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Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

jueves, 19 de abril de 2012

Rosa Luxemburgo (1871-1919) - ( y II )

Sumario: 
 — El imperialismo y la acumulación de capital
— La ruptura con Kautsky
— Renace Espartaco
— La fundación del Partido Comunista alemán
— El águila del proletariado internacional

El imperialismo y la acumulación de capital

En 1906 el SPD crea una escuela para la formación ideológica de los obreros, en la que Luxemburgo se encargará de impartir lecciones de economía. Para ello redacta un esbozo, que no se conserva íntegro y cuyos restos se publicaron en forma de libro titulado Introducción a la Economía Política, donde expone con gran sencillez los fundamentos que Marx había desarrollado en El Capital para que pudieran ser comprendidos por los cuadros del partido y los agitadores sindicales. En 1913 se editó su libro La acumulación de capital, su obra teórica más importante y uno de los análisis clave del imperialismo moderno que, una vez más, suscitó una viva y violenta reacción de los jefes de la socialdemocracia alemana, viéndose ella obligada, a su vez, a defenderse escribiendo, ya en la cárcel, la Anticrítica.
El núcleo de la argumentación de Luxemburgo parte de los fundamentos que ya expusiera antes en Reforma social o revolución: el consumo determina la producción; como los capitalistas no consumen toda la plusvalía, esta acumulación engendra un subconsumo que no encuentra salida porque carece de demanda solvente; este subconsumo sólo se puede compensar con las ventas en el mercado exterior, en áreas al margen del capitalismo; por tanto, el capitalismo es un sistema económico que sólo puede funcionar si coexiste con regiones no capitalistas, porque la producción no encuentra compradores ni entre los obreros (ya que estos realizan el capital variable) ni entre los capitalistas (ya que éstos consumen sólo la parte de la plusvalía que no se acumula); hacen falta otras clases sociales situadas al margen de esas dos que completen la demanda; una vez que el capitalismo se extienda tanto que no tenga regiones vírgenes precapitalistas ni tampoco terceras personas que completen la demanda, se producirá el derrumbe. La causa del colapso, por tanto, es la la limitación de los mercados.
Luxemburgo, en realidad, está describiendo el proceso de expansión capitalista, la acumulación originaria de capital que se desarrolla a costa de las formas de producción precapitalistas, de la ruina de la pequeña producción agrícola y artesanal. En ella la coexistencia de esos dos modos de producción no se verifica necesariamente fuera de las fronteras, porque es posible la expansión interior, cuando existen regiones a las que aún no ha llegado el capitalismo. Desde el momento en que se agotan esos mercados precapitalistas, Luxemburgo no es capaz de explicar el funcionamiento del capitalismo, por qué éste se hunde irremisiblemente. Por eso su teoría es, a la vez, una teoría del imperialismo ya que no concibe el capitalismo sin esa búsqueda angustiosa de regiones vírgenes, sin burgueses ni proletarios, que le permitan sobrevivir. Las contradicciones del capitalismo le impelen a salir fuera de las fronteras, e incluso fuera del capitalismo mismo.
En estas ideas radica la fuente inspiradora de las modernas teorías tercermundistas del imperialismo. Lo que Luxemburgo demuestra es la imposibilidad del capitalismo, no su desmoronamiento. Es una posición similar también a las que se dieron entre los populistas rusos y que Lenin ya había criticado años antes. A pesar de que Luxemburgo critica expresamente a populistas, incurre en sus mismos errores: las salidas exteriores son imprescindibles, así como otras clases sociales al margen del proletariado y la burguesía.
Para Luxemburgo es imprescindible una expansión del mercado para proseguir con la acumulación. En la polémica de Kautsky contra Tugan-Baranovski y Hilferding, que habían defendido la ley de Say, Luxemburgo reconoce expresamente que su opinión en este punto es la misma de Kautsky.
Luxemburgo parte de un error muy común en aquella época entre la socialdemocracia: partir de los esquemas de la reproducción capitalista del Libro II de El Capital y tomarlos por un modelo del funcionamiento real del capitalismo. Pero esos esquemas parten del supuesto simplificador de que no existe el mercado exterior y, por tanto, no se puede pretender demostrar a partir de ellos que el mercado exterior es imprescindible. Por otro lado, en dichos esquemas Marx supone también que los intercambios se producen por su valor y que no existen transferencias encubiertas de valor a través de los precios de producción, que no obstante resulta característico del comercio internacional.
Afirma que el capitalismo llegará la bancarrota por dos vías: bien porque la expansión capitalista reduce cada vez los sectores no capitalistas y, en consecuencia, impide la acumulación, bien porque sin esperar a ese momento, el proletariado se levantará y acabará con el régimen del capital. Como afirma muy acertadamente, la lucha de clases es un mero reflejo ideológico de la necesidad histórica objetiva del socialismo, que resulta de la imposibilidad económica objetiva del capitalismo al llegar a una cierta altura de su desarrollo.

