Material copiado

Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

domingo, 26 de agosto de 2012

Erich Honecker ( 1912 - 1994 )

No es exactamente una biografía, pero nos ilustrará sobre un político al que siempre han tratado de desprestigiar. 
Gracias al blog: Un Vallecano en Rumanía.
Erich Honecker (Neunkirchen, 25 de agosto de 1912 – Santiago de Chile, 29 de mayo de 1994) fue un político comunista alemán, jefe de estado de la República Democrática Alemana entre 1976 y 1989. Demostró su dignidad y fidelidad a sus principios politicos tras las traiciones a los pueblos trabajadores de los paises socialistas iniciadas tras la instauración de la llamada Perestroika por Gorbachov. Al contrario que muchos otros, siguio defendiendo sus ideas y los logros de las sociedade socialistas frente a las capitalistas hasta su muerte. Por ello fue juzgado por segunda vez por los fascistas (esta vez enmascarados tras el falso maquillaje democratico), y condenado a prisión.
En 1935 fue arrestado por primera vez por los nazis y condenado a diez años de prisión por su militancia política. Permaneció en prisión hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Fue uno de los principales dirigentes de la Republica Democratica Alemana (RDA) desde su fundación en 1949, y a partir de 1971 Honecker devino secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y Presidente del Consejo de Defensa Nacional.  En 1976 asumió la Jefatura del Estado de la RDA.
Como hemos dicho, se opuso a la Perestroika de Mijaíl Gorbachov, y fue sorprendido por los acontecimientos que llevaron a la caída del Muro de Berlín a finales de 1989, cuando los propios miembros del Politburó del SED le obligaron a dimitir el 18 de octubre de 1989
Tras la caída de la RDA, Honecker viajó a la URSS para evitar ser juzgado por las autoridades de la Alemania reunificada , pero fue extraditado en 1992 tras la desintegración de la Unión Soviética y la llegada a la presidencia rusa del borracho oportunista Boris Yeltsin. Fue procesado por la supuesta muerte de 192 personas que intentaron cruzar ilegalmente el Muro de Berlín durante su mandato y por supuesta Alta Traición, pero debido a su grave estado de salud fue liberado y emigró a Chile, país en el cual murió en mayo de 1994 de cáncer de hígado.
En Junio de 2012, Fidel Castro titulaba una de sus reflexiones, en las que recordaba la figura revolucionaria de Erich Honecker “Las conductas que no se olvidan”, y expresaba su “sentimiento más profundo de solidaridad” hacia el revolucionario alemán.
Cada hombre vive su época. La actual es infinitamente cambiante, si se compara con cualquier otra anterior. Me correspondió el privilegio de observar su conducta cuando este pagaba amargamente la deuda contraída por aquel que vendió su alma al diablo por unas pocas líneas de Vodka, reflexionaba Fidel refiriéndose a Honecker y a Yeltsin.
En el siguiente discurso, pronunciado por Honecker ante el segundo tribunal fascista que le juzgo en su vida, defiende los logros del socialismo de la RDA,  justifica la creación del muro como forma de defensa hacia las agresiones de la Alemania Federal (la que fue claramente la heredera de la Alemania nazi ) y , ante todo, defiende sus principios y sus razones de seguir siendo comunista hasta el final sin avergonzarse de nada.
DISCURSO DE AUTODEFENSA DE ERICH HONECKER PRONUNCIADO ANTE EL TRIBUNAL DE BERLÍN
Defendiéndome de la acusación manifiestamente infundada de homicidio no pretendo para nada atribuir a este Tribunal y a este proceso penal la apariencia de legalidad. La defensa del resto no serviría para nada, también porque no viviré lo suficiente para escuchar la sentencia de ustedes. La condena que evidentemente me quieren ustedes inflingir no se podrá lograr. Eso todos lo saben. Bastaría solamente esto para demostrar que el proceso es una farsa. Es un montaje político.
Nadie en las regiones occidentales de Alemania, incluida la ciudad de primera línea de Berlín Oeste, tiene derecho a llevar al banquillo de los acusados ni a condenar a mis compañeros imputados, ni a mi ni a ningún otro ciudadano de la RDA, por acciones cometidas en el cumplimiento de los deberes emanados del Estado de la RDA.
Si hablo en esta sede lo hago para dar fe a las ideas del Socialismo y para dar un juicio moralmente y políticamente honrado de esa República Democrática Alemana que más de cien estados habían reconocido en términos de derecho internacional. Esta República que ahora la RFA llama Estado ilegal e injusto, ha sido miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, que incluso ha presidido por algún tiempo, al igual que ha presidido por un período la mismísima Asamblea general. No espero seguramente de este proceso y de este Tribunal un juicio políticamente y moralmente honrado de la RDA, pero aprovecho la ocasión de este montaje político para dar a conocer a mis conciudadanos mi posición.
La situación en la cual me encuentro en este proceso no es un hecho extraordinario. El Estado de derechos alemán también persiguió y condenó a Karl Marx, August Bebel, Karl Liebknecht y muchos otros socialistas y comunistas. El tercer Reich, sirviéndose de los juicios heredados del Estado de derecho de Weimar llevó a cabo este trabajo en muchos procesos, uno de los cuales yo mismo he vivido en condición de imputado. Después de la derrota del fascismo alemán y del Estado hitleriano, la RFA no ha tenido que buscarse nuevos procuradores de la república y nuevos jueces para reprimir y perseguir penalmente y en masa a los comunistas, quitándoles el trabajo y el pan en tribunales del trabajo, alejándolos de los empleos públicos a través de los tribunales administrativos o persiguiéndolos de otras maneras. Ahora nos ocurre a nosotros lo mismo que les ocurrió a nuestros compañeros de la Alemania occidental en los años 50. Desde hace cerca de 190 años se repite el mismo abuso. El Estado de derechos de la República Federal Alemana no es un estado de derechos sino un estado de las derechas.
Para este proceso, como para tantos otros en los cuales se persiguen a otros ciudadanos de la RDA por su contigüidad con el sistema, frente a tribunales penales y del trabajo, sociales o administrativos, hay un argumento que se usa principalmente. Políticos y juristas sostienen: debemos condenar a los comunistas porque no lo hemos hecho con los nazis. Ahora tenemos que ajustar las cuentas con el pasado. A muchos les parece un argumento obvio, pero en realidad eso es totalmente falso. La verdad es que la justicia alemana occidental no podía castigar a los nazis porque los jueces y los procuradores de la república no podían castigarse a ellos mismos. La verdad es que esta justicia de Alemania Federal le debe su nivel actual, de la manera que se quiera juzgar, a los nazis de los cuales asumieron la herencia. La verdad es que los comunistas y los ciudadanos de la RDA son perseguidos hoy por las mismas razones que fueron siempre perseguidos en Alemania. Solamente en los 40 años de existencia de la RDA las cosas anduvieron en sentido opuesto y es con este desagradable inconveniente con quien hace falta ahora ajustar las cuentas. Todo naturalmente en el total respeto del derecho. ¡La política no tiene nada que ver!
