Sumario:
Prólogo a la Segunda Edición
Carta abierta a un separatista
Mientes Pere Ardiaca
Prólogo a la Primera Edición bilingüe de la Declaración
Organización de Marxistas Leninistas de España
septiembre de 1974
Para nuestra Organización, al igual que para toda persona que vaya
comprendiendo el verdadero significado de la traición revisionista en
España, que vea la urgente necesidad de reconstruir el Partido con su
línea revolucionaria acorde con las nuevas condiciones y esté dispuesta a
participar en esta gran tarea de alguna manera, no resulta fácil hacer
algo tan importante para ello como es el recoger las experiencias y
esclarecer la verdad de nuestro más reciente pasado histórico. La
oligarquía financiera impuso y mantiene su dictadura terrorista, entre
otras cosas, a fuerza de mantener sumidas a las masas populares en la
mayor ignorancia y oscurantismo. Por otro lado, ha sido la banda que
encabeza Carrillo la que, al tiempo que ha venido cometiendo sus
fechorías, se ha cuidado muy bien de no dejar rastros haciendo todo lo
posible para enterrar para siempre, a la vez de las gloriosas
tradiciones revolucionarias de los pueblos de España, el tesoro que
constituye la obra escrita que resume las experiencias de sus luchas.
Esa ha sido una labor complementaria y esencial en su trabajo de
liquidación, a fin de desarmar a las masas, impedir que resurjan de
nuevo las luchas y su organización revolucionarias y tratar de que
quedaran impunes sus crímenes.
Pero todo será inútil. La verdad siempre se abre camino y no hay
ninguna fuerza capaz de impedir que al mismo tiempo salgan a la luz las
experiencias que han de servir de guía para los combates futuros.
El documento que publicamos a continuación, como se podrá comprobar, no obstante el tiempo transcurrido desde su aparición, tiene para nuestro movimiento un valor incalculable. Algunos aspectos de ese documento son dignos de destacar, sobre todo si se tiene en cuenta la relación que guardan con nuestros problemas y tareas actuales. Es una viva denuncia, denuncia clara e irrefutable de la actividad sistemática, llevada a cabo por Carrillo y su grupo como provocadores al servicio de la oligarquía, destinada a liquidar el Partido y a la eliminación de sus mejores hombres.
Naturalmente, esa labor de liquidación ha estado estrechamente vinculada con las cuestiones políticas. En la época en que Comorera escribe, su Declaración, no podía sospechar (al menos de una manera clara), que la ponzoñosa y criminal campaña lanzada contra él y otros revolucionarios por Carrillo y compañía, ligada a la liquidación del PSU de C, no era más que el primer paso que daban esos traidores en el camino de la total destrucción de la organización política revolucionaria del resto del proletariado de España y que ese primer paso estaba condicionado por el hecho de que eran Comorera y sus camaradas en Cataluña los que mantenían las posiciones políticas más justas en relación a la nueva etapa de la lucha de clases que se abría en España.
Un PSU de C revolucionario, firmemente afianzado en las posiciones marxista-leninista-stalinistas, tiraría por tierra los siniestros planes que venía preparando la camarilla carrillista.
Quien haya estudiado los documentos de nuestra Organización comprobará que con pequeñas diferencias de formulación y debidas a las nuevas condiciones, en ellos se marcan las mismas posiciones políticas y de organización que aparecen expuestas en la Declaración de Comorera. Ello supone para nosotros una demostración palpable de la razón que asistía a Comorera y del entronque de nuestra línea con la que debería haber seguido el Partido en aquel momento tan crucial. De ahí la extraordinaria importancia de este documento (que todos los militantes de nuestra Organización deben estudiar y sacar las debidas enseñanzas), y el que, pese a toda la inmundicia arrojada contra Comorera por los bandidos carrillistas, debamos elevar a este comunista a la altura que se merece como gran dirigente de la clase obrera y del pueblo de Cataluña así como de toda la clase obrera de España.
¿Cuántos casos parecidos a éste han sido sepultados? ¿Cuántos cientos de verdaderos cuadros revolucionarios, de verdaderos comunistas, han sido mancillados, llenados de barro, entregados a la policía o vilmente asesinados por defender la causa del pueblo y de su Partido por los mismos que ahora estrechan las manos ensangrentadas de las bestias fascistas? Algún día se sabrá toda la verdad y los canallas recibirán el castigo que se merecen.