La ruptura con Kautsky

En 1910 se produce un grave altercado con Carlos Kautsky, que se negó a publicarle en artículo sobre la huelga general en Neue Zeit por censura de la dirección del SPD. El tema volvía ser tabú para los reformistas e incluso Kautsky, que había alabado antes el criterio de Luxemburgo, escribió un artículo criticándola de manera desairada. Otros medios socialdemócratas también se negaron a publicarlo. Luxemburgo rompe la relación personal y familiar que le unía a la familia Kautsky y, por supuesto, rompe políticamente con éste de manera definitiva, abriendo las tres alas del SPD: la revisionista, la revolucionaria y la centrista, en la que se instaló definitivamente Kautsky como un renegado del movimiento obrero. En esta polémica con Kautsky, aunque indirectamente, intervino también Lenin que, como ya había sucedido antes con Plejanov y Engels, tomó partido contra Rosa Luxemburgo, aunque no tardaría en darse cuenta de su error y rectificó públicamente. Luxemburgo fue la primera dentro del movimiento obrero en apercibirse de las torcidas posiciones que comenzaba a tomar Kautsky. La traición abierta de los revisionistas se estaba fraguando ya...
Alemania comenzaba a entrar abiertamente en la pugna colonial con las grandes potencias en Marruecos, los Balcanes y otras regiones del mundo, para lo que desató también el militarismo y el rearme de sus tropas. Luxemburgo comenzó a estudiar en profundizar las cuestiones militares y a escribir artículos contra una guerra ya previsible a todas luces.
La campaña contra ella arreció, no sólo en los medios más reaccionarios, sino también en las propias filas del SPD. Cuando preparaban a toda prisa una guerra de las más carniceras de la historia, Luxemburgo era presentada por la prensa como la polaca sanguinaria. Se le abrió un primer juicio por incitación a la insubordinación de las tropas. En el juicio dio muestras de valentía y arrojo: no se defendió sino que comenzó a acusar al belicismo alemán. El fiscal pidió un año de prisión y el encarcelamiento inmediato; la revolucionaria le espetó que si al fiscal le pidieran un año de cárcel huiría, pero ella no iba a echar a correr: podían encarcelarla o hacer con ella lo que quisieran porque no claudicaría jamás de sus convicciones.
Su condena levantó una oleada de indignación y sus conferencias estuvieron más concurridas que nunca. Se iniciaba así la denuncia del militarismo, el rearme y la guerra imperialista.
Publicó otro artículo sobre los malos tratos que los oficiales y mandos del ejército propinaban a los soldados, y se le abrió un nuevo proceso por injurias al ejército. Al juicio se presentaron 30.000 familiares de soldados que estaban dispuestos a acreditar la veracidad de los malos tratos. Esta vez no les quedó más remedio que retroceder...