Los juristas más eminentes de este país, tanto de los partidos de mayoría como del SPD, juran que nuestro proceso no es otra cosa que un proceso normal, no es un proceso político, no es un montaje. Se arrestan los miembros de uno de los más altos organismos estatales del país fronterizo y se dice que la política no tiene nada que ver. Esas mismas personalidades que ayer se recibían con todos los honores como huéspedes de Estado e interlocutores de los esfuerzos conjuntos para impedir que jamás pudiera desencadenarse una guerra desde el suelo alemán, hoy son etiquetados de criminales. Pero tampoco esto tendría nada que ver con la política.
Se acusan a los comunistas, a aquellos que han sido siempre perseguidos desde el momento en que aparecieron en la escena política, pero en la RFA hoy todo esto no tendría nada que ver con la política.
Para mí, y creo que para cualquiera que esté prevenido, es evidente que este proceso es político como solamente podría ser un proceso contra la dirigencia política y militar de la RDA. Quien lo niega no se equivoca, quien lo niega miente. Miente para engañar una vez más al pueblo. Con este proceso se hace justamente aquello de lo cual nosotros estamos acusados: se sacan de encima a los adversarios políticos con los medios del derecho penal. Pero todo se hace según la ley.
También otras circunstancias demuestran sin sombra de dudas que con este proceso se persiguen fines políticos. ¿Por qué el canciller federal, por qué el señor Kinkel, entonces jefe de los servicios secretos, después ministro de justicia y al final ministro del exterior de la RFA, se han empeñado tanto en traerme a cualquier costo a Alemania y encerrarme en la cárcel de Moabit, donde ya estuve bajo Hitler? ¿Por qué el canciller ha dejado que yo volara a Moscú para después hacer presión a Moscú y a Chile para que me expidieran, contra cualquier principio del derecho internacional? ¿Por qué los médicos rusos que hicieron el diagnóstico correcto en el primer examen lo tuvieron que falsificar más tarde? ¿Por qué yo y mis compañeros, que no están mucho mejor que yo de salud, fuimos arrastrados de frente al pueblo como hacían antiguamente los emperadores romanos con sus adversarios prisioneros?
No sé si todo esto tenga una explicación racional. Quizás se confirma el dicho antiguo de que aquello que Dios quiere perder antes lo obceca. Una cosa sí queda clara, y es que todos los hombres políticos que en un tiempo me pedían audiencia y se sentían a su vez contentos de recibirme, no saldrán libres de este proceso. También los niños en Alemania sabían que había hombres que habían sido muertos en el muro y que entre los políticos vivos el máximo responsable del muro era yo, presidente del Consejo Nacional de la Defensa, secretario general, presidente del Consejo de Estado de la RDA. Por lo tanto no hay más que dos posibilidades: la primera es que los señores políticos de la RFA hayan conscientemente, libremente e incluso ávidamente, tratado de tener relaciones con un asesino. La segunda es que ellos conscientemente y con satisfacción dejen ahora que un inocente sea culpado de homicidio. De estas dos posibilidades ninguna los honora. No hay una tercera posibilidad. Quien acepta un dilema de este tipo y resulta por lo tanto, ya sea en un caso como en el otro, una persona sin carácter, es ciego o persigue otros fines que le presionan más que su propio honor.
Admitamos incluso que ni el señor Kohl, ni el señor Kinkel, ni los otros ministros y dirigentes de partido de la República Federal Alemana sean ciegos (cosa que no sería capaz de excluir). Queda entonces, como objetivo político de este proceso, la voluntad de desacreditar totalmente a la RDA y con ella al Socialismo en Alemania. La caída de la RDA y del Socialismo en Alemania y en Europa evidentemente no les basta todavía. Tienen que eliminar todo aquello que pueda mostrar este período en el cual los obreros y los campesinos gobernaron en una luz diferente de aquella de la perversión y del delito. La victoria de la economía de mercado (como llaman hoy eufemísticamente al capitalismo) debe ser absoluta, de la misma forma que la derrota del socialismo. Se debe hacer de manera, como decía Hitler antes de Stalingrado, que ese enemigo no se pueda levantar más. Los capitalistas alemanes siempre han tenido una inclinación por lo absoluto.
La finalidad de este proceso, esta voluntad de asesinar una vez más al socialismo ya dado por muerto, muestra cual es la valoración que el señor Kohl, el gobierno y también la oposición del la RFA, dan de la situación. El capitalismo ha vencido económicamente cavando su propia sepultura, de la misma forma que hizo Hitler venciendo militarmente. En todo el mundo el capitalismo ha entrado en una crisis sin salida. No le ha quedado otra elección que profundizar en un caos ecológico y social o bien aceptar la renuncia a la propiedad privada de los medios de producción y por consecuencia el socialismo. Las dos alternativas significan su final. Pero para los poderosos de la República Federal Alemana el peligro más grave es claramente el Socialismo. Y este proceso debe servir para prevenirlo, así como deber servir para prevenirlo toda la campaña contra la ya desaparecida RDA, que debe ser tachada de estado injusto e ilegal.
Todos los casos de muerte por razones no naturales en nuestro país siempre nos afectaron. Las muertes en el muro no solo nos afectaron humanamente, sino que también nos dañaron políticamente. Yo, más que ningún otro, llevo desde mayo de 1971 el peso de la responsabilidad política del hecho de que se haya disparado en la frontera entre la RDA y la RFA, entre el Pacto de Varsovia y la OTAN. Es una gran responsabilidad, claro. Diré más adelante por qué la he asumida. Pero ahora, en ocasión de lo que constituye la finalidad política de este proceso, no puedo dejar de subrayar también los tipos de medios que han sido utilizados para tratar de lograr el objetivo de difamar a la RDA. Los medios utilizados son los muertos en el muro. Estos muertos deben servir y sirven para hacer apetecible a los medios este proceso, así como otros anteriormente. Entre los muertos faltan sin embargo los guardias de la frontera de la RDA asesinados. Ya hemos visto, y sobre todo ya habéis visto, como las imágenes de los muertos han sido objeto de mercado, sin respeto por la piedad y la decencia. Estos son los medios con los cuales se hace política y se crea el clima favorable. Así se usan, o mejor dicho, así se abusa de los muertos de la lucha que los patrones conducen para mantener la propiedad capitalista. Porque de esto y de más nada se trata la lucha contra el Socialismo. Los muertos se necesitan para mostrar cuanto injustas e inhumanas fueran la RDA y el Socialismo y también para desviar la atención de la miseria del presente y de las víctimas de la economía de mercado. Todo esto muy bien realizado democráticamente, legalmente, cristianamente, humanamente y por el bien del pueblo alemán.
¡Pobre Alemania!
Ahora entremos en los méritos. Los procuradores de la ciudad de primera línea nos acusan de homicidio como a criminales comunes. Dado que personalmente no hemos matado a ninguna de las 68 personas cuya muerte se nos hace cargo en la acusación, y dado que evidentemente no hemos ni siquiera ordenado anteriormente su muerte, ni hemos provocado de ninguna manera su muerte, he aquí que lo que la acusación, en la página 9, me impugna literalmente:
«es… de haber ordenado, en calidad de secretario del Consejo Nacional de la Defensa y responsable de los problemas de seguridad del CC y del SED, de intensificar las obras de frontera alrededor de Berlín (oeste) y de barreras en la frontera con la RFA para hacer imposible el paso».