En la época en que Comorera escribió su Declaración (cuyo relato, dicho sea de paso, nos trae a la mente el crimen cometido por los revisionistas en la Unión Soviética contra la obra y la personalidad de Stalin después de su muerte), en aquel entonces, decimos, para mucha gente podía quedar alguna duda. Pero ahora eso ya no puede suceder ni entre los más inocentes.
Prólogo a la Segunda Edición de la Declaración
PCE(r), junio de 1978
El día 7 de mayo del presente año hizo 20 años que Joan Comorera murió en el penal de Burgos. Nuestro Partido ha aprovechado esta fecha para editar nuevamente su Declaración. La primera edición fue hecha en septiembre de 1974; desde entonces a esta parte, en tan corto espacio de tiempo, las cosas han cambiado mucho en España. Lo más importante de todo es que el movimiento de resistencia al fascismo ha crecido en una proporción como en aquellos momentos no podíamos imaginar. Para el movimiento comunista, destaca entre todos los acontecimientos, el que el Partido ha sido reconstruido. Para los que nos esforzábamos en aquellas fechas en poner en pie el Partido Comunista sacar a la luz un documento como la Declaración de Joan Comorera tenía una gran importancia. Porque era una muestra palpable de que el revisionismo no había realizado su labor liquidadora impunemente, sin la resistencia por parte de los verdaderos comunistas. Esto al mismo tiempo venía a reafirmarnos en lo que tanto, insistíamos, que los revisionistas eran gente de la peor especie; pues había quien dentro de las mismas filas antifascistas se negaba a reconocer el carácter traidor al movimiento obrero y popular que tiene el revisionismo; que quería ver en él una especie de fuerza democrática. La OMLE, primero, y el Partido, después, siempre mantuvieron una posición sin concesiones al respecto. Lo cual nos trajo no pocas críticas acusándonos de izquierdistas y sectarios; sin embargo, los hechos han venido a darnos la razón.Pero, además, los planteamientos que Comorera hace en su Declaración nos ratificaban en el camino emprendido desde hacía años, porque había una correspondencia entre éstos y las posiciones políticas que nosotros manteníamos, por lo que cuando decíamos que éramos los herederos de la mejor tradición revolucionaria y comunista, estábamos en lo cierto.
Después de su publicación nadie le dio importancia a la Declaración de Comorera. Sólo los camaradas y el reducido número de obreros que entonces estaban ligados a la Organización parecían dársela; analizando y discutiendo cada uno de sus puntos y las cuestiones que en ella se planteaban. Los comunistas de salón, ésos que siempre se consideran tan marxistas-leninistas, ellos no tenían nada que aprender; hasta su línea política la tenían elaborada al nacer. Su soberbia no les permitía reparar en este pequeño documento publicado por una pequeña organización. Tampoco nosotros la publicamos para este tipo de gente.
Pero la Declaración del camarada Comorera fue difundiéndose poco a poco entre determinados sectores de la clase obrera y algunos medios de la intelectualidad revolucionaria. El mismo folleto era leído por muchas personas, tal era el interés que despertaba el documento. La memoria de Comorera fue reavivándose, sobre todo, naturalmente, en Cataluña; los viejos comunistas y antifascistas lo recordarán como el forjador de la unidad de la clase obrera catalana y como el fundador del PSUC. Finalmente, el caso Comorera -como habría de denominarlo la prensa- saltará a la opinión pública en el verano de 1976 a través de las páginas de los periódicos y revistas. Los propios capitostes revisionistas catalanes contra los que Comorera dirige su Declaración y que habían participado directamente en su delación, como Pere Ardiaca, se vieron obligados a dar explicaciones a la misma base de su partido y a todo el pueblo; explicaciones que, desde luego, no convencieron a nadie, puesto que lo que intentaron fue echar tierra sobre el asunto, pero, desde luego, no lo han conseguido.
Para una mejor comprensión de la Declaración conviene que tengamos presentes una serie de aspectos en torno suyo. Antes que nada, hay que aclarar, que la Declaración fue encontrada por nuestros camaradas en la emigración. El original, un antiguo documento en catalán, estaba en manos de viejos comunistas que permanecieron fieles a Comorera y al marxismo-leninismo y que por eso habían sido totalmente aislados por la dirección del PCE y del PSUC en Francia.
