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Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

viernes, 8 de junio de 2012

Mao Zedong (1893-1976) ( IV )

Sumario: 
 — El movimiento de las cien flores
— El gran salto adelante
— Los tres años negros
— La lucha contra el revisionismo soviético
— La revolución cultural
— La diplomacia triangular
— Reseñas biográficas

El movimiento de las cien flores

En la primavera de 1956, el Partido Comunista de China inicia la denominada campaña de las cien flores, cuyo objetivo era doble: — desatar la energía creativa de las masas obreras y campesinas por medio de una poderosa campaña propagandística destinada a desarrollar las fuerzas productivas del país.
— ganarse el apoyo de los técnicos, profesionales e intelectuales, en su mayoría procedentes de la burguesía, de los que la República Popular no podía prescindir ni en la economía ni en la administración pública.
En buena parte los intelectuales eran expresión de los intereses de la burguesía nacional y, en consecuencia, la campaña de las cien flores no era más que un medio para integar por medio de la persuasión a esa burguesía a la tarea de desarrollar las fuerzas productivas. Por su origen burgués, los ingenieros e intelectuales eran reticentes a incorporarse a esa iniciativa y, además, entre las masas existía un sentimiento bastante generalizado de recelo en su contra.
El mantenimiento de muchos viejos burgueses y burócratas en las empresas y en la administración pública, con sus viejos métodos coactivos de funcionamiento, había desmoralizado a los obreros y campesinos, decayendo su entusiasmo por la revolución. Mao llegó a sostener: Los intelectuales son los más ignorantes, todos los grandes resultados intelectuales fueron el producto de jóvenes relativamente instruidos y la admiración por la tecnología es un fetichismo. Pero al mismo tiempo era necesario atraérselos y no parecía posible conjugar ambos objetivos.
Por otro lado, a mediados de enero de 1956 el Partido Comunista convocó una conferencia, advirtiendo que la vanguardia se estaba desvinculando peligrosamente de amplios sectores obreros y campesinos. Los cuadros comunistas se habían plegado sobre sí mismos, se habían aislado de las masas hasta el punto de evitar e incluso rechazar cualquier clase de crítica proveniente del exterior. A causa de ello debían recurrir con excesiva frecuencia a métodos burocráticos que crearon malestar, especialmente entre los intelectuales, los profesionales y los técnicos. En esa misma línea, el Diario del Pueblo retomó el problema el 21 de marzo.
Concluida a finales de 1955 la colectivización de la agricultura, el Partido Comunista consideró que era necesario el apoyo de los científicos y de los ingenieros para llevar a cabo la industrialización. Mao sostenía que la persuasión había logrado formar profesionales leales a la revolución y que se podía confiar en ellos para contribuir al desarrollo de las fuerzas productivas. Zhou Enlai propuso algunas reformas para lograr su colaboración. En particular, sostuvo que se les debía dar más autoridad, que sus puntos de vista debían ser respetados y sus investigaciones debían ser tomadas en cuenta. Mao acogió estas ideas de Zhou Enlai y el 2 de mayo anunció en un discurso la campaña Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas.
El movimiento contó con el apoyo de las masas y, en particular, de los campesinos, resentidos por las ventajas de los habitantes de las ciudades. Sin embargo, no estuvo bien dirigida; como reconoció Mao, se acentuó la tarea de incorporar a los intelectuales más que en la de su reeducación (1). Una parte de la burguesía aprovechó la situación para atacar a la revolución. Como dijo Mao, en la críticas a la República Popular, junto a las flores perfumadas aparecieron también -inevitablemente- las hierbas venenosas. No había manera se separar una cosa de la otra, las protestas honestas y sinceras de los ataques infudados, las calumnias y la manipulación.
A ello se unió el clima internacional creado por los revisionistas soviéticos tras el XX Congreso del PCUS, momento de debilidad que el imperialismo aprovechó para desatar una ofensiva contra todos los países socialistas que causó levantamientos en Polonia y Hungría. También en China algunos científicos cuestionaron la autoridad del Partido Comunista y las masas para dirigir la planificación económica, e incluso la necesidad de establecer un control sobre la natalidad. En China, al igual que en la Unión Soviética, las críticas más duras contra la burocracia y el Partido Comunista, aparecieron en los periódicos oficiales. En las revistas chinas Literatura Popular y Estudios Literarios, se publicaron relatos en los que se describía la vida de jóvenes comunistas que se enfrentaban a los burócratas apáticos e ineficientes, en su afán por mejorar las condiciones de vida de los obreros y campesinos pobres. Se incitaba a los jóvenes escritores chinos a que hurgaran en la historia del país para que vieran cómo en el pasado se habían superado las normas obsoletas y los modelos caducos.