Más adelante la acusación me impugna la participación en 17 sesiones del CND desde el 29/11/1961 al 1/7/1983 con las decisiones de:
«construir ulteriores barreras de minas de fragmentación (donde la palabra “ulteriores” da a entender que las fuerzas armadas soviéticas habían ya instalado este tipo de barreras);
mejorar el sistema de seguridad de la frontera y el adiestramiento en el uso de las armas por parte de los guardias de frontera;
impedir el paso de las fronteras».
Se me impugna además de «haber declarado el 3/5/1974 la necesidad de recurrir sin escrúpulos a las armas de fuego» (algo que no es cierto) y al final de «haber votado a favor del proyecto de ley de fronteras que entró en vigor el 1° de mayo de 1982».
Las acusaciones en contra mía, o en contra de nosotros, se refieren por lo tanto a decretos del Consejo Nacional de la Defensa, decretos de un órgano constitucional de la RDA. Objeto del enjuiciamiento es entonces la política de la RDA, son las decisiones tomadas por el CND para defender y preservar la RDA como Estado. Este juicio sirve para criminalizar esta política. La RDA debe ser marcada como Estado ilegal e injusto y todos aquellos que la asistieron deben ser etiquetados de criminales. La persecución contra decenas de miles y posibles centenares de miles de ciudadanos de la RDA, de los cuales ya habla el tribunal: este es el verdadero objetivo de este proceso, preparado como proceso piloto contra los guardias de frontera y acompañado por otros innumerables procesos discriminatorios de los ciudadanos de la RDA, conducidos frente a tribunales civiles, sociales, del trabajo o administrativos, no solo por muchísimas acciones administrativas. Por lo tanto no está en juego solamente mi persona y la de los otros imputados en este proceso, está en juego mucho más, está en juego el futuro de Alemania y de Europa, e incluso del mundo que, con el final de la guerra fría y con las nuevas mentalidades, parecería que entrara en una fase muy positiva. Aquí no solo continúa la guerra fría sino que se quiere consolidar los cimientos de la Europa de los ricos. La idea de la justicia social debe ser sofocada de una vez por todas. Marcarnos como asesinos sirve para esto.
Yo soy el último en oponerme a normas morales y legales que sirvan para juzgar y condenar a los hombres políticos. Pero tres condiciones deben ser satisfechas:
Las reglas deben ser formuladas con precedencia.
Estas deben valer de la misma manera para todos los hombres políticos.
La sentencia debe ser pronunciada por un tribunal que esté por encima de las partes, un tribunal, por lo tanto, que no esté compuesto ni de amigos ni de enemigos de los acusados.
Me parece que estas son condiciones obvias, sin embargo en el mundo actual no me resulta que puedan ser todavía satisfechas. Si ustedes hoy dan sesión a un juicio en mi contra, lo hacen como tribunal de vencedores contra vencidos. Este hecho es una expresión de la correlación de fuerzas reales, pero no puede pretender validez jurídica ni constituir un acto de justicia.
Bastarían estos argumentos para demostrar la ilegalidad de la acusación. Pero para que no nos apartemos en la discusión ni siquiera en los detalles, quiero decir yo lo que la acusación, ya sea por mala fe o por ceguera, no dice.
Ya hemos citado las palabras con las cuales la acusación inicia la enumeración cronológica de los hechos que se imputan:
«El 12 de agosto de 1961 el imputado Honecker, en calidad de secretario del CND y responsable de los problemas de la seguridad del CC del SED ordenaba intensificar las obras de frontera alrededor de Berlín (oeste) y las barreras de las fronteras con la RFA para hacer imposible el paso».
Esta manera de ver la historia es demasiado elocuente. ¡El responsable de los problemas de seguridad del CC del SED en 1961 daba disposiciones sobre un hecho que podía cambiar la historia del mundo! Aquí se supera la autoironía de los ciudadanos de la RDA que llamaban a su país «la más grande RDA del mundo». Está bien que hoy Enno von Löwenstein trate de engrandecer a la RDA para darle así más valor a la victoria de la RFA, pero ni siquiera esta ala derecha del periodismo político alemán logra hacer de la RDA una gran potencia mundial. Esto queda como prerrogativa de «la autoridad más objetiva del mundo», el tribunal de la república. Cada cual es dueño de volverse ridículo frente a la historia al propio placer. Pero en todo caso la construcción del muro se decidió en Moscú el 5/8/1961 en una reunión de los Estados del Pacto de Varsovia. En aquella alianza entre los países socialistas, la RDA era un miembro importante, pero no la potencia guía. Esto el tribunal lo puede dar por confirmado sin necesidad de demostración.
Dado que nosotros, como ya he dicho, de persona no hemos dado muerte a nadie, ni hemos ordenado directamente matar a nadie, la acción homicida se reconoce en la construcción del muro, en haberlo mantenido en pie y en la imposición de prohibición de abandonar la RDA sin autorización estatal. Y naturalmente esto no tendría nada que ver con la política. Así al menos sostiene la jurisprudencia alemana. Pero no lo podrá sostener frente a la historia o al raciocinio humano. No hará otra cosa que traicionar una vez más sus orígenes y mostrar de qué espíritu es hija y hacia dónde se dirige Alemania.
Todos los que en aquella época tuvimos la responsabilidad de gobierno en los países del Pacto de Varsovia tomamos esas decisiones políticas colectivamente. No lo digo para descargar mi responsabilidad en los otros, lo digo solamente porque así fue y no de otra forma, y yo estoy convencido de que aquella decisión de entonces, del 1961, fue justa y así quedaría hasta que no hubiera terminado el conflicto entre EEUU y la URSS. Aquella decisión política y los convencimientos que la dictaron constituyen precisamente el objetivo de este proceso. Se necesita ser ciego o cerrar los ojos con conocimiento de causa ante los acontecimientos del pasado para no reconocer que esto es un proceso político de los vencidos contra los vencedores, para no entender que ello significa deformar la historia por motivaciones de orden político. Ustedes aseguran que aquella decisión política fue incorrecta y culpan a mí y a mis compañeros como responsables penales por los muertos en el muro. Pues yo les digo que la decisión que ustedes retienen justa habría causado miles o millones de muertos. De esto estaba y estoy todavía convencido y creo que también mis compañeros lo estén. Es por esta convicción política por la cual nos encontramos aquí delante de ustedes. Y ustedes nos condenarán porque tienen una opinión política diferente a la nuestra.
El cómo y el por qué se haya llegado a la construcción del muro no parece que interese a la acusación pública. Sobre esto la acusación no gasta una palabra. Las causas y las circunstancias vienen ignoradas del todo, la cadena de los acontecimientos históricos se rompe arbitrariamente. Erich Honecker ha construido y mantenido en pie el muro. Stop. Esta es la representación simplista que los juristas alemanes acaban por dar de la historia. Lo único que les interesa es que los comunistas sean marcados como criminales y como tal condenados. Los alemanes, en realidad, están perfectamente en condiciones de saber cómo se llegó al muro y de conocer las razones por las cuales en el muro se disparó. Pero ya que la acusación se comporta como si construir muros y matar gente sea una característica peculiar del socialismo y como si “delincuentes” aislados como yo y mis compañeros tuvieran toda la responsabilidad, me veo obligado, a pesar de no ser un historiador, a resumir la historia que dio lugar al muro.