En su denuncia del militarismo Rosa Luxemburgo encontró a un aliado fiel, uno de los pocos parlamentarios del SPD que se unió estrechamente a ella para siempre en la lucha: Carlos Liebknecht, hijo de Guillermo Liebknecht, uno de los fundadores de la socialdemocracia alemana. Carlos Liebknecht era abogado y había dirigido la sección juvenil de la Internacional. Ya en 1906 había publicado un libro dedicado a la juventud titulado Militarismo y antimilitarismo. Al año siguiente fue condenado a un año y medio de cárcel por alta traición, algo que no se conocía desde hacía décadas en Alemania, lo que le dio un enorme prestigio. A la salida de la cárcel se incorporó a la dirección del SPD y fue elegido diputado en 1908.
Había otro punto de unión clave entre Luxemburgo y Liebknecht: el internacionalismo. Carlos Liebknecht trabajaba clandestinamente para los bolcheviques desde Alemania y defendió a los presos políticos rusos en el famoso proceso Königsberg, que se convirtió en una espectacular acusación pública de los bolcheviques contra la autocracia zarista. Se movía con un pie en los tribunales y los escaños parlamentarios y otro en la clandestinidad.
Para su rearme, Alemania necesitaba incrementar los presupuestos de guerra en el parlamento, por lo que el SPD no tardó en demostrar su colaboracionismo con los militaristas y votó a favor de ellos. Liebknecht votó también a favor, obligado por la dirección del partido.
Evidentemente la situación era intolerable. Lenin hacía ya diez años que había roto con los oportunistas, pero los revolucionarios alemanes seguían manteniendo una unidad ficticia. La Internacional había dejado de existir de hecho. ¿Qué clase de internacionalismo era ese que llamaba a los obreros a asesinar a sus compañeros de clase en nombre de los apetitos coloniales de la burguesía? La unidad no se podía mantener, había que empezar a denunciar ya al propio SPD y crear una organización verdaderamente revolucionaria.
Hubo una segunda votación parlamentaria sobre el mismo tema para ampliar los presupuestos militares, y esta vez Liebknecht se quedó sólo con su voto contrario, de pie sobre su escaño, todo un símbolo. Pero símbolo de aislamiento entre los medios burgueses y bandera de lucha, al mismo tiempo, en las calles: había alguien que estaba dispuesto a enfrentarse al chovinismo feroz y a la carnicería.
En 1914 los dos revolucionarios crean el Frente Revolucionario Antibelicista y al año siguiente Luxemburgo comienza la edición de una revista al margen del partido: La Internacional. En torno a ella se agrupan los cuadros más honestos de la socialdemocracia, los revolucionarios inquebrantables, los militantes fieles hasta el final: Clara Zetkin, Carlos Liebknecht, Franz Mehring y León Jogiches, entre otros.
Pero la reacción prohibe La Internacional, del que no se difunde más que su primer número, y cuando el 19 de febrero de 1915 Rosa Luxemburgo se apresta para acudir a Holanda para participar en una reunión internacional de mujeres en compañía de Clara Zetkin, es detenida una vez más.
En prisión comienza la redacción los folletos Junius, criticados por Lenin, así como la Anticrítica, una respuesta a quienes habían criticado su libro La acumulación de capital. Pero arrojó algo a la cabeza de un carcelero y fue sometida a aislamiento, incomunicada y nuevamente condenada por ello. En julio es detenida también Clara Zetkin y, con Liebknecht en el frente, el movimiento contra la guerra imperialista aparece descabezado.

