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Biografía
— Simbolismo y dialéctica
— La unión del cielo y la tierra
— Gitanos y oprimidos
— El reino de la espiga
— El teatro de Lorca
— Bodas de sangre
— Yerma
— La casa de Bernarda Alba
«Yo nunca seré político. Yo soy revolucionario porque no hay verdadero poeta que no sea revolucionario»— Simbolismo y dialéctica
— La unión del cielo y la tierra
— Gitanos y oprimidos
— El reino de la espiga
— El teatro de Lorca
— Bodas de sangre
— Yerma
— La casa de Bernarda Alba
Federico García Lorca nació el 5 de junio de 1898 en Fuentevaqueros, un pequeño pueblo de la vega granadina, hijo de un hacendado agrícola, y una maestra que le enseñó las primeras letras.
Desde muy pequeño manifestó un enorme interés por las canciones y juegos infantiles populares de la época, inspirados en la cultura de los siervos, criados y jornaleros de su pueblo. Sobre esas primeras experiencias infantiles, García Lorca se manifestaría ya de adulto, en relación a la tristeza y melancolía de las nanas españolas, diciendo: Son las pobres mujeres las que dan a los hijos ese pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas ricas. El niño rico tiene la nana de la mujer pobre que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país. Lorca asimiló la rica e inagotable cultura popular y luego la pulió y elevó en un estilo depurado, al calor de las tendencias más vanguardistas del momento.
En 1914 empieza sus estudios (derecho, filosofía y letras) en la Universidad de Granada y los compagina con lecciones de guitarra y piano. Se inscribe en el centro artístico de Granada y frecuenta la tertulia El Rinconcillo en el Café Alameda.
Ante todo Federico García Lorca fue un artista completo, interesado por todas las facetas de la creatividad humana: poesía, teatro, música, dibujo...
Con su profesor Martín Domínguez Berrueta viaja por Baeza, Úbeda, Córdoba, Ronda y luego por toda España, descubriendo los tesoros culturales del país e interesándose por las tradiciones antiguas y las costumbres populares, que siempre combinó con las formas artísticas más modernas.
En 1917 se inicia su amistad con el compositor Manuel de Falla con quien organiza en 1922 en Granada el I Concurso de Cante Jondo, otro ejemplo de su interés por las tradiciones populares. Lorca asume la responsabilidad de divulgador del concurso, para lo cual imparte conferencias divulgativas en las que pide al pueblo su participación, por deber de ciudadanía, e insta a que se haga un esfuerzo por rescatar el primitivo canto andaluz de las profundidades del descrédito al que había estado destinado. También invita a los poetas de la llamada generación del 27 a reflexionar sobre la incompetencia cultural que había relegado el cante: Mientras que Rusia ardía en amor a lo popular y en Francia temblaba la ola del impresionismo, en España, país casi único en tradiciones y bellezas populares, era cosa ya de baja estofa la guitarra y el cante jondo. A los gitanos debemos la creación de estos cantos, alma de nuestra alma... la construcción de estos cauces líricos por donde se escapan todos los dolores y los gestos rituarios de la raza. Y son estos cantes, señores, los que desde el último tercio del siglo pasado y lo que llevamos de este, se ha pretendido encerrar en las tabernas malolientes o en las mancebías.
En 1919 se traslada a Madrid para continuar sus estudios. Si Andalucía aporta a Lorca la tradición popular, Madrid le transmite las novedades formales que llegan del extranjero. Allí conoce, entre otros, al poeta Juan Ramón Jiménez y al cineasta Luis Buñuel, muy influido por el surrealismo. Durante ese período, intima también con Salvador Dalí.
En la capital escribe sus primeras obras literarias, el Libro de poemas en 1921, y su primera obra de teatro, Mariana Pineda, que comienza a redactar en 1923.
Aunque publicada en 1931 es una obra fundamental redactada en esta primera época el Poema del cante jondo, cuyo núcleo central lo constituye el profundo dramatismo de la canción andaluza, sobre la que García Lorca proyecta su dolor de vivir. Dos poemas del cante jondo (De profundis y Malagueña) serán utilizados por el compositor soviético Dimitri Shostakovich, en su XIV sinfonía, un ciclo de canciones sobre la muerte.
En el verano de 1926 escribe en Granada la pieza teatral La zapatera prodigiosa y al año siguiente publica su libro Canciones en las Ediciones Litoral que dirigen sus amigos Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Estos primeros libros de poemas, aunque en contacto con el ultraísmo y la poesía pura, tienen un fuerte sabor nacional, andaluz, y una clara influencia de la lírica popular tradicional.
En enero de 1925 Federico terminó de retocar su drama Mariana Pineda, un homenaje a la heroína popular, a la gran revolucionaria granadina que hasta su último aliento combatió la tiranía. Y en 1927, nada menos que en plena dictadura del general Primo de Rivera, se propone estrenar el drama, un ataque frontal al régimen entonces existente en España. La pieza es un canto a la libertad y al amor. Desde la infancia la heroina era una de las grandes obsesiones del poeta. En Granada los niños cantaban en sus juegos las coplas populares que glosaban la vida de la legendaria luchadora:
Oh, qué día tan triste en GranadaEn Granada Federico vivía cerca de la Plaza Mariana Pineda, presidida por un monumento a aquella mujer excepcional y en el Ayuntamiento había un gran retrato de su marcha hacia el patíbulo. El poeta no podía dejar de preocuparse por conocer a fondo la historia de la mártir, en la que encontró una maravilla de mujer, un prototipo de honestidad y coraje político. El 24 de junio de 1927 la compañía de Margarita Xirgú estrenó el drama en el Teatro Goya de Barcelona, con decorados y trajes de Salvador Dalí. La obra no obtuvo el eco esperado y apenas duró una semana en cartel. Pero el 12 de octubre la misma compañía estrena la obra en el Teatro Fontalba de Madrid, esta vez con un extraordinario éxito.
que a las piedras hacía llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso, por no declarar.
Con motivo del tricentenario de la muerte de Góngora, se celebra, en el mes de diciembre en Sevilla, una lectura de poemas de los poetas de su generación. El año anterior ya había leido en el Ateneo de Granada, su conferencia sobre La imagen poética de don Luis de Góngora. El viaje a Sevilla, que se ha hecho luego tan célebre por agrupar a los poetas más jóvenes de aquel momento, definidos desde entonces como Generación del 27, se realizó por invitación del Ateneo. Entonces el más conocido era Federico, pero junto a él estaban Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, José Bergamín y otros, como el gran poeta local Luis Cernuda, que entonces aún no había publicado nada y que conoció por vez primera a Federico, entablándose entre ambos una intensa amistad.
No había mucho público en el local de Ateneo, pero Federico tuvo otro enorme éxito, jaleado como un torero -en expresión de Cernuda- al terminar de leer algunos de sus romances gitanos, aún inéditos.
De Sevilla se traslada a su Granada natal, donde en febrero de 1928 crea una revista literaria, Gallo de la que publicó dos números que armarán mucho ruido en el mundo cultural. El segundo número, aparecido en abril, contenía un Manifesto anti-artístico catalán firmado por Salvador Dalí y dos textos de Federico: La doncella, el marinero y el estudiante y El paseo de Buster Keaton.
Aunque comenzó a redactarlo en 1924, aquel mes de abril de 1928 apareció su Romancero gitano, un poemario cumbre de toda la literatura universal. Compuesta por 18 poemas que oscilan entre los 36 y los 124 versos, en ellos se funden los motivos populares y el simbólismo más refinado, lo narrativo con lo lírico sobre la base de los romances castellanos tradicionales. La obra ya era famosa antes de publicarse y la edición se agotó en pocos meses, aunque el poeta dijo que mi libro no lo han entendido los putrefactos porque la visión del mundo andaluz está cargada de dramatismo. Lorca estiliza magistralmente los elementos populares a través de unas imágenes de brillante colorido y musicalidad, alcanza una enorme calidad poética al tratar los temas eternos de la poesía: la pasión sexual, la vida y la muerte.
En noviembre de 1928 Federico García Lorca se instala en Madrid donde sigue dando conferencias y redacta la farsa Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín que pronto se estrena.
Pero por aquella época, él, un hombre alegre y jovial como pocos, atraviesa una profunda depresión a consecuencia de un desengaño sentimental. Siente la necesidad de salir al extranjero y Fernando de los Ríos le ofrece la oportunidad de acompañarle en un viaje a Estados Unidos: Nueva York me parece horrible pero por eso mismo me voy allí, escribirá. Al terminar sus estudios a finales de mayo de 1929, sale hacia París y Londres hasta que, a finales de junio, llega a América. Imparte conferencias en la Universidad de Columbia de Nueva York, pero no aprende ni una palabra de inglés. Ni la inhóspita ciudad ni sus gigantescos rascacielos impresionan a Lorca que, tras la fachada, descubre el trasfondo trágico de sus habitantes, su angustia y su soledad, el miedo del hombre acorralado por la voracidad capitalista. Otra vez encuentra en los oprimidos, esta vez los negros de Harlem, el eje espiritual de aquella América. En ellos halla lo más espiritual y lo más delicado de aquel mundo [...] porque creen, porque esperan, porque cantan y porque tienen una exquisita pereza religiosa que los salva de todos los peligrosos afanes actuales [...] El negro, que está tan cerca de la naturaleza humana pura y de la otra naturaleza. ¡Ese negro que se saca música hasta de los bolsillos! Fuera del arte negro no queda en los Estados Unidos más que mecánica y automatismo.
Los poemas de ese período están reunidos en Poeta en Nueva York, publicado tras su muerte en 1940, donde Federico García Lorca adopta la técnica surrealista para expresar su rechazo por la civilización capitalista, por las sociedades industrializadas, deshumanizadas, insolidarias y promotoras de injusticias sociales. En la gran metrópoli ve el gigantismo, la mecanización, la incomunicación, la abigarrada mezcla de pueblos. Para enfrentarse a ella, desarrolla un nuevo estilo, el surrealismo y no quiere permanecer impasible sino perfila su propio alineamiento. Poeta en Nueva York es ante todo un libro de protesta y de reivindicación social. Se trata, no obstante, de una obra hermética, en la que además el poeta se manifiesta abierta y contundentemente a favor de los oprimidos.
Cuando llevaba un año cansado de Estados Unidos, le llegó muy oportunamente una invitación de la Institución Hispano-Cubana de Cultura para impartir varias conferencias en la isla. En la primavera de 1930 sale para La Habana que, a diferencia de Nueva York, le sedujo desde el primer momento y en la que reencontró sus raíces hispanas, especialmente la cálida atmósfera del trópico, el color tostado de las gentes, la luz salvaje y la sensualidad pagana. Los poetas cubanos de la revista Avance -Nicolás Guillén, Juan Marinello, Jorge Manach, Eugenio Florit, Emilio Ballagas- le acogieron con entusiasmo. Vivió algún tiempo en casa de la gran poetisa Dulce María Loynaz, donde empezó a escribir dos piezas teatrales, El Público y Así que pasen cinco años.
A finales del verano de 1930 regresa a España. Da los últimos retoques a La zapatera prodigiosa, que estrena la compañía teatral de Margarita Xirgú el 24 de diciembre de 1930 en Madrid, que se mantuvo poco tiempo en cartel. En marzo del año siguiente lee por primera vez algunos poemas de Poeta en Nueva York y en mayo se publica su genial Poema del cante jondo, que tuvo un cierto éxito popular.
En abril de 1931, en medio del entusiasmo popular, llega a España la República que, con el apoyo de la intelectualidad avanzada, desplegó una intensa actividad para acercar la cultura a las masas populares. Los intelectuales progresistas se funden con los obreros y campesinos. Había que ir en busca de un cierto tipo de público que no acudía habitualmente a los teatros porque carecía de recursos para pagarse la entrada. Ese era el público que perseguía Federico García Lorca: El público de obreros, gente sencilla de los pueblos... y estudiantes y gentes que trabajan y estudian. A los señoritos y a los elegantes, sin nada dentro, a esos no les gusta mucho, ni nos importa a nosotros. Con el apoyo de Fernando de los Ríos, ministro de Educación, Federico Garcia Lorca crea el teatro universitario ambulante La Barraca con el que montan obras del teatro clásico español. La primera actuación tiene lugar en julio de 1932 en Burgo de Osma, donde representantan dos entremeses de Cervantes. Esta fue una de las preocupaciones constantes de Lorca: acercar la cultura, y el teatro en particular, a las gentes del pueblo en las que se inspiraba. Como él mismo reconoció: El teatro es algo muy serio... si el teatro está en decadencia, para volver a adquirir su fuerza debe volver al pueblo del que se ha apartado. Además, el teatro es cosa de poetas... Sin sentido trágico no hay teatro... y el pueblo sabe mucho de eso. El pueblo es el origen y el destino de la cultura, lo que le lleva a Lorca a criticar fulminantemente la tesis del arte por el arte:
Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. Ningún hombre verdadero cree ya en esa zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.Las representaciones de La Barraca en Madrid en el paraninfo de la universidad son un clamoroso éxito. Por eso en la primavera de 1933 colabora con Pura Ucelay en la creación de los Clubs Teatrales con el mismo objetivo de poner el teatro al alcance del pueblo trabajador.