Sus orígenes vienen de lejos. Nos conducen a la formación del capitalismo y del proletariado. Pero el inicio inmediato de la tragedia de la última fase de la historia alemana se sitúa en el año 1933. En ese año, como es conocido, muchos alemanes votaron en elecciones libres por el partido nazi y el presidente Hindenburg, que había sido elegido a su vez libremente en 1932, confirió democráticamente a Adolf Hitler las funciones de jefe del gobierno. Inmediatamente después los predecesores políticos de los actuales partidos dominantes, con excepción del SPD, votaron con plenos poderes, dando a Hitler poderes absolutos dictatoriales. Solamente los comunistas antes de aquellas elecciones habían dicho: “quien vota a Hindenbrug vota a Hitler, quien vota a Hitler vota por la guerra”. Al momento del voto por los plenos poderes los diputados comunistas ya habían sido alejados del Reichstag, muchos comunistas habían sido arrestados o vivían en la clandestinidad. Ya entonces la ilegalización de los comunistas fue la señal del final de la democracia en Alemania.
No apenas Hitler fue hecho jefe de gobierno, Alemania conoce su primer milagro económico. Se vencía la desocupación, los bonos Volkswagen andaban bien y el ánimo ardiente del pueblo llevaba a aplastar y a asesinar a los judíos. El pueblo alemán en su mayoría estaba feliz y contento.
Cuando estalló la segunda guerra mundial y las fanfarrias anunciaban la guerra relámpago contra Polonia, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia, Grecia, el entusiasmo no conoció más límites. Los corazones de casi todos los alemanes palpitaban al unísono con el de su canciller, el más grande duce de todos los tiempos. Ninguno imaginaba que el imperio milenario duraría solamente 12 años.
Cuando en 1945 todo se convirtió en ruinas, Alemania no se encontró como dueña del mundo, como predecía una muy conocida canción nazi, sino totalmente dominada por los aliados. Alemania se dividió en cuatro zonas. No existía absolutamente libertad para transferirse de una zona a la otra. Ni siquiera para los emigrados alemanes que, como Gerhart Eisler, querían regresar a Alemania desde los EEUU.
En los EEUU existían planes (por ejemplo el plan Morgenthau) que preveían la división perpetua de Alemania en varios estados. Justamente como respuesta a estos planes Stalin pronunció las famosas palabras: «Los Hitler vienen y van, el pueblo alemán y el Estado alemán se quedan ». Pero la unidad de Alemania, que en aquel tiempo la URSS quería que se mantuviera, no se realizó. Por efecto de la guerra fría proclamada por los EEUU en 1947, Alemania, con la fusión de dos y después de tres zonas, con la reforma monetaria, y finalmente con la constitución en mayo de 1949 de la RFA, se dividió por un largo período en dos partes. Como se ve por las sucesiones temporales, esta división no fue obra de los comunistas, sino de los aliados occidentales y de Konrad Adenauer. La constitución de la RDA siguió en un segundo tiempo y fue la consecuencia lógica de la constitución de la RFA. A esta altura ya se habían formado dos Estados alemanes diferentes. Pero la RFA no tenía ningunas intensiones de reconocer a la RDA y de establecer con ella relaciones pacíficas. La RFA pretendía más bien ser la única representante de toda Alemania y de todos los alemanes. Con la ayuda de los aliados proclamó un embargo económico y trató por esa vía de aislar a la RDA económicamente y políticamente. Una política de agresión sin guerra: así se puede definir la línea seguida por la RFA con respecto a la RDA. Esta fue la forma que asumió la guerra fría en el suelo alemán.
Fue esta la política que llevó al muro.
Honecker y Ceausescu: ambos defendieron sus
principios y a sus pueblos hasta el final
Después de la entrada de la RFA en la OTAN, la RDA se adhirió al Pacto de Varsovia. Los dos Estados alemanes se enfrentaron como Estados miembros de alianzas militares hostiles.
La RFA era más fuerte que la RDA bajo varios aspectos: por número de habitantes, potencia económica, uniones políticas y económicas. Gracias al plan Marshall y al pago de reparaciones menores ustedes tuvieron que soportar las consecuencias de la guerra en medida reducida. La RFA disponía de mayores riquezas naturales y de un territorio más amplio. Y explotó esta múltiple superioridad en todos las maneras, pero sobre todo prometiendo a los ciudadanos de la RDA ventajas materiales si abandonaban su país. Muchos ciudadanos de la RDA no resistieron a esta tentación e hicieron lo que los políticos de la RFA se esperaban que hicieran: “votaron con los pies”. El éxito económico ejerció una atracción fatal en los alemanes después de 1945 no menos de lo que aconteció después de 1933.
La RDA y los Estados aliados del Pacto de Varsovia se vinieron a encontrar en una situación difícil. La política del roll back parecía coronarse de éxito en Alemania. La OTAN se prestaba a extender su área de influencia hasta el Oder.
Esta política produjo en 1961 una situación de tensión en Alemania que ponía en peligro la paz mundial. La humanidad se encontró al borde de una guerra atómica. Esta era la situación en el momento en que los Estados del Pacto de Varsovia decidieron la construcción del muro. Ninguno tomó esta decisión a la ligera. Porque dividía las familias, pero también porque era la señal de una debilidad política y económica del Pacto de Varsovia con respecto a la OTAN que podía ser compensada solo con medios militares.
Políticos eminentes fuera de Alemania, pero incluso dentro de la RFA, reconocieron después de 1961 que la construcción del muro había disminuido la tensión en el mundo.
Franz Josef Strauss escribió en sus memorias: “Con las constitución del muro la crisis, ciertamente no positiva para los alemanes, podría decirse que no solo se controló sino que se cerró efectivamente” (pag. 390). Anteriormente Strauss había hablado de los planes de bombardeo atómico en el territorio de la RDA (pag. 388).
Yo creo que no hubiera existido ni el Tratado Fundamental [tratado que regulaba las relaciones entre las dos Alemanias concluido en diciembre de 1972, N.d.T.], ni el de Helsinki, ni la unidad de Alemania si en aquel momento no se hubiera construido el muro y si este hubiera sido derrumbado antes del final de la guerra fría. Pienso por lo tanto que aprobando la construcción del muro y manteniendo después esa posición ni yo ni mis compañeros nos hemos manchado de culpa alguna, no solamente desde el punto de vista del derecho, pero también desde un punto de vista moral y político.
Con respecto a la historia de Alemania esto evidentemente es una nota al margen, pero es notable como ahora muchos alemanes, tanto del oeste como del este, verían con gusto una reedición del muro.
