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Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

miércoles, 11 de abril de 2012

Joan Comorera (1894-1958) - ( I )

Sumario:

  Biografía
  Prólogo a la Primera Edición

Biografía

El gran dirigente comunista catalán Joan Comorera Soler nació en Cervera (Lleida) el 5 de septiembre de 1894. Su hermano mayor, José, murió en las barricadas de Sabadell en 1909. Este hecho impresionó vivamente y aceleró su vocación revolucionaria. Estudió y ejerció de maestro de escuela en su ciudad natal, donde en 1913 fundó y dirigió la publicación La Escuela. En aquellos años escribió sus primeros trabajos, El abuelo, un libro de cuentos para niños, y La trágica ignorancia de España, donde expresaba su preocupación por los problemas de la enseñanza en la Península. En 1917 inició su actividad política participando en la agitación a favor de la Asamblea de Parlamentarios. A raíz de la represión que se produjo, tuvo que salir de Barcelona y se trasladó a Tortosa, donde entró en contacto y mantuvo relaciones con los republicanos del Partido Republicano Catalán, colaborando en la revista republicana La Lucha. El 13 de noviembre de 1917 fue detenido y procesado por un artículo que había publicado y que fue considerado injurioso por la Guardia Civil. Puesto en libertad provisional unos meses más tarde, se fue a París para exiliarse.
Acogiéndose a la ley de amnistía que fue decretada, regresó a Barcelona y se afilió a la Federación Catalana del Partido Socialista Obrero Español, la cual había aceptado en su programa el derecho de Cataluña a autogobernarse.
Después que las Cortes españolas denegasen el Estatuto solicitado por el movimiento nacional de los últimos años, a pesar de la intensa actividad de agitación que habían llevado a cabo los grupos de izquierda, Comorera, a causa de su participación en esta agitación y, para evitar ser detenido de nuevo, volvió a salir del país. Esta vez rumbo a Argentina. Una vez llegado a Buenos Aires ingresó en el Partido Socialista de Argentina y se incorporó a su comisión de prensa. Por esta razón colaboró regularmente en La Vanguardia, portavoz oficial de aquel partido. En la República argentina, Joan Comorera puso las bases de su formación política, y sobre todo, adquirió una gran experiencia como organizador.
Entre tanto en Cataluña, el PSOE volvió a hacer suyas las posiciones chovinistas de Prieto. Por esta razón muchos socialistas catalanes se desorganizaron. Buena parte de ellos constituyó más tarde, la Unión Socialista de Cataluña. Joan Comorera, puesto al corriente de la situación del socialismo catalán y de la creación de la USC, envió algunas colaboraciones a Justicia Social, órgano de la Unión, donde trataba principalmente de la actividad socialista en Argentina.
En 1926 publicó en La Vanguardia del Partido Socialista de Argentina un artículo de crítica a la política que Primo de Rivera llevaba a cabo en España desde que en septiembre de 1923 había implantado su dictadura. El artículo tuvo muy buena acogida entre los núcleos de españoles residentes en América Latina. Después que se produjo un golpe militar en Argentina, Joan Comorera, una vez más, hubo de huir para evitar ser apresado. Cruzó la frontera uruguaya para refugiarse en Montevideo. Durante su estancia en Uruguay, en España, la crisis de la monarquía había tocado fondo. Cuando, proclamada la República en 1931, Comorera volvió a Barcelona, Cataluña vivía el entusiasmo de haber recuperado la Generalitat. En este ambiente Comorera tomó contacto con sus antiguos compañeros y se incorporó inmediatamente a la Unión Socialista de Cataluña. Formó parte del primer Comité Ejecutivo que se reunió tras ser proclamada la República y poco después le fueron asignadas las responsabilidades de organización y propaganda. Al año siguiente, la Unión Socialista de Cataluña celebró su I Congreso, en el que Comorera fue elegido Secretario General. Aprobado el Estatuto de Autonomía por las Cortes de la República, Joan Comorera se presentó a las elecciones a diputados para el Parlamento de Cataluña. Ganó el acta de diputado por la provincia de Barcelona y, un año más tarde, en el primer Gobierno formado por Companys, ocupó la Consejería de Agricultura y Economía del Gobierno de la Generalitat.
