas, impidiendo su organización; pero ello no se debía a la lucha armada en sí, sino a la unidad orgánica que en E.T.A. se producía entre dichos sectores y los encargados de la práctica armada.
VI Asamblea se declaraba internacionalista y tachaba a E.T.A. de nacionalista pequeño-burguesa. Pero, ¿qué es el internacionalismo obrero? ¿Ser internacionalista exige a los trabajadores de una nación dividida y oprimida renegar de sus derechos nacionales para de este modo confraternizar con los de la nación dominante? En mi opinión, no. Internacionalismo obrero significa la solidaridad de clase, expresada en el mutuo apoyo, entre los trabajadores de las diferentes naciones, pero respetándose en su peculiar forma de ser nacional. Si las relaciones entre las fuerzas obreras españolas y las patrióticas vascas no han sido mejores no se debe a las justas exigencias de estas últimas, sino a la incomprensión y actuación oportunista mostrada por aquéllas frente a la cuestión nacional vasca. ¿El internacionalismo obrero exige que los trabajadores de la nación políticamente más avanzada frenen su ritmo para ir de la mano de los de las más atrasadas? Si fuera así, la humanidad estaría aún estancada. Si determinadas revoluciones socialistas e innumerables luchas de liberación nacional, de indudable signo progresista, han podido alcanzar el éxito se debe de modo muy importante a la existencia de países que no entendieron de aquel modo el internacionalismo obrero. E incluso más, la experiencia demuestra que cada país que triunfa sobre el capitalismo sienta las premisas para la extensión de la revolución socialista mundial porque no hay consejo más eficaz que el ejemplo. La mejor forma de cultivar el internacionalismo es avanzar el proceso revolucionario social, allá donde haya condiciones para ello.
El sector patriótico de la case obrera vasca que no existía de modo consciente hace cuarenta años --lo que permitió que la dirección de la lucha nacional fuese ejercida de modo importante por la pequeña-burguesía-- existía ya en la década de los sesenta. La evolución de E.T.A. con sus bruscos saltos y desgajamientos en una y otra dirección, no expresaba sino la búsqueda de la afirmación ideológica y política de dicha clase en el seno de una realidad ocupada por sectores con intereses ajenos a ella.
La separación de la VI Asamblea sería decisiva en este sentido. A partir de ella, no se trataría ya de saber dónde se estaba sino cómo había de estarse. El que E.T.A. --entendida más como fenómeno político que como organización-- no haya sido capaz, hasta fechas recientes, de comenzar a
organizar a los trabajadores patriotas vascos de modo coherente no se debe a su, por algunos pretendido, carácter pequeño-burgués, sino a la inexperiencia política, lógica en un sector social que en Euskadi acababa de tomar conciencia de su identidad y lo tenía aún todo por aprender.
Precisamente la toma de conciencia de este sector social, constituido por los trabajadores vascos con conciencia nacional, es lo que permitía pensar en Euskadi como un marco autónomo para la revolución socialista que forzosamente habría de ir unida a la lucha de liberación nacional; con todas las dependencias respecto al resto de los Estados español, francés y mundial, que lógicamente existen.
La realidad posterior no ha hecho sino confirmar estas hipótesis. Las luchas obreras surgidas en Euskadi han tenido siempre su límite de generalización en el marco geográfico de la nación vasca; igualmente la lucha política ha tenido en Euskadi carácter diferenciado del resto de los estados vecinos. Ello ha obligado a los partidos de extensión estatal española, a considerar la conveniencia de descentralizar sus estructuras, creando órganos de dirección y siglas a nivel de Euskadi peninsular. Los partidos obreros españoles han dejado de ser el enemigo principal del estado para que este papel fuese ocupado por las fuerzas patrióticas obreras vascas y en especial E.T.A. Estas mismas fuerzas han servido de elemento revulsivo y radicalizado del proceso revolucionario de todo el Estado español, confirmando la justeza de la visión que E.T.A. ha tenido del internacionalismo obrero.
A pesar de la disimilitud entre Euskadi continental y peninsular, producida por las diferentes estructuras socioeconómicas y de formas de padecimiento de la opresión nacional, el proceso de aproximación entre ambas zonas es ya evidente --relaciones culturales, relaciones económicas intercooperativas, partido político extendido a ambas zonas-- y su interrelación cada día mayor, contrarrestando la tesis de quienes las pretendían insertar, respectivamente, en los procesos francés y español e independientes entre sí. Por el contrario, debido a la interrelación antes citada, son los mismos aparatos de Estado español y francés quienes han comenzado a unificar su lucha contra el pueblo Vasco.
Una vez iniciado el proceso de descomposición del franquismo., E.T.A., lejos de engrosar las filas de las organizaciones pequeño-burguesas, ha dado lugar a la creación de partidos obreros; que además están demostrando ser capaces de impulsar a los sectores que representan a una práctica revolucionaria frente a la política reformista de quienes siembre se han auto-proclamado auténticos comunistas revolucionarios.
Hoy, frente a la doble solución --pequeño-burguesa vasca o socialista española-- que se le presentaba al Pueblo Vasco en el primer tercio de siglo, un sector de la clase trabajadora está en condiciones de ofrecer una tercera vía: la revolución socialista vasca.
Tampoco debemos engañarnos: el triunfo de esta opción es difícil. Y sus principales obstáculos --con ser importantes-- no van a ser únicamente los partidos burgueses --ellos sólo pueden alargar la lucha-- ni la existencia de un elevado número de trabajadores sin conciencia nacional; el resurgir y extenderse de la conciencia nacional vasca, así como su asimilación por los inmigrantes, es un
proceso largo, pero ya hoy lo suficientemente profundo como para considerarlo difícilmente reversible. Hoy quizá el mayor obstáculo consiste en el alto nivel de consumo existente en Euskadi peninsular --motor del proceso revolucionario vasco--, que puede hacernos olvidar que el objetivo de los trabajadores vascos no es consumir lo necesario y lo superfluo hasta el nivel de lo ridículo --y a la vez dramático--, sino transformar nuestras relaciones sociales de producción, haciéndolas fraternales y solidarias, y nuestras relaciones con los medios de producción apropiándolos y colocándolos a nuestro servicio; decidir qué queremos producir y cómo queremos distribuirlo; poder pensar y relacionarnos en nuestra lengua y crear nuestra propia cultura; en suma, ser hombres libres en un país libre. Esto constituye una revolución social y, para llevarla a cabo, es precisos que el poder político sea nuestro, sin sustituismos de ninguna clase; es precisos que se lo arrebatemos a las burguesías española y francesa que hoy lo detentan; es precisa una revolución política.
Por supuesto que las fuerzas políticas de la burguesía se opondrán a ella. Pero lo más triste seria que también lo hiciesen las fuerzas políticas representativas de la clase obrera española. Nosotros renunciamos a intentar determinar cómo ha de configurarse el proceso revolucionario español y muchos estaríamos dispuestos a ayudarles en su tarea.