La Declaración tiene un carácter de documento interno, que después, Comorera a fin de que las cosas quedaran bien claras, publicó para conocimiento de todos los militantes. Es una respuesta punto por punto a otra declaración que los revisionistas, que ya se habían encaramado a la dirección del PSUC, habían hecho contra él, atacándolo por su labor como Secretario General y denigrando su vida personal y familiar.
Sin embargo, a pesar de ser, en principio, un documento interno tiene un valor incalculable porque al tirar por tierra todas y cada una de las tergiversaciones y calumnias de los revisionistas, Comorera se remite a los principios del marxismo-leninismo, a la línea revolucionaria que hasta aquel momento había guiado la acción del Partido. El oportunismo a ultranza de sus detractores queda bien desenmascarado Para el joven movimiento comunista el documento de Comorera, aparte del testimonio de lucha antirevisionista que representa, ha sido muy esclarecedor porque ha arrojado mucha luz sobre cuestiones importantes: acerca del carácter de la revolución pendiente, sobre muchas cuestiones de nuestra Guerra Nacional Revolucionaria, indirectamente sobre la cuestión nacional, acerca de la fundación del PSUC, sobre, las relaciones PSUC-PCE, sobre la alianza obrero-campesina, etc.
Cuando Comorera hace su Declaración son momentos de una gran confusión dentro del PCE y del PSUC y del movimiento de lucha antifascista que se desarrollaba en todo el país. El gran dirigente comunista catalán era consciente de la situación tan grave en que el revisionismo estaba poniendo al movimiento comunista, por eso grita al final de la Declaración: Queridos camaradas: ¡Salvemos al Partido Único marxista-leninista-stalinista de la clase obrera, de los trabajadores de Cataluña! Sin embargo, lo que no podía quizás apreciar era la envergadura de la conspiración que se estaba tramando contra los dos Partidos. Por ejemplo, vemos cómo escribe varias cartas, según señala al final de la Declaración, a la dirección del PCE, solicitando que fuera el árbitro en las controversias del PSUC, cuando realmente donde estaba el verdadero cáncer revisionista era en la dirección del PCE, donde ya se habían instalado Carrillo y su banda. ¿Qué clase de arbitraje podía realizar esta gente? Naturalmente, el que hicieron, hundir a Comorera y apoyar a los elementos revisionistas del PSUC. Pero el Secretario General, como sabemos, no se arredró por esto, ni tampoco lo dudó mucho; algún tiempo después de escribir su Declaración ya estaba dentro de Cataluña para reorganizar el PSUC.
Es necesario, por tanto, situar la Declaración del camarada Comorera en el momento concreto en que se da, cuando las posiciones revisionistas aún no están suficientemente claras, sino que actúan en secreto, con todo tipo de subterfugios y con ataques aparentemente personales hacia los verdaderos comunistas. Ciertamente ya llevaban muy avanzada su labor de zapa, pero aún su acción no era demasiado abierta. De ahí la forma defensiva que Comorera da a su Declaración y no de ataque frontal contra los revisionistas y sus pretensiones. Joan Comorera precisamente comenzaría a ver las cosas más claras respecto al revisionismo poco después de hacer su Declaración; prueba de ello es la decisión que por su cuenta toma de regresar a Cataluña desde el exilio en Francia.
A partir de estos momentos, a comienzos de los años 5O, los hechos van a sucederse con más rapidez: los revisionistas inician su actuación abierta realizando la ofensiva final. En estas fechas, están liquidando la guerrilla antifascista, que hace ya más de un año ha sido oficialmente disuelta; pero una gran parte de los guerrilleros se niegan a soltar las armas ante la perspectiva que les ofrece Carrillo con su política de reconciliación que ya la tiene más que esbozada en las publicaciones del Partido y, sobre todo, en los hechos. Los carrillistas no sólo retiran todo apoyo a los guerrilleros, abandonándolos a la buena de dios en el monte, sino que además informan a la policía de sus enclaves; y en las ciudades chivatean de los lugares donde se mueven y esconden los dirigentes comunistas que se negaban a seguir su camino; no durarán en recurrir al crimen, como lo intentaron con Comorera; no escatimaron recursos ni repararon en medios para allanarse el camino hasta llegar a su V Congreso en 1956, en que los revisionistas consiguen hacerse con las cosas en sus manos y lanzar abiertamente su política de reconciliación nacional. No es casual que también en este año tuviera lugar el I Congreso del PSUC, aprobándose idéntica política, así como, no hay que olvidarlo, el XX Congreso del PCUS, donde los revisionistas en la Unión Soviética renegaron del marxismo-leninismo, condenaron al camarada Stalin y sacaron sus tesis oportunistas.