El 8 de junio el Partido Comunista tuvo que lanzar un contraataque descalificando a los derechistas. Este abrupto cambio de política también se debió, en parte, a las crecientes dificultades económicas que se atribuyeron a los efectos negativos de la reacción derechista, que desmoralizó a las masas. Los principales responsables fueron destituidos de sus cargos y más de 700.000 personas fueron enviadas al campo para ser rehabilitados políticamente.
En consecuencia, desde sus mismos orígenes se pusieron de manifiesto los problemas que plantea la construcción del socialismo en un país atrasado como China en donde confluyen la necesidad de lograr la democracia y la liberación nacional con el subsiguiente avance hacia el socialismo. Los países capitalistas avanzados cuentan con experiencia, tecnología y toda clase de recursos económicos, mientras que los más atrasados parten casi de cero y deben contar casi exclusivamente con la movilización de las masas obreras y campesinas. Esto únicamente se puede lograr impulsando la revolución, que lejos de resultar un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, como la presenta la burguesía, es su mejor acicate. Sintetizando este principio, durante la revolución cultural se acuñará la expresión empeñarse en la revolución y promover la producción como dos tareas que deben caminar estrechamente unidas.
Durante la campaña de las cien flores volvía a aparecer la burguesía nacional. En China siempre se habló de 1949 como del momento de la liberación más que como el momento de la revolución y por eso, tras la liquidación del colonialismo y el feudalismo, la burguesía nacional vio reforzada su importancia política, presentándose en 1956 bajo un aspecto técnico y cultural. Tanto en la economía como en la administración pública los cuadros ingenieros y profesionales procedentes de la burguesía nacional estaban desempeñando una función protagonista. La revolución no podía prescindir de ellos pero tampoco podía admitir que siguieran en sus puestos sin realizar cambios en su manera de funcionar.
La campaña de las cien flores demuestra también el énfasis que comenzaba a poner el Partido Comunista de China en los estímulos ideológicos, lo que, a su vez, ponía de relieve la pobreza de recursos económicos y tecnológicos para construir el socialismo en los países atrasados. En muchos de sus discursos Mao hizo énfasis en que más importante que la energía eléctrica era la energía humana. Le gustaba citar en sus escritos el famoso cuento del viejo loco que había decidido desplazar a las montañas con la sola fuerza de sus brazos. Consideraba que para avanzar no se necesitaba sólo la tecnología o el apoyo externo. El ingenio y la sabiduría popular también debían ser un acicate para lograr realizar los proyectos más ambiciosos.
Como ya se había demostrado en la Unión Soviética, la emulación es un poderoso estímulo revolucionario porque pone ante las masas el ejemplo de sus elementos más conscientes y adelantados como un modelo a seguir. Pero además China promovió el igualitarismo como otro de los factores ideológicos movilizadores de la iniciativa de los obreros y campesinos, especialmente importante cuando la situación atraviesa por mayores dificultades y sólo el sentimiento de compartir y soportar las penalidades entre todos permite superarlas, eliminando completamente el derroche y el lujo. El igualitarismo es una concepción muy arraigada que históricamente aparece en todas las sociedades entre las masas más oprimidas y explotadas como una honda aspiración. La revolución china supo incorporar ese sentimiento milenario a su acervo ideológico porque, además, tenía también una clara raigambre confuciana, en donde la insistencia en la moral, la virtud, la humildad, la austeridad y la sencillez era muy relevante. Por eso los comunistas chinos pusieron al Ejército Popular de Liberación como patrón de comportamiento (vida sencilla, lucha dura) que, a su vez, se había creado sobre la base de los campesinos más pobres. En las obras más difundidas en la República Popular es fácil advertir ese componente ético que tanto sorprende a los burgueses occidentales. El libro rojo de Mao recopiló principalmente las máximas de comportamiento y actitud individual de los comunistas esparcidas por sus distintas escritos y la obra de Liu Shaoqi Para ser un buen comunista (2) tiene ese mismo carácter.