Pero a cambio exigimos que a los trabajadores vascos se nos respete el derecho a decidir ya desde hoy cómo queremos construir el futuro, nuestro futuro.
La opción que hoy ofrece el sector patriótico de la clase obrera vasca no es únicamente una opción para Euskadi, sino indirectamente también para los trabajadores españoles y franceses en cuanto que la revolución socialista vasca no puede sino potenciar las de sus respectivos países. Ella constituye la mejor aportación que la clase obrera vasca puede hacer a los trabajadores de todo el mundo.
Si los partidos obreros españoles no lo comprendiesen así y buscasen frenar el proceso político vasco en un intento de integrarlo en el de sus respectivos estados, estarían haciendo un triste favor a los trabajadores vascos y a la clase obrera en general. La incomprensión que hasta el presente han demostrado a las peculiaridades de la lucha en Euskadi es consecuencia directa de su incomprensión de la existencia misma del Pueblo Vasco. Ella constituye precisamente el motivo de que el sector objetiva y subjetivamente más revolucionario de éste haya optado por la independencia y de que todo él tenga hoy una dinámica en ese sentido.
Entre el Pueblo Español hemos encontrado también auténticos revolucionarios que han sabido reconocer la existencia y los derechos de nuestra pueblo; pero desgraciadamente muy pocos. Si los partidos obreros españoles hubiesen sido como ellos, quizá hoy quienes defendemos la independencia de Euskadi hubiésemos optado por otra solución más unitaria. De cualquier modo, los pueblos caminan hacia su integración económica y política y los trabajadores debemos potenciar la solidaridad y unidad internacionales siempre que no nos obligue a sacrificar nuestra personalidad nacional. De ahí que, frente a la tarea de evitar enfrentamientos y borrar suspicacias entre los trabajadores vascos y los españoles y franceses e iniciar un proceso de acercamiento y ayuda mutua, han de ser estos últimos quienes dejen de pensar en términos de imperio y
comprendan de una vez que los trabajadores vascos no somos españoles ni franceses, sino única y exclusivamente vascos, y que lo que nos une con ellos no es la pertenencia a una misma nación sino a una misma clase.
José Miguel Beñaran Ordeñana
domingo, 15 de septiembre de 2013
Sergio Kirov (1886 - 1934)
Su nombre real era Sergio Mironovitch Kostrikov y nació el 27 de
marzo de 1886 en el seno de una familia pobre en Urzhum, una pequeña
ciudad cerca de los montes Urales. Tanto su padre como su madre eran
sirvientes domésticos en las mansiones de los ricos.
Su padre abandonó el hogar cuando Sergio era muy pequeño, y quedó al cuidado de su madre y hermana mayor, pero su madre falleció poco después, en 1893, por lo que fue su abuela quien tuvo que ocuparse de sus hermanas Ana y Elisabeta mientras que el niño fue ingresado en un orfanato en el que pasó los ocho años sigientes de su vida.
Gracias a su alicación en el estudio, en 1901 el zemstvo, una especie de asamblea municipal, le proporcionó una beca para que Sergio ingresara en el instituto inferior de mecánica técnica en Kazan.
Los años de estudio en Kazan fueron muy duros para el joven, alejado de su familia y viviendo en una extrema pobreza que le hizo caer enfermo varias veces. Todo ello no le impidió lograr a los 18 años su objetivo de obtener el título de mecánico, muy cotizado entre los trabajadores, lo que le aseguraba encontrar trabajo en las mejores fábricas de Rusia. Además, salió entre los diez primeros de una promoción de 300 estudiantes.
Era 1904, la víspera de la Revolución y el joven Sergio ya se interesaba por la situación del proletariado y se sintió atraído por el marxismo.
De Kazan el joven Sergio se traslada a Tomsk con la intención de estudiar ingeniería. Comienza el curso preparatorio del instituto tecnológico, especial para los alumnos que poseyendo un título inferior no hubieran cursado estudios.
Pero a finales de 1904 ingresa en el POSDR y durante la Revolución de 1905 participa en la manifestaciones, siendo detenido por primera vez en el mes de febrero. Luego fue detenido varias veces más durante aquel año revolucionario, acusado de propaganda ilegal.
Es el comienzo de una larga vinculación con el Cáucaso, el sur del sur, que le proporciona hasta el nombre supuesto con el que será conocido en el futuro: Kirov. Entre 1909 y 1917 publicará en aquel periódico más de 1.500 artículos, comentarios, notas y editoriales bajo los apodos más diversos. El 26 de abril firma como S.Kirov un artículo sobre el fusilamiento de los obreros en huelga del Lena. No obstante, se especializa en crítica literaria: Tolstoi, Belinski, Herzen, Andreiev, Gorki, Dostoievski,...
En agosto de 1911 fue detenido otra vez durante varios meses acusado de realizar agitación entre los obreros de las fábricas. Al salir, retorna a su trabajo periodístico en Terek, desde el que sigue realizando tareas de denuncia y agitación.
Tras la Revolución de 1917 lucha por la extensión de la revolución al Cáucaso y es el delegado bolchevique por la Transcaucasia al II Congreso panruso de los soviets. En 1918 viaja a Moscú dos para conseguir armas con las que aplastar a la contrarrevolución que, en medio de la guerra civil, se había hecho fuerte en el Cáucaso.
En enero de 1919 dirigía el destacamento del Ejército Rojo que combatía a los blancos en Astrakán. Allí fue cuando demostró sus extraordinarias dotes de organizador. También fue allí cuando se iniciaron sus primeros conflictos con Trotski que pretendía designar a Vassilenko al frente del Ejército Rojo. El 27 de noviembre envió dos telegramas a Lenin, con copias para Trotski, en el que decía:
La organización bolchevique en Astrakán tenía una enorme importancia porque actuaba como enlace con Moscú de la organización del Cáucaso del norte, dirigida por Odjonikidze, Majaradze y Kalmukov. Entonces había una corriente entre los bolcheviques partidaria de crear organizaciones comunistas de base nacional. Ni Kirov ni Mikoian compartían ese criterio, aceptándose su criterio de crear organizaciones sobre una base internacional y única para todo el Cáucaso.
En diciembre de 1919 el Ejército Rojo pasó a la ofensiva en el Cáucaso y la dirección creó un Comité para la reorganización de los soviets en la región bajo la dirección de Ordjonikidze y Kirov. El 30 de marzo de 1920 liberaron Vladikavkaz y comenzaron a hacer preparativos para atacar la Transcaucasia. En Georgia los imperialistas habían aupado a los mencheviques al poder; en Azabaian eran los musavatistas, en Armenia los dachnaks. Los bolcheviques organizaron una insurrección en Bakú el 27 de abril de 1920, donde eran fuertes entre los obreros de los pozos petrolíferos. Lograron apoderarse de algunos puntos vitales de la ciudad, pero su situación se tornó crítica. Hicieron un llamamiento al Ejército Rojo para que acudiera en su ayuda, con lo que se pudo liberar a la ciudad y poco después todo Azerbaián.