Joan Comorera supo jugar a fondo, desde su Consejería de Agricultura, la carta del campesino. Precisamente en aquellos momentos se discutía la Ley de Contratos de Cultivo (de la cual la USC, y Comorera en particular, fueron ardientes defensores) y el movimiento campesino tomaba nuevas fuerzas.
El hecho de formar parte del Gobierno dio a Comorera una visión más aproximada de las contradicciones de la Generalitat con el Gobierno de la República. Por eso se mostró partidario de la insurrección del 6 de Octubre. La participación de la USC en los tres frentes en que se planteó la acción revolucionaria -el movimiento obrero, el movimiento campesino, la Generalitat- hizo que las posiciones moderadas dentro de la USC quedaran en minoría cuando condenaron la acción insurreccional y puso así al Partido dentro de la corriente de progresiva radicalización que se estaba operando dentro del socialismo europeo y español.
Comorera, con otros consejeros, fue detenido y juzgado en Consejo de Guerra por los acontecimientos del 6 de Octubre. Condenado a cadena perpetua fue trasladado al penal del Puerto de Santa María (Cádiz), junto a Companys y otros consejeros. En el penal, Joan Comorera entró en estrechas relaciones con los militantes comunistas que también estaban allí detenidos. La influencia que éstos ejercieron sobre él fue muy grande, como decisiva lo fue la declaración del VII Congreso de la Internacional Comunista. La nueva estrategia comunista de Frente Popular y de Partido Único de la clase obrera coincidían con las posiciones defendidas en aquellos momentos por la USC. A partir de entonces, Joan Comorera personalmente, desde la cárcel, se encargó de dirigir el proceso de unificación de las organizaciones políticas obreras catalanas.
En las elecciones del 16 de Febrero de 1936, Joan Comorera es elegido diputado, y el mes siguiente, junto con los otros detenidos, es puesto en libertad por la amnistía concedida por el Gobierno Popular. Volvió a ocupar la Consejería de Economía de la Generalitat, pero pronto dimitió, cumpliendo el acuerdo del Congreso de la USC, para dedicarse de lleno a la preparación del Congreso unificador. Se formó un Comité de Enlace con representantes de la Unión Socialista de Cataluña del Partido Catalán Proletario, del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Comunista de Cataluña. Comorera redactó la declaración de principios que habría de configurar el nuevo Partido y que fue aprobada sin ninguna enmienda por el Comité de Enlace. La declaración de principios redactada por Comorera proponía la unificación de los cuatro Partidos sobre la base del marxismo-leninismo, la adhesión a la Internacional Comunista, la organización según el principio del centralismo democrático, y la exclusión de los trotskistas. Se formó una comisión que, presidida por Comorera, se encargó de preparar la edición de Treball, el periódico que habría de ser el órgano del Nuevo partido unificado. El comienzo de la guerra el 18 de julio precipitó el proceso do unificación. El 23 de julio de 1936 el Comité de Enlace acordó la constitución formal del Partido. Se eligió un Comité Ejecutivo provisional y Comorera fue elegido Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña. Una vez fundado el PSUC, el Comité Ejecutivo se dirigió al PCE y al PSOE proponiéndoles que aceptaran la invitación de incluir cada uno de ellos un miembro en el Comité Central del PSUC y animándoles a formar el Partido único de la clase obrera española.
