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Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

martes, 15 de mayo de 2012

Federico García Lorca (1898-1936) ( y III )

Sumario: 
 — El teatro de Lorca
— Bodas de sangre
— Yerma
— La casa de Bernarda Alba
 «Yo nunca seré político. Yo soy revolucionario porque no hay verdadero poeta que no sea revolucionario»

El teatro de Lorca

García Lorca es un dramaturgo excepcional. Junto al de Valle-Inclán, su teatro es el más importante escrito en castellano durante el siglo XX. Ecribió un teatro de sabor antiguo (temas de fatalismo griego con acre sabor de la Andalucía trágica) y muy moderno a la vez, con una gama muy variada de símbolos y personajes fantásticos como la muerte y la luna, lírico, en ocasiones, con un sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida. En todas ellas hay una intensa fuerza dramática que confiere a los personajes, ambientes y conflictos una innegable dimensión real.
Entre sus farsas, escritas de 1921 a 1928, destacan la Tragicomedia de don Cristóbal y el Retablillo de don Cristóbal, piezas de guiñol. También pertenece a la categoría de farsa Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín.
También escribió dos dramas con un cierto sabor modernista, El maleficio de la mariposa (1920) y Mariana Pineda (1927), que constituyó su primer gran éxito teatral.
La elección de este personaje lo dice todo acerca del alineamiento político de Lorca. Se trata de una heroína, también oriunda de Granada, que combatió al absolutismo borbónico y murió a los 26 años el 26 de mayo de 1831 bajo el garrote vil por no delatar a sus compañeros. Fue la gran leyenda de la causa revolucionaria del siglo XIX que García Lorca sacó de los romances populares e inmortalizó en el teatro.
En 1930 escribió La zapatera prodigiosa, una obra de ambiente andaluz que enfrenta la realidad con la imaginación, y dos dramas calificados como irrepresentables, El público y Así que pasen cinco años, obras complejas con influencia del psicoanálisis, que ponen en escena el mismo hecho teatral, la revolución y la homosexualidad, a partir de un complejo sistema de correspondencias.
En Doña Rosita la soltera, escrita en 1935, aborda el problema de la solterona española, algo que también aparece en La casa de Bernarda Alba, concluida en junio de 1936, y que la crítica suele considerar la obra fundamental de Lorca.

Bodas de sangre

Fue escrita por Lorca en 1932. Es un drama en tres actos basada en una noticia publicada en julio de 1928 en El Defensor del Pueblo de Granada. Le debió causar gran impacto la noticia, no solamente por sus elementos costumbristas (navaja, odio entre familias) sino su fondo social, de tal modo que desde 1928 a 1933 fue gestando sin prisas, una historia perfecta, hasta darle forma de tragedia y poesía, envuelta en el misterio. La obra narra el amor entre un hombre, Leonardo, y una mujer que habían sido novios pero que no pudieron casarse por su diverso origen de clase. Luego él se casa con otra mujer, tuvo hijos y ella se iba a casar con otro hombre. Cuando la boda se acababa de celebrar, Leonardo se escapa con su viejo amor montados en un caballo, y le canta:
Vamos al rincón oscuro
donde yo siempre te quiera
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.
Pero el novio, acompañado de algunos invitados a la boda, salen a perseguirlos por el bosque, momento en el que se despierta la Mendiga, que es la muerte, y aparece también la luna cantando y bailando. Todos ellos se unen a la persecución de los dos amantes, los encuentran y matan a Leonardo, aunque el novio muere también. En el ultimo cuadro la novia acude a casa de la madre del novio dolida por lo sucedido y le pide que la mate, pero la madre rehúsa hacerlo. En la obra aparecen los contrastes típicos de toda la obra de Lorca: el duro secano con el bosque frondoso y onírico, los impulsos individuales y la severa moral dominante, la boda y la sangre, la vida y la muerte. Siempre polos opuestos pero muy próximos y enfrentados.
También están sus símbolos más característicos: el agua, el caballo, la sangre, la navaja y, por supuesto, todo un desfile de personajes femeninos perfectamente perfilados. Salvo Leonardo, los personajes carecen de nombre propio (La Novia, La Suegra, etc.), y no faltan algunos abstractos (la Muerte como mendiga y la Luna como leñador joven con la cara blanca). En la obra resaltan los poemas líricos, cantados por personajes secundarios de la obra como las Muchachas, la Luna, la Suegra, etc.
El gran personaje de esta obra es La Madre, que había perdido violentamente a su marido y a un hijo a manos de la familia de Leonardo, que están en la cárcel cumpliendo condena. La Madre presiente que perderá al que le queda el mismo día de su boda, pero no duda en enviar a su hijo tras la venganza, porque por encima de todo siempre está el honor familiar.
Una vez más Lorca expone su tesis de que cuando las fuerzas instintivas, generadoras del amor, son sometidas a los códigos sociales, siempre represores, la circunstancia trágica surge inexorablemente. Las sociedad impide que las pasiones humanas broten espontáneamente y, su resultado final es la muerte. Y son los convencionalismos sociales los que frustran la felicidad humana. Leonardo y su antigua novia se casan con parejas a las que no aman, y no pueden vivir juntos porque su posición económica es distinta. Es característico el diálogo de los leñadores en el bosque comentando el suceso:
- Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir
- Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más
- ¡La sangre!
- Hay que seguir el camino de la sangre
- Pero la sangre que ve la luz se la bebe la tierra
- ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
Los frutos, así los de la tierra como los del hombre, llegan siempre envueltos en sufrimiento, en medio de lágrimas, y por eso el padre del novio, arquetipo del hacendado orgulloso, dice:
En mi tiempo ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que nos dé algo provechoso.
El análisis social está presente a lo largo de toda la tragedia. Así por ejemplo, alude a un jornalero que ha perdido sus dos brazos a consecuencia de una accidente con una cosechadora mecánica. Y el padre del novio dice desde su posición de propietario de tierras:
Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
Es la propiedad de la tierra, las relaciones de producción, las que acarrean una sociedad represora, dominadora, que incuba los gérmenes de todos los males.