A la cabeza de la organización regional bolchevique en Azerbaián estaba Kirov, que también había sido nombrado poco antes embajador de Rusia en Georgia, cargo que ocupó hasta que este país desapareció como república independiente, integrándose en la Unión Soviética. También desempeñó por aquellas fechas labores diplomáticas en la delegación soviética que intervino en las negociaciones de Riga con Polonia.
A comienzos de mayo de 1920 el gobierno menchevique georgiano que dirigía Noé Jordania,(Buscar en: Notas) concluyó un acuerdo con los bolcheviques por el cual se comprometía a limpiar el país de las bandas contrarrevolucionarias que se se habían asentado en su país tras su derrota en la guerra civil y a permitir la actividad de los bolcheviques georgianos. No cumplió sus promesas, por lo que en su condición de embajador, Kirov dirigió varios mensajes de protesta al Ministro de Asuntos Exteriores georgiano. La tensión entre ambos países creció. Tras el acuerdo el Ejército Rojo había reducido su presencia en la fronteras, mientras el georgiano seguía en sus posiciones.
En 1920 fue nombrado miembro del Comité Central del Partido bolchevique. En noviembre de aquel año regresó al Cáucaso desde Riga apara participar en el Congreso de los pueblos de la región de Terek.
En febrero de 1921 una insurrección desalojó a los mencheviques de Georgia y, como tituló Pravda, la bandera proletaria ondeó en Tiflis. El Cáucaso estaba en manos del proletariado y los campesinos pobres.
De Tiflis Kirov fue a Moscú para participar en el X Congreso del Partido bolchevique como delegado de la organización regional del Terek. Pero cuando en 1921 la situación en Azerbaián se deterioró, tuvo que regresar a Bakú para reorganizar la industria petrolífera que apenas alcanzaba entonces un tercio del nivel de preguerra. Otro problema importante eran las complejas relaciones interétnicas en Azerbaián, que alcanzaban a la propia organización bolchevique. Para resolver este problema el Partido decidió crear una Federación transcaucásica que reuniera a Armenia, Georgia y Azerbaián, lo que no fue aceptado por algunos dirigentes locales, el más conocido de los cuales es Mdivani.
Lenin apoyaba esa decisión pero se mostró en desacuerdo con la manera de llevarla a cabo, y esa fue justamente la posición de Kirov que, también entonces, demostró un extraordinario tacto en el manejo de una situación muy complicada.
Lo mismo cabe decir de la cuestión del Alto Karabaj, discutida en 4 de julio de 1921 en la organización caucásica del Partido bolchevique, en la que se manifestaron dos posiciones: la de la integración en Azerbaián o en Armenia, que era la propuesta de Ordjonikidze y Kirov. Se decidió someterlo a referéndum, lo que no resolvió el problema porque a la hora de decidir quién tení derecho a votar, mientras Ordjonikidze y Kirov oponaban que debían votar sólo los armenios, el resto eran partidarios de que voara toda la población del Alto Karabaj. Después de muchas discusiones, acordaron por una mayoría muy pequeña incorporar el Alto Karabaj a Armenia, si bien con una amplia autnomía. Pero el problema no acabó aquí porque luego hubo que delimitar las fronteras, lo que tampoco resultaba sencillo.
Que los problemas del Cáucaso no eran sencillos de resolver se volvió a demostrar al año siguiente cuando se reprodujeron las disputas, esta vez con los kalmucos. En todos esos problemas Kirov dio muestras de gran tacto, de saber abordar con sensatez problemas de una extraordinaria complejidad sin alterar susceptibilidades a flor de piel.
Como había demostrado en el Cáucaso, era de los pocos bolcheviques capacitados para superar aquella situación. Para convencerle le dicen que sólo va a ser un periodo no muy largo de tiempo. Le acompañan toda una delegación de altos responsables (Voroshilov, Molotov, Bujarin, Andreiev, entre otros) que nada más llegar tienen que ponerse a la tarea sin ninguna dilación en aquel avispero: La situación aquí es terrible -escribe Kirov a su mujer-, desesperada, jamás había visto una cosa así. La primera decisión fue la de prohibir toda discusión acerca de las resoluciones del Congreso recién finalizado. Había que acabar con las provocaciones, el debate permanente y la parálisis en que la oposición quería sumir al Partido. No hubo ninguna clase de burocracia, ni de órdenes desde arriba sino una trabajo paciente, abierto y persuasivo desde la misma base, desde las fábricas y los barrios porque el aplastamieto de la oposición no era algo que concernía sólo al Partido sino al futuro mismo de la revolución. En el coche corro de una reunión a otra, escribe Kirov a su mujer. En 15 días él y los demás miembros de la delegación intervinieron en más de 400 reuniones explicativas de dichas resoluciones, exigiendo que se cumplieran. También se organizaron asambleas en las fábricas más importantes de Leningrado a fin de explicar a los obreros directamente la áspera lucha contra los trotskistas-zinovievistas y el avance que eso suponía en la consolidación de la línea leninista del Partido.
El 16 de enero, Kirov telegrafía al centro en Moscú con buenas noticias: la situación comienza a dar un giro y en las fábricas más importantes los obreros se posicionan a la favor de la línea leninista y de la nueva dirección. También en las organizaciones de los barrios de Leningrado las votaciones demuestran un decantamiento progresivo contra los liquidacionistas. La gran fábrica Putilov fue la última en posicionarse contra el trotskismo, pero al fin, después de muchas asambleas y largas explicaciones, también se logró: el 20 de enero en una asamblea los obreros votaron favorablemente el informe del Comité Central contra la peste trotskista-zinovievista. Luego se convocan conferencias locales del Partido, reuniones de las comisiones del Partido y plenos de todas y cada una de las células. Los que a pesar de todo no aceptaron las decisiones fueron expulsados del Partido sin contemplaciones y se eligieron democráticamente nuevos cargos.
Kirov fue elegido nuevo dirigente de la organización del Partido en Leningrado pero, como escribió en una carta a Ordjonikidze: Estoy desolado, se preparan nuevas intrigas. No puede escapar de allí en poco tiempo, como había previsto. Stalin en persona tiene que acudir a Leningrado en abril de 1926 para reforzar las posiciones de Kirov y de la mayoría del Partido.