La Declaración del camarada Comorera es, además, una fiel muestra de cuales son los métodos revisionistas; de qué modo tan burdo tergiversan las palabras y planteamientos del Secretario General, cómo levantan calumnias, acusándolo de ladrón, imperialista, podrido nacionalista burgués... de todo lo peor, cuando no mucho antes sus propios detractores lo consideraban el clarividente dirigente comunista catalán. Pero Comorera sabe situarse en su sitio en todo momento y recurrir, cuando es necesario, a la autoridad que le confiere ser el Secretario General del Partido; la Declaración, también, es una muestra de cómo un honrado comunista, aún estando en inferioridad de condiciones, en franca minoría, es capaz de poner al descubierto todas las maniobras urdidas contra él y el Partido. Lo han hecho todo -dice Comorera- desde la coacción política a la intimidación familiar, pasando por las calumnias más monstruosas, con tal de provocar una reacción negativa, una exaltación personal en defensa de su honor de dirigente revolucionario, comunista, de la clase obrera y del pueblo de Cataluña. No lo han conseguido ni lo conseguirán, porque el Secretario General del Partido tiene los nervios sólidos, por voluntad propia, por el endurecimiento de más de 30 años de lucha revolucionaria, porque posee el derecho y la razón.
Por todo lo que se ha señalado la Declaración de Joan Comorera tiene un inapreciable valor histórico y político. Ahora, cuando muchos obreros avanzados están acudiendo al Partido, es un buen momento para hacer una amplia difusión de este documento, principalmente en Cataluña. Los camaradas, los simpatizantes y los amigos del Partido deben estudiarlo a fondo y discutirlo para sacar de él todas las enseñanzas que contiene.
Finalmente diremos que esta segunda edición ha sido mejorada añadiendo algunas partes complementarias que ayudarán a la comprensión de la Declaración: una amplia biografía de Joan Comorera y dos artículos publicados en Bandera Roja sobre el tema en 1976, así como una serie de documentos gráficos y de notas aclaratorias.
Carta abierta a un separatista
Carta de Comorera a Carbonell Puig
redactada el 3 de julio de 1942 en Mèxico D.F.
http://www.bib.ub.edu/fileadmin/bibs/pavello_republica/CEHI/Massip_01.pdf
Sr. J. Carbonell Puig
Santiago de Cuba
Distinguido compatriota:
El 28 de junio he recibido vuestra carta fechada el 8 del mismo mes. Quizás la causa de esto ha sido un censor español a sueldo del Gobierno cubano, que se dio el gusto de rellenar vuestra carta de ruines comentarios marginales. Por las tonterías que dice este individuo seguramente va a hacer nuestra gloriosa guerra a miles de kilómetros de distancia. ¡Bien servido está el Gobierno Cubano!
Me place que la lectura de la conferencia que di el pasado mes de febrero en la Agrupación de Amigos de Catalunya de México, os haya espoleado a escribirme. Nunca nos hemos visto y sería muy satisfactorio que, de este primer contacto postal, saliera algo útil a la causa de nuestro martirizado pueblo.
No pienso sin embargo recoger una a una vuestras objeciones, invitaciones y propuestas. En los documentos que os envío encontraréis la contestación adecuada. El primero es el texto de la conferencia que di el mes de marzo pasado a la Agrupación de Amigos de Catalunya, sobre el problema de las nacionalidades. El segundo es el texto del pacto de unidad PSUC, UGT, CNT, Unión de Rabassaires, firmado muy recientemente. Los dos textos se complementan. Son la teoría y la práctica que tenemos y empleamos por resolver nuestro problema nacional.
Sin embargo, quiero aprovechar la oportunidad que me habéis ofrecido para aclarar algunas cuestiones.
Primera cuestión: No es verdaderamente una obligación que un hijo de Catalunya que domine el idioma con tanta facilidad deba sentirse separatista. Aunque la premisa es agradable para mí, la conclusión no puede ser más absurda. Hay un parentesco entre la afirmación vuestra y el ajetreo de ciertos pseudointelectuales cuando leen el imperfecto catalán de un obrero que se esfuerza por hacerlo bien. ¡Vale más que lo dejemos correr!