Renace Espartaco

En enero de 1916 el sector antimperialista del SPD se agrupó como facción dentro del partido socialdemócrata bajo el nombre de Espartaco, en memoria del jefe de la rebelión de los esclavos romanos. Un mes después Rosa Luxemburgo sale de la cárcel y redacta La crisis en la socialdemocracia, que se publica clandestinamente con el nombre de Junius. Indudablemente la socialdemocracia estaba crisis, pero Luxemburgo seguía sin comprender la necesidad de crear un partido nuevo. Seguía confiando en poder trabajar desde dentro de la socialdemocracia.
Reintegrada a la lucha revolucionaria, los espartaquistas convocan una manifestación contra la guerra el Primero de Mayo en Berlín. Fue la primera demostración de oposición a la guerra. Se había dado el primer paso, pero durante la celebración de la misma, la policía detuvo a Liebknetcht. En medio de un gran escándalo y numerosas luchas, el Parlamento concedió el suplicatorio para que pudiera ser juzgado por un tribunal militar, que le condenó a cuatro años de cárcel. Sus palabras ante los verdugos merecen ser recordadas: Ningún general vistió nunca el uniforme con tanto honor como voy yo a vestir ahora el traje de presidiario. Los revolucionarios alemanes seguían dando muestras de coraje y determinación de seguir en la lucha ante el final.
El 10 de julio vuelve a ser detenida Rosa Luxemburgo y, tras ella, Franz Mehring, el anciano dirigente socialdemócrata, amigo de Marx y Engels. Con ellos van a prisión también numerosos militantes espartaquistas, quedando el trabajo de la facción a cargo de León Jogiches, hasta que fue a su vez detenido en marzo de 1918.
Esta vez Luxemburgo no tendría juicio y permanecería indefinidamente secuestrada y trasladada de una cárcel a otra. En esa situación le llega el eco de Octubre y escribe una obra La revolución rusa de la que sólo se conservan algunos fragmentos, publicados bastantes años después de su muerte. En ella encontramos expuestas muchas de las ideas que compartía con los leninistas y sigue atacando a los reformistas, que consideraban que la Revolución de Octubre era algo puramente nacional, un fenómeno local exclusivo de Rusia:
El partido de Lenin fue el único que comprendió el mandamiento y el deber de un partido auténticamente revolucionario, el único que aseguró el avance de la revolución gracias a la consigna: todo el poder al proletariado y al campesinado. De esta forma han conseguido resolver los bolcheviques la cuestión famosa de la ‘mayoría del pueblo’, que atormenta como una pesadilla a los socialdemócratas alemanes. Discípulos fervientes del cretinismo parlamentario, se limitan a aplicar a la revolución las trivialidades de su casa cuna parlamentaria: si se quiere conseguir algo, hay que tener primero la mayoría. Lo mismo sucede con la revolución: primero tenemos que ser una ‘mayoría’. Sin embargo, la verdadera dialéctica de la revolución invierte el sentido de esa banalidad parlamentaria: no es la mayoría la que lleva a la táctica revolucionaria, sino la táctica revolucionaria la que lleva a la mayoría. Únicamente un partido que sabe dirigir, o sea, impulsar hacia delante, se gana a los seguidores en su avance [...] Los bolcheviques han mostrado poseer todo el honor y la capacidad de acción revolucionarios que han caracterizado a la socialdemocracia europea; su sublevación de octubre no ha sido solamente una salvación real de la revolución rusa, sino que ha sido, también, la salvación del honor del socialismo internacional.
Mientras tanto, en las calles la euforia inicial chovinista fue dejando paso a la desmoralización, al descontento, a las manifestaciones y a las huelgas. Fruto de esas primeras luchas espontáneas, se promulga el 20 de octubre una amistía que permite a Liebknecht abandonar la cárcel, mientras Luxemburgo continuó en ella, ya que no había sido juzgada ni condenada. La marina se amotinó y estalló una huelga general. En Kiel se constituó el primer consejo de obreros y marinos de la flota de guerra, hasta que el movimiento insurreccional, empujado por el entusiasmo de la revolución rusa, se generaliza y llega a Berlín. El emperador abdica, el gobierno dimite y la socialdemocracia llega al poder para sofocar la rebelión y lograr que los obreros vuelvan a las fábricas. Desde la clandestinidad, Liebknecht se precipita y proclama la República socialista. Algunas cárceles son asaltadas; Jogiches es liberado por los obreros a punta de bayoneta y también Luxemburgo sale de su reclusión el 8 de noviembre.
A ella y a sus compañeros les quedaban sólo dos meses de vida y el estado de salud de Luxemburgo se había agravado preocupantemente, lo que no le impidió incorporarse a la lucha: Espero morir en mi puesto, en una batalla callejera o en una prisión, había dejado escrito. Los espartaquistas asaltan tres periódicos burgueses y en sus rotativas comienzan a editar de nuevo Bandera Roja el 18 de noviembre, con Luxemburgo como redactora-jefe.
Pero la socialdemocracia se reunió pronto con los jefes del ejército para diseñar el aplastamiento de la insurrección por la fuerza de las armas. No escatimaron ningún medio, desde la guerra sicológica en la prensa burguesa hasta el armamento de bandas de mercenarios y criminales. El 6 de diciembre la reacción pasó a la ofensiva: 200 mercenarios asaltaron la redacción de Bandera Roja y las manifestaciones comienzaron a ser tiroteadas. Al día siguiente Liebknecht fue detenido y cuando iba a ser asesinado logró escapar de sus captores.
Aún logró reunirse el Consejo de Obreros y Soldados el 16 de diciembre, pero en lugar de lanzarse al asalto del poder, se plegaron a las próximas elecciones. El contraste con la Revolución de Octubre no podía ser más llamativo. ¿Qué estaba fallando en Alemania? ¿Qué la diferenciaba de Rusia? La única diferencia estaba clara: en Alemania no existía un partido bolchevique, la vanguardia, y quienes debían construirlo no habían comprendido su necesidad. Este fallo condujo al fracaso de la revolución y a la muerte de quienes habían cometido tan grave error.