Su clamoroso triunfo en Leningrado le otorga un puesto en el Buró Político en julio de aquel año. Pero la oposición no se resigna y en el otoño Zinoviev une sus fuerzas a Trotski, su feroz enemigo de antaño, para plantear un frente único y sin principios de la oposición. Vuelven a organizar reuniones en las células de las fábricas de Leningrado. En Putilov Zinoviev habla a los obreros y Kirov interviene después pero mientras que al primero le interrumpen y le abuchean, Kirov es escuchado en un silencio respetuoso, seguido de una salva de apusos al final. Para impedir sus manejos, tuvieron que prohibir la estancia de Zinoviev y Kamenev en Leningrado.
Aunque Kirov siempre mantuvo buenas relaciones personales con Bujarin, con quien se carteaba, criticó sus posiciones derechistas. Siempre que viajaba a Leningrado, Bujarin pernoctaba en casa de Kirov. Muy localizada en Moscú, esta desviación no afectó tanto a Leningrado como la trotskista zinovievista.
Kirov era uno de los dirigentes bolcheviques más apreciados por el pueblo soviético y amigo personal de Stalin. No obstante, después de la batalla que dirigió contra la oposición trotskista-zinovievista en Leningrado, recibía frecuentes amenazas. Esas amenazas se materializaron el 1 de diciembre de 1934 con un disparo por la espalda.
En su Informe secreto al XX Congreso del PCUS celebrado en 1956, el revisionista Jruschov lanzó la falsa acusación de que Stalin -una vez más- era el responsable último del asesinato de Kirov. Luego, pretenciosas obras de historia que encubren su propaganda anticomunista bajo una falsa erudición, han seguido esa línea de ataques. Así, Stephen F.Cohen en su libro Bujarin y la revolución bolchevique afirma taxativamente lo siguiente: Ya no se duda en serio de que Stalin urdió el asesinato por medio de sus agentes de policía (1). Por más que historiadores de esa calaña digan lo contrario, lo cierto es que lo único que ya no se duda es de Stalin no sólo fue absolutamente ajeno al asesinato, sino que en su condición de Secretario General del Partido bolchevique fue víctima de la muerte de su camarada.
La leyenda de la participación de Stalin en el asesinato de Kirov se inicia con la publicación en Paris en 1936, dos años depués de su muerte, de la Carta de un viejo bolchevique que, a pesar de su título, fue escrita por un mechevique exiliado, Boris Nikolaievski (2). No obstante, esa obra apareció muy poco después de la visita a París de Bujarin, que se entrevistó varias veces con Nikolaievski, quien transcribió esas entrevistas por escrito. Parece lógico sospechar que ese y otros detalles internos del Partido bolchevique que la Carta refleja, escaparan al conocimiento de Nikolaievski y fueran filtrados por Bujarin. También en este punto Jruschov no hizo más que seguir la línea de Bujarin.
Ahora bien, la mentira tiene un recorrido muy corto. Tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, Alla Kirilina, la directora del museo Kirov de Leningrado, nada sospechosa de simpatías hacia Stalin, recurriendo a fuentes directas del caso y no a la gastada propaganda revisionista e imperialista de la guerra fría, ha demostrado la realidad de los hechos (3).
Las cosas sucedieron en realidad de la forma siguiente: el asesino de Kirov fue Leonid V. Nikolaiev, que era un infiltrado en el PCUS. Ya había sido detenido anteriormente por un intento de atentar contra Kirov, siendo sorprendido cuando escondía un revólver en una servilleta. Pero, a pesar de ello, no sólo la policía soviética le puso en libertad, sino que le devolvió el revólver.
Kirov nunca quiso llevar escolta pero la Sección Militar del Tribunal Supremo juzgó el 23 de enero de 1935 al mismísimo jefe del NKVD, la policía soviética, de Leningrado F.O.Medvedev, a dos de sus auxiliares I.F.Zaporojets y F.I.Fomin y a otros policías, que fueron condenados como responsables por negligencia en el asesinato de Kirov, por no haber tomado las precauciones más elementales para su protección, dadas las evidencias existentes de que era perseguido.
La pena fue de dos o tres años de reclusión en el campo de concentración de Kolyma, excepto a uno de ellos, M.K.Baltsevitch, que fue condenado a 10 años porque era el policía encargado de reprimir a los contrarrevolucionarios en Leningrado.
Estos hechos evidencian, por una parte, que en la URSS existía un sistema efectivo de vigilancia revolucionaria y que los responsables pagaban sus crímenes, aunque sólo se tratara de negligencia. Demuestra también que no se escapaban los propios policías, que tan temibles nos pintan los imperialistas. Y finalmente, queda claro hasta qué punto los imperialistas intentaban penetrar en las filas del Partido Comunista para destruirlo desde dentro, como finalmente sucedió, a pesar de que fue purgado en numerosas ocasiones. La conclusión está una vez más clara: un Partido Comunista se fortalece depurándose, eliminando de su interior a los contrarrevolucionarios que se intentan camuflar dentro de sus filas.
Notas:
(1) Stephen F.Cohen: Bujarin y la revolución bolchevique, Siglo XXI, Madrid, 1976, pg.498.
(2) Junto con Otto Maenchen-Helfen, Boris Nikolaievski es el autor de La vida de Carlos Marx. El hombre y el luchador, publicada en España en 1973, por la Editorial Ayuso.
(3) Alla Kirilina: L'assasinat de Kirov. Destin d'un stalinien, 1888-1934, Seuil, Paris, 1995, pgs.221 y stes.
Su padre abandonó el hogar cuando Sergio era muy pequeño, y quedó al cuidado de su madre y hermana mayor, pero su madre falleció poco después, en 1893, por lo que fue su abuela quien tuvo que ocuparse de sus hermanas Ana y Elisabeta mientras que el niño fue ingresado en un orfanato en el que pasó los ocho años sigientes de su vida.
Gracias a su alicación en el estudio, en 1901 el zemstvo, una especie de asamblea municipal, le proporcionó una beca para que Sergio ingresara en el instituto inferior de mecánica técnica en Kazan.
Los años de estudio en Kazan fueron muy duros para el joven, alejado de su familia y viviendo en una extrema pobreza que le hizo caer enfermo varias veces. Todo ello no le impidió lograr a los 18 años su objetivo de obtener el título de mecánico, muy cotizado entre los trabajadores, lo que le aseguraba encontrar trabajo en las mejores fábricas de Rusia. Además, salió entre los diez primeros de una promoción de 300 estudiantes.
Era 1904, la víspera de la Revolución y el joven Sergio ya se interesaba por la situación del proletariado y se sintió atraído por el marxismo.
De Kazan el joven Sergio se traslada a Tomsk con la intención de estudiar ingeniería. Comienza el curso preparatorio del instituto tecnológico, especial para los alumnos que poseyendo un título inferior no hubieran cursado estudios.