Durante la guerra el ascenso del PSUC en la vida política catalana fue muy grande porque las propuestas que el Partido realizaba ante los problemas que planteaba la compleja situación de la guerra, se adecuaban a las necesidades de las masas populares de Cataluña. Los tres aspectos en que se manifestaba más claramente la vida política, y a los que se dirigían principalmente las iniciativas del PSUC, eran la situación económica, la política militar y las relaciones del Gobierno de Madrid con la Generalitat. Ante las colectivizaciones de empresas que se generalizaron al comienzo de la guerra, Comorera, desde la Consejería de Economía propuso la formación de una Caja de Crédito Industrial que distribuyese los beneficios y las inversiones; él mismo fomentó la creación de cooperativas industriales, al lado de las de consumo que ya existían. En relación a la política militar, desde el primer momento el PSUC defendió la idea de constituir un Ejército Popular Regular de Cataluña, proyecto para el que creó la Escuela Popular de la Guerra y la Escuela de Comisarios, así como también organizó la División Carlos Marx que, capitaneada por Del Barrio, se convirtió en el embrión de este Ejército Popular. Igualmente fue constante la propuesta de crear una industria de guerra propia. Por último, su posición de principios ante el problema nacional se resumía en esta afirmación: Cataluña no puede ser libre si en España vence el fascismo, España no puede ser libre sin la ayuda de Cataluña.
En julio de 1937, el PSUC celebró su I Conferencia Nacional. La Conferencia corroboró los acuerdos tomados provisionalmente por el Comité de Enlace cuando constituyó el Partido, y Comorera fue confirmado en su cargo de Secretario General. Como Consejero de Economía, Comorera fue dos veces a Francia para gestionar posibles tratados comerciales, así como a la Unión Soviética con el fin de buscar ayuda económica para la República y para la Generalitat, y especialmente la maquinaria que era necesaria para dotar a Cataluña de una sólida industria de guerra. Conseguir construir una industria de guerra propia era uno de los objetivos principales de la política militar del PSUC, y la cuestión de su dirección fue precisamente uno de los aspectos en que se expresaron con más virulencia las contradicciones con el Gobierno republicano. Una vez trasladado el Gobierno de la República a Barcelona, y durante todo el año 1938, las controversias fueron todavía más grandes, y se manifestaron, entre otras cuestiones, en tomo al problema de la defensa de Barcelona. Joan Comorera repetía a menudo la necesidad de llevar a cabo una movilización general para construir fortificaciones en los alrededores de la ciudad. Al fin el Gobierno se decidió a decretarla, pero la primera quinta se había de incorporar a filas el 26 de enero de 1939, el día que las tropas fascistas entraron en Barcelona.
Una vez pasada la frontera, Joan Comorera llegó hasta París. Allí se reunió inmediatamente el Comité Central del PSUC para analizar las causas de la derrota de las fuerzas populares y las perspectivas de actuación política. Básicamente éstas consistían en reconstruir los organismos del Frente Popular en el exilio y, fundamentalmente, en trasladar al interior el grueso de las fuerzas del Partido, para continuar la lucha en la clandestinidad. Comorera con otros responsables del Comité Central del PSUC, se trasladó a Moscú donde asistió, con los dirigentes de la Internacional Comunista y con una delegación del PCE, encabezada por José Díaz, a las discusiones sobre las causas de la derrota de la guerra. La declaración que se publicó señalaba el mérito del PSUC durante los años del enfrentamiento bélico y lo reconocía como Sección Catalana de la Internacional Comunista. Jorge Dimitrov alabó el papel del PSUC, no sólo por su actuación durante la guerra, sino por lo que suponía de ejemplo y experiencia en la aplicación de la línea adoptada por el VII Congreso de la Internacional Comunista en relación a la directriz de constituir partidos únicos de la clase obrera en el marco de la política de Frente Popular Antifascista y de Frente Único del proletariado.
Al comenzar la II Guerra Mundial Comorera se trasladó a México, donde se encontraban muchos antifascistas que se habían exiliado al acabar la guerra española. En Francia, el PSUC había sido puesto fuera de la ley y se vio perseguido. Por eso tuvo que establecer su centro en América Latina y principalmente en México, mientras que los militantes del Partido en Europa se incorporaban a la lucha de resistencia contra el fascismo.