Pero también nos debemos preguntar qué cosa hubiera sucedido si hubiéramos actuado como la acusación da por descontado que deberíamos haber hecho. Es decir, que no hubiéramos erigido el muro, si hubiéramos consentido a cualquiera abandonar al RDA, sentando así espontáneamente la rendición de la RDA ya en 1961. No hace falta una fantasía especial para entender los efectos que hubiera producido una política de este tipo. Basta considerar lo que sucedió en 1956 en Hungría y en 1968 en la República Socialista Checoslovaka. Las tropas soviéticas, que ya estaban presentes, hubieran intervenido también en la RDA en 1961, exactamente como habían hecho en los otros países. También en Polonia Jaruzelski proclamó el estado de emergencia en 1981 para impedir una intervención de ese tipo.
La agudización de la crisis que habríamos provocado si nos hubiéramos atenido al modelo que la acusación retiene como el único políticamente, moralmente y jurídicamente admisible habría implicado el riesgo de una tercera guerra mundial. Nosotros no habíamos querido y no podíamos correr este riesgo. Si esto para ustedes es un crimen pronuncien ustedes mismos su propia condena ante la historia con su sentencia. Pero esto importaría poco. Lo que más importa es que la sentencia de ustedes constituirá una señal para replantear las viejas contraposiciones en vez de remendarlas. En presencia del peligro de colapso ecológico del mundo, ustedes vuelven a proponer la vieja estrategia de clase de los años 30 y la política de potencia típica de Alemania desde los tiempos del canciller de hierro.
Si nos condenan por nuestras decisiones políticas en 1961, y yo pienso que ustedes lo harán, la sentencia será no solamente falta de todo fundamento jurídico, no solo emitida por un tribunal parcial, sino que también será una sentencia que ignora totalmente las costumbres políticas y los comportamientos de aquellos mismos países que gozan de vuestro máximo respeto como Estado de derecho. En este contexto no quiero en lo absoluto, ni podría hacer la lista de todos los casos en los cuales durante en los últimos 28 años se han tomado decisiones políticas que han tenido un costo de vidas humanas, porque no quiero abusar de vuestro tiempo y de vuestra sensibilidad. Tampoco podría recordarme de todas. Solamente quiero mencionar algunas:
En 1963 el entonces presidente de los EEUU Kennedy decidió enviar tropas a Vietnam para ocupar el lugar de los franceses derrotados y hacer la guerra hasta el 1975 contra los vietnamitas que combatieron por su libertad, independencia y autodeterminación. Esta decisión del presidente de los EEUU, que implicaba una violación evidente de los derechos del hombre y del derecho internacional, nunca ha recibido la mínima crítica por parte del gobierno de la RFA. Los presidentes de los EEUU Kennedy, Johnson y Nixon no han sido jamás llevados ante un tribunal y sus honores no han sufrido la mínima mancha, al menos no por aquella guerra. En este caso ni los soldados norteamericanos ni los vietnamitas han podido decidir libremente si correr o no el riesgo de morir por una guerra injusta.
En 1981 Inglaterra hace intervenir sus tropas en la Argentina para mantener las islas Falkland como colonia del imperio. La “lady de hierro” se aseguró de esta forma una victoria electoral y su imagen no fue mínimamente oscurecida, ni siquiera después de su destino electoral. Nadie pensó en acusarla de homicidio.
En 1983 el presidente Reagan ordenó a sus tropas ocupar Granada. No hay persona que goce de mayor respeto en Alemania que este presidente norteamericano. Evidentemente resulta justo que las víctimas de esta empresa hubieran sido asesinadas.
En 1986 Reagan bombardea en una acción de castigo las ciudades de Trípoli y Bengasi, sin preguntarse si sus bombas habrían golpeado culpables o inocentes.
En 1989 el presidente Bush ordenó llevarse por la fuerza de las armas de Panamá al general Noriega. Miles de panameños inocentes fueron asesinados. Pero para el presidente americano esto no ha significado la mínima mancha, mucho menos imaginar una acusación de homicidio.
La lista podría continuar a placer. Solamente mencionar la conducta inglesa en Irlanda podría parecer una mala educación.
Sobre los efectos que las armas de la República Federal Alemana producen en los kurdos de Turquía o en los negros de Sudáfrica se plantean interrogantes retóricos, pero nadie hace cuentas de los muertos y nadie llama por nombre a los culpables.
Hablo solo de países que son considerados modelos de estado de derecho y recuerdo solamente alguna de sus decisiones políticas. Cada cual puede fácilmente hacer una confrontación entre estas decisiones y la de erigir un muro en la frontera entre el Pacto de Varsovia y la OTAN.
Pero ustedes dirán que no pueden ni deberían decidir respecto a las acciones de otros países y que todo esto no les atañe. Yo no creo sin embargo que se pueda hacer un juicio histórico sobre la RDA sin analizar lo que ha sucedido en otros países en el período en el cual la RDA existía como producto del enfrentamiento entre los dos bloques. Creo también que las acciones políticas puedan ser solamente juzgadas en su contexto. Si ustedes cierran los ojos sobre lo que ha sucedido en el mundo fuera de Alemania desde 1961 hasta 1989 no podrán pronunciar una sentencia justa.
Pero incluso si ustedes se limitan a Alemania, comparando las decisiones políticas de los dos Estados alemanes, una valoración honesta y objetiva no podría no ir en ventaja de la RDA. Quien niega al propio pueblo el derecho al trabajo o el derecho a la casa, como sucede en la RFA, carga la cuenta de que muchos sientan negado el derecho a la existencia y no tengan otra solución que quitarse la vida. La desocupación, las condiciones de quienes no tienen casa, el abuso de drogas, los crímenes para procurarse la droga y la criminalidad en general son frutos de la decisión política de la economía de mercado. Incluso decisiones aparentemente neutrales desde el punto de vista político como los límites de velocidad en las carreteras, son el producto de un orden estatal en las cuales son determinantes no los políticos libremente elegidos sino los dueños que no han sido elegidos por nadie. Si el departamento para los crímenes cometidos en el ejercicio del poder de la Corte suprema se ocupara de vez de estas cosas, pronto tendréis nuevamente la posibilidad de estrechar la mano a los representantes de la República Federal Alemana. Esta vez sería en Moabit. Pero esto naturalmente no sucederá porque es justo que las víctimas de la economía de mercado se quiten la vida.
No soy yo la persona que pueda hacer un balance de la historia de la RDA. El momento de hacerlo no ha llegado todavía. El balance será delineado en el futuro y por otros.