Pero a finales de 1904 ingresa en el POSDR y durante la Revolución de 1905 participa en la manifestaciones, siendo detenido por primera vez en el mes de febrero. Luego fue detenido varias veces más durante aquel año revolucionario, acusado de propaganda ilegal.
Periodista en el Cáucaso
En 1909 ayuda a varios detenidos a fugarse de la cárcel de Tomsk. Uno de ellos era I.F.Srebrenikov, secretario de zemstvo de Vladikavkaz, que le entrega documentación falsa para huir de Tomsk e instalarse en el Cáucaso, donde también le encuentra un trabajo como redactor de un diario liberal local, el Terek, nombre del rio que atraviesa la ciudad.Es el comienzo de una larga vinculación con el Cáucaso, el sur del sur, que le proporciona hasta el nombre supuesto con el que será conocido en el futuro: Kirov. Entre 1909 y 1917 publicará en aquel periódico más de 1.500 artículos, comentarios, notas y editoriales bajo los apodos más diversos. El 26 de abril firma como S.Kirov un artículo sobre el fusilamiento de los obreros en huelga del Lena. No obstante, se especializa en crítica literaria: Tolstoi, Belinski, Herzen, Andreiev, Gorki, Dostoievski,...
En agosto de 1911 fue detenido otra vez durante varios meses acusado de realizar agitación entre los obreros de las fábricas. Al salir, retorna a su trabajo periodístico en Terek, desde el que sigue realizando tareas de denuncia y agitación.
Tras la Revolución de 1917 lucha por la extensión de la revolución al Cáucaso y es el delegado bolchevique por la Transcaucasia al II Congreso panruso de los soviets. En 1918 viaja a Moscú dos para conseguir armas con las que aplastar a la contrarrevolución que, en medio de la guerra civil, se había hecho fuerte en el Cáucaso.
En enero de 1919 dirigía el destacamento del Ejército Rojo que combatía a los blancos en Astrakán. Allí fue cuando demostró sus extraordinarias dotes de organizador. También fue allí cuando se iniciaron sus primeros conflictos con Trotski que pretendía designar a Vassilenko al frente del Ejército Rojo. El 27 de noviembre envió dos telegramas a Lenin, con copias para Trotski, en el que decía:
Butiaguin, miembro del Consejo Militar del XI Ejército se desenvuelve brillantemente desde hace tres meses en sus funciones de comandante en jefe del XI Ejército. Tengo que reconocer que durante este periodo, el XI Ejército se ha reforzado considerablemente. La situación en el frente ha mejorado: ahora la disciplina está a la altura, la intendencia también. Butiaguin ha dado prueba de cualidades excepcionales: energía, sentido de la organización, previsión... Desgraciadamente, me parece que el trabajo de Butiaguin no se aprecia en su alto valor porque se acaba de nombrar en su lugar a Vassilenko. En mi opinión, este cambio no solamente no es de recibo sino que constituye una apuesta arriesgadaEl otro telgrama, en la misma línea, estaba firmado también por Smilga y Babkin. A pesar de ello, Trotski no rectificó y mantuvo a su protegido.
La organización bolchevique en Astrakán tenía una enorme importancia porque actuaba como enlace con Moscú de la organización del Cáucaso del norte, dirigida por Odjonikidze, Majaradze y Kalmukov. Entonces había una corriente entre los bolcheviques partidaria de crear organizaciones comunistas de base nacional. Ni Kirov ni Mikoian compartían ese criterio, aceptándose su criterio de crear organizaciones sobre una base internacional y única para todo el Cáucaso.
En diciembre de 1919 el Ejército Rojo pasó a la ofensiva en el Cáucaso y la dirección creó un Comité para la reorganización de los soviets en la región bajo la dirección de Ordjonikidze y Kirov. El 30 de marzo de 1920 liberaron Vladikavkaz y comenzaron a hacer preparativos para atacar la Transcaucasia. En Georgia los imperialistas habían aupado a los mencheviques al poder; en Azabaian eran los musavatistas, en Armenia los dachnaks. Los bolcheviques organizaron una insurrección en Bakú el 27 de abril de 1920, donde eran fuertes entre los obreros de los pozos petrolíferos. Lograron apoderarse de algunos puntos vitales de la ciudad, pero su situación se tornó crítica. Hicieron un llamamiento al Ejército Rojo para que acudiera en su ayuda, con lo que se pudo liberar a la ciudad y poco después todo Azerbaián.
A la cabeza de la organización regional bolchevique en Azerbaián estaba Kirov, que también había sido nombrado poco antes embajador de Rusia en Georgia, cargo que ocupó hasta que este país desapareció como república independiente, integrándose en la Unión Soviética. También desempeñó por aquellas fechas labores diplomáticas en la delegación soviética que intervino en las negociaciones de Riga con Polonia.
A comienzos de mayo de 1920 el gobierno menchevique georgiano que dirigía Noé Jordania,(Buscar en: Notas) concluyó un acuerdo con los bolcheviques por el cual se comprometía a limpiar el país de las bandas contrarrevolucionarias que se se habían asentado en su país tras su derrota en la guerra civil y a permitir la actividad de los bolcheviques georgianos. No cumplió sus promesas, por lo que en su condición de embajador, Kirov dirigió varios mensajes de protesta al Ministro de Asuntos Exteriores georgiano. La tensión entre ambos países creció. Tras el acuerdo el Ejército Rojo había reducido su presencia en la fronteras, mientras el georgiano seguía en sus posiciones.
En 1920 fue nombrado miembro del Comité Central del Partido bolchevique. En noviembre de aquel año regresó al Cáucaso desde Riga apara participar en el Congreso de los pueblos de la región de Terek.
En febrero de 1921 una insurrección desalojó a los mencheviques de Georgia y, como tituló Pravda, la bandera proletaria ondeó en Tiflis. El Cáucaso estaba en manos del proletariado y los campesinos pobres.
De Tiflis Kirov fue a Moscú para participar en el X Congreso del Partido bolchevique como delegado de la organización regional del Terek. Pero cuando en 1921 la situación en Azerbaián se deterioró, tuvo que regresar a Bakú para reorganizar la industria petrolífera que apenas alcanzaba entonces un tercio del nivel de preguerra. Otro problema importante eran las complejas relaciones interétnicas en Azerbaián, que alcanzaban a la propia organización bolchevique. Para resolver este problema el Partido decidió crear una Federación transcaucásica que reuniera a Armenia, Georgia y Azerbaián, lo que no fue aceptado por algunos dirigentes locales, el más conocido de los cuales es Mdivani.
Lenin apoyaba esa decisión pero se mostró en desacuerdo con la manera de llevarla a cabo, y esa fue justamente la posición de Kirov que, también entonces, demostró un extraordinario tacto en el manejo de una situación muy complicada.