La fundación del Partido Comunista alemán

Lejos de constituir un partido, Espartaco era un conglomerado de comités locales agrupados al calor de la Revolución de Octubre y en torno a la lucha contra la guerra imperialista. No era ese Estado Mayor de la revolución, esa tropa disciplinada capaz de ponerse a la cabeza del movimiento y conducirlo a la victoria. Cuando en 1917 Kautsky fundó el Partido Socialdemócrata Independiente, Espartaco se unió a él como facción con su propio programa y su prensa. Seguían a remolque de los reformistas, amarrados a una organización que también formaba parte del gobierno reaccionario burgués. Cuando los espartaquistas exigieron la celebración de un nuevo Congreso y los cabecillas socialdemócratas se negaron, actuaron por su cuenta: convocaron el Congreso y junto con un grupo próximo a los bolcheviques, crearon el KPD, el primer Partido Comunista, aunque también distaba mucho mucho de constituir realmente una verdadera organización comunista cohesionada.
Era ya el 29 de diciembre de 1919, la reacción había pasado a la ofensiva y a los dirigentes del nuevo partido les queaban sólo unos pocos días de vida. Los obreros estaban armados pero no estaban organizados ni entrenados para la lucha militar. La reacción asaltó la prensa revolucionaria y la sede del KPD, mientras señalaban a voces a los jefes de la insurrección para justificar su eliminación, ofreciendo una gran recompensa económica a quien los asesinara. Junto a Jogiches detuvieron a una militante a la que confundieron con Rosa Luxemburgo y la amenazaron claramente de muerte. Tanto Luxemburgo como Liebknecht fueron avisados del inminente peligro pero se negaron rotundamente a abandonar y a huir. Liebknecht pronunció una palabra, que luego se ha hecho famosa: ¡Trotzalledem!, ¡Adelante a pesar de todo!
Los acontecimientos se precipitaban. El 15 de enero fueron detenidos Carlos Leibknecht y Guillermo Pieck y, poco después, Rosa Luxemburgo. Los tres fueron trasladados al hotel Eden de Berlín. De ahí, a culatazos, Liebknecht fue introducido en un vehículo que tomó la carretera hacia la cárcel de Moabit, deteniéndose en un tramo osucuro y solitario de la misma. Le sacaron casi inconsciente del vehículo y le dispararon a quemarropa asesinándolo. Luego llevaron su cadáver a un centro asistencial donde lo dejaron como desconocido. La prensa dijo que murió al tratar de huir.
También a Rosa Luxemburgo la sacaron del hotel poco después y le destrozaron el cráneo de dos culatazos. Moribunda, su cuerpo fue arrojado dentro de un vehículo; otro mercenario le propinó un tercer golpe en la cabeza con su fusil y un teniente le dio el tiro de gracia, siendo su cadáver arrojado al Landwehrkanal, donde fue enconrado bastantes semanas después. La prensa dijo que había sido linchada por la multitud.
Pieck logró huir y continuó la lucha hasta fundar la República Democrática Alemana. Pero Mehring, el veterano dirigente del proletariado alemán, no pudo superar la noticia y falleció. El 10 de marzo León Jogiches murió de los disparos de un carcelero al tratar de huir, dijo la prensa reaccionaria.
El camino al nazismo estaba abierto. La socialdemocracia había creado el precedente y enseñó el método para acabar con la revolución: asesinar a los dirigentes del proletarado, encarcelar a los más rebeldes, torturar e infundir pánico. La casa de Rosa Luxemburgo fue saqueada por la tropa y sus escritos arrojados a la hoguera. Cuando su cuerpo no había aparecido, los obreros aún confiaban en su regreso, en que aparecería viva para insuflarles nuevos ánimos y orientarles en sus batallas. Pero sólo apareció su cadáver horriblemente martirizado.
Luxemburgo, Liebknecht, Jogiches, Mehring... son sólo los nombres más conocidos, los que abrieron el camino. Con ellos cayeron en las calles miles de obreros insurrectos, fusilados sin contemplaciones por mercenarios a sueldo de un burguesía ávida de riquezas. Otros muchos inauguraron los primeros campos de concentración, pero todavía hay una pintada en los muros de los barrios obreros alemanes que es muy comun: ¡Trotzalledem! Demuestran así que toda la sangre vertida no ha caido estérilmente y que otros han tomado el relevo en la lucha por una sociedad distinta, sin explotación y sin opresión.