Yerma

Aunque las primeras noticias de la gestación de esta tragedia son de tres años atrás, antes de emprender su viaje a la Argentina en octubre de 1933, Lorca ya habia escrito los dos primeros actos de Yerma, y a su regreso compuso el resto de la obra, que fue estrenada el 29 de diciembre de 1934 en el teatro Español de Madrid por la compañia de Margarita Xirgú. A pesar de la acogida hostil de la obra en la prensa reaccionaria de la época, el triunfo teatral fue absoluto. En setiembre de 1935 se estrenó también en Barcelona y se mantuvo en el teatro durante 45 dias.
El manuscrito autógrafo está fechado en la Huerta de San Vicente (la casa de verano que tenia en Granada) el 24 de julio de 1934. El autor se lo regaló a Adolfo Salazar, quien se lo cedió a la poetisa cubana Flor Loynaz, y hoy se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.
Yerma es una tragedia de ambiente rural, cuya protagonista es una mujer ansiosa de ser madre sin conseguirlo por culpa de un marido estéril. La única alternativa que le queda a Yerma es buscar un hombre fértil que la posea fuera del matrimonio pero, una vez más, la moral dominante es inflexible y no se lo permite. Su educación le impone un código de normas que no puede romper por ningún motivo. Su deseo de tener un hijo es inmenso, pero ella no está dispuesta a pasar por encima de sus arraigadas convicciones: Lo primero de mi casta es mi honradez. Las normas sociales se sobreponen a los instintos y no le permiten tener hijos con otro hombre que no sea su marido... mientras éste viva. No le puede engañar, pero le puede matar y le mata.
Como siempre en Lorca, el entorno es opresivo, castrante, aniquilador, pero Yerma forma parte de él. Tiene que tener hijos para cumplir su función como esposa, para ser una mujer completa, como puro resultado de las presiones sociales, nunca por sí misma. Lo único que Yerma desea de su matrimonio es tener un hijo y admite que no siente afecto por su compañero. Tener un hijo no es solamente una obsesión sino que es su única razón para continuar al lado de su esposo. Reconoce: Yo me entregué a mi marido por él [por quedar embarazada], y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme. Incluso su unión conyugal fue resultado de la continuación de la tradición de arreglar los matrimonios.
Yerma está casada pero eso no le quita su soledad. No tiene nadie a quién acudir en demanda de auxilio y se pone en contacto con la Vieja, expresión de la sabiduría y la experiencia. Sin embargo, de nuevo las normas sociales acusan de inmorales a quienes hablan de su sexualidad y la Vieja se muestra renuente a informar a Yerma, y ésta le dice: Las muchachas que se crían en el campo, como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelven medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber. Y tú también, tú también te callas y te vas con aire de doctora, sabiéndolo todo, pero negándolo a la que se muere de sed.
Su esposo ni puede ni quiere engendrar hijos. Frente al deseo ardiente de Yerma de tener un hijo, el marido le manifiesta indiferencia y frialdad: Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No tenemos culpa ninguna. Lorca declaró que su obra no tenía argumento, sino que era el desarrollo de un carácter. Él reconoce que ha obtenido lo que quiere del matrimonio, mientras Yerma no quedará jamás satisfecha; sus expectativas nunca serán cumplidas.