Lo mismo cabe decir de la cuestión del Alto Karabaj, discutida en 4 de julio de 1921 en la organización caucásica del Partido bolchevique, en la que se manifestaron dos posiciones: la de la integración en Azerbaián o en Armenia, que era la propuesta de Ordjonikidze y Kirov. Se decidió someterlo a referéndum, lo que no resolvió el problema porque a la hora de decidir quién tení derecho a votar, mientras Ordjonikidze y Kirov oponaban que debían votar sólo los armenios, el resto eran partidarios de que voara toda la población del Alto Karabaj. Después de muchas discusiones, acordaron por una mayoría muy pequeña incorporar el Alto Karabaj a Armenia, si bien con una amplia autnomía. Pero el problema no acabó aquí porque luego hubo que delimitar las fronteras, lo que tampoco resultaba sencillo.
Que los problemas del Cáucaso no eran sencillos de resolver se volvió a demostrar al año siguiente cuando se reprodujeron las disputas, esta vez con los kalmucos. En todos esos problemas Kirov dio muestras de gran tacto, de saber abordar con sensatez problemas de una extraordinaria complejidad sin alterar susceptibilidades a flor de piel.
El avispero de Leningrado
En enero de 1926 asumió la dirección del Partido en Leningrado en unas cicunstancias también muy delicadas, justo en el momento en el que Zinoviev, el anterior responsable de la mayor organización local bolchevique, la cuna de la revolución, había sido expulsado de la dirección. Pero Zinoviev había creado toda una plataforma propia dentro de la organización local, que es lo que le permitió poder presentar ante el XIV Congreso del Partido en diciembre de 1925, todo un contrainforme paralelo al de Stalin, lo cual es ciertamente insólito en la historia del movimiento comunista internacional. En una carta a su mujer Kirov reconoce que no quería ir a Leningrado a causa de la lucha encarnizada como no conocíamos desde hacía mucho tiempo que allí se había desatado dentro del Partido bolchevique. En otra carta, Kirov le comenta a su mujer que Leningrado es un nudo terrible de intrigas múltiples, califica la situación creada por ls oposición trotskista-zinovievista como espantosa y le confiesa que no tiene ganar de ir allá para arreglar todos esos asuntos: He hecho todo posible para escabullirme, pero ha sido en vano.Como había demostrado en el Cáucaso, era de los pocos bolcheviques capacitados para superar aquella situación. Para convencerle le dicen que sólo va a ser un periodo no muy largo de tiempo. Le acompañan toda una delegación de altos responsables (Voroshilov, Molotov, Bujarin, Andreiev, entre otros) que nada más llegar tienen que ponerse a la tarea sin ninguna dilación en aquel avispero: La situación aquí es terrible -escribe Kirov a su mujer-, desesperada, jamás había visto una cosa así. La primera decisión fue la de prohibir toda discusión acerca de las resoluciones del Congreso recién finalizado. Había que acabar con las provocaciones, el debate permanente y la parálisis en que la oposición quería sumir al Partido. No hubo ninguna clase de burocracia, ni de órdenes desde arriba sino una trabajo paciente, abierto y persuasivo desde la misma base, desde las fábricas y los barrios porque el aplastamieto de la oposición no era algo que concernía sólo al Partido sino al futuro mismo de la revolución. En el coche corro de una reunión a otra, escribe Kirov a su mujer. En 15 días él y los demás miembros de la delegación intervinieron en más de 400 reuniones explicativas de dichas resoluciones, exigiendo que se cumplieran. También se organizaron asambleas en las fábricas más importantes de Leningrado a fin de explicar a los obreros directamente la áspera lucha contra los trotskistas-zinovievistas y el avance que eso suponía en la consolidación de la línea leninista del Partido.
El 16 de enero, Kirov telegrafía al centro en Moscú con buenas noticias: la situación comienza a dar un giro y en las fábricas más importantes los obreros se posicionan a la favor de la línea leninista y de la nueva dirección. También en las organizaciones de los barrios de Leningrado las votaciones demuestran un decantamiento progresivo contra los liquidacionistas. La gran fábrica Putilov fue la última en posicionarse contra el trotskismo, pero al fin, después de muchas asambleas y largas explicaciones, también se logró: el 20 de enero en una asamblea los obreros votaron favorablemente el informe del Comité Central contra la peste trotskista-zinovievista. Luego se convocan conferencias locales del Partido, reuniones de las comisiones del Partido y plenos de todas y cada una de las células. Los que a pesar de todo no aceptaron las decisiones fueron expulsados del Partido sin contemplaciones y se eligieron democráticamente nuevos cargos.
Kirov fue elegido nuevo dirigente de la organización del Partido en Leningrado pero, como escribió en una carta a Ordjonikidze: Estoy desolado, se preparan nuevas intrigas. No puede escapar de allí en poco tiempo, como había previsto. Stalin en persona tiene que acudir a Leningrado en abril de 1926 para reforzar las posiciones de Kirov y de la mayoría del Partido.
Su clamoroso triunfo en Leningrado le otorga un puesto en el Buró Político en julio de aquel año. Pero la oposición no se resigna y en el otoño Zinoviev une sus fuerzas a Trotski, su feroz enemigo de antaño, para plantear un frente único y sin principios de la oposición. Vuelven a organizar reuniones en las células de las fábricas de Leningrado. En Putilov Zinoviev habla a los obreros y Kirov interviene después pero mientras que al primero le interrumpen y le abuchean, Kirov es escuchado en un silencio respetuoso, seguido de una salva de apusos al final. Para impedir sus manejos, tuvieron que prohibir la estancia de Zinoviev y Kamenev en Leningrado.
Aunque Kirov siempre mantuvo buenas relaciones personales con Bujarin, con quien se carteaba, criticó sus posiciones derechistas. Siempre que viajaba a Leningrado, Bujarin pernoctaba en casa de Kirov. Muy localizada en Moscú, esta desviación no afectó tanto a Leningrado como la trotskista zinovievista.
Kirov era uno de los dirigentes bolcheviques más apreciados por el pueblo soviético y amigo personal de Stalin. No obstante, después de la batalla que dirigió contra la oposición trotskista-zinovievista en Leningrado, recibía frecuentes amenazas. Esas amenazas se materializaron el 1 de diciembre de 1934 con un disparo por la espalda.
En su Informe secreto al XX Congreso del PCUS celebrado en 1956, el revisionista Jruschov lanzó la falsa acusación de que Stalin -una vez más- era el responsable último del asesinato de Kirov. Luego, pretenciosas obras de historia que encubren su propaganda anticomunista bajo una falsa erudición, han seguido esa línea de ataques. Así, Stephen F.Cohen en su libro Bujarin y la revolución bolchevique afirma taxativamente lo siguiente: Ya no se duda en serio de que Stalin urdió el asesinato por medio de sus agentes de policía (1). Por más que historiadores de esa calaña digan lo contrario, lo cierto es que lo único que ya no se duda es de Stalin no sólo fue absolutamente ajeno al asesinato, sino que en su condición de Secretario General del Partido bolchevique fue víctima de la muerte de su camarada.