Segunda cuestión: La hoja que publica vuestro Grupo, y en el cual usted colabora, nos trata neciamente, al PSU de C y a mí. Retuerce como le place nuestros argumentos. No sois en absoluto leales hacia el partido de la clase obrera catalana. Supongo que vosotros y vuestros amigos habéis sido sorprendidos por un señor Miquel Ferrer, un separatista recalentado de última hora. ¿Ya sabéis quién es este sujeto, al cual habéis ofrecido las columnas de vuestra publicación y por la palabra del cual nos tratáis a menudo con grosería tarambana? En pocas palabras lo diré. Ferrer fue secretario general de la UGT catalana y miembro dirigente del PSU de C. Hoy es un traidor, un trotskista, uno de tantos agentes nazi-fascistas, camuflado de separatista y ultra-revolucionario.
El enemigo que teníamos en nuestras filas fue descubierto en el momento supremo de nuestra lucha. La madrugada del 26 de enero del 1939 nos reunimos en el Casal Carles Marx, de Barcelona, las direcciones del PSU de C, UGT y JSU de C a fin de analizar la situación y tomar acuerdos. La situación era, verdaderamente, espantosa. Los Gobiernos de la República y de la Generalitat hacía días que habían salido de Barcelona y las direcciones de los partidos y organizaciones de España y Catalunya, menos la dirección del Partido Comunista de España que estuvo con nosotros hasta el último momento, también; el ejército teórico que debía defender Barcelona estaba constituido por divisiones esqueléticas, agotadas por 34 días de combates incesantes, sin descanso ni posibilidad de relevo, contra un enemigo inmensamente superior en número y en armamento, era insuficiente por cubrir el vasto perímetro de la ciudad, los aviones y los cañones antiaéreos fueran retirados el 24 y los aviones alemanes e italianos volaban tocando casi las azoteas de Barcelona, impunemente; las fuerzas de asalto y carabineros, que podían ser un buen refuerzo para un ejército impotente, se fueron la misma madrugada del 26; los moros habían ocupado la montaña de Sant Pere Mártir el atardecer del 25 y otros cuerpos del ejército fascista avanzaban sobre Mataró amenazando con cortar la única carretera de salida. A nuestra disposición no teníamos más que unos cuadros sindicales, grupos de militantes viejos, un núcleo fuerte de mujeres y de jóvenes socialistas unificados de abnegación sublime y de heroísmo sin igual.
Todo el resto, aun la población obrera útil, estaba en el ejército. Reunidas las tres direcciones discutieron que era preciso hacer. Todo el mundo opinó lo que quiso, y, por unanimidad, se aprobó esta proposición: quedarse en Barcelona mientras hubiera un soldado por defenderla.
Ferrer asistió a la reunión y votó como los otros. Acabada la reunión cada uno se fue al sitio de combate que le correspondía. Ferrer, traicionando el acuerdo y sus deberes de secretario general de la UGT, huyó vergonzosamente a Girona. Hizo más todavía. Reunió unos cuántos secretarios de federaciones que lo esperaban, les dijo que se había tomado el acuerdo de marchar todos inmediatamente y se los llevó con él, privando así a la dirección del PSUC de los hombres que más debían servir en el desarrollo del plan de trabajo aprobado por tal de ayudar al ejército en la defensa de Barcelona. A pesar de todo, nosotros, cumplimos con nuestro deber. salimos de Barcelona a las 4 de la tarde del día 26 con los últimos soldados de la República, cuando los fascistas estaban ya en las Ramblas. La bandera catalana, la de consejero de Catalunya que yo traía en el coche va ser la última en pasar por las calles de Barcelona invadida. En la angustia inmensa de aquella hora tuvimos al menos, este consuelo. A los 22 días de pasar la frontera, se reunió cerca de París el CC del PSU de C. El CC juzgó la conducta de Ferrer y, unánimemente, acordó su expulsión por cobarde y desertor y por traidor a la clase obrera y a Catalunya. He aquí un adelanto de la biografía de vuestro indeseable corresponsal.
Tercera cuestión: Yo no soy separatista. Soy internacionalista. Por lo tanto, no puedo en absoluto hacer lo que me pedís. Si fuera separatista, tampoco lo haría. Entiendo que para todos los catalanes, separatistas o no, hay hoy una cuestión previa a resolver: el aniquilamiento de Franco y Serrano Suñer, de los pistoleros falangistas y de los invasores alemanes.
