Antimperialistas, patriotas y traidores
Mark Twain es conocido por ser el autor de Tom
Sawyer, Las aventuras de Huckelberry Finn y otras novelas pero, sobre
todo, fue un activo militante antimperialista. Fue uno de
los primeros opositores a las guerras de agresión de Estados Unidos y
era militante de la Liga Antimperialista. En los últimos años de su
vida (cuando muchos intelectuales de izquierdas se acomodan y abandonan
toda protesta) fue un continuo opositor a la guerra de Filipinas.
Editó unos incendiarios ensayos anticapitalistas que tras su muerte
fueron borrados de todas sus referencias bibliograficas oficiales. Se
salvó sólo algún libro, como El misterioso extranjero, en
el que llegó a escribir: Los hombres de Estado inventarán
mentiras baratas, haciendo recaer las culpas en las naciones atacadas
por el imperialismo, en un grotesco proceso de engaño a las
gentes.
Recientemente, hace diez años, se editó un libro en inglés con
recopilaciones de sus escritos antimperialistas. El libro se titula Mark Twain's Weapons of Satire. Y por fin en España se edita una recopilación de sus mejores textos y escritos políticos.
Samuel Langhorne Clemens, el escritor que alcanzaría reconocimiento
internacional con el seudónimo de Mark Twain, nació en 1835 en Florida,
estado de Missouri, en el medio oeste de Estados Unidos. Su infancia
transcurrió en Hannibal, una ciudad del mismo estado a orillas del
Mississippi. La temprana muerte de su padre le obligó a ganarse la vida
desde muy joven. Su primer trabajo remunerado fue como aprendiz en un
taller gráfico y a mediados de la década de 1850 se trasladó a la costa
este, donde durante cuatro años trabajó en imprentas de varias ciudades,
siempre en horribles condiciones y por salarios miserables. Fue en esa
época que comenzó a frecuentar las bibliotecas públicas donde, según sus
propias palabras, halló un mundo que jamás habría descubierto en la escuela pública de Hannibal.
A fines de esa década, regresó al medio oeste y se empleó como
aprendiz de práctico de navegación en los barcos de vapor que recorrían
el río Mississippi. Rápidamente dominó el oficio y mejoró su situación
económica, pero el estallido de la Guerra Civil interrumpió su carrera,
Twain se incorporó a una milicia confederada que habían formado sus
antiguos amigos de Hannibal, pero tres semanas después desertó y marchó a
Nevada a reunirse con su hermano, que era allí uno de los principales
representantes del partido antiesclavista. Corría el año 1861.
Durante un tiempo se dedicó infructuosamente a buscar filones de
plata hasta que, primero en Nevada y luego en California, comenzó su
carrera periodística. Desde un comienzo, Twain se destacó por su aguda
crítica social, que ridiculizaba a los poderosos y se solidarizaba con
los oprimidos. Tanto en sus artículos periodísticos como en sus ensayos,
su habitual ironía podía desembocar en el más corrosivo de los
sarcasmos si el tema lo permitía.
Paulatinamente fue logrando notoriedad como orador y es entonces
cuando adopta el seudónimo de Mark Twain en sus escritos y conferencias.
Ese nombre provenía de la expresión utilizada por quienes sondeaban la
profundidad del río en los barcos que navegaban por el Mississippi: By the mark, twain; tal cosa confirmaba que había una profundidad mínima de 3,60 metros y que el barco podía navegar sin riesgos de encallar.
En 1866, trabajando como periodista autónomo para la revista literaria Golden Era
de San Francisco, Twain realiza su primer viaje al extranjero, visita
las islas Sandwich y paga su viaje enviando colaboraciones, en forma de
cartas, al Sacramento Chronicle. Durante los años siguientes, su fama
como periodista y conferenciante alcanza reconocimiento en toda la
nación, hecho que le permite realizar viajes a Europa y el Cercano
Oriente como corresponsal de importantes periódicos estadounidenses. La
buena recepción de su libro La celebrada rana sa1tadora del condado de Calaveras, publicado en 1867, consolida aún más su creciente fama de humorista y conferenciante.