Yo he dedicado mi existencia a la RDA. Desde mayo de 1971 sobretodo, he tenido una responsabilidad relevante para su historia. Yo soy por consiguiente parte en causa y además de eso debilitado por la edad y la enfermedad. Y sin embargo, llegando al final de mi vida, tengo la certeza de que la RDA no ha sido constituida en vano. La RDA ha representado un símbolo de que el Socialismo es posible y de que es mejor que el capitalismo. Se ha tratado de un experimento que ha fallado. Pero por un experimento fracasado la humanidad nunca ha abandonado la búsqueda de nuevos conocimientos y de nuevas vías. Se necesita ahora analizar las razones por las cuales este experimento ha fallado. Seguramente lo que ha sucedido se debe también a que nosotros –me refiero a los responsables de todos los países socialistas europeos- hemos cometido errores que podrían haberse evitado. Seguramente ha fracasado en la RDA entre otras cosas porque los ciudadanos de la RDA, así como otros alemanes antes que ellos, han sucumbido a una decisión equivocada y porque nuestros adversarios eran todavía demasiado poderosos. La experiencias históricas de la RDA, junto a la de los otros países exsocialistas, serán útiles a millones de hombres en países socialistas que todavía existen y servirán al mundo del futuro. Quien se ha empeñado con su propio trabajo y con su propia vida por la RDA no ha vivido en vano. Un número siempre mayor de personas del este se darán cuenta de que las condiciones de vida de la RDA los habían deformado mucho menos de cuanto la gente del oeste no haya sido deformada por la economía de mercado y que en las guarderías y en las escuelas los niños de la RDA crecían más despreocupados, más felices, más instruidos, más libres que los niños de las calles y de las plazas dominadas por la violencia de la RFA. Los enfermos se darán cuenta de que en el sistema sanitario de la RDA, no obstante el retraso técnico, eran pacientes y no objetos comerciales del marketing médico. Los artistas comprenderán que la censura, real o presunta, de la RDA no podía provocar al arte los daños producidos por la censura del mercado. Los ciudadanos constatarán que incluso sumando la burocracia de la RDA y la cacería a los productos escasos no había necesidad de que sacrificaran todo el tiempo libre que tienen ahora que sacrificar con la burocracia de la RFA. Los obreros y los campesinos se darán cuenta que la RFA es el Estado de los empresarios (o sea, de los capitalistas) y que no por casualidad la RDA se llamaba Estado de los obreros y de los campesinos. Las mujeres le darán mayor valor, en la nueva situación, a la igualdad y al derecho de decidir sobre su propio cuerpo de los cuales gozaban en la RDA.
Después de haber conocido de cerca las leyes y el derecho de la RFA muchos dirán con la señora Bohley, a quien los comunistas no son de su agrado: «Hemos pedido justicia. Nos han dado otro Estado». Muchos comprenderán también que la libertad de decidir entre CDU/CSU, SPD y FDP es solamente una libertad aparente. Se darán cuenta de que en la vida de todos los días, especialmente en el puesto de trabajo, tenían mucha más libertad en la RDA que la que tienen ahora. En resumen, la protección y la seguridad que la pequeña RDA, tan pobre con respecto a la RFA, garantizaba a sus ciudadanos no serán ya minimizadas como cosas obvias, porque la realidad cotidiana del capitalismo se encargará ahora de hacer comprender a todos cuanto valiosas eran.
El balance de los cuarenta años de historia de la RDA es diferente del que se presenta por los políticos y por los medios de masa. Con el paso del tiempo esto se hará mucho más evidente.
Queréis transformar el proceso contra nosotros, miembros del Consejo Nacional de la Defensa de la RDA, en un proceso de Nuremberg contra los comunistas. Pero este tentativo está destinado al fracaso. En la RDA no había campos de concentración, no habían cámaras de gas, sentencias políticas de muerte, tribunales especiales, no estaban ni la Gestapo ni las SS. La RDA no ha hecho la guerra y no ha cometido crímenes de guerra contra la humanidad. La RDA ha sido un país coherentemente antifascista que gozaba de altísimo prestigio internacional por su empeño a favor de la paz.
El proceso contra nosotros “peces gordos” de la RDA debe servir de respuesta a aquellos que dicen que «agarran siempre los peces pequeños, a los grandes los dejan escapar». Nuestra condena serviría por tanto a eliminar todo obstáculo para poder perseguir también a los “peces pequeños”. Hasta ahora, de todas formas, no se han detenido mucho para hacerlo.
El proceso sirve para construir las bases para etiquetar a la RDA de Estado injusto e ilegal. Un Estado gobernado por “criminales” y “homicidas” de nuestro calibre no puede ser otra cosa que ilegal e injusto. Quien estaba en estrecha relación con nuestro Estado, quien era ciudadano consciente de sus propios deberes debe ser marcado con el signo de Caín. Un Estado contrario al derecho no puede no ser dirigido y gobernado por otra cosa que no sean “organizaciones criminales” como el Ministerio de la Seguridad y el SED. Se invocan culpas y condenas colectivas en lugar de responsabilidades individuales porque así se puede enmascarar la falta de pruebas a los crímenes atribuidos. Existen pastores y párrocos de la RDA que ahora son servidos en bandeja a una nueva inquisición, una moderna cacería de brujas. Millones de personas son así emarginadas y proscritas de la sociedad. Muchos ven reducidas al extremo las posibilidades de existir. Basta ser registrado como “colaborador informal” para ser condenado a la muerte civil. El periodista autor de las denuncias recibe elogios y grandes recompensas. De sus víctimas nadie se preocupa. El número de suicidios es tabú. Y todo esto sucede a mano de un gobierno que se dice cristiano y liberal y además con la tolerancia e incluso el apoyo de una oposición que no se merece su nombre por lo que vale el calificativo “social”. Todo esto con la marca de calidad del Estado de derechos que se han autoatribuido.
Este proceso también revela toda la dimensión política como proceso a los antifascistas. En los momentos en que la canalla neonazi enloquece impune en las calles y los extranjeros son perseguidos y asesinados como en Mölln, ahí es donde el estado de derecho muestra toda su fuerza arrestando a los judíos que protestan y persiguiendo a los comunistas. Para hacer esto no se quejan de falta de funcionarios y de fondos. Estas son cosas que ya hemos visto en el pasado.
Este proceso, si queremos resumir el contenido político, se da en continuación a la guerra fría y niega la nueva mentalidad. Este revela el verdadero carácter político de esta República Federal. La acusación, las órdenes de captura y la sentencia sobre la admisibilidad de la acusación llevan la huella del extremo de la guerra fría. Las sentencias se reconstruyen con precedencia a 1964. Desde entonces el mundo ha cambiado, pero la injusticia alemana embasta procesos políticos como en los tiempos de Guillermo II. Ha superado ya la momentánea “debilidad” política liberal que la había afectado después de 1968 y ahora ha recuperado la espléndida forma anticomunista de un tiempo.
De nosotros se dice que somos dinosaurios incapaces de renovarnos. Este proceso hace ver donde están en realidad los dinosaurios y quien es incapaz de renovarse. Hacia el exterior se exhibe una gran flexibilidad. A Gorbachov se le atribuye la ciudadanía honorífica de Berlín y magnánimamente se le perdona de haber elogiado los así llamados disparadores del muro inscribiendo su propio nombre en el libro de honor de ellos. Internamente se exhibe ser «duros como el acero de Krupp» y el viejo aliado de Gorbachov se manda a un proceso. Gorbachov y yo hemos sido exponentes del movimiento comunista internacional. Se sabe que sobre algunos puntos esenciales teníamos opiniones diferentes. En aquella fase, sin embargo, yo pensaba que los elementos de divergencia fueran menos relevantes de los que teníamos en común. El canciller federal no me ha comparado a Goebbels, como ha hecho con otros, ni se lo hubiera nunca perdonado. Ni para el canciller ni para Gorbachov el proceso en contra mía constituye un obstáculo a su estrecha amistad. También esto es significativo.