Si esta cuestión previa no es resuelta, vosotros que sois separatistas ¿veis la manera de lograr la independencia de Catalunya? Esta cuestión previa, específicamente propia, nos plantea otra: la derrota de Hitler y Mussolini, del nazi-fascismo. Las cuestiones previas nos señalan nuestra conducta, el camino a seguir, la máxima concentración de nuestro esfuerzo, mientras nuestra ideología no sea fascista, o injerta de fascismo: hacerlo todo por contribuir al aplastamiento inmisericorde del nazi-fascismo, justo es decir, combatir sin treguas ni reservas el franquismo, el régimen títere, cómplice, que se amparó de un Estado del cual formamos parte, os guste o no. Honradamente no puede ser otra nuestra aportación a la lucha universal contra el nazi-fascismo. Honradamente quiero creer que este será vuestro criterio, porque no sois uno de tantos cuentistas que nos hablan de las trincheras universales y cósmicas para huir de la única trinchera nuestra y bien nuestra; la catalana, la trinchera de todos los pueblos hispánicos.
Usted que es separatista ¿cree que Catalunya sola, aislada, escabrosa, se basta para derrotar el franquismo, para convertirse, mediante el propio y único esfuerzo, en un paraíso rodeado de pueblos uncidos por el terrorismo franquista?
¿No comprende que cuanto más nos aisláramos, cuanto más nos peleáramos con los otros pueblos hispánicos que sufren lo mismo que nosotros el régimen criminal de Franco, más fortaleceríamos a Franco y sus cómplices, el amo de todos ellos, Hitler? Usted que es separatista, ha de aceptar la necesidad histórica: para vencer, para liberarnos del régimen franquista, hemos de unirnos todos los catalanes, hemos de unir Catalunya a todos los pueblos hispánicos, sumar TODAS LAS VOLUNTADES ENEMIGAS DE FRANCO Y SERRANO SUÑER, DEL NAZI-FASCISMO.
ÚNICAMENTE así podremos en un órdago de fuerza inquebrantable expulsar esa gentuza de pistoleros y asesinos que codicia la destrucción física de nuestra patria, cumplir con nuestro deber en la lucha a muerte contra el nazi-fascismo que llevan la Unión Soviética, Inglaterra, EEUU y otras potencias aliadas. Por eso es por lo que nos esforzamos ya hace casi un año. En esta unidad de combate nadie debe renunciar a la propia ideología.
Debemos buscar que con la victoria de la democracia TODAS nuestras ideologías tengan las mismas oportunidades de extenderse y, si queréis, de triunfar. Debemos buscar que las condiciones políticas de Catalunya, de España, restablecida la legalidad republicana, la legalidad estatutaria, nos permitan a TODOS, no en el EXILIO sino en nuestro hogar, luchar por el logro de nuestro supremo ideal. Los sidrals desbravados, la cobardía moral de quienes usted y yo conocemos bien, pueden sentir el triste placer de hacer los gigantes, los tartarines sin sustancia ni gracia en sus torres americanas, en las horas libres que los dejan sus afanes de agachupinamiento. ¿Qué puede esperar Catalunya, de estos individuos que ya están separados de ellos por la distancia y por la mezquindad espiritual y de corazón? Si usted es un separatista consciente, combatiente, y el hecho de vuestra reacción al leer mi conferencia lo demuestra, dejaréis la palabrería a los parlanchines para uniros a nosotros en el combate que llevamos contra el peor verdugo que nunca haya podido tener Catalunya.
Y una cuarta cuestión: Los diplomáticos de secano han estado muy alborotados en estos últimos tiempos. Al oído y a gritos han engañado a catalanes ingenuos. Se habían colgado de las pequeñas ramas de los grandes árboles de Londres y Washington. Todo lo tenían arreglado, aunado. Los catalanes no hacía falta que nos preocupáramos, no tenían nada más que hacer que esperar bien sentados el milagro, el secreto del cual tenían en el bolsillo nuestros ilustres maquiavelos de cartón. Día vendrá, nos decían, que las potencias democráticas victoriosas se sentarán en torno a la mesa para dictar las nuevas tablas de la ley universal, y Catalunya podrá estar satisfecha de si misma, y el mundo entero exigirá, impondrá nuestra independencia nacional. Todo se ha ido ahora a pique. La realidad única en la cual nos apoyábamos y nos apoyamos es hoy clara para todo el mundo. El pacto anglo-soviético ha limpiado el horizonte de nieblas y de infundios. Inglaterra y la Unión Soviética han firmado un pacto de unidad, económico y político, de una duración mínima de 20 años.