El igualitarismo choca frontalmente con la estricta división del trabajo impuesta por el capitalismo, que requiere la especialización, mientras Mao insistió siempre en acabar con la separación entre el hombre y la mujer, el campo y la ciudad, el trabajo manual y el trabajo intelectual.
Una de las características de la revolución china fue la preeminencia de la educación sobre la represión. Mao siempre puso el énfasis en la importancia de la autocrítica, por encima de la crítica, de la pedagogía, por encima de la disciplina, defendiendo la necesidad de realizar un trabajo de reeducación con toda clase de personas, sin necesidad de recurrir a los medios coactivos. Esto lo resumió en su idea de tratar la enfermedad para salvar al paciente (3) y consideró que fue eso lo que había logrado la integración del emperador en el seno de la República Popular, lo que le dio ocasión de afirmar lo siguiente:
Se puede cambiar a las personas. Pero no se debe emplear la fuerza, sino que es preciso provocar que se despierte uno mismo. Pero no se debe ejercer presión ni fuerza. Dicen los americanos que realizamos lavados de cerebro, pero yo, hasta hoy, no se cómo se puede lavar un cerebro... (4)
Si eso se había logrado con el emperador, podían alcanzarse idénticos resultados con toda clase de personas, incluida la burguesía nacional. Dado que la edificación socialista es un proceso consciente en el que las masas están dirigidas por el partido comunista, los factores ideológicos desempeñan un gran papel y, desde luego, los estímulos espirituales deben primar sobre los materiales. Pero no son suficientes sino que, necesariamente, tienen que ser complementados por otro tipo de factores de tipo político, administrativo e incluso militar pues, de lo contrario, la dictadura del proletariado no sería necesaria, así como tampoco ninguna forma de Estado. El principio de tratar la enfermedad para salvar al paciente es correcto, en líneas generales, si bien no siempre es posible separar la enfermedad del paciente porque el paciente es la enfermedad; en otras ocasiones la enfermedad exige intervenciones quirúrgicas y extirpaciones que pueden resultar dolorosas y traumáticas. La intención de reducir al mínimo el recurso a la violencia es laudable, sobre todo en un país que salía de una guerra de liberación nacional seguida de una guerra civil.
Equivocadamente, esta línea pacífica y pedagógica de Mao se presenta como un desarrollo de la tesis marxista-leninista de la continuación de la lucha de clases bajo el socialismo pero, en realidad, es su negación más evidente porque toda lucha de clases es pacífica pero también violenta, de manera que cuando no se pretende recurrir a la violencia, o bien se cae por la pendiente del revisionismo, o bien no se considera necesario porque tampoco se está edificando el socialismo. En última instancia, esto condujo a la revolucion china a un callejón sin salida.
El 27 de febrero de 1957 Mao, en su discurso Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo desarrolló su teoría acerca de la continuación de la lucha de clases bajo el socialismo. Según Mao, bajo el socialismo seguían existiendo contradicciones y antagonismos de distinto tipo pero el conflicto era inevitable: La dictadura democrática popular presupone dos métodos. Con los enemigos, se emplea la dictadura, es decir, durante el tiempo que sea necesario, no se les permite tomar parte en las actividades políticas, y se los obliga a acatar las leyes del gobierno popular y a dedicarse al trabajo físico para que, por este medio, se transformen en gente nueva. Con el pueblo, por el contrario, se emplean métodos democráticos y no coercitivos, es decir, se le garantiza su participación en las actividades políticas y, en vez de obligarlo a hacer esto o aquello, se realiza un trabajo de educación y persuasión con métodos democráticos. Este trabajo de educación es el trabajo de auto-educación en el seno del pueblo, y su método fundamental lo constituyen la crítica y la autocrítica. El problema consiste en el empleo continuo de la expresión pueblo, que es ajena al marxismo-leninismo que se expresa básicamente por medio de las clases sociales. Además había un segundo problema: determinar en cada momento quién forma parte del pueblo, qué clases y sectores sociales y, por consiguiente, quién es el enemigo sobre quien hay que descargar los golpes. Poco antes de la revolución, en junio de 1949, Mao consideraba a la burguesía nacional como parte integrante del pueblo:
¿Qué se entiende por pueblo? En China, en la presente etapa, por pueblo se entiende a la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional [...] Queda sólo la burguesía nacional; en la etapa actual ya podemos emprender un considerable trabajo educativo entre muchos de sus componentes. El pueblo tiene en sus manos una poderosa máquina estatal y no teme la rebelión de la burguesía nacional [...]