La Casa de Bernarda Alba

El 19 de junio de 1936, en pocos días, Federico García Lorca termina de escribir La Casa de Bernarda Alba, basándose también en el hecho real del enclaustramiento de una madre y varias hijas en una casa de Granada. La obra no consiguió estrenarse hasta que Margarita Xirgú lo hizo en 1945 en Buenos Aires, y mucho después, en el 1964, se estrenó por primera vez en España.
La obra se sitúa en un pequeño pueblo donde, tras la muerte del segundo esposo de Bernarda Alba, ésta obliga a sus cinco hijas a vivir encerradas durante 8 años velando el luto del difunto. Durante esta época, las hijas no podrán hacer otra cosa más que coser. Según Bernarda, a quién sólo le importa el honor de su familia, esto es lo más apropiado para las mujeres de su clase.
El bastón de Bernarda es quizás el símbolo que mejor proyecta la autoridad y dureza con la que gobierna su casa. El drama comienza cuando las hijas de Bernarda se enamoran de Pepe el Romano, un hermoso joven del pueblo, con quien se compromete Angustias, la hija mayor y la más fea de todas, todo gracias a la herencia de dinero y tierras que ésta ha recibido de su padre, el primer marido de Bernarda.
Pero Adela, la más joven de la hermanas, comienza a verse con Pepe el Romano, rompiendo así con la autoridad de su madre. Los celos y los deseos reprimidos de todas las hermanas tendrán terribles consecuencias, ya que Adela se queda embarazada de Pepe el Romano y pretende fugarse de la casa.
El final trágico de la obra es quizás la única solución a la represión de Bernarda: Adela se suicida.
En esta tragedia el lirismo deja paso al realismo. Ya no hay poesía ni canciones sino una prosa severa para describir la envidia, los celos y el odio las hermanas, el desprecio a las sirvientas, su rencor, la hipocresía, la falsa moral y el silencio con el que comienza y termina la obra. La técnica teatral descansa en unos personajes que se mueven sin que se vean los hilos de su conductor, que proyectan tanto su propio sentir como el ajeno, su propia concepción de los hechos. Es como si cada uno viviera su propia vida.
Bernarda es una mujer reprimida y, por tanto, represora, una mujer inculta, sin recursos intelectuales ni experiencias que la permitan salir de las normas que la han inculcado. No conoce otra forma de actuación, y sin ella se pierde. Tiene sesenta años de soledad, de aislamiento, de frustación vital. Es víctima de una sociedad con la cual ella se identifica, una mujer incapaz de pensar, de imaginar y comprender. Representa a la sociedad y, lo mismo que ella, tiene también una férrea voluntad de dominio sobre las personas, un poder absoluto de mandato, llevado al extremo. Personifica la tiranía doméstica, a su vez manifestación de la tiranía social.
El conflicto estalla ante la inhumana opresión del ímpetu juvenil, de las ansias vitales de amor y libertad. Pero las hijas no son las pobres víctimas de una fuerza represora. Son mujeres al igual que Bernarda, incultas e insolidarias, aferradas a una situación cómoda que les permite subsistir sin problemas materiales, que reduce sus inquietudes y limita sus posibilidades. Ningún candado cierra la puerta de la casa; nada les impide marcharse de ella. Sólo el miedo a cambiar, a enfrentarse a otra manera de vivir, de pensar y de actuar. Su única salida es el hombre. El hombre como solución. El matrimonio o la prostitución. Que alguien decida por ellas, que alguien las salve, que alguien las marque el camino. Son víctimas de sí mismas, de su situación y verdugos con las demás, unas con otras.
Los demás personajes de la obra colaboran en este organigrama de víctimas-verdugos, salvo Poncia y María Josefa. Poncia no se calla y se rebela ante lo inevitable, pero atada a una fidelidad equívoca, a una situación material necesitada de Bernarda (sus hijos, ella misma) sin posibilidades reales por su extracto social y sus creencias religiosas. Poncia adivina, espía y aconseja dentro de los blancos muros de la limpísima casa.
María Josefa, es libre gracias a su locura, la imaginación atada, la posibilidad perdida, el recuerdo del futuro para cada uno de los personajes. Estéril, pero lúcida, consciente de una realidad palpable. Quiere huir y no puede. Acusa cuando ya es un ser excluído de la sociedad.
Tragedia en tres actos, La Casa de Bernarda Alba ha sido considerada como el drama formalmente más perfecto de todo el teatro español contemporáneo. Está dirigida contra nosotros mismos, contra nuestra cobardía, contra nuestro miedo a cambiar, a lo que no conocemos, a inventar nuevos caminos, a equivocarnos. No somos nosotros mismos porque no nos dejan.
La tensa atmósfera de pasión y tragedia que viven las hijas, la madre y la La figura de Pepe el Romano es símbolo de pasión y de muerte. A su alrededor se agrupan las ansias de impotencia y callados rencores. Más allá, fuera de la casa, hay cantos de los segadores, vientos libres, cielo azul, vida sin trabas.
Hay una clara oposición entre la fuerza de la vida y el amor como elementos generatrices del mundo y las fuerzas negativas, alimentadas por una cadena de perjuicios ancestrales, que se enfrentan en una lucha a muerte. Cuando la fuerza de la sangre y del amor gana terreno, la reacción y la persecución se ciñen sobre ella.

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