Se comprometen a librar la humanidad de la peste nazi-fascista, a liberar los pueblos uncidos por el nazi-fascismo y cómplices de él, a no anexionar territorios ajenos y a no INTERVENIR en la política interior de los pueblos liberados.
Cada pueblo, pues, deberá resolver por sí mismo y con plena soberanía sus problemas, su régimen futuro. Los catalanes tendremos que resolver nuestro problema nacional en el cuadro del Estado español del cual somos parte. Y no puede ser de otra manera. Así ha sido siempre. Así es hoy. Y es bueno que sea así y que se haya aclarado para todos. Siendo esta la viva realidad, usted que es separatista, ¿por dónde piensa que hemos de ir, qué medios hemos de emplear por resolver el problema nacional? No tenemos otra alternativa que ésta: la fuerza o el acuerdo. ¿Contra el Estado español, tendría Catalunya la fuerza en hombres, en armas, en riqueza, en decisión, para separarse y proclamarse un Estado independiente? La pregunta se responde sola. Vos lo habéis respondido antes de ser formulada. Catalunya tendría el derecho pero nunca la fuerza para hacerlo prevalecer, ¿entonces? No nos queda, por suerte, otro camino que el del acuerdo con todos los pueblos hispánicos. No es cierto que el entendimiento sea un absurdo imposible. Mucho menos cuando el problema no está en la separación a priori intransigente. El separatismo es un ideal vuestro pero nadie puede decir que sea el ideal de Catalunya. El problema consiste en que Catalunya, con la victoria sobre Franco, pueda ejercer libremente su derecho inalienable de autodeterminación.
Con el ejercicio de este derecho Catalunya podrá manifestar o no su voluntad de separarse. Nosotros estamos convencidos de que Catalunya, de poder manifestarse libremente, resolvería continuar en la comunidad de pueblos hispánicos con una personalidad nacional reconocida y aceptada, y con facultades propias. Si usted que es separatista acepta, al final de un proceso, la solución voluntaria confederal, por qué no debe creer que los otros pueblos hispánicos tendrán la misma capacidad de comprensión y de realización de un ideal que las realidades históricas que hemos vivido y vivimos exaltan constantemente? Hace falta, pues, no que nos separemos, sino que nos acercamos a los partidos y organizaciones españoles. Hace falta que nos acercamos fraternalmente, cordialmente, para buscar un clima de convivencia y de comprensión que nos dará el fruto codiciado. Cuanto más viva y nacional sea la unidad de los catalanes, más apretados los lazos con las nacionalidades oprimidas por el Estado español, más combativa la fraternidad de armas con el pueblo español en la lucha a muerte contra el enemigo común, mejor y más fácilmente resolveremos nuestro problema nacional. Por esto nosotros, con plena responsabilidad y conciencia de nuestro deber hacia Catalunya, queremos la Alianza Nacional de los Catalanes, la unidad de Catalunya con TODOS los pueblos hispánicos, somos miembros fundadores activos de la Unión Democrática Española.
Tenía interés en aclarar estas cuestiones, aprovechando la ocasión que habéis querido darme, porque pertenezco a un Partido Catalán que quiere resolver DE VERDAD, y no para el año 3000, sino en el tiempo que estamos, el problema nacional de Catalunya, Euzkadi y Galicia.
Podéis hacer de esta carta el uso que os plazca.
Os saluda cordialmente.
Joan Comorera
[Ese mismo julio de 1942 Comorera envió la carta a ese miembro de ERC junto a otra dirigida al PCE en la clandestinidad titulada Josep Díaz i el problema nacional]
Mientes Pere Ardiaca
Fernando Arenas
Bandera Roja, núm. 15, 2ª Época, septiembre de 1976
Pere Ardiaca, en unas recientes declaraciones hechas a la revista Mundo, con motivo del 40 aniversario del PSUC,
se ha referido al caso Comorera de una forma algo distinta a como lo
hacía en el pasado. El judas ha hablado porque ya no le es posible
callar. Pero lo ha hecho, como veremos, para seguir ocultando la verdad
histórica y la traición de la actual dirección del PSUC hacia la clase obrera de Cataluña.