El águila del proletariado internacional

Rosa Luxemburgo es la mujer cuyo papel en la lucha y en la elaboración teórica del comunismo ha sido más importante dentro de la historia del movimiento obrero internacional. Su extraordinaria inteligencia, empuje y capacidad -hablaba once idiomas- fueron razones para que pronto destacara como uno de los principales dirigentes de la socialdemocracia internacional. Consagró su vida a la educación internacionalista del proletariado a través de artículos de prensa, conferencias, escuelas obreras e impresionantes discursos, en los que destacó como una agitadora brillante y apasionada. Sus escritos son una aguda defensa sin concesiones de la revolución proletaria y de la honestidad en el compromiso con el proletariado. Lenin se refirió a ella como una representante destacada del proletariado revolucionario y del marxismo sin falsificaciones en su artículo, escrito en 1920, Una contribución a la historia de la cuestión de la dictadura. Con gran emoción Lenin escribió sobre ella: Aunque las águilas precipitándose desde lo alto, puedan volar más bajo que las gallinas, éstas por más que desplieguen sus alas, nunca pueden llegar a las nubes. Efectivamente, ninguno de los numerosas escritos de Rosa Luxemburgo son banales o superficiales; en todos ellos resplandece su propia personalidad, en todos ellos está acuñada su originalidad y su profundidad. Por eso desprenden una luz distinta y en ellos siempre se aportan puntos de vista novedosos, distintos, singulares.
En su obra Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo, escrita en 1931, Stalin hizo el siguiente balance de la revolución en Alemania:
Naturalmente los izquierdistas en Alemania no tienen sólo en su haber serios errores. Hay también en su haber grandes y serios hechos revolucionarios. Me refiero a sus múltiples méritos y acciones revolucionarias en las cuestiones de política interior y, particularmente, de la lucha electoral, en las cuestiones de la lucha parlamentaria y extraparlamentaria, de la huelga general, de la guerra, la revolución de 1905 en Rusia, etc. Precisamente por esto los bolcheviques les tomaban en consideración como izquierdistas y les apoyaban, les empujaban adelante. Pero esto no desmiente, ni puede desmentir que los socialdemócratas de izquierda de Alemania tenían, al mismo tiempo, la contrapartida de múltiples errores políticos y teóricos graves; que no se habían liberado aún del lastre menchevique y necesitaban, por lo tanto, la crítica más severa por parte de los bolcheviques.
Las divergencias entre Rosa Luxemburgo y los bolcheviques se pueden resumir en cuatro apartados:
— la concepción del partido comunista como vanguardia y estado mayor del proletariado para impulsar la revolución
— en Rosa Luxemburgo no existe la noción del imperialismo como una etapa superior del capitalismo
— en Rosa Luxemburgo no existe el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas
— a diferencia de los bolcheviques, los espartaquistas alemanes tampoco tuvieron en cuenta al campesinado como fuerza revolucionaria.

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