La burguesía nacional es de gran importancia en la actual etapa. Aún tenemos frente a nosotros al imperialismo, enemigo muy feroz. La industria moderna de China todavía representa sólo una parte muy reducida del total de la economía nacional. Por el momento no se dispone de estadístcas fidedignas, pero a juzgar por algunos datos, el valor de la producción de la industria moderna, antes de la Guerra de Resistencia contra el Japón, sólo constituía aproximadamente el 10 por ciento del valor global de la producción de la economía nacional. Para hacer frente a la opresión imperialista y elevar su economía atrasada a un nivel más alto, China debe utilizar todos los elementos del capitalismo de la ciudad y del campo que sean beneficiosos y no perjudiciales para la economía nacional y la vida del pueblo, y debemos unirnos con la burguesía nacional para una lucha común. Nuestra política actual es limitar el capitalismo, y no destruirlo. Pero la burguesía nacional no puede desempeñar el papel dirigente en la revolución, ni debe ocupar el puesto principal en el Poder estatal. La razón de ello reside en que su posición social y económica determina su debilidad; esta clase carece de perspicacia y de valor suficiente, y muchos de sus componentes tienen miedo a las masas (5).
En consecuencia, las contradicciones entre -al menos- una parte de la burguesía y el proletariado en China no tenían por qué ser antagónicas, por lo que contra ella no cabía el empleo de métodos coercitivos. Debían ser discutidas de manera abierta y resueltas por métodos democráticos de debate, crítica y educación. Esta actitud respecto a la burguesía nacional no era temporal, como parece indicar Mao, sino toda una estrategia a la que nunca se le dio fin. Así, ocho años más tarde, cuando Mao publicó Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, a pesar de la victoria de la revolución de nueva democracia en 1949 y de la supuesta inauguración de la etapa de revolución socialista, Mao seguía aludiendo a la existencia de dos tipos diferentes de burguesía y consideraba que si bien la la burguesía burocrática formaba parte del enemigo, no sucedía lo mismo con la la burguesía nacional, que formaba parte del pueblo. En consecuencia, afirmaba Mao, las contradicciones de los obreros con la burguesía nacional no tenían carácter antagónico:
En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene un doble carácter. En el periodo de la revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador. En el periodo de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional difiere del imperialismo, la clase terrateniente y la burguesía burocrática. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional, que es una contradicción entre explotados y explotadores, es de suyo antagónica. Sin embargo, en las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre las dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no antagónica y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre las clase obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción entre nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir, si no aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía nacional, o si ella no acepta esta política nuestra (6).
A comienzos de la década de los sesenta Mao seguía sosteniendo aún más claramente idénticas posiciones. La política de reeducación está por encima de la lucha de clases:
Después de la Liberación, la burguesía nacional se ha visto obligada a sumarse a la vía de la transformación socialista [...] Esta serie de cambios forzó a la burguesía nacional a avanzar progresivamente en el camino de la transformación [...] Por lo que se refiere a nuestra política con respecto de los capitales nacionales, consiste en atraerlos hacia nostros para poderlos contener mejor (7).
Mao calculaba el peso de la burguesía nacional en un 20 por ciento, frente a la burguesía burocrática, que había sido derrotada en 1949. Con los burgueses patrióticos sólo cabía adoptar medidas pacíficas; por eso, debían ser indemnizados, seguir obteniendo beneficios y se debía implementar una gestión mixta entre el Estado y los propietarios de las empresas, de modo que, según Mao, con esta pequeña cantidad de dinero podemos comprar a una clase entera (8). La burguesía nacional se había visto obligada a sumarse al socialismo tras la liberación: Todas estas medidas -concluye Mao- les hicieron comprender que si aceptaban la transformación podían seguir manteniendo una determinada posición y desempeñar un determinado papel en los terrenos económico y cultural (9). Lamentablemente Mao no concretaba qué papel podía seguir desempeñando la burguesía nacional en la China de los años sesenta, pero no estaría muy alejado del que ya venía desempeñando. En China muchos de los capitales expropiados en 1949 siguieron siendo gestionados por sus antiguos propietarios como directores, administradores o gerentes, y lo mismo sucedía en los altos cargos de la administración pública y en el sistema educativo, como reconoció Mao:
Una parte considerable de nuestros ministros, viceministros, jefes de departamentos y cuadros de nivel provincial proceden de familias de terratenientes, campesinos ricos o campesinos medios acomodados; los venerables padres de algunos de ellos son terratenientes que todavía están privados de derechos electorales [...] Según muestra una investigación hecha en Pekín, la mayoría de los estudiantes de nuestros centros de enseñanza superior son hijos de terratenientes, campesinos ricos y burgueses, así como de campesinos medios acomodados, en tanto que los procedentes de familias obreras o familias de campesinos pobres y campesinos medios inferiores constituyen apenas un 20 por ciento (10).