La leyenda de la participación de Stalin en el asesinato de Kirov se inicia con la publicación en Paris en 1936, dos años depués de su muerte, de la Carta de un viejo bolchevique que, a pesar de su título, fue escrita por un mechevique exiliado, Boris Nikolaievski (2). No obstante, esa obra apareció muy poco después de la visita a París de Bujarin, que se entrevistó varias veces con Nikolaievski, quien transcribió esas entrevistas por escrito. Parece lógico sospechar que ese y otros detalles internos del Partido bolchevique que la Carta refleja, escaparan al conocimiento de Nikolaievski y fueran filtrados por Bujarin. También en este punto Jruschov no hizo más que seguir la línea de Bujarin.
Ahora bien, la mentira tiene un recorrido muy corto. Tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, Alla Kirilina, la directora del museo Kirov de Leningrado, nada sospechosa de simpatías hacia Stalin, recurriendo a fuentes directas del caso y no a la gastada propaganda revisionista e imperialista de la guerra fría, ha demostrado la realidad de los hechos (3).
Las cosas sucedieron en realidad de la forma siguiente: el asesino de Kirov fue Leonid V. Nikolaiev, que era un infiltrado en el PCUS. Ya había sido detenido anteriormente por un intento de atentar contra Kirov, siendo sorprendido cuando escondía un revólver en una servilleta. Pero, a pesar de ello, no sólo la policía soviética le puso en libertad, sino que le devolvió el revólver.
Kirov nunca quiso llevar escolta pero la Sección Militar del Tribunal Supremo juzgó el 23 de enero de 1935 al mismísimo jefe del NKVD, la policía soviética, de Leningrado F.O.Medvedev, a dos de sus auxiliares I.F.Zaporojets y F.I.Fomin y a otros policías, que fueron condenados como responsables por negligencia en el asesinato de Kirov, por no haber tomado las precauciones más elementales para su protección, dadas las evidencias existentes de que era perseguido.
La pena fue de dos o tres años de reclusión en el campo de concentración de Kolyma, excepto a uno de ellos, M.K.Baltsevitch, que fue condenado a 10 años porque era el policía encargado de reprimir a los contrarrevolucionarios en Leningrado.
Estos hechos evidencian, por una parte, que en la URSS existía un sistema efectivo de vigilancia revolucionaria y que los responsables pagaban sus crímenes, aunque sólo se tratara de negligencia. Demuestra también que no se escapaban los propios policías, que tan temibles nos pintan los imperialistas. Y finalmente, queda claro hasta qué punto los imperialistas intentaban penetrar en las filas del Partido Comunista para destruirlo desde dentro, como finalmente sucedió, a pesar de que fue purgado en numerosas ocasiones. La conclusión está una vez más clara: un Partido Comunista se fortalece depurándose, eliminando de su interior a los contrarrevolucionarios que se intentan camuflar dentro de sus filas.
Notas:
(1) Stephen F.Cohen: Bujarin y la revolución bolchevique, Siglo XXI, Madrid, 1976, pg.498.
(2) Junto con Otto Maenchen-Helfen, Boris Nikolaievski es el autor de La vida de Carlos Marx. El hombre y el luchador, publicada en España en 1973, por la Editorial Ayuso.
(3) Alla Kirilina: L'assasinat de Kirov. Destin d'un stalinien, 1888-1934, Seuil, Paris, 1995, pgs.221 y stes.
miércoles, 19 de junio de 2013
Mihai Eminescu ( 1850-1889 )
Del blog:
Un Vallecano en Rumanía
A Mihai Eminescu (1850-1889) hoy se le considera el poeta nacional de Rumania. Por supuesto que la propaganda mediática y cultural del sistema esconde el verdadero carácter del poeta nacido en la Bucovina austriaca a principios del siglo XIX, y luego emigrado a Moldavia. Como se puede ver en uno de sus poemas mas famosos, Emperador y Proletario, traducido por los comunistas españoles Rafael Alberti y María Teresa León, e incluido en una de las mas famosas recopilaciones de poetas revolucionarios y socialistas de la historia, Asaltar los cielos, publicado por el Instituto Cubano del Libro en 1975 en homenaje al triunfo de la Revolución Cubana, la ideología de Eminescu era muy diferente a la del fanático ortodoxismo y la sacralización de la desigualdad social propias de la Rumania neoliberal del siglo XXI.
Eminescu era ateo, muy sensible a la desigualdad social y, por supuesto,crítico ante la religión y el estado, que veía como pilares de dominación de las masas proletarias. Como pregunta en uno de sus versos, "¿Por qué olvidáis que sois el número y la fuerza? Fácilmente podríais repartíos la tierra" , y afirma en otro, "los poderosos viven circundando de leyes su amor y su fortuna; los bienes que robaron les sirven para eso, y para conspirar contra aquellos que sufren uncidos al trabajo para toda la vida".
Entiende la religión como el gran engaño para que los trabajadores se "inclinen con más fuerza ante el yugo" y recomienda, sin pelos en la lengua, "destruid los palacios, los templos que esconden crímenes".
Se trata, pues, de uno de los grandes poemas de la historia de la literatura que denuncian el problema social de la nueva clase que va surgiendo con el desarrollo del capitalismo, los proletarios, y que es sometida por los pocos privilegiados de este sistema a vivir miserablemente, mientras estos llevan una vida de lujos y placeres a costa de la riqueza producida por aquellos.
Eminescu es considerado como un poeta romántico tardío, pero su vida coincide con los comienzos del desarrollo de la idea socialista por toda Europa que, debido a la gran influencia francesa en la entonces naciente unión de los principados de Moldavia y Valaquia, el germen de lo que va a ser, a partir de la decada de los sesenta del siglo XIX, Rumania, va a empezar a prender al norte y al sur del Danubio y a dejar su mayor o menor influencia en artistas y escritores que, como Eminescu, van a empezar a denunciar la explotación a los proletarios, base del enriquecimiento de la oligarquía económica capitalista, y también a recomendarles la solución: la organización y la lucha.
No por otra cosa, tanto Pablo Neruda como Rafael Alberti, dos de los mas grandes poetas del siglo XX y de los mayores representantes de la poesía comprometida y social, se enamoraron y tradujeron los versos de este poeta rumano, y en especial de su poema "Emperador y Proletario" que, sobre todo en su primera parte, está lleno de denuncias contra la ideología y el sistema capitalitas, contra la religión, como opio del pueblo (que dirían Marx y Engels), a la vez que lleno de esperanza en la liberación de las consecuencias del capitalismo naciente, en el cual, como bien sabemos, los trabajadores son reducidos al estado de "bestias de carga" y en el que "todos los millones de riqueza lujosa, que amontonan los ricos oprimiendo a los pobres, salen de los sudores del pueblo esclavo".