En 1942 el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista llegó a la conclusión de que habían desaparecido las condiciones que habían hecho nacer la Internacional. Fue publicada una declaración con las causas de su auto disolución. Entonces se planteó el problema de las relaciones con el PCE, sobre el cual la opinión de Comorera fue, insistentemente, la de mantener la unidad política del momento en la perspectiva de una unificación posterior, en un gran partido único de la clase obrera de España. Hoy -decía Comorera- somos dos partidos, orgánicamente independientes, que dirigen la lucha cada uno en su territorio y bajo su plena responsabilidad. Somos, sin embargo, dos partidos que en la acción se suman y somos uno pues tenemos la misma teoría, la misma línea política que forjamos en común, el mismo enemigo que hemos de aniquilar juntos y una clase obrera unida por los mismos intereses y por la misma línea histórica. Esta unidad inquebrantable entre los dos partidos hermanos es el mejor instrumento que hemos tenido a lo largo de nuestra durísima historia de partido en proceso de bolchevización. Hemos de velar por ella, impedir que nada le estorbe, que nada la debilite, que nada pueda retardar indebidamente la futura unidad orgánica. Hemos de comprender que el día en que, de acuerdo con las exigencias de la lucha, el Congreso de nuestro Partido acuerde la fusión orgánica, la formación del Partido Único marxista-leninista-stalinista de toda España, será el día más glorioso de nuestra vida y de nuestra historia: habremos creado las condiciones que nos permitirán marchar hacia la solución de nuestros problemas básicos, de clase y nacionales.
A primeros de 1945 la dirección del PSUC se trasladó nuevamente a Europa y Joan Comorera organizó el Secretariado del Partido en Toulouse; también desde esta ciudad se organizó la entrada de los núcleos de guerrilleros al interior del país. Comorera dirigió la reorganización del Partido en Francia, donde jugó un papel muy importante la organización de París que comenzó a preparar la edición de Lluita.
Por aquel tiempo, muerto ya José Díaz, el PCE iniciaba un proceso de autocrítica que culminó en octubre de 1948 en una reunión del Buró Político del PCE y a la que fueron invitados los dirigentes del PSUC y del PC de Euskadi. En esta reunión Vicente Uribe presentó un informe en el que se proponía una serie de cambios en la línea política: la disolución de las guerrillas, la orientación de no construir sindicatos clandestinos, sino de aprovechar el marco legal de la CNS como instrumento de la lucha reivindicativa, y se proponía la formación de una amplia alianza antifranquista que aglutinase a todos los sectores del país interesados en el cambio del régimen, fueran las que fueran las razones de este interés, para conseguir restablecer la democracia burguesa y realizar la revolución burguesa. Así planteada la cuestión, todo quedaba reducido a hacer del proletariado un apéndice de la burguesía y del imperialismo para restablecer la llamada democracia. Las elaboraciones teóricas que Comorera había hecho en los últimos años discrepaban totalmente de la propuesta del PCE en dos aspectos principales: el problema de las alianzas en la revolución democrática y el papel del problema nacional en la lucha por la democracia y el socialismo.
Joan Comorera partía de la tesis según la cual se había puesto claramente de manifiesto la imposibilidad de que se produjera una liberación nacional bajo el capitalismo, una vez que éste había alcanzado el estadio del monopolismo imperialista. La liberación nacional, decía, va directamente ligada a la liberación social, y ésta, en la etapa del capitalismo monopolista interesa a amplios sectores sociales, entre los cuales es necesario formar la alianza popular que ha de dar lugar a un régimen de democracia popular que resuelva el problema nacional y social. Las naciones en la defensa de su soberanía y del derecho inalienable a la autodeterminación, no tienen más que una salida: aniquilar en el ámbito nacional el capitalismo monopolista. Y añadía la soberanía nacional y el capitalismo monopolista son incompatibles y su consecuencia lógica: la recuperación de la soberanía por la nación presupone la previa liquidación del capitalismo monopolista, es decir, como primera medida, la nacionalización de los monopolios.