En 1870 se casa con Olivia Langdon, hija de un rico industrial
neoyorquino y, después de una breve estadía en Buffalo, se establecen en
Hartford, Connecticut, donde residirían durante dos décadas y nacerían
las tres hijas del matrimonio. Es para Twain el comienzo de una etapa
económicamente estable y creativamente fructífera. Continúa viajando y
escribiendo y, en 1874, comienza una exploración literaria de sus
recuerdos infantiles a orillas del Mississippi, que dará como resultado
una trilogía de obras maestras: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Mi vida en el Mississippi (1883) y finalmente Las aventuras de Huck1eberry Finn (1886), libro en el que trabajó durante casi una década.
En el ínterin, aparecen otros títulos que también contribuyen a acrecentar su fama, como El príncipe y el mendigo (1882) y la satírica Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo (1889). Es en esa época que la estabilidad económica de Twain sufre un duro golpe.
En 1892, la familia se traslada a Europa, donde fijan su residencia.
Twain no deja de viajar y dar conferencias. Entre 1895 y 1897, a veces
con su esposa y alguna de sus hijas, Twain recorre Canadá, las islas
Fiji, Australia, Nueva Zelanda, la India, Sudáfrica y diversos países de
Europa. Muchas de las experiencias vividas en esos desplazamientos
aparecerían en su libro Siguiendo el ecuador, de 1897.
En 1896, la felicidad familiar de Twain sufre un duro golpe, fallece
su hija mayor, Susan, a los veintitrés años. Este acontecimiento, sumado
al delicado estado de salud de otra de sus hijas y de su mujer, no
afectan cuantitativamente la producción literaria del autor, pero sí lo
van llevando a escribir de un modo más amargo y enigmático. De esa época
se pueden citar sus libros Cabezahueca Wilson (1894) y El hombre que corrompió a Hadleyburg
(1900). Aun así, es en esta etapa en la que Twain con más énfasis
denuncia los efectos corruptores que, tanto en el ámbito interior como
en el de las relaciones internacionales, provocaba el ascendente modelo
de capitalismo financiero, con unas pocas grandes corporaciones amasando
inmensas fortunas y que situaba al poder económico como fin último de
la existencia humana. Ante sus ojos se imponía el abierto imperialismo
de una potencia emergente.
En octubre de 1900, después de casi una década residiendo en Suiza,
Austria e Inglaterra, Twain regresa con su familia a Estados Unidos,
donde es recibido como una celebridad nacional. Establece su residencia
en Riverdale y se incorpora a la Liga Antiimperialista, para la que
redacta lúcidos alegatos contra la política exterior de su país. Pero en
agosto de 1902, al agravarse el estado de salud de su esposa, Twain
decide regresar a Europa, donde permanecerá hasta la muerte de Livy,
acaecida en Florencia en 1904. Al año siguiente, de regreso en Nueva
York, Twain celebra sus 70 años publicando Los diarios de Adán y Eva y su famoso Soliloquio del rey Leopoldo,
en el que denuncia los estragos del colonialismo belga en el Congo. Su
situación económica mejora y se establece en Connecticut, con su hija
Jeanne como secretaria y compañera. Entre sus escritos de esta
floreciente última etapa cabe mencionar su Autobiografía y El forastero misterioso, una novela corta en la que, con hilarante y sabia ironía, señala lo absurdo de la condición humana.
Mark Twain falleció el 21 de abril de 1910.
Dentro de la literatura universal, Mark Twain ocupa un lugar
destacado entre los grandes novelistas estadounidenses del siglo XIX. En
su país, especialmente a partir de la década de 1940, el establishment
literario se ocupó de resaltar intencionadamente la imagen de Twain como
símbolo del sueño americano y del espíritu aventurero que
caracterizó a la conquista del oeste. Pero esa imagen de héroe
nacionalista se desdibuja notablemente cuando se tiene la ocasión de
leer textos suyos como los que este libro reúne.