Mis consideraciones terminan aquí. Hagan ustedes por lo tanto lo que no pueden dejar de hacer.
Fuente: RebeldeMule. Traducido a partir de la versión en italiano: Discorso di autodifesa del compagno Erich Honecker pronunciato davanti al tribunale di Berlino (Visto en www.lamanchaobrera.es)
 

sábado, 4 de agosto de 2012

José Miret Musté (1907-1944)

Este gran comunista catalán nació en Barcelona el 23 de setiembre de 1907. Fue Secretario General de las Juventudes Socialistas Unificadas de Catalunya, militante de la UGT y dirigente del PSUC.
Primero fue consejero de Transportes y luego de abastecimientos de la Generalitat en representación de la UGT.
Era un comunista avezado en la lucha militar y clandestina. Formó parte del Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya y, durante la Guerra Nacional Revolucionaria fue comisario político de la 31ª División del Ejército Republicano.
Tras la guerra tuvo que refugiarse en Francia, donde fue internado en un campo de concentración, del que se evadió para continuar con la lucha.
Las condiciones eran entonces extraordinariamente difíciles al norte de los Pirineos, sobre todo para los revolucionarios. La miseria material era enorme; los militantes clandestinos no podían comer todos los días y la mayor parte de las ocasiones, el único sustento se componía de un trozo de pan. El alojamiento también era precario y miserable. La falta de documentación fue otro prblema que, por lo demás, les impedía trabajar, salvo en pequeños oficios. Muchos de ellos no conocían el idioma francés y les resultaba extraordinariamnte difícil desenvolverse y pasar desapercibidos para la policía francesa.
En 1940 sustituyó a Emilio Nadal como responsable de la resistencia española, asumiendo un formidable trabajo de reorganización y logrando reeditar clandestinamente los periódicos Reconquista de España y Treball.
También impulsó la organización de las primeras células clandestinas del Partido Comunista francés en 1941 y 1942 en los puertos de la costa atlántica y en varias ciudades de provincias. Instruyó los primeros comandos de sabotaje, el manejo de los explosivos y la falsificación de documentos.
Fue detenido en París el 30 de noviembre de 1942 y deportado a Florisdorf, un anexo del campo de concentración de Mathausen donde fue asesinado por el Rapportführer de las SS Hans Buhner el 17 de noviembre de 1944.
Biografía de su hermano: Conrado Miret Musté

Mark Twain (1835-1910)

 Antimperialistas, patriotas y traidores

Mark Twain es conocido por ser el autor de Tom Sawyer, Las aventuras de Huckelberry Finn y otras novelas pero, sobre todo, fue un activo militante antimperialista. Fue uno de los primeros opositores a las guerras de agresión de Estados Unidos y era militante de la Liga Antimperialista. En los últimos años de su vida (cuando muchos intelectuales de izquierdas se acomodan y abandonan toda protesta) fue un continuo opositor a la guerra de Filipinas. Editó unos incendiarios ensayos anticapitalistas que tras su muerte fueron borrados de todas sus referencias bibliograficas oficiales. Se salvó sólo algún libro, como El misterioso extranjero, en el que llegó a escribir: Los hombres de Estado inventarán mentiras baratas, haciendo recaer las culpas en las naciones atacadas por el imperialismo, en un grotesco proceso de engaño a las gentes.
Recientemente, hace diez años, se editó un libro en inglés con recopilaciones de sus escritos antimperialistas. El libro se titula Mark Twain's Weapons of Satire. Y por fin en España se edita una recopilación de sus mejores textos y escritos políticos.
Samuel Langhorne Clemens, el escritor que alcanzaría reconocimiento internacional con el seudónimo de Mark Twain, nació en 1835 en Florida, estado de Missouri, en el medio oeste de Estados Unidos. Su infancia transcurrió en Hannibal, una ciudad del mismo estado a orillas del Mississippi. La temprana muerte de su padre le obligó a ganarse la vida desde muy joven. Su primer trabajo remunerado fue como aprendiz en un taller gráfico y a mediados de la década de 1850 se trasladó a la costa este, donde durante cuatro años trabajó en imprentas de varias ciudades, siempre en horribles condiciones y por salarios miserables. Fue en esa época que comenzó a frecuentar las bibliotecas públicas donde, según sus propias palabras, halló un mundo que jamás habría descubierto en la escuela pública de Hannibal.
A fines de esa década, regresó al medio oeste y se empleó como aprendiz de práctico de navegación en los barcos de vapor que recorrían el río Mississippi. Rápidamente dominó el oficio y mejoró su situación económica, pero el estallido de la Guerra Civil interrumpió su carrera, Twain se incorporó a una milicia confederada que habían formado sus antiguos amigos de Hannibal, pero tres semanas después desertó y marchó a Nevada a reunirse con su hermano, que era allí uno de los principales representantes del partido antiesclavista. Corría el año 1861.
Durante un tiempo se dedicó infructuosamente a buscar filones de plata hasta que, primero en Nevada y luego en California, comenzó su carrera periodística. Desde un comienzo, Twain se destacó por su aguda crítica social, que ridiculizaba a los poderosos y se solidarizaba con los oprimidos. Tanto en sus artículos periodísticos como en sus ensayos, su habitual ironía podía desembocar en el más corrosivo de los sarcasmos si el tema lo permitía.
Paulatinamente fue logrando notoriedad como orador y es entonces cuando adopta el seudónimo de Mark Twain en sus escritos y conferencias. Ese nombre provenía de la expresión utilizada por quienes sondeaban la profundidad del río en los barcos que navegaban por el Mississippi: By the mark, twain; tal cosa confirmaba que había una profundidad mínima de 3,60 metros y que el barco podía navegar sin riesgos de encallar.
En 1866, trabajando como periodista autónomo para la revista literaria Golden Era de San Francisco, Twain realiza su primer viaje al extranjero, visita las islas Sandwich y paga su viaje enviando colaboraciones, en forma de cartas, al Sacramento Chronicle. Durante los años siguientes, su fama como periodista y conferenciante alcanza reconocimiento en toda la nación, hecho que le permite realizar viajes a Europa y el Cercano Oriente como corresponsal de importantes periódicos estadounidenses. La buena recepción de su libro La celebrada rana sa1tadora del condado de Calaveras, publicado en 1867, consolida aún más su creciente fama de humorista y conferenciante.
En 1870 se casa con Olivia Langdon, hija de un rico industrial neoyorquino y, después de una breve estadía en Buffalo, se establecen en Hartford, Connecticut, donde residirían durante dos décadas y nacerían las tres hijas del matrimonio. Es para Twain el comienzo de una etapa económicamente estable y creativamente fructífera. Continúa viajando y escribiendo y, en 1874, comienza una exploración literaria de sus recuerdos infantiles a orillas del Mississippi, que dará como resultado una trilogía de obras maestras: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Mi vida en el Mississippi (1883) y finalmente Las aventuras de Huck1eberry Finn (1886), libro en el que trabajó durante casi una década.