Al mes siguiente de aquella reunión, Comorera proponía un programa de democracia popular antimonopolista como alternativa inmediata al fascismo:
Nosotros, los obreros revolucionarios, los campesinos, los pequeño-burgueses, intelectuales progresistas, todos los patriotas, somos una parte integrante del campo imperialista y democrático, y nuestro deber es el de luchar por liberar al Estado español de las castas y clases que lo monopolizan; hemos de llevar a buen término la revolución democrática española... Y entendámonos, porque, hoy, hasta Franco se califica de demócrata. No podemos dejarnos deslumbrar por la democracia formal... Hemos de querer la forma y el contenido de la democracia. Hemos de arrancar las raíces de las castas parasitarias, hemos de echar del territorio al capital monopolista extranjero, hemos de liquidar los monopolios interiores, que son sus cómplices e instrumentos. Hemos de nacionalizar el suelo y el subsuelo, hemos de nacionalizar bancos y seguros, transportes y otros servicios públicos, la gran industria y el gran comercio. Hemos de liquidar el parasitismo terrateniente y entregar la tierra a los campesinos que la trabajan, hemos de asegurar una vida digna y libre de la opresión económica monopolizadora a la pequeña burguesía y al campesinado medio. Hemos de crear un verdadero ejército popular, un auténtico orden público popular, un régimen de igualdad absoluta entre los sexos y que asegure a la juventud a la infancia una perspectiva ilimitada de progreso y bienestar. Hemos de limpiar el Estado de los agentes y de los instrumentos de las castas y de los capitalistas. Hemos de reestructurar el Estado español para que, en línea federativa, obtengan realización plena los derechos nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia. Y para consolidar la revolución democrática, desarrollarla y marchar hacia el socialismo, hemos de exigir que el nuevo Estado español, surgido de la revolución española, sea dirigido por la clase obrera y las masas populares.
Comorera se quedó solo defendiendo sus tesis, no sólo en el seno del Buró Político del PCE, al que se había incorporado tras la reunión de octubre, sino también en la Secretaría del PSUC. La defensa consecuente de sus posiciones le valió pronto los epítetos de titoísta y de nacionalista pequeño-burgués. A partir de entonces Comorera dirigió todos sus esfuerzos a alejar al PSUC de la influencia revisionista del PCE, para después, él mismo, influenciar en la base del PCE. Pero, como hemos dicho, el Secretariado del PSUC estaba también de acuerdo con las posiciones conciliadoras del PCE. La discusión planteada se convirtió pronto en dura y agresiva, llegándose a barajar cuestiones personales. En aquel momento, Comorera dio por finalizadas las posibilidades de llegar a un entendimiento y decidió hacer uso de las atribuciones que le otorgaba el cargo de Secretario General, teniendo en cuenta, además, que era el único miembro de la dirección que había sido elegido por la Conferencia Nacional de 1937, y ratificado por los comités centrales posteriores. De manera que decidió excluir de la dirección del PSUC a todos aquellos que se habían mostrado partidarios de las tesis revisionistas defendidas por el PCE. En agosto de 1949 hacía público un comunicado en el que consideraba que la actual dirección no garantiza la independencia política y orgánica del Partido y por tanto era necesario proceder a la reorganización de un comité ejecutivo, órgano estatutario de nuestro Partido, tarea para la que contaba con la colaboración de un equipo de miembros del Comité Central. También publicó una nota en la que suspendía en sus derechos de militantes a tres de los miembros de la dirección. Pero éstos, inmediatamente, se constituyeron en la dirección del Partido, expulsando a su vez a Joan Comorera del PSUC. En noviembre, Comorera hizo pública una Declaración dirigiéndose a todos los militantes del PSUC, donde les exponía las nuevas posiciones del PCE y de los miembros del ex-Secretariado del PSUC y de las defendidas por él y otros miembros del Comité Central.