Si bien es cierto que es en los últimos 20 años de su vida cuando
Twain asume una postura claramente antiimperialista y anticapitalista,
también en sus escritos anteriores es posible detectar su rechazo al
naciente capitalismo monopolista que comenzó a fraguarse después de la
Guerra de Secesión y que desembocaría en el abierto afán imperialista
demostrado a partir de 1898, con la guerra contra España por Cuba,
Puerto Rico y Filipinas.
Como tantos otros revolucionarios radicales de su época, Twain vio en
el fin de la esclavitud la posibilidad de que se completase el sueño de
los padres fundadores de Estados Unidos: una república caracterizada
por la igualdad y la democracia para todos. Pero en lugar de esto,
comenzó a tomar forma un capitalismo hambriento de nuevos mercados y
territorios, un racismo despiadado y una brecha cada vez mayor entre
ricos y pobres. Frente a estas tendencias se alza la critica social de
Twain, e1 Twain que anticipa la anexión de Hawai (Islas Sandwich), que
denuncia el racismo contra los inmigrantes chinos en San Francisco y que
se solidariza con los sindicatos que comienzan a organizar a los
trabajadores de su país. Ya en 1886, en un discurso ante los miembros de
un sindicato, Twain preguntaba: ¿Quiénes son los opresores? Los
pocos: el rey, el capitalista y un puñado de supervisores y
superintendentes. ¿Quiénes son los oprimidos? Los muchos: las naciones
de la tierra, las personas valiosas, los trabajadores, los que hacen el
pan que los holgazanes e. inútiles comen.
Pero es con la guerra hispano-estadounidense cuando Twain confirma
que ya Estados Unidos en nada se diferencia de las potencias coloniales
europeas. Su país, una república surgida de una revolución contra un
imperio, negaba a otros pueblos el derecho a la independencia y la
autodeterminación, es decir, ignoraba los valores que tanto la
Declaración de Independencia como la Constitución de Estados Unidos
habían proclamado esenciales.
Cuando en 1900 regresa de Europa, Twain se incorpora a la Liga
Antiimperialista de Estados Unidos y escribe numerosos panfletos que,
por centenares de miles, son difundidos por todo el país mediante las
filiales locales de la organización, además de ser reproducidos en
numerosos periódicos y revistas de izquierda. Tal vez uno de sus textos
más vigorosos contra las guerras imperialistas sea la Oración de la
guerra, que sólo parcialmente se difundió en vida de Twain, pero que
sería rescatada en su totalidad y publicada en innumerables ocasiones,
en la década de 1960, por los opositores a la guerra de Vietnam. En esa
misma época, el movimiento por los derechos civiles también recuperó
textos de Twain para sus campañas de sensibilización, como el titulado Los Estados Unidos del linchamiento, incluido en este volumen.
Debe aclararse que pese a oponerse a toda guerra imperialista, Twain no fue un pacifista;
siempre admitió el uso de la violencia revolucionaria en la lucha por
la libertad. Sin duda, el referente principal para tal posicionamiento
fue la revolución por la independencia de Estados Unidos y es así que,
al estallar la revolución en Rusia en 1905, alienta a los sublevados a
derrocar al régimen zarista mediante todos los métodos disponibles.
Destacable también es el carácter profético de algunos textos de
Twain, como el que prevé, en 1901, lo que sería la política exterior
estadounidense durante todo el siglo xx y hasta hoy en día: A partir
de ese momento, el gobierno ha convertido la taimada y alevosa traición
a las repúblicas débiles en su entretenimiento, y el robo de sus
tierras y el asesinato de sus libertades en su negocio.
El Mark Twain que esta recopilación de textos intenta rescatar no es
el héroe chauvinista que algunos pretenden resaltar, sino el patriota
(que a veces prefiere ser traidor), antiimperialista y revolucionario.
El libro rescata los siguientes escritos: 1.Antimperialismo 2.Hawai
3.Rusia (muy muy interesante) 4.Sudáfrica y Australia 5.Guerra
Hispano-Estadounidense y Filipinas 6.China 7.El Congo.
Es un volumen de 206 páginas, editado en diciembre de 2006 por la Editorial Icaria e Intermon y vale 14 euros.
Material copiado
Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
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No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
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