En el ínterin, aparecen otros títulos que también contribuyen a acrecentar su fama, como El príncipe y el mendigo (1882) y la satírica Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo (1889). Es en esa época que la estabilidad económica de Twain sufre un duro golpe.
En 1892, la familia se traslada a Europa, donde fijan su residencia. Twain no deja de viajar y dar conferencias. Entre 1895 y 1897, a veces con su esposa y alguna de sus hijas, Twain recorre Canadá, las islas Fiji, Australia, Nueva Zelanda, la India, Sudáfrica y diversos países de Europa. Muchas de las experiencias vividas en esos desplazamientos aparecerían en su libro Siguiendo el ecuador, de 1897.
En 1896, la felicidad familiar de Twain sufre un duro golpe, fallece su hija mayor, Susan, a los veintitrés años. Este acontecimiento, sumado al delicado estado de salud de otra de sus hijas y de su mujer, no afectan cuantitativamente la producción literaria del autor, pero sí lo van llevando a escribir de un modo más amargo y enigmático. De esa época se pueden citar sus libros Cabezahueca Wilson (1894) y El hombre que corrompió a Hadleyburg (1900). Aun así, es en esta etapa en la que Twain con más énfasis denuncia los efectos corruptores que, tanto en el ámbito interior como en el de las relaciones internacionales, provocaba el ascendente modelo de capitalismo financiero, con unas pocas grandes corporaciones amasando inmensas fortunas y que situaba al poder económico como fin último de la existencia humana. Ante sus ojos se imponía el abierto imperialismo de una potencia emergente.
En octubre de 1900, después de casi una década residiendo en Suiza, Austria e Inglaterra, Twain regresa con su familia a Estados Unidos, donde es recibido como una celebridad nacional. Establece su residencia en Riverdale y se incorpora a la Liga Antiimperialista, para la que redacta lúcidos alegatos contra la política exterior de su país. Pero en agosto de 1902, al agravarse el estado de salud de su esposa, Twain decide regresar a Europa, donde permanecerá hasta la muerte de Livy, acaecida en Florencia en 1904. Al año siguiente, de regreso en Nueva York, Twain celebra sus 70 años publicando Los diarios de Adán y Eva y su famoso Soliloquio del rey Leopoldo, en el que denuncia los estragos del colonialismo belga en el Congo. Su situación económica mejora y se establece en Connecticut, con su hija Jeanne como secretaria y compañera. Entre sus escritos de esta floreciente última etapa cabe mencionar su Autobiografía y El forastero misterioso, una novela corta en la que, con hilarante y sabia ironía, señala lo absurdo de la condición humana.
Mark Twain falleció el 21 de abril de 1910.
Dentro de la literatura universal, Mark Twain ocupa un lugar destacado entre los grandes novelistas estadounidenses del siglo XIX. En su país, especialmente a partir de la década de 1940, el establishment literario se ocupó de resaltar intencionadamente la imagen de Twain como símbolo del sueño americano y del espíritu aventurero que caracterizó a la conquista del oeste. Pero esa imagen de héroe nacionalista se desdibuja notablemente cuando se tiene la ocasión de leer textos suyos como los que este libro reúne.
Si bien es cierto que es en los últimos 20 años de su vida cuando Twain asume una postura claramente antiimperialista y anticapitalista, también en sus escritos anteriores es posible detectar su rechazo al naciente capitalismo monopolista que comenzó a fraguarse después de la Guerra de Secesión y que desembocaría en el abierto afán imperialista demostrado a partir de 1898, con la guerra contra España por Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Como tantos otros revolucionarios radicales de su época, Twain vio en el fin de la esclavitud la posibilidad de que se completase el sueño de los padres fundadores de Estados Unidos: una república caracterizada por la igualdad y la democracia para todos. Pero en lugar de esto, comenzó a tomar forma un capitalismo hambriento de nuevos mercados y territorios, un racismo despiadado y una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Frente a estas tendencias se alza la critica social de Twain, e1 Twain que anticipa la anexión de Hawai (Islas Sandwich), que denuncia el racismo contra los inmigrantes chinos en San Francisco y que se solidariza con los sindicatos que comienzan a organizar a los trabajadores de su país. Ya en 1886, en un discurso ante los miembros de un sindicato, Twain preguntaba: ¿Quiénes son los opresores? Los pocos: el rey, el capitalista y un puñado de supervisores y superintendentes. ¿Quiénes son los oprimidos? Los muchos: las naciones de la tierra, las personas valiosas, los trabajadores, los que hacen el pan que los holgazanes e. inútiles comen.
Pero es con la guerra hispano-estadounidense cuando Twain confirma que ya Estados Unidos en nada se diferencia de las potencias coloniales europeas. Su país, una república surgida de una revolución contra un imperio, negaba a otros pueblos el derecho a la independencia y la autodeterminación, es decir, ignoraba los valores que tanto la Declaración de Independencia como la Constitución de Estados Unidos habían proclamado esenciales.
Cuando en 1900 regresa de Europa, Twain se incorpora a la Liga Antiimperialista de Estados Unidos y escribe numerosos panfletos que, por centenares de miles, son difundidos por todo el país mediante las filiales locales de la organización, además de ser reproducidos en numerosos periódicos y revistas de izquierda. Tal vez uno de sus textos más vigorosos contra las guerras imperialistas sea la Oración de la guerra, que sólo parcialmente se difundió en vida de Twain, pero que sería rescatada en su totalidad y publicada en innumerables ocasiones, en la década de 1960, por los opositores a la guerra de Vietnam. En esa misma época, el movimiento por los derechos civiles también recuperó textos de Twain para sus campañas de sensibilización, como el titulado Los Estados Unidos del linchamiento, incluido en este volumen.
Debe aclararse que pese a oponerse a toda guerra imperialista, Twain no fue un pacifista; siempre admitió el uso de la violencia revolucionaria en la lucha por la libertad. Sin duda, el referente principal para tal posicionamiento fue la revolución por la independencia de Estados Unidos y es así que, al estallar la revolución en Rusia en 1905, alienta a los sublevados a derrocar al régimen zarista mediante todos los métodos disponibles.
Destacable también es el carácter profético de algunos textos de Twain, como el que prevé, en 1901, lo que sería la política exterior estadounidense durante todo el siglo xx y hasta hoy en día: A partir de ese momento, el gobierno ha convertido la taimada y alevosa traición a las repúblicas débiles en su entretenimiento, y el robo de sus tierras y el asesinato de sus libertades en su negocio.
El Mark Twain que esta recopilación de textos intenta rescatar no es el héroe chauvinista que algunos pretenden resaltar, sino el patriota (que a veces prefiere ser traidor), antiimperialista y revolucionario. El libro rescata los siguientes escritos: 1.Antimperialismo 2.Hawai 3.Rusia (muy muy interesante) 4.Sudáfrica y Australia 5.Guerra Hispano-Estadounidense y Filipinas 6.China 7.El Congo.
Es un volumen de 206 páginas, editado en diciembre de 2006 por la Editorial Icaria e Intermon y vale 14 euros.