Por fin, Comorera resolvió trasladarse personalmente a Cataluña, para dirigir directamente la reconstrucción del Partido en el interior. Una vez en Barcelona se dedicó preferentemente a la confección de Treball, que él mismo redactaba y editaba en una ciclostil. Llegó a hacer 32 números, dedicados preferentemente a combatir las ideas conciliadoras y revisionistas del PCE y de los miembros expulsados del PSUC. Su detención por la policía en Barcelona en junio de 1954, gracias a la labor policiaca de los revisionistas, interrumpió sus actividades. Líster, muchos años después, en su libro Basta, dio un claro testimonio de la infame campaña difamatoria desplegada por Carrillo contra este dirigente proletario y de su delación a la policía. Dice así Líster comentando una conversación que sostuvo con Vicente Uribe:
Carrillo y Antón propusieron al Secretariado la liquidación física de Comorera. La propuesta fue aceptada y Carrillo encargado de organizar la liquidación. Carrillo designó dos camaradas para llevarla a cabo. Pero Comorera decidió marcharse al país. A través del informador que tenía entre la gente de Comorera, Carrillo conoció la decisión de aquél y luego el lugar de su paso por la frontera y la fecha. Carrillo envió a sus hombres a ese lugar para liquidar a Comorera al ir a cruzar la frontera. Pero Comorera, que se sentía en peligro y vivía con gran desconfianza, a última hora cambió de lugar y conocimos que había cruzado la frontera (la noche del 31 de diciembre de 1950) cuando ya llevaba 15 días en Barcelona. Ante la imposibilidad de la liquidación física -prosigue Líster- Carrillo, como buen especialista de las acusaciones y denuncias del más puro estilo policiaco y provocador, se dedicó a la destrucción moral por medio de calumnias infames. Dirigida por él se abrió en nuestras publicaciones y en nuestra radio una ofensiva de chivatería denunciando la presencia de Comorera en Barcelona.
En agosto de 1957, después de más de tres años de espera, tuvo lugar el juicio militar, en el que se le pedía la pena de muerte. Cuando le preguntaron si tenía algo que añadir dijo que: Como la soberanía viene del pueblo, los que se mantuvieron fieles a la República, fueron los únicos fieles a la nación. No vine a España huyendo del PCE, como se ha dicho injustamente, sino porque creí llegado el momento y la obligación moral de hacerlo. La sentencia definitiva condenó a Comorera a 30 años de prisión. Trasladado al penal de Burgos, murió el 7 de mayo de 1958, rodeado de los comunistas de todas partes de España que llevaban allí muchos años detenidos, y que describieron sus últimos momentos como llenos de confianza en el futuro democrático de nuestro país y de confianza en la victoria del socialismo. Moría el fundador del PSUC, un dirigente probado y destacado de la clase obrera y del pueblo catalán durante la Guerra Nacional Revolucionaria, enemigo de los revisionistas españoles que comenzaban a descomponer el comunismo.