Ante eso, clama Eminescu: "Aplastad este orden tan cruel como injusto, que entre ricos y pobres el mundo ha dividido"
Eminescu también fue un hiriente periodista, que no dejo de atacar al nuevo orden capitalista que se iba instaurando en los principados danubianos (Moldavia y Valaquia) y en la naciente Rumania. No obstante, parece que fue demasiado molesto y acabó muriendo muy joven, a los 39 años, tras recibir, según algunos, una herida en la cabeza de origen desconocido.
Por supuesto que Eminescu no era propiamente un intelectual marxista, ideología que todavía estaba en ciernes y que en Rumania apenas estaba dándose a conocer, pero compartía con el marxismo y con los movimientos socialistas recientemente nacidos la capacidad de indignación ante la injusticia, que diría un siglo después el Ché Guevara que nos hace hermanos, el deseo de construcción de un mundo donde ningún hombre explotara a otro, además del convencimiento de que la religión y el falso patriotismo no eran mas que engaños y anzuelos para que los trabajadores se resignaran a su sometimiento y siguieran alimentando a los grandes ladrones de la clase dominante.
Como se ve, y lamentablemente, el mundo no ha cambiado tanto desde la época de Eminescu, ahora que se acaban de cumplir, el pasado 15 de junio, 124 años de su fallecimiento, y las experiencias que lograron o intentaron hacer lo que Eminescu recomendaba, acabaron, en general, salvo algunas excepciones, destruidas y convertidas por la manipulación y la censura en fracaso, criminalizadas por aquellos mismos que el poeta rumano recomendaba en su poema destruir sin dejar rastro alguno, "hasta borrar la huella de los que los imiten".
El texto es del libro citado, Asaltar los cielos
Un Vallecano en Rumanía
A Mihai Eminescu (1850-1889) hoy se le considera el poeta nacional de Rumania. Por supuesto que la propaganda mediática y cultural del sistema esconde el verdadero carácter del poeta nacido en la Bucovina austriaca a principios del siglo XIX, y luego emigrado a Moldavia. Como se puede ver en uno de sus poemas mas famosos, Emperador y Proletario, traducido por los comunistas españoles Rafael Alberti y María Teresa León, e incluido en una de las mas famosas recopilaciones de poetas revolucionarios y socialistas de la historia, Asaltar los cielos, publicado por el Instituto Cubano del Libro en 1975 en homenaje al triunfo de la Revolución Cubana, la ideología de Eminescu era muy diferente a la del fanático ortodoxismo y la sacralización de la desigualdad social propias de la Rumania neoliberal del siglo XXI.
Eminescu era ateo, muy sensible a la desigualdad social y, por supuesto,crítico ante la religión y el estado, que veía como pilares de dominación de las masas proletarias. Como pregunta en uno de sus versos, "¿Por qué olvidáis que sois el número y la fuerza? Fácilmente podríais repartíos la tierra" , y afirma en otro, "los poderosos viven circundando de leyes su amor y su fortuna; los bienes que robaron les sirven para eso, y para conspirar contra aquellos que sufren uncidos al trabajo para toda la vida".
Entiende la religión como el gran engaño para que los trabajadores se "inclinen con más fuerza ante el yugo" y recomienda, sin pelos en la lengua, "destruid los palacios, los templos que esconden crímenes".
Se trata, pues, de uno de los grandes poemas de la historia de la literatura que denuncian el problema social de la nueva clase que va surgiendo con el desarrollo del capitalismo, los proletarios, y que es sometida por los pocos privilegiados de este sistema a vivir miserablemente, mientras estos llevan una vida de lujos y placeres a costa de la riqueza producida por aquellos.
Eminescu es considerado como un poeta romántico tardío, pero su vida coincide con los comienzos del desarrollo de la idea socialista por toda Europa que, debido a la gran influencia francesa en la entonces naciente unión de los principados de Moldavia y Valaquia, el germen de lo que va a ser, a partir de la decada de los sesenta del siglo XIX, Rumania, va a empezar a prender al norte y al sur del Danubio y a dejar su mayor o menor influencia en artistas y escritores que, como Eminescu, van a empezar a denunciar la explotación a los proletarios, base del enriquecimiento de la oligarquía económica capitalista, y también a recomendarles la solución: la organización y la lucha.
No por otra cosa, tanto Pablo Neruda como Rafael Alberti, dos de los mas grandes poetas del siglo XX y de los mayores representantes de la poesía comprometida y social, se enamoraron y tradujeron los versos de este poeta rumano, y en especial de su poema "Emperador y Proletario" que, sobre todo en su primera parte, está lleno de denuncias contra la ideología y el sistema capitalitas, contra la religión, como opio del pueblo (que dirían Marx y Engels), a la vez que lleno de esperanza en la liberación de las consecuencias del capitalismo naciente, en el cual, como bien sabemos, los trabajadores son reducidos al estado de "bestias de carga" y en el que "todos los millones de riqueza lujosa, que amontonan los ricos oprimiendo a los pobres, salen de los sudores del pueblo esclavo".
Ante eso, clama Eminescu: "Aplastad este orden tan cruel como injusto, que entre ricos y pobres el mundo ha dividido"
Eminescu también fue un hiriente periodista, que no dejo de atacar al nuevo orden capitalista que se iba instaurando en los principados danubianos (Moldavia y Valaquia) y en la naciente Rumania. No obstante, parece que fue demasiado molesto y acabó muriendo muy joven, a los 39 años, tras recibir, según algunos, una herida en la cabeza de origen desconocido.
Por supuesto que Eminescu no era propiamente un intelectual marxista, ideología que todavía estaba en ciernes y que en Rumania apenas estaba dándose a conocer, pero compartía con el marxismo y con los movimientos socialistas recientemente nacidos la capacidad de indignación ante la injusticia, que diría un siglo después el Ché Guevara que nos hace hermanos, el deseo de construcción de un mundo donde ningún hombre explotara a otro, además del convencimiento de que la religión y el falso patriotismo no eran mas que engaños y anzuelos para que los trabajadores se resignaran a su sometimiento y siguieran alimentando a los grandes ladrones de la clase dominante.
Como se ve, y lamentablemente, el mundo no ha cambiado tanto desde la época de Eminescu, ahora que se acaban de cumplir, el pasado 15 de junio, 124 años de su fallecimiento, y las experiencias que lograron o intentaron hacer lo que Eminescu recomendaba, acabaron, en general, salvo algunas excepciones, destruidas y convertidas por la manipulación y la censura en fracaso, criminalizadas por aquellos mismos que el poeta rumano recomendaba en su poema destruir sin dejar rastro alguno, "hasta borrar la huella de los que los imiten".
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