La campaña de las cien flores estaba dirigida a contar con la colaboración de este sector en los planes económicos. Era una política a la vez de unidad y lucha pero donde el énfasis estaba puesto en la unidad y la lucha era entendida sólo educativamente. La dictadura -afirma Mao- no se aplica dentro del pueblo y, en consecuencia, las divergencias entre los obreros y sus burgueses podían ser convenientemente tratadas o discutidas para llegar a un acuerdo sin necesidad de confrontación. Esto demuestra que la línea política que se seguía implementando en China, muy cuidadosamente meditada por la dirección comunista, según Mao, no caminaba hacia el socialismo sino que continuaba siendo una política de nueva democracia y de liberación nacional. La consideración de la burguesía nacional como pueblo, que era válida para la revolución de 1949, la liberación nacional y la unidad de China, carecía de todo sentido en los años sesenta si se pretendía construir el socialismo. Pero por aquellos años Mao seguía sosteniendo que la tarea principal seguía siendo la lucha contra el imperialismo y el feudalismo (11), algo que resulta lógico, pues de otra forma no se comprende que subsista la distinción entre una burguesía compradora y una burguesía nacional. Los comunistas chinos seguían actuando como si el imperialismo y el feudalismo no hubieran sido derrotados en 1949.
La contradicción entre explotados y explotadores no puede calificarse de no antagónica cuando se está construyendo el socialismo. La lucha de clases bajo el socialismo requiere el aplastamiento de todas las formas de burguesía. La consideración de la burguesía como pueblo tiene poco que ver con la dictadura del proletariado ya que configura una construcción del socialismo no contra sino con la burguesía bajo el amparo de su carácter nacional y de una línea nacionalista o puramente antimperialista. No se puede construir el socialismo del brazo de la burguesía, del tipo que sea, porque el socialismo implica la expropiación de los medios de producción, que están en su poder. Hasta ahora no existe ningún ejemplo histórico de que se haya logrado convencer mediante la persuasión u otros medios pedagógicos, a la burguesía para que se desprenda de sus propiedades y de su poder. La burguesía no puede aceptar pacíficamente el socialismo por lo que necesariamente adquiere entonces la condición de enemigo, de manera que no son suficientes las política de unidad, crítica y educación y el proletariado se ve obligado a recurrir a su dictadura, a la fuerza y a la violencia. El principio, que el Partido Comunista de China promovió como ningún otro, de que bajo el socialismo la lucha de clases continúa, quedó así totalmente desfigurado porque esas clases no eran antagónicas sino integradas en un mismo pueblo, en una misma nación.
Los dos justificantes de esta política de utilizar el capitalismo y no destruirlo, que el propio Mao indica, el cerco imperialista y el atraso industrial, también existieron en la Unión Soviética, incluso el primero de ellos de manera más acusada que en China, a pesar de lo cual, y no obstante algunas concesiones temporales como la Nueva Política Económica, nadie pretendió utilizar al capitalismo ni a los capitalistas.
Ese planteamiento erróneo de colaboración de clases se extendió al interior mismo del Partido Comunista por dos vías distintas, que constituyen otras tantas concepciones contrarias al marxismo-leninismo:
— la errónea concepción de la línea de masas que liquida la función del Partido Comunista como vangurdia revolucionaria
— la errónea concepción de la lucha entre líneas dentro del Partido Comunista que acabaron convirtiéndolo en un frente unido o un movimiento amplio de varios sectores sociales.
Nadie es infalible -decía Mao-; quien más, quien menos, todos cometemos errores (12). Los militantes del partido comunista que cometen errores se alejan de la línea correcta y es necesario que ellos mismos se den cuenta y rectifiquen. En caso contrario, los demás camaradas les deben criticar sus fallos a fin de que aprendan de ellos, adquieran experiencia y se forjen como cuadros comunistas, haciendo aprender al mismo tiempo a todos los demás militantes. Esto requiere tiempo y grandes dosