— En las luchas revolucionarias
— Las enseñanzas de la revolución
— Los años de la reacción
— El auge de los movimientos democrático-burgueses
— Su obra cumbre
— La I Internacional
— La última década de la vida de Marx
— La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta
— Hasta 2025 no culminará la recopilación de las obrascompletas de Marx y Engels
— Las enseñanzas de la revolución
— Los años de la reacción
— El auge de los movimientos democrático-burgueses
— Su obra cumbre
— La I Internacional
— La última década de la vida de Marx
— La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta
— Hasta 2025 no culminará la recopilación de las obrascompletas de Marx y Engels
En las luchas revolucionarias
El marxismo se formó y desarrolló como ciencia indisolublemente ligado a la práctica revolucionaria. Marx y Engels no sólo enseñaban a las masas, sino que también aprendían de ellas. Contribuyeron singularmente al auge del marxismo los períodos revolucionarios, los períodos de desbordante y fecunda actividad histórica de las masas, los momentos cruciales, los más importantes y decisivos en la historia de la sociedad. La publicación del Manifiesto del Partido Comunista coincidió con la revolución democrático-burguesa de febrero en Francia, que tuvo repercusiones en otros países de Europa. Asustado por el incremento del movimiento revolucionario, el Gobierno belga detuvo a Marx y lo expulsó del país. Marx se trasladó entonces a París para participar allí en la lucha revolucionaria. A su llegada a París, Marx facultado por los comités de Londres y Bruselas, procedió a reorganizar el Comité Central de la Liga de los Comunistas, siendo elegido su presidente. Formaron parte de éste, además de Marx y de Engels, K. Schapper, G. Bauer, J. Moll y W. Wolff.Marx y sus partidarios se manifestaron resueltamente contra el poeta alemán Herwegh, que había formado en París una legión armada alemana para invadir Alemania y llevar a este país, desde Francia, las llamas de la revolución. Oponiéndose a esta aventura, a esta exportación de la revolución, Marx exhortaba a los obreros, comprendidos los militantes de la Liga de los Comunistas, a regresar individualmente a Alemania con el fin de organizar allí a las masas para la lucha revolucionaria.
Al comenzar la revolución en Alemania, Marx y Engels redactaron marzo de 1848 un documento de gran importancia: Reivindicaciones del Partido Comunista en Alemania, aprobadas por el nuevo Comité Central de la Liga y difundidas luego en todo el país. Este documento resumía las principales tareas de la revolución en Alemania: la instauración de una república democrática única; el establecimiento del sufragio universal; el armamento general del pueblo; la abolición de todas las cargas feudales; la nacionalización de las fincas de los príncipes y demás posesiones señoriales; la nacionalización de las minas, ferrocarriles y demás medios de transporte; la implantación del impuesto de utilidades progresivo; la separación de la Iglesia del Estado, etc. La realización de la plataforma política de la Liga de los Comunistas debía llevar a la eliminación del fraccionamiento político y económico de Alemania, dividida en 38 Estados, grandes, pequeños y minúsculos, a la supresión radical de todos los vestigios feudales, al triunfo de la revolución democrático-burguesa y a la creación de condiciones más favorables para la lucha del proletariado por el socialismo.
A principios de abril de 1848, Marx, Engels y sus correligionarios más cercanos abandonaron París y se trasladaron a Alemania, donde había estallado la revolución. Se quedaron en Colonia, centro de la provincia del Rin, una de las regiones avanzadas de Alemania, donde había bastantes obreros y cuya legislación vigente ofrecía mayores posibilidades para la prensa, para realizar el plan de Marx: la edición de un gran diario revolucionario.
A la par que preparaba la publicación del periódico, Marx realizaba una enérgica labor política de partido. Ya estando en París, él, por mediación de los militantes de la Liga de los Comunistas residentes en Maguncia, había dado los primeros pasos para centralizar las sociedades obreras y agrupar al proletariado alemán en una organización política de masas. Después de su llegada a Colonia, varios militantes de la Liga fueron enviados en calidad de emisarios para que organizasen comunas de la Liga y sociedades obreras legales. Sin embargo, la organización de comunas tropezó con enormes dificultades. En Alemania, fraccionada políticamente y atrasada desde el punto de vista económico, donde la gran industria estaba aún en embrión y predominaba la artesanía, la clase obrera era todavía demasiado débil, no estaba organizada y carecía del desarrollo político necesario. Debido a la falta de condiciones favorables para formar en aquel período el partido obrero, los representantes de vanguardia del proletariado, encabezados por Marx y Engels, para no verse convertidos en una secta, únicamente podían actuar en política como ala izquierda, proletaria, del partido democrático. Por eso, Marx y Engels consideraban que en aquel período era admisible la colaboración de los comunistas con los demócratas pequeño-burgueses en el seno de una sola organización, criticando, no obstante, su inconsecuencia y sus constantes vacilaciones. Marx y Engels exigían que los comunistas, como combatientes de vanguardia del campo democrático, no olvidasen, ni por un instante, las tareas particulares del proletariado, para el que la revolución democrático-burguesa no era sino una etapa imprescindible de la lucha, y no la meta final. La bandera de la Nueva Gaceta Renana, fundada por Marx y Engels, era la bandera de la democracia, pero de una democracia que destacaba siempre, en cada caso concreto, su carácter específicamente proletario. Ateniéndose a esta táctica, Marx recomendó a los miembros de la Liga de los Comunistas y a las organizaciones obreras por ellos dirigidas que ingresaran en las sociedades democráticas que iban surgiendo en Alemania. El mismo Marx ingresó en la Sociedad Democrática de Colonia y fue elegido miembro del Comité Provincial Provisional de las sociedades democráticas de Renania y Westfalia. Simultáneamente, Marx orientaba a sus partidarios a organizar sociedades obreras y educar políticamente al proletariado, a crear las condiciones para la formación de un partido proletario.
El 1 de junio de 1848 empezó a publicarse la Nueva Gaceta Renana, con el subtítulo de órgano de la democracia. Componían la redacción Carlos Marx (redactor-jefe), Federico Engels, H. Bürgers, E. Dronke, G. Weerth, F. Wolff y W. Wolff. Mediante el periódico, Marx y los demás miembros de la redacción dirigían políticamente las actividades de los militantes de la Liga de los Comunistas, diseminados por toda Alemania. Después de los sucesos de marzo en Alemania la pervivencia de la Liga como organización secreta había perdido todo sentido. La Nueva Gaceta Renana no tardó en hacerse muy popular no sólo en Alemania, sino también en el extranjero. En sus páginas, Marx y Engels analizaban los acontecimientos más importantes de los borrascosos años de 1848 y 1849 y daban consignas de lucha, orientando a las masas al logro de los principales objetivos de la revolución. El periódico defendía, con gran energía y valor sin precedente, los intereses de las masas populares, que luchaban en las calles de París y de Viena, en las ciudades y aldeas de Alemania y Francia, de Italia y Hungría, de Bohemia y Polonia. La Nueva Gaceta Renana no sólo se titulaba con perfecto derecho órgano de la democracia alemana, sino también de la europea.
Marx y Engels consideraban que la tarea primordial de la Nueva Gaceta Renana en Alemania consistía en luchar infatigablemente para disipar las ilusiones muy difundirlas entre el pueblo, de que la revolución había culminado con las batallas de marzo y lo único que quedaba por hacer era gozar de sus frutos. El periódico explicaba cada día a las masas que las luchas decisivas estaban por venir y fustigaba colérica y apasionadamente la política traidora de la burguesía alemana, que después de las jornadas de marzo había empuñado el timón del gobierno orientándose hacia un entendimiento con la reacción feudal y absolutista de Prusia. Marx y Engels desenmascararon la traición de la burguesía a los campesinos, al renunciar ésta a abolir sin indemnización las cargas feudales, y su política de opresión de otros pueblos. Todos los pueblos que se alzaban en defensa de una causa progresista, democrática, encontraban en la Nueva Gaceta Renana su fiel más ardiente defensora.
La Nueva Gaceta Renana denunciaba con mordaz ironía el cretinismo parlamentario de los diputados de las asambleas nacionales de Berlín y de Francfort, que, en vez de pasar a acciones revolucionarias, audaces y decisivas, se entregaban a discusiones vacías.
Marx estimaba que la premisa esencial para el triunfo efectivo y completo de la revolución era la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado: Toda estructura provisional del Estado después de la revolución exige una dictadura, una dictadura enérgica. Marx exhortaba al pueblo a que ajustase las cuentas con severidad a los enemigos de la revolución, que reagrupaban sus fuerzas con el fin de hacer girar hacia atrás la rueda de la historia. Asignaba al proletariado un papel especialmente importante en la lucha revolucionaria y laboraba para que la clase obrera de Alemania se convirtiese en el destacamento más consecuente y decidido de todo el campo democrático. Marx censuraba la posición sectaria, ultraizquierdista por su forma y oportunista por su contenido, del socialista auténtico Andreas Gottschalk, presidente de la Sociedad Obrera de Colonia, y la política reformista, mezquina, de Stephan Born, dirigente de la Sociedad Obrera de Berlín, y más tarde de la Fraternidad Obrera, porque, con su táctica errónea, apartaban a los obreros de la lucha por el logro de los principales objetivos de la revolución democrático-burguesa.
El carácter proletario de la Nueva Gaceta Renana, se manifestó con singular brillantez con motivo de la insurrección de junio de 1848 los obreros parisienses. Marx concedió una gran importancia histórica a esta insurrección, viendo en ella la primera guerra civil entre el proletariado y la burguesía. Glorificó el valor sin precedente de los insurrectos y estigmatizó, lleno de indignación, la crueldad de la contrarrevolución burguesa.
Después de la derrota del proletariado francés, cuando la contrarrevolución levantó cabeza también en otros países de Europa, Marx y Engels trabajaron enérgicamente para movilizar a las masas. Marx tomó parte activa en el Congreso provincial de las sociedades democráticas del Rin, celebrado en Colonia en agosto de 1848. El Congreso confirmó unánimemente en sus funciones al Comité provincial anteriormente elegido, uno de cuyos dirigentes era Marx.
A finales de agosto, Marx hizo un viaje a Berlín y a Viena para establecer contacto con obreros avanzados y demócratas de izquierda, a fin de impulsarlos a luchar contra las monarquías prusiana y austríaca. Marx se proponía asimismo colectar dinero para la Nueva Gaceta Renana, a la que, por haber salido en defensa de los insurrectos de junio, habían abandonado los últimos accionistas. En Viena, Marx conferenció con los dirigentes de las organizaciones democráticas y obreras de Austria. Además, participó en una reunión de la Sociedad Democrática de Viena e hizo en la Sociedad Obrera dos informes: uno sobre las relaciones sociales en la Europa Occidental y otro sobre el trabajo asalariado y el capital.
A su regreso a Colonia, Marx, así como los demás miembros de la redacción, puso todo su empeño en organizar a las masas populares para que pudieran rechazar las embestidas de la contrarrevolución. Ya antes de su llegada, el 13 de septiembre de 1848, la Nueva Gaceta Renana convocó en la Frankenplatz de Colonia una asamblea popular, en la que se eligió un Comité de Seguridad, en el que entraron Marx y Engels. Entre los asistentes a la asamblea se distribuyeron las Reivindicaciones del Partido Comunista en Alemania. El 17 de septiembre se celebró en Woringen, cerca de Colonia, otra asamblea de muchos miles de obreros y campesinos, convocada por la Nueva Gaceta Renana y la Sociedad Obrera de Colonia. El 20 de septiembre, el Comité de Seguridad de Colonia convocó una asamblea popular más con motivo del levantamiento en Franckfort. El gobierno, preocupado por el impetuoso ascenso del movimiento de las masas en Renania y por la enorme influencia que adquiría la Nueva Gaceta Renana, concentró de antemano sus tropas en espera de un pretexto para efectuar una sangrienta matanza. El 25 de septiembre fueron detenidos, con fines de provocación, los más destacados dirigentes de los obreros de Colonia. Apreciando con serenidad el momento, Marx y sus partidarios lograron que la indignación de las masas no desembocara en una insurrección prematura y aislada en la excelente fortaleza prusiana. Fracasada la provocación, el Gobierno de Prusia declaró el 26 de septiembre el estado de guerra en Colonia, desarmó y disolvió las milicias populares y suspendió varios periódicos, empezando por la Nueva Gaceta Renana. Algunos miembros de la redacción, y entre ellos Engels, tuvieron que abandonar la ciudad para burlar a la policía, que tenía orden de detenerlos. Una amplia campaña de protesta obligó al gobierno a levantar el 3 de octubre el estado de guerra. El 12 de octubre, la Nueva Gaceta Renana volvió a venderse en las calles de Colonia. Marx tuvo que hacer grandes sacrificios materiales para reanudar la publicación del periódico, invirtiendo en éste la herencia paterna que acababa de recibir.
La ausencia de Engels hizo que Marx tuviera que dedicar más tiempo a sus obligaciones de redactor. Consagraba también muchas energías a la Sociedad Democrática y a la Sociedad Obrera. El Comité de la Sociedad de Colonia, pidió a Marx que fuese su presidente, pues Moll, dirigente de ésta, se había visto obligado a emigrar a Londres para evitar que le detuviesen, y Schapper estaba en la cárcel. Al aceptar provisionalmente este cargo, Marx, el 16 de octubre, pronunció un discurso en una reunión del Comité de la Sociedad e informó a los obreros del desarrollo de la insurrección de Viena.
En su artículo La caída de Viena, escrito el 6 de noviembre de 1848, demostró que la causa fundamental de la derrota de los insurrectos había sido la traición de la burguesía. Denunciando los planes de la contrarrevolución, Marx declaró que en Prusia se preparaba un golpe de Estado y exhortó a las masas a emplear en la lucha contra la ofensiva de la contrarrevolución los métodos más eficaces y decisivos.
Como Marx había previsto, la reacción prusiana, animada por el triunfo de la contrarrevolución en Viena, decidió dar un golpe de Estado. El 9 de noviembre, el rey de Prusia firmó un decreto en virtud del cual la Asamblea Nacional trasladaba su sede de Berlín a la pequeña ciudad provinciana de Brandenburgo. Se veía claramente que preparaba la disolución de la Asamblea. Debido a ello, Marx hizo un llamamiento a los diputados de la Asamblea para que detuvieran a los ministros y pidieran ayuda al pueblo y a los soldados.
A fin de poner en movimiento a las masas populares, Marx lanzó el 11 de noviembre la consigna de negarse a pagar los impuestos. Esto hubiera minado la base financiera de la contrarrevolución y movilizado a las masas populares para una activa resistencia a las autoridades. El 14 de noviembre, el Comité Democrático Provincial, dirigido por Marx, exhortó a todas sus organizaciones de la provincia del Rin a incitar a la población a negarse a pagar los impuestos. Bajo la presión de las masas, la Asamblea Nacional votó el 15 de noviembre un decreto, sancionando la negativa al pago de los impuestos, que debía entrar en vigor a partir del 17 de noviembre. Con este motivo, el Comité Regional hizo el 18 de noviembre un segundo llamamiento, en el que se lanzaban nuevas consignas: resistir en todas partes y por todos los medios a la recaudación de los impuestos, organizar milicias populares para rechazar al enemigo, y formar comités de seguridad. Marx, que era el alma del movimiento en la provincia del Rin, desarrolló una gran actividad a fin de movilizar a las masas para la lucha contra la ofensiva de la contrarrevolución. Pero la Asamblea Nacional, que era la única que podía centralizar los focos diseminados del movimiento, decidió limitarse a una resistencia pasiva, legal. Valiéndose de ello, la contrarrevolución consumó el golpe de Estado, dando el 5 de diciembre, el decreto de disolución de la Asamblea Nacional.
En su artículo La burguesía y la contrarrevolución de diciembre de 1848, Marx hizo un análisis de las enseñanzas de la revolución de marzo en Alemania y denunció la cobardía y la traición de la burguesía alemana. Marx cifraba sus mayores esperanzas en el proletariado francés, que con su revolución triunfante impulsaría de nuevo a la revolución en Europa. Marx veía un peligro para la revolución europea no sólo en la Rusia zarista -entonces principal baluarte de la reacción europea-, sino también en la Inglaterra aristocrático-burguesa. Marx se equivocaba al pensar que en Francia se avecinaba la revolución proletaria y exagerar la decrepitud del capitalismo. Pero semejantes errores de los gigantes del pensamiento revolucionario -escribió Lenin, refiriéndose a Marx y Engels- que trataban de elevar y supieron elevar al proletariado del mundo entero por encima de las tareas pequeñas, habituales, mezquinas, son mil veces más nobles, más sublimes e históricamente más valiosos y veraces que la vil sabiduría del liberalismo oficial.
A medida que iba fortaleciéndose, la contrarrevolución prusiana redoblaba las persecuciones contra Marx y la Nueva Gaceta Renana. Marx y Engels, que acababan de regresar de Suiza, tuvieron que comparecer el 7 de febrero de 1849 ante un tribunal, acusados de injurias a las autoridades. Al día siguiente, Marx volvió a comparecer ante el tribunal. Esta vez se le acusaba, al igual que a otros dirigentes del Comité Democrático de la provincia del Rin, de haber exhortado al pueblo a que no pagase los impuestos y de incitar a la rebelión. Lo mismo que el día anterior, Marx no apareció ante el tribunal como acusado, sino como acusador. El tribunal se vio obligado a emitir fallos absolutorios en los dos procesos.
Al movilizar a las masas a combatir la ofensiva de la contrarrevolución, la Nueva Gaceta Renana ponía cada vez más de manifiesto su carácter verdaderamente proletario. A principios de abril, Marx empezó a publicar en ella su obra Trabajo asalariado y capital. En esta obra, uno de sus primeros trabajos de economía, investigó Marx las relaciones económicas que constituyen la base material de la lucha de clase del proletariado y de las masas trabajadoras en la sociedad capitalista y mostró con gran nitidez la explotación capitalista y la depauperación absoluta y relativa de la clase obrera bajo el capitalismo, conjugando magistralmente el riguroso análisis científico de los complejos problemas de la Economía política con una sencilla exposición, perfectamente comprensible para los obreros.
En relación con los cambios en la situación política y con el aumento de la conciencia política de las masas obreras, en la primavera de 1849 cambió también la táctica de Marx y Engels. La experiencia política adquirida por las masas obreras en las luchas revolucionarias y el hecho de que los obreros avanzados se hubiesen apartado de la democracia pequeño-burguesa, que se había desenmascarado a sí misma, y sus anhelos de unirse en escala nacional, puestos de relieve en muchos congresos de las sociedades obreras de distintas regiones de Alemania, permitían ya plantear prácticamente la tarea de constituir una organización independiente del proletariado. A mediados de abril de 1849, Marx y Engels, lo mismo que la Sociedad Obrera de Colonia, dirigida por ellos, se salieron de la Sociedad Democrática, rompiendo orgánicamente con la democracia pequeño-burguesa, para adherirse a la organización nacional de los obreros, que se estaba formando, y convertirla en un partido político, cuyo núcleo debían ser los comunistas. En la preparación ideológica para crear ese partido desempeñó un gran papel la obra Trabajo asalariado y capital, publicada en la Nueva Gaceta Renana. Carlos Marx y sus partidarios procedieron a reforzar los vínculos que les unían con los miembros de la Liga de los Comunistas dispersos por toda Alemania. A este fin, Marx hizo un viaje por las ciudades de Westfalia y del Noroeste de Alemania, enviando emisarios al Centro y al Este del país.
Sin embargo, a la sazón se libraban en Alemania las últimas batallas entre las fuerzas de la revolución y las de la contrarrevolución. La insurrección, en cuyas banderas estaba inscrita la consigna de defensa de la constitución del Imperio aprobada por la Asamblea de Francfort, había estallado a principios de mayo en Dresden, en varias ciudades de Renania y Westfalia, así como en el Palatinado y Baden. Para ayudar a las masas populares alzadas en armas, Marx y Engels trazaron un plan orientado a extender todavía más la insurrección, a centralizar la dirección de la misma y a desplegar las acciones revolucionarias con audacia y rapidez. Este plan tomaba en consideración la perspectiva general de la lucha revolucionaria en Europa, el nuevo ascenso de la revolución en Francia e Italia y la guerra revolucionaria en Hungría. Sin embargo, los demócratas pequeño-burgueses que encabezaban la insurrección demostraron una vez más que eran incapaces de acciones revolucionarias decididas. Su cobardía y constantes vacilaciones permitieron a las tropas prusianas aplastar, uno por uno, todos los focos de la insurrección.
Después de reprimir los dispersos focos de la insurrección en Renania, la contrarrevolución, envalentonada, se ensañó con la Nueva Gaceta Renana. Pretextando que Marx había renunciado a la ciudadanía prusiana en 1845, y, a su regreso a Alemania, en 1848 le había sido denegada la petición de que se le reintegrara ésta, el Gobierno prusiano ordenó que fuese deportado del país como extranjero, por haber infringido el derecho de hospitalidad. Contra los demás miembros de la redacción fueron incoados inicuos procesos. De hecho, eso era el fin de la Nueva Gaceta Renana. El último número del periódico, correspondiente al 19 de mayo de 1849, apareció impreso en tinta roja. En él se publicó un mensaje de despedida de la redacción A los obreros de Colonia. El mensaje terminaba así: Los redactores de la Nueva Gaceta Renana se despiden de vosotros dándoos las gracias por la simpatía que les habéis demostrado. Su última palabra será siempre y en todas partes ésta: ¡Emancipación de la clase obrera!
Después de una breve estancia en Franckfort, Baden y el Palatinado, Carlos Marx, que esperaba un nuevo ascenso de la revolución en Francia, se trasladó a París. En el Palatinado, Engels se alistó en el destacamento voluntario de Willich y tomó parte en cuatro batallas contra las fuerzas de la contrarrevolución.
En París, Marx restableció y amplió sus relaciones con los demócratas franceses y las asociaciones obreras. Cuando fracasó el levantamiento de los demócratas pequeño-burgueses el 13 de junio de 1849, el Gobierno francés expulsó de París a Marx, quien, el 24 de agosto, se trasladó a Londres, adonde poco después llegaban Engels y otros miembros del Comité Central de la Liga. Así empezó el período londinense de la emigración de Marx que duró hasta el fin de sus días.
La derrota de la revolución de 1848 se explica por las particularidades de una época histórica, en que el carácter revolucionario de la burguesía moría ya en Europa, mientras que el proletariado no estaba aún maduro para tomar las riendas de la lucha.
Fue durante la revolución cuando se mostró con fuerza singular el genio de Marx, su gran energía, su indomable voluntad, su abnegación y apasionamiento de luchador revolucionario por la causa del proletariado, por los intereses de todos los trabajadores y todos los oprimidos. Era la primera vez en la historia que un dirigente revolucionario asentaba su política sobre una base científica. Las revoluciones de 1848-1849 no sólo fueron la primera prueba histórica del marxismo, sino también un potente manantial para su desarrollo y enriquecimiento ulteriores.
Las enseñanzas de la revolución
La derrota de la revolución no hizo vacilar ni un instante la convicción profunda de Marx, científicamente fundamentada, de que la causa a la que había consagrado su vida era grande y justa. El jefe del proletariado revolucionario no adolecía del desconcierto, abatimiento y falta de fe tan peculiares en aquel entonces en los dirigentes de la democracia pequeño-burguesa. Aguantó igualmente con gran firmeza los duros sufrimientos y privaciones que hubo de soportar cuando él y su familia se vieron en el extranjero sin un céntimo en el bolsillo. En cuanto llegó a Londres, Marx se puso a preparar la edición de la revista Nueva Gaceta del Rin. Revista política y económica. En los seis números de la revista editados en Hamburgo en 1850 se publicaron algunos trabajos de Marx y Engels que trataban de los resultados de la revolución de 1848 en Francia y en Alemania.A fines de 1849, el Comité Central de la Liga de los Comunistas reanudó su actividad. En marzo de 1850, Marx y Engels escribieron y enviaron a las comunas de la Liga el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas. En este documento, de importancia extraordinaria, se analizaban las enseñanzas de la revolución de 1848-1849 en Alemania y las perspectivas de una futura revolución, y se esbozaba la táctica del partido proletario en ella. La conclusión principal a que se llega en el Mensaje es la de que, en la futura revolución, a diferencia de la de 1848, el partido obrero deberá actuar de la manera más organizada, más unánime y lo más independiente posible. En contraposición a los pequeño-burgueses, que, al llegar al poder, procurarán dar por terminada la revolución lo antes posible, la tarea del partido obrero consistirá en hacer la revolución permanente... Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de crear otra nueva.
La idea de la revolución permanente, cuyos fundamentos estaban ya en la Nueva Gaceta del Rin, fue formulada en el Mensaje con mucha más amplitud. Esta idea fue desarrollada en la teoría de Lenin acerca de la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista, confirmada en los combates revolucionarios de 1917 y en el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre.
En otoño de 1850, Marx y Engels llegaron a la conclusión de que la nueva situación histórica de auge económico y de fortalecimiento de la reacción en Europa excluía el estallido de la revolución en un futuro inmediato. Sopesando serenamente las particularidades de aquella nueva situación histórica, los fundadores del comunismo científico exigieron que se revisara la táctica del partido y se modificaran las formas de lucha. La nueva situación imponía la necesidad de llevar a cabo una tenaz y escrupulosa labor de agrupación de fuerzas, de preparación sistemática de estas fuerzas para una futura revolución. No obstante, algunos miembros de la Liga de los Comunistas, con Willich y Schapper a la cabeza, propusieron, sin tener en cuenta las condiciones históricas objetivas, planes aventureros de preparación de un levantamiento armado en Alemania. En la reunión del Comité Central de la Liga, celebrada el 15 de septiembre de 1850, Marx hizo una profunda crítica de la línea conspiradora, sectaria y voluntarista de Willich y Schapper y demostró lo peligroso que era el aventurero juego a la revolución. Marx, aunque le apoyaba la mayoría de los miembros del Comité Central, hizo todo lo posible por mantener la unidad de la Liga de los Comunistas. Pero el grupo de Willich-Schapper provocó la escisión. El Comité Central se trasladó de Londres a Colonia para contrarrestar la labor de desorganización de los elementos ultraizquierdistas y sectarios.
Al mismo tiempo que trabajaba en la Liga de los Comunistas, Marx dedicaba muchas energías a la síntesis teórica de la experiencia de las revoluciones de 1848 a 1849. Fruto de esta labor fueron sus obras: Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, escrito en 1850, y El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, escrito en 1852.
En las obras mencionadas, Marx dio un ejemplo de aplicación del materialismo histórico al estudio de los acontecimientos históricos concretos. En ambos trabajos, la profundidad del análisis va unida a la maestría de un brillante literato, y la objetividad científica del sabio, a la pasión revolucionaria del luchador político. Sintetizando la experiencia de la lucha del proletariado y de las masas trabajadoras en la época borrascosa de la revolución, cuando la actividad, la iniciativa de las masas populares y su papel creador en el proceso histórico se manifiestan con la mayor fuerza, Marx enriqueció su teoría con nuevas conclusiones de suma importancia. Éstas se refieren, principalmente, a dos problemas: a las relaciones entre el proletariado y los campesinos y a la actitud del proletariado hacia el Estado.
La experiencia de la revolución francesa y de la insurrección proletaria de junio (1848), en particular, convencieron a Marx de que la clase obrera no podría destruir el régimen burgués si las masas campesinas no se levantaban contra la dominación del capital, si no se adherían al proletariado, aceptándolo como su dirigente. Al poner de manifiesto la naturaleza doble y contradictoria del campesino, como trabajador y como propietario, Marx demostró que, comprendidos acertadamente, sus propios intereses debían impulsar a los campesinos a la alianza con el proletariado urbano. Los campesinos... encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués. En su carta a Engels del 16 de abril de 1856, Marx formuló como sigue esta conclusión política, sumamente importante: Todo el problema, en Alemania, dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con una especie de segunda edición de la guerra campesina. Esta idea de Marx fue desarrollada en la teoría leninista de la revolución socialista realizada no por el proletariado aislado contra toda la burguesía, sino por el proletariado erigido en la fuerza hegemónica y que tiene como aliados a los elementos semiproletarios de la población, es decir, a los millones de seres de las masas trabajadoras y explotadas.
La rica experiencia política de las revoluciones de 1848 y 1849 permitió a Marx desarrollar y concretar su teoría del Estado. Marx empleó por primera vez la fórmula clásica de dictadura del proletariado en su obra Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Como demostró Marx, el socialismo científico, contrariamente a las distintas variedades del socialismo burgués, pequeño-burgués y utópico, es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Al definir la actitud del proletariado hacia el Estado, Marx decía en su obra El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte que todas las revoluciones anteriores habían reforzado y perfeccionado la vieja máquina estatal, convirtiendo este aparato administrativo y militar en un arma, cada vez más potente, de represión contra las masas oprimidas. La tarea de la revolución proletaria consiste en destruir, demoler la vieja máquina estatal. Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla. Lenin señalaba que esta conclusión es lo principal, lo fundamental, en doctrina del marxismo sobre el Estado.
La importancia que Marx concedía a su teoría sobre el Estado, sobre la dictadura del proletariado, se aprecia en su carta a Weydemeyer del 5 de marzo de 1852, en la que dice: Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido la demostración de:
— que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción:
— que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado;
— que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de las clases sociales.
Así, pues, la lucha del proletariado y de las masas trabajadoras en los años de la revolución proporcionó una rica experiencia que permitió seguir impulsando la teoría revolucionaria del proletariado y los fundamentos de la estrategia y táctica del partido proletario. Marx y Engels formularon su teoría de que la insurrección es un arte, partiendo, concretamente, de las enseñanzas de la insurrección de junio en París y de la insurrección de mayo de 1848 en el suroeste de Alemania.
Al mismo tiempo que sintetizaban la experiencia de las revoluciones de 1848 y 1849, los fundadores del comunismo científico seguían desplegando una intensa actividad para agrupar a los obreros de vanguardia, para consolidar la Liga de los Comunistas. Esta organización dirigida por Marx inquietaba cada vez más al Gobierno de Prusia. Para poner término a las actividades de la Liga, la policía prusiana, en mayo de 1851 llevó a cabo detenciones entre los obreros en algunas ciudades de Alemania y, basándose en denuncias falsas y documentos torpemente fabricados, amañó un proceso contra los comunistas en Colonia. Marx dejó de lado todo su trabajo para dedicarse a desenmascarar la falsificación de esos documentos y ayudar en todo a sus camaradas acusados. Pero estos hombres habían sido ya condenados de antemano, pues ellos representaban al indefenso proletariado revolucionario ante un tribunal que defendía los intereses de las clases dominantes. En el folleto Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia, Marx, puso al desnudo las sucias maquinaciones del Gobierno de Prusia, de su policía y sus tribunales. Debido a la detención de varios miembros del Comité Central de la Liga de los Comunistas, residentes en Colonia, quedaron rotos los lazos que unían a Marx y a Engels con el continente, y, de hecho, la Liga misma dejó de existir en Alemania. A propuesta de Marx, la Liga de los Comunistas se declaró disuelta en noviembre de 1852.
Sin embargo, los mejores militantes de la Liga de los Comunistas, formados por Marx y Engels, continuaron propagando la teoría revolucionaria, educando a las masas obreras y preparándolas para futuros combates revolucionarios.
Los años de la reacción
Después del aplastamiento de las revoluciones de 1848 y 1849 se estableció en Europa la más negra reacción. Las organizaciones revolucionarias fueron destruidas, y muchos de los mejores representantes de la clase obrera se vieron encarcelados a constreñidos a emigrar. Fue aquél un período muy duro para Marx, pues tuvo que hacer frente a las innumerables calumnias de sus enemigos y a grandes privaciones económicas. Los periódicos y las revistas, las editoriales y las cátedras universitarias, todo quedó cerrado para el genial pensador y revolucionario. Sin embargo, su profundísima fe en la justeza de la causa que defendía, su invencible optimismo, basado en la comprensión científica de las leyes objetivas del desarrollo social, y su firmeza y jovialidad no abandonaron a Marx en ningún momento. En aquellos difíciles años, Marx contó con la gran ayuda y apoyo de Engels, su abnegado camarada. En 1850 Engels se trasladó a Manchester y se colocó en una oficina, sufragando parte considerable de los gastos de Marx y su familia. Los dos amigos se quejaban ahora a menudo de su suerte, que no les permitía vivir y luchar juntos, como en los buenos tiempos de la Nueva Gaceta del Rin: Me da rabia -escribía Marx a Engels- que ahora no podamos vivir juntos, trabajar juntos, reírnos juntos.El principal medio de comunicación entre Marx y Engels y la forma de su colaboración creadora pasó a ser en aquel período la correspondencia que mantenían casi a diario y que constituía un verdadero laboratorio del pensamiento científico y político. Señalando el gran valor científico de sus cartas, Lenin definió su contenido fundamental del siguiente modo: Si intentáramos definir con una sola palabra lo que podríamos llamar el foco de toda su correspondencia, es decir, el punto donde se reúnen todas las ideas expresadas y discutidas, esa palabra sería el vocablo dialéctica. La aplicación de la dialéctica materialista a la revisión de toda la economía política desde su nacimiento mismo, así como a la historia, las ciencias naturales, la filosofía y la política y la táctica de la clase obrera, es lo que más interesa a Marx y Engels; y ésa es su aportación más original e importante; en eso consiste su genial paso adelante en la historia del pensamiento revolucionario.
A pesar del marasmo político reinante, Marx no cejaba en su labor de educar a los cuadros revolucionarios del proletariado y seguía manteniendo contacto con sus partidarios residentes en Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos y otros países.
Ahora, empero, podía centrar principalmente su atención en la elaboración de su doctrina. Un infatigable trabajo intelectual le permitió sintetizar las experiencias históricas de su época, seguir de cerca los progresos de todas las ramas del saber y asimilar de manera crítica cada nuevo logro del pensamiento científico. Marx valoró con perspicacia la importancia de toda una serie de grandes descubrimientos en las ciencias naturales, y, particularmente, la obra de Darwin sobre el Origen de las especies por vía de selección natural. Este libro -escribía Marx a Engels- da la base histórico-naturalista para nuestras concepciones. Marx seguía interesándose mucho por la historia de épocas y pueblos diversos, y analizó y resolvió toda una serie de importantes problemas teóricos de las ciencias históricas.
Pero el objeto principal de las investigaciones científicas de Marx en los años 50 y 60 fue la economía política. Del mismo modo que en el período anterior a 1848 lo habían sido los problemas de la concepción del mundo -los principios filosóficos del comunismo científico- y en 1848-1852 el desarrollo de las ideas políticas y la estrategia y la táctica del proletariado, ahora pasaba a ocupar el primer plano la parte menos elaborada del marxismo: la ciencia económica.
A pesar de las duras condiciones de vida de Marx en la emigración, Inglaterra, el país capitalista más desarrollado en aquel entonces, era el sitio más conveniente para el estudio de la economía del capitalismo. En la biblioteca del Museo Británico, donde trabajaba casi diariamente desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde, encontró Marx una cantidad de material enorme para sus investigaciones. Su extremada honradez científica y su implacable espíritu autocrítico obligaron a Marx a reunir todo un Mont Blanc de hecho y volver a examinar una u otra cuestión cuando la vida le proporcionaba hechos y materiales nuevos. Para efectuar sus investigaciones económicas, estudió la historia de la técnica, química agrícola, geología, matemáticas y otras ciencias.
Marx pensaba terminar ya para 1851 la obra en tres tomos en que exponía su doctrina económica, pero las circunstancias le impidieron ver cumplido su deseo. La causa de ello no sólo fue la meticulosidad que se imponía en su trabajo, sino también la penosa miseria crónica en que vivía su familia.
Mientras Engels estuvo ganando un modesto sueldo de oficinista, su ayuda a la familia de Marx no pudo ser muy grande. En ocasiones, Marx tenía que empeñar su última levita y condenarse a arresto domiciliario. A veces el pan y las patatas eran, durante semanas enteras, el único alimento de su familia.
La constante lucha contra la miseria costó mucho a Marx y a su esposa: en los primeros años de su vida en Londres perdieron tres hijos. Un golpe particularmente terrible fue para Marx la muerte de su hijo, de ocho años, Edgar Musch, el gorrioncillo, como le llamaban sus familiares. Después de enterrar a su hijo, Marx escribió a Engels: He sufrido muchas desdichas, pero sólo ahora sé lo que es el verdadero dolor... En medio de los sufrimientos horribles que he tenido estos días siempre me ha confortado tu recuerdo, el de tu amistad, y la esperanza de que tú y yo aún hemos de hacer algo razonable en este mundo.
Pero en la vida privada de Marx, no todo eran penas y sufrimientos. Su familia fue feliz como pocas. Un profundo amor le unía a Jenny, la cual no solamente compartía la suerte, el trabajo y la lucha de su marido, sino que, además, tomaba en ellos parte activa con un espíritu altamente consciente y un apasionado entusiasmo. El amor y la amistad unían a todos los miembros de la familia. Era el mejor amigo de sus hijas. Sus parientes y amigos le llamaban El Moro por su pelo, negro como el alquitrán. A medida que crecían Jenny, Laura y Eleonora (nacidas en 1844, 1845 y 1851) Marx les iba dando a conocer toda la riqueza de la cultura humana. Gran conocedor de la literatura mundial, Marx amaba sobremanera las obras de Homero y Esquilo, Shakespeare y Filding, Dante y Cervantes, Diderot y Balzac. El mismo leía a sus hijas Las mil y una noches, el Canto de los Nibelungos, las obras de Homero y, particularmente, las de Shakespeare, que eran objeto de culto en la familia de Marx. Recordando a su padre, su hija Eleonora escribía: A quienes hayan dedicado su vida al estudio de la naturaleza humana no les extrañará que un luchador tan inflexible pudiera ser al mismo tiempo el más bondadoso y tierno de los hombres. Ellos comprenderán que si sabía odiar con pasión era precisamente por que era capaz de amar con toda su alma; que si su pluma mordaz podía llevar a alguien al infierno, como sólo había sido capaz de hacerlo Dante, ello se debía, justamente, a su fidelidad y a su ternura; que si su humorismo sarcástico podía corroer como un ácido, este mismo humorismo tranquilizaba a los menesterosos y a los oprimidos.
Los asiduos de Marx recordaban con cariño a Elena Demuth, a cuyo cargo corrían los quehaceres domésticos y que compartía todas las penas y alegrías de la casa como un miembro de la familia. Una gran dicha para Marx y su familia fue la de tener muchos y fieles amigos, el mejor de los cuales fue siempre Engels.
Cuando, en agosto de 1851, el periódico progresista de mayor tirada de Estados Unidos, el New York Daily Tribune, le propuso ser su corresponsal en Europa, Marx aceptó. Pero como estaba ocupado hasta la coronilla con la Economía política, pidió a Engels que escribiera una serie de artículos sobre Alemania. Así apareció en el New York Daily Tribune el magnífico trabajo de Engels Revolución y contrarrevolución en Alemania. Para que Marx pudiese dedicarse a redactar su obra económica, Engels le ayudaba sistemáticamente escribiendo artículos, particularmente sobre temas militares, a lo largo de los diez años que Marx colaboró en el periódico. Marx confiaba plenamente en su ministerio de la guerra en Manchester. Pero, no obstante, el periódico le restaba mucho tiempo, pues los artículos que él escribía eran verdaderamente científicos, investigando a fondo cada uno de los problemas de que trataba. Seguía siendo fiel al principio que había proclamado ya en los albores de su actividad literaria: El escritor, como es natural, debe ganar dinero para tener la posibilidad de existir y escribir, pero lo que no debe hacer en absoluto, es existir y vivir para ganar dinero.
Su colaboración en el New York Daily Tribune, así como en la Nueva Gaceta del Oder en 1854-1855, daba a Marx la posibilidad de influir, en cierta medida, en la opinión pública. El único afán que inspiraba los numerosos artículos de Marx sobre la India, China, la revolución en España y la guerra de secesión, que aparecían en el New York Daily Tribune, era respaldar toda lucha progresista, revolucionaria, contra la reacción y la opresión nacional, prestar apoyo a todo movimiento democrático y popular, que acrecentaba las fuerzas de la revolución y creaba condiciones más favorables para los futuros combates del proletariado contra la esclavitud capitalista.
En una serie de artículos, Marx analizó el desarrollo económico de Inglaterra y su régimen político. Marx denunciaba coléricamente la hipocresía y el engaño que saturaban toda la vida política de Inglaterra, el sistema de sobornos y coacciones con que la burguesía se aseguraba una mayoría parlamentaria dócil y sumisa.
Marx prestaba gran atención al movimiento obrero inglés. Con Engels, se esforzaba por ayudar a G. Harney y E. Jones, dirigentes del ala izquierda de los cartistas, a que el movimiento resurgiese sobre una base nueva socialista. Escribí a artículos para los periódicos de Jones Notas para el pueblo y la Gaceta popular y le ayudaba también a redactar los periódicos. Pero la situación no era propicia al resurgimiento del cartismo. Además de las causas generales, relacionadas con el período de la reacción que siguió a la derrota de las revoluciones de 1848-1849, había otras específicas que también contribuían a que el movimiento obrero revolucionario inglés decayese. Como señalaban Marx y Engels, los capitalistas ingleses recibían enormes superganancias, fruto de su monopolio industrial y colonial, y dedicaban parte de ellas al soborno de la aristocracia obrera. Esa política hizo que las capas formadas por el proletariado inglés de mayor calificación profesional tomasen la vereda de una lucha mezquina por pequeñas concesiones dentro del marco del capitalismo.
Marx denunció indignado la política colonial que Inglaterra aplicaba en la India y que causaba la depauperización y la muerte de ingentes masas humanas. En 1857, cuando estalló en la India un levantamiento por la liberación nacional, contra los colonialistas británicos, Marx alzó su voz en defensa del pueblo oprimido. Analizando la política colonial inglesa, Marx llegó a la conclusión de que el pueblo de la India no podría liberarse de las calamidades y humillaciones que sufría, mientras el proletariado no subiese al poder en Inglaterra o mientras el pueblo de la India no se hiciera lo bastante fuerte para poder sacudirse el yugo de los colonialistas.
De la misma simpatía a las masas populares en lucha por la independencia de su país están saturados los artículos de Marx acerca de China, escritos con motivo de las guerras anglochinas y de la insurrección de Taiping.
En 1854-1856, con motivo de los acontecimientos revolucionarios en España, Marx escribió una serie de artículos en los que hizo una concisa reseña de la historia de nuestro país y analizó las causas y el carácter de la lucha que se desarrollaba en él.
La crisis económica mundial que empezó en 1857 y la inminencia de grandes acontecimientos políticos en Europa obligaron a Marx a acelerar sus investigaciones sobre economía política. El fruto de su intenso trabajo de muchos años fueron los gruesos manuscritos económicos de 1857-1858 publicados por primera vez en 1939-1941 por el Instituto de Marxismo-leninismo anexo al Comité Central del PCUS, en alemán, con el título de Grundrisse der Kritik der politischen Okonomie (Fundamentos de la crítica de la Economía política). En estos manuscritos se refleja una etapa muy importante de la formación de la teoría económica de Marx, en la crítica de la economía política burguesa. Contienen varias tesis teóricas que, posteriormente, fueron formuladas de una manera clásica en El Capital. Lo principal en estos manuscritos es que, en ellos, Marx expone en rasgos generales los fundamentos de su teoría de la plusvalía. Refiriéndose a este gran descubrimiento, Engels dijo: Marx elaboró él solo la teoría de la plusvalía en los años 50, negándose con tenacidad a publicar datos sobre ella hasta que se aclarasen completamente todas sus conclusiones. Los manuscritos contienen también ideas teóricas de Marx sobre la futura sociedad comunista, sobre el desarrollo, jamás visto, que las fuerzas materiales y espirituales alcanzarán en ella. En el esbozo inconcluso del Exordio a estos manuscritos, Marx dilucida cuestiones decisivas referentes a la economía política, su método, y otros muchos problemas.
Al preparar sus manuscritos económicos para darlos a la imprenta, Marx revisó todo lo que tenía escrito. En junio de 1859 vio la luz el primer cuaderno de la obra de Marx Contribución a la crítica de la economía política, con la primera exposición sistematizada de su teoría del valor, incluyendo la teoría del dinero.
El Prefacio de esta obra tiene enorme valor científico; contiene la siguiente formulación, genial por su precisión y laconismo, de la esencia de la comprensión materialista de la historia, descubierta por Marx: En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, al contrario, su existencia social la que determina su conciencia. Al llegar a determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de éstas, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, esas relaciones se convierten para ellas en trabas. Y entonces comienza una época de revolución social. El capitalismo es el último régimen social antagónico, de clases. Con él, según palabras de Marx, termina la prehistoria de la humanidad.
Después de haber sido publicado el primer opúsculo de la Contribución a la crítica de la economía política, Marx consideraba necesario efectuar un trabajo complementario para poner en claro para sí mismo ciertas conclusiones y dar a su obra un carácter acabado, pero se lo impidieron los grandes acontecimientos internacionales del año 1859.
El auge de los movimientos democrático-burgueses
Como Marx había previsto, la crisis económica, que se inició en 1857, tuvo importantes consecuencias políticas. Los problemas que no se habían resuelto en la revolución de 1848 resurgieron con fuerza renovada. Su atención la absorbieron el recrudecimiento de la lucha de Italia por la unidad del país y su liberación del yugo austríaco y el movimiento por la unificación de Alemania. Esta vez, lo mismo que en 1848, la principal preocupación de Marx era que los movimientos democrático-burgueses se hicieran más amplios y más potentes gracias a la participación de masas más vastas y más plebeyas, de la pequeña burguesía en general, del campesinado en particular y, por último, de las clases desposeídas. Todos los artículos de Marx correspondientes a este período, lo mismo si tratan de Italia o de Alemania que de Polonia o de Rusia, reflejan esa preocupación. Durante la guerra austro-italo-francesa de 1859, Marx desenmascaró a Luis Bonaparte, que intentaba encubrir los egoístas fines dinásticos que perseguía en la guerra con la consigna de liberación de Italia, y demostró que el pueblo italiano no podría lograr la independencia y la unidad del país más que mediante un levantamiento nacional que destronase a todos los monarcas italianos, acabase con la opresión feudal, lo liberara del yugo austríaco y le permitiera crear un Estado democrático unificado. Marx consideraba que toda propaganda en favor del bonapartismo no sólo causaba un daño directo a la causa de la revolución italiana, sino también a la revolución alemana, y que ayudaba a las fuerzas reaccionarias en Europa. Por ello, en el panfleto Señor Vogt, escrito en 1860, atacó a los agentes bonapartistas infiltrados en el seno de los exiliados pequeño-burgueses.Es una de sus obras menos conocidas, en la que Marx trabajó durante casi un año. Profesor de Geología en Ginebra, Carlos Vogt (1817-1895) era un científico muy conocido en toda Europa, uno de los principales representantes del materialismo vulgar, un filósofo ateo y con ademanes radicales que la burguesía suele confundir con el materialismo dialéctico. Entre otras simplezas decía que el pensamiento brota del cerebro lo mismo que la orina del riñón. Pero en aquella época, obras de Vogt como La ciencia y la fe del carbonero tuvieron una enorme repercusión.
La crítica científica de Vogt y la corriente filosófica a la que pertenecía (Büchner, Moleschott) por parte de Engels es conocida. Los calificó como predicadores viajeros.
Pero, además de científico, Vogt era el más influyente de los demócratas burgueses en la Alemania de mediados del siglo XIX. Había participado en la revolución de 1848, fue diputado de la Asamblea de Franckfort y, como tantos otros, luego tuvo que emigrar a Suiza. Gozaba de inmensa influencia no solamente entre los demócratas alemanes, sino también entre todos los círculos de viejos revolucionarios exiliados que vagabundeaban por Europea, especialmente el ruso Alexander Herzen.
El contexto de la polémica entre Vogt y Marx fue la guerra entre Francia y Austria en su disputa sobre Italia. Para Napoleón III era importante ganarse para su causa a un célebre científico que, al mismo tiempo, era un dirigente respetado entre los demócratas alemanes. Vogt estaba muy ligado a un hermano de Napoleón III, que se hacía pasar por liberal y protector de la ciencia. De él recibió Vogt dinero para distribuirlo entre los representantes de los círculos de exiliados.
Cuando Vogt se manifestó a favor de Napoleón III y de Italia, causó una profunda impresión entre los revolucionarios. Entre ellos había algunos muy ligados a Marx y Engels en Londres, uno de los cuales era Carlos Blind. Éste le contó a Marx que Vogt había recibido dinero de Napoleón III, acusación que fue publicada por Guillermo Liebknecht en la Gaceta de Augsburgo.
Sintiéndose desenmascarado Vogt, llevó el asunto ante los tribunales y aunque perdió el proceso, el periódico no pudo aportar ninguna prueba de la acusación de corrupción porque Blind desmintió sus afirmaciones previas. Que Vogt era un agente bonapartista no se pudo confirmar documentalmente hasta muchos años más tarde, cuando se abrieron los archivos secretos de Napoleón III.
Vogt pareció haber limpiado su honor y Liebknecht aparecía como un mentiroso. Los exiliados alemanes en Londres, convecidos de que Liebknecht no era más que un portavoz de Marx, se volvieron contra él, incluídos algunos de los incondicionales suyos como Freiligrath, quien tuvo que descubrirse manifestando en aquel difícil momento que sus relaciones con Marx eran personales. Veterano de 1848, Freiligrath era entonces director de la sucursal de una banco suizo cuyo director en Ginebra era amigo de Vogt. No quería arriesgar su bolsillo. Los viejos como Freiligrath no renegaban de su pasado pero vivían de recuerdos. Lassalle tenía mucha razón al decir que Marx estaba sólo, y no solamente en Alemania. Solo pero erguido.
Convencidos de que Vogt estaba comprado, Marx y todos los revolucionarios se encontraron en una situación difícil, sobre todo cuando aquel pasó al ataque publicando un folleto en que acusaba a Marx de ser la cabeza de una banda de ladrones y falsarios que no retrocedían ante nada. Las más monstruosas calumnias se esgrimieron contra los comunistas. Conocido por su amor al confort, Vogt acusó a Marx de llevar una vida lujosa a expensas de los obreros.
Gracias a la fama de Vogt y a la del atacado, que acababa de publicar la primera edición de su Crítica de la economía política, el libelo de Vogt armó un gran revuelo y, como era de esperar, tuvo una acogida excelente en la prensa burguesa. Todos los publicistas burgueses, y particularmente los renegados del socialismo que habían conocido personalmente a Marx, aprovecharon la ocasión y vaciaron sus sacos de basura sobre su adversario.
Marx consideraba que la prensa tenía derecho a ofender a cualquier político. Su lema eran las palabras de Dante: ¡Sigue tu camino y que la gente diga lo que quiera! Era un privilegio de cuantos se dedican a una actividad política recibir elogios o ataques. Marx no respondía a las injurias personales, de las cuales, sin embargo, se le colmaba continuamente. Se podían dejar sin respuesta los ataques dirigidos contra Marx, pero no las calumnias dirigidas contra los revolucionarios. Cuando estaban en juego los intereses de la causa del proletariado, Marx respondía, y entonces era implacable.
Cuando apareció el libelo de Vogt, los revolucionarios se preguntaron si era conveniente responder. Lassalle y algunos amigos de Marx opinaban que era mejor guardar silencio; no se trata de que creyeran una sola palabra de lo que había escrito Vogt, sino que tenían en cuenta el considerable prestigio que el proceso le había proporcionado. En su opinión, Liebknecht había herido en lo más vivo al gran demócrata, el cual al defender su honor había caído también en excesos. Un nuevo proceso no haría más que confirmar su triunfo, dado que no había ninguna prueba contra él. Por lo tanto, lo más racional era dejar que la opinión pública se apaciguara.
En una carta dirigida a Marx el 2 de febrero de 1860, Engels censuraba a Lassalle que no se posicionara claramente en el conflicto, que tratara de mantener las distancias entre ambos.
Muchos años después Mehring daba la razón a Lassalle contra Marx. Según él, Marx no hubiera debido intervenir en la disputa entre Liebknecht y Vogt, tendría que haberse quitado una preocupación sin niguna utilidad para la lucha. Pero en el momento en que Mehring escribió, Vogt carecía ya de toda influencia política. Además, descuida que la obra dirigida contra Vogt iba enfilada al mismo tiempo contra otras dos dianas: Lassalle y los exiliados. El incidente con Vogt disimulaba profundas divergencias tácticas que habían surgido entre el partido proletario y los partidos burgueses, y que, como demostraba el ejemplo de Lassalle, en el propio partido proletario se habían manifestado peligrosas fluctuaciones.
Marx y Engels acordaron responder por escrito. Con la siempre inestimable ayuda de Engels, Marx asumió esta tarea redactando un folleto bastante breve, unas 40 hojas que tuvieron que imprimirse fuera de Alemania donde sólo llegaron una cantidad insignificante de ejemplares.
Desde el punto de vista literario, el libro, asegura Riazanov, es lo mejor de Marx como polemista. En toda la literatura mundial, ninguna otra iguala a esta obra. Marx no se limita a destruir a Vogt políticamente. Su panfleto no es una simple invectiva. Marx se sirve contra Vogt de un arma en cuyo uso es un maestro: el sarcasmo, la ironía. En vida de Marx, quienes vivieron directamente en sus propias carnes el período posterior a 1849 afirmaron que no existe otra obra que ofrezca tanto material para la caracterización de los partidos de aquella época, como el libro de Marx contra Vogt. El lector contemporáneo necesitaría un mapa geopolítico de Europa de hace 150 años para orientarse en muchos de los detalles, pero se apercibirá de la importancia política de este panfleto. El propio Lassalle, cuando apareció, tuvo que reconocer que Marx había escrito una obra magnífica, que sus apreciaciones habían sido equivocadas y que como político, Vogt había quedado al descubierto para siempre.
Como siempre Engels puso su mente enciclopédica y sus grandes conocimientos geográficos y estratégicos al servicio de Marx para la redacción de aquel folleto y pudiera orientarse en los problemas de los eslavos del oeste y desenmascarar el paneslavismo de Vogt.
En Señor Vogt, Marx no se asignó únicamente la tarea de demoler políticamente a un científico respetado por toda la burguesía. Ciertamente, cumplió esta tarea con brillantez pero su tentativa de calumniar a los revolucionarios ofreció a Marx la ocasión de barrer a los partidos burgueses en el poder o en la oposición y, en particular, caracterizar la venalidad de la prensa burguesa, convertida en una empresa capitalista que obtiene sus beneficios de la venta de palabras, al igual que otros las obtienen de la venta de chucherías.
Contra Vogt, Marx sólo tenía posibilidad de utilizar los escritos del propio Vogt. Los principales testigos se habían desentendido del asunto o se habían retractado de sus afirmaciones. Por ello, Marx toma todas las obras políticas de Vogt y demuestra que no más que era un bonapartista que repetía literalmente los argumentos desarrollados en las obras políticas de los agentes de Napoleón III, y deduce que Vogt es o bien un vulgar papagayo que repite estúpidamente los argumentos de los bonapartistas, o bien un agente comprado del mismo modo que los restantes publicistas bonapartistas.
Vogt tenía a su lado a la parte más influyente de la democracia burguesa alemana. Por esta razón, Marx desenmascara la mezquindad política de esta democracia y, de paso, asesta algunos golpes a los reformistas incapaces de acabar con el respeto reverencial por las clases ilustradas. En 1860, cuando se iniciaba un nuevo movimiento entre la pequeña burguesía y la clase obrera, y cuando cada partido se esforzaba por ganarse a los trabajadores, importaba enormemente demostrar que los representantes de la democracia proletaria no sólo no eran inferiores intelectualmente a los representantes más populares y eminentes de la democracia burguesa, sino que eran claramente superiores.
El golpe asestado a Vogt fue mortal para el prestigio de uno de los principales dirigentes de la democracia burguesa. Lassalle agradeció a Marx que le hubiera facilitado la lucha contra los progresistas por la influencia sobre los obreros alemanes.
He aquí en qué consiste la importancia histórica de este folleto de Marx.
También se pusieron de manifiesto entonces las discrepancias entre Marx y Lassalle, antiguo demócrata de Dusseldorf, a quien Marx había conocido en 1848. En la importante cuestión de la manera de unificar Alemania, Lassalle adoptó una posición completamente errónea. En su panfleto La guerra italiana y la tarea de Prusia, Lassalle se manifestaba dispuesto a apoyar el propósito de Prusia de llevar a cabo la unificación de Alemania desde arriba, o sea, por vía contrarrevolucionaria, mientras que Marx luchaba por la unificación del país desde abajo, mediante una revolución democrática.
Estas discrepancias se hicieron todavía más hondas cuando Lassalle encabezó la Asociación General de Obreros Alemanes y trazó el programa de ésta. Lassalle orientaba a los obreros solamente hacia la lucha pacífica, legal, viendo en el sufragio universal la panacea para todas las calamidades que sufrían los trabajadores. Lassalle inculcaba en los obreros la ilusión de que el Estado prusiano podría ayudarles a organizar asociaciones de producción que les liberarían de verse explotados. Lassalle era enemigo de la lucha de clases, las huelgas y los sindicatos. A diferencia de Marx y de Engels, que veían en los campesinos trabajadores el aliado de la clase obrera, Lassalle estimaba que constituían una masa reaccionaria. Lassalle entabló negociaciones directas con Bismarck, prometiéndole que los obreros apoyarían su política interior y exterior si accedía a proclamar el sufragio universal. Aunque Marx no conocía aún sus negociaciones secretas con Bismarck, no podían escapar a su aguda mirada los coqueteos de Lassalle con la reacción prusiana. En sus cartas, Marx y Engels decían que Lassalle era un demócrata palaciego monárquico-prusiano con marcados tintes bonapartistas.
Al comenzar Lassalle su labor de agitación entre los obreros, Marx y Engels se mantenían al principio a la expectativa y se abstuvieron de momento de criticarle en público, pues Lassalle realizaba cierta labor positiva ayudando a los obreros a liberarse de la influencia del partido progresista burgués. Cuando, después de muerto Lassalle, Marx y Engels se enteraron de que había mantenido negociaciones con Bismarck, calificaron esto de traición al movimiento obrero y emprendieron una lucha abierta contra el socialismo realista prusiano de los lassalleanos.
En aquellos años, Marx seguía desenmascarando a la Prusia reaccionaria, labor iniciada ya por él en la Gaceta del Rin y que había cobrado particular intensidad durante las revoluciones de 1848-1849. La dificultad de esta lucha consistía en que Marx no disponía de periódico alguno con ayuda del cual pudiese influir en el lector alemán. Por eso hizo grandes esfuerzos para apoyar al periódico alemán El Pueblo (Das Volk), que comenzó a ser editado en Londres en 1859, y convertirlo en un órgano de la propaganda comunista. En el breve período que existió este periódico, Marx publicó en él una serie de artículos, entre los que figuraban algunos tratando de la política reaccionaria de Prusia. Al mismo fin de denunciar al régimen prusiano estaban dedicadas asimismo una serie de obras inacabadas de Marx, en las que explicaba no sólo el presente, sino también el pasado de ese Estado reaccionario y militarista, y en particular su política y la de la Rusia zarista respecto a Polonia. Marx consideraba que la lucha de los polacos contra Prusia y la Rusia zarista, que condujo a la insurrección de 1863, sólo se vería coronada por el éxito cuando estuviese orgánicamente vinculada con la revolución agraria y la lucha por la democracia.
A fines de los años 50, Marx observaba ya con grandes esperanzas el despertar del movimiento campesino en Rusia. La derrota en la guerra de Crimea había aguzado todas las profundas contradicciones existentes en el interior del país, y el gobierno zarista se vio obligado a empezar los preparativos para una reforma en el campo. Al examinar los proyectos de reforma que se discutían en los comités de la nobleza, Marx predijo los males que la liberación desde arriba traería a los campesinos. El veía en el campesinado ruso, que se levantaba a la lucha contra el régimen de la servidumbre, un aliado de la futura revolución europea.
La lucha contra la esclavitud en los Estados Unidos a principios de la década del 60, al igual que el movimiento contra el régimen de la servidumbre en Rusia, era otro acontecimiento al que Marx atribuía una gran importancia internacional. En sus escritos demostró que la guerra de secesión era por su carácter una lucha entre dos sistemas sociales: el esclavista y el capitalista, más progresivo que el anterior. Marx decía que el Norte no podría vencer más que en el caso de que su gobierno empezara a desplegar la guerra al modo revolucionario, promulgara una ley aboliendo la esclavitud, resolviera el problema agrario en favor de los granjeros, reorganizara el ejército, limpiándolo de elementos traidores, e hiciera la guerra bajo consignas democráticas y revolucionarias bien claras. Marx exhortaba a los obreros de Europa a que frustraran por todos los medios las tentativas de los gobiernos europeos de inmiscuirse en la guerra civil para favorecer a los esclavistas del sur. Marx aplaudía a los obreros de Inglaterra, que con sus acciones impidieron al Gobierno inglés efectuar una intervención en apoyo de los Estados esclavistas. Su viva repercusión entre los obreros europeos hacía concebir a Marx la esperanza de que la guerra de secesión volvería a impulsar a la clase obrera, deprimida por años de reacción, a desplegar enérgicas acciones históricas.
Continúa.
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