Prólogo a la Primera Edición bilingüe de la Declaración

Organización de Marxistas Leninistas de España
septiembre de 1974

Para nuestra Organización, al igual que para toda persona que vaya comprendiendo el verdadero significado de la traición revisionista en España, que vea la urgente necesidad de reconstruir el Partido con su línea revolucionaria acorde con las nuevas condiciones y esté dispuesta a participar en esta gran tarea de alguna manera, no resulta fácil hacer algo tan importante para ello como es el recoger las experiencias y esclarecer la verdad de nuestro más reciente pasado histórico. La oligarquía financiera impuso y mantiene su dictadura terrorista, entre otras cosas, a fuerza de mantener sumidas a las masas populares en la mayor ignorancia y oscurantismo. Por otro lado, ha sido la banda que encabeza Carrillo la que, al tiempo que ha venido cometiendo sus fechorías, se ha cuidado muy bien de no dejar rastros haciendo todo lo posible para enterrar para siempre, a la vez de las gloriosas tradiciones revolucionarias de los pueblos de España, el tesoro que constituye la obra escrita que resume las experiencias de sus luchas. Esa ha sido una labor complementaria y esencial en su trabajo de liquidación, a fin de desarmar a las masas, impedir que resurjan de nuevo las luchas y su organización revolucionarias y tratar de que quedaran impunes sus crímenes. Pero todo será inútil. La verdad siempre se abre camino y no hay ninguna fuerza capaz de impedir que al mismo tiempo salgan a la luz las experiencias que han de servir de guía para los combates futuros.
El documento que publicamos a continuación, como se podrá comprobar, no obstante el tiempo transcurrido desde su aparición, tiene para nuestro movimiento un valor incalculable. Algunos aspectos de ese documento son dignos de destacar, sobre todo si se tiene en cuenta la relación que guardan con nuestros problemas y tareas actuales. Es una viva denuncia, denuncia clara e irrefutable de la actividad sistemática, llevada a cabo por Carrillo y su grupo como provocadores al servicio de la oligarquía, destinada a liquidar el Partido y a la eliminación de sus mejores hombres.
Naturalmente, esa labor de liquidación ha estado estrechamente vinculada con las cuestiones políticas. En la época en que Comorera escribe, su Declaración, no podía sospechar (al menos de una manera clara), que la ponzoñosa y criminal campaña lanzada contra él y otros revolucionarios por Carrillo y compañía, ligada a la liquidación del PSU de C, no era más que el primer paso que daban esos traidores en el camino de la total destrucción de la organización política revolucionaria del resto del proletariado de España y que ese primer paso estaba condicionado por el hecho de que eran Comorera y sus camaradas en Cataluña los que mantenían las posiciones políticas más justas en relación a la nueva etapa de la lucha de clases que se abría en España.
Un PSU de C revolucionario, firmemente afianzado en las posiciones marxista-leninista-stalinistas, tiraría por tierra los siniestros planes que venía preparando la camarilla carrillista.
Quien haya estudiado los documentos de nuestra Organización comprobará que con pequeñas diferencias de formulación y debidas a las nuevas condiciones, en ellos se marcan las mismas posiciones políticas y de organización que aparecen expuestas en la Declaración de Comorera. Ello supone para nosotros una demostración palpable de la razón que asistía a Comorera y del entronque de nuestra línea con la que debería haber seguido el Partido en aquel momento tan crucial. De ahí la extraordinaria importancia de este documento (que todos los militantes de nuestra Organización deben estudiar y sacar las debidas enseñanzas), y el que, pese a toda la inmundicia arrojada contra Comorera por los bandidos carrillistas, debamos elevar a este comunista a la altura que se merece como gran dirigente de la clase obrera y del pueblo de Cataluña así como de toda la clase obrera de España.
¿Cuántos casos parecidos a éste han sido sepultados? ¿Cuántos cientos de verdaderos cuadros revolucionarios, de verdaderos comunistas, han sido mancillados, llenados de barro, entregados a la policía o vilmente asesinados por defender la causa del pueblo y de su Partido por los mismos que ahora estrechan las manos ensangrentadas de las bestias fascistas? Algún día se sabrá toda la verdad y los canallas recibirán el castigo que se merecen.
En la época en que Comorera escribió su Declaración (cuyo relato, dicho sea de paso, nos trae a la mente el crimen cometido por los revisionistas en la Unión Soviética contra la obra y la personalidad de Stalin después de su muerte), en aquel entonces, decimos, para mucha gente podía quedar alguna duda. Pero ahora eso ya no puede suceder ni entre los más inocentes.
Continúa.

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