El 8 de marzo de 1933 Lorca obtiene un éxito clamoroso en el estreno de Bodas de sangre ante la plana mayor de la intelectualidad madrileña en el Teatro Beatriz.
El 13 de octubre de aquel mismo año desembarca en Buenos Aires para dar conferencias y asisitir al clamoroso éxito que allí obtiene también Bodas de sangre, estrenada por la compañía de Lola Membribes que alcanzó las cien representaciones. En la capital porteña se le rinde un homenaje y concede numerosas entrevistas. Tras el éxito de Bodas de sangre Lola Membrives estrena en diciembre La zapatera prodigiosa y en enero Mariana Pineda.
De Buenos Aires se traslada Montevideo; su fama recorre ya todo el mundo.
El 27 de marzo regresa a Madrid donde se reencuentra con Pablo Neruda, a quien había conocido en Buenos Aires, trabando entre ambos una sólida amistad. Trabaja intensamente en Yerma y en Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores a la que calificó como el drama de la cursilería española, de la mojigatería española que había concebido en 1924 como retrato de la mujer que se queda para vestir santos. Al mismo tiempo representa con La Barraca. En una de estas representaciones en Santander le llega la trágica noticia de la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías, muerto el 11 de agosto de 1934 en la plaza de Manzanares (Madrid), en cuya memoria escribe una sentida elegía, uno de sus mejores poemas, su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. El poema es un largo lamento dividido en cuatro partes, en el que de nuevo se funden los elementos populares y tradicionales con los cultos y vanguardistas con una intensa fuerza dramática.
Diciembre de 1934 se termina para Lorca con el estreno por Margarita Xirgú de Yerma en medio de una manifestación de protesta orquestada por los fascistas contra la gran actriz, que se había manifestado públicamente a favor de la República y no ocultaba sus simpatías hacia Manuel Azaña. El éxito fue tremendo, manteniéndose en cartel durante varios meses. Al cumplrse cien representaciones se le rindió un homenaje a Lorca en la función de noche en la que éste recitó su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.
De 1935 son, asimismo, El diván de Tamarit y los once Sonetos del amor oscuro, que completan su obra lírica.
En febrero de 1936 participa en los actos políticos a favor del Frente Popular, demostrando que su alineamiento no era sólo sobre el papel. Aprovecha un viaje a Barcelona para asistir en el Olimpia a un acto de homenaje a los presos políticos. En la ciudad condal dedica una de las representaciones de Doña Rosita a las floristas de Las Ramblas, esas mujeres de risa franca y manos mojadas donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina. Lorca toma partido decididamente, como reconoció abiertamente en diciembre de 1934 en una entrevista concedida al diario madrileño El Sol:
Yo espero para el teatro la llegada de la luz de arriba simpre, del paraíso. En cuanto los de arriba bajen al patio de butacas todo estrá resuelto... Hay millones de hombres que no han visto teatro. Ah, y cómo saben verlo cuando lo ven. Yo en este mundo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega. Nosotros (me refiero a los hombres de significación intelectual y educados en el ambiente medio de las clases que podemos llamar acomodadas) estamos llamados al sacrificio. Aceptémoslo. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mi me ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí tu dolor y tu sacrificio, aquí la justicia para todos, aún con la angustia del tránsito hacia el futuro que ya se presiente pero se desconoce, y descargo el puño con fuerza en este platillo.Participa en un homenaje a Rafael Alberti cuando éste regresa de la Unión Soviética en el que lee un manifiesto de los escritores españoles contra el fascismo. El 1 de abril firma otro manifiesto exigiendo la liberación del dirigente comunista brasileño Luis Carlos Prestes Los fascistas no olvidaron sus posiciones a favor de los oprimidos. El 13 de julio de 1936 García Lorca se traslada de Madrid a Granada, donde le sorprende el levantamiento militar. Allí es detenido por los fascistas el 17 de agosto, que lo asesinan cobardemente dos dias después en Víznar (Granada) arrojando su cadáver en algún barranco de Sierra Nevada.
Continúa
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