Por otra parte han sido necesarios 25 años y que la prensa legal
publicara el informe de Comorera dirigido a los comunistas y a toda la
clase obrera, para que este llamado dirigente del PSUC
haya tenido que referirse a lo que él llama los errores de Comorera y
de paso ocultar la forma criminal en que los revisionistas trataron a
este hombre honorable, comunista honrado e indoblegable dirigente de la
clase obrera.
Parece como que Ardiaca, en nombre de la dirección del PSUC, ha hecho una autocrítica de los errores pasados. Sin duda deben encontrarse ahora con grandes dificultades para justificarse ante la masa de los militantes de su Partido. En realidad Ardiaca no ha pretendido hacer otra cosa que echar tierra sobre este asunto y renovar sus viejos ataques contra Comorera y contra la justa línea marxista-leninista que él preconizaba. Si la actual dirección del PSUC está tan segura de su honradez y democratismo, como afirman; si fueran sinceros ¿por qué no publican la Declaración de Comorera y no abren un debate en su propio partido?, ¿por qué no dicen que fueron ellos, los López Raimundo, los Ardiaca, los Carrillo, etc., los que entregaron a Joan Comorera a la policía después de fracasar en su intento de asesinarle? Nada de eso han hecho ni harán, como es lógico, porque sobre la traición y la calumnia desatada contra Joan Comorera ellos han liquidado al Partido de la clase obrera de Cataluña; porque ha sido ocultando a los militantes de base del PSUC la Declaración de Comorera como ellos han llevado a la degeneración ideológica al PSUC, para llevarlo finalmente a la colaboración abierta y activa con el fascismo. ¿Y cómo, si hacen lo que proponemos podrían esos señores seguir engordando a costa de la clase obrera?
Ardiaca atribuye a Comorera en su declaración a la revista Mundo el error de querer imitar lo que sucedía en las democracias populares, le acusan de preconizar una política de unidad en la que no podían estar de acuerdo y consideraban que no era correcta. Pero ¿cuál es, en qué consiste esa política de unidad con la que los revisionistas no podían -ni podrán estar jamás de acuerdo? Ardiaca no dice nada, no explica esa política ni tampoco se atreve a contraponerle la que los revisionistas practican a fin de dejar bien claras las cosas. A los revisionistas nunca les ha interesado aclarar las cosas porque su papel consiste en confundir y engañar a los obreros. El mismo Comorera dice en su Declaración que este problema acerca de la política de unidad a seguir era la cuestión más esencial que se planteaba entonces en el Partido y que ello explica el alboroto levantado contra él por los carrillistas a fin de evitar la discusión y clarificación de aquel problema en el seno del Partido. Pero, como vemos, este problema continúa sin estar claro para la mayor parte de la gente aunque Comorera lo deja meridianamente claro en su Declaración.
Después de acabar la guerra, y en vista de la ausencia de una verdadera burguesía nacional, Comorera comprendió que la única política justa de alianza a seguir por el Partido de la clase obrera consistía en apoyar y fomentar la lucha de los campesinos y las capas bajas de la burguesía urbana y no, como propugnaban los carrillistas, y han llevado últimamente a cabo, la unidad con los monopolistas y el pacto con el gobierno fascista. Queda claro pues, la diferencia esencial que, ya por entonces, separaba a los verdaderos comunistas de la cuadrilla de estafadores y criminales que usurparon la dirección del Partido sirviéndose de la calumnia y otros métodos tan viles como el asesinato.
En esto estriba toda la diferencia entre Comorera y los recién llegados por entonces al Secretariado del Comité Central, miembros cooptados recientemente en base a las intrigas que ya por entonces comenzaba a desarrollar Santiago Carrillo. Por este mismo motivo es completamente falsa la acusación que hace Ardiaca en la misma revista, según la cual Comorera había formado un Comité Ejecutivo por su cuenta para expulsarlos a ellos de la dirección. El mismo Ardiaca reconoce en su declaración que Comorera, y con Comorera otros fieles comunistas, fueron expulsados de la dirección del Partido, y fueron expulsados por esos mismos elementos que nunca tuvieron nada que ver con el Partido ni con la obra realizada. ¿Cómo se puede expulsar a quienes nunca han estado? Comorera defendió una línea justa y una dirección legítima que había puesto en sus manos la clase obrera de Cataluña. Por este motivo, éstos que se quieren hacer pasar ahora por pacifistas y demócratas, intentaron asesinarle; y como no lo lograron optaron por denunciarlo y entregarlo a la policía fascista. Esta es la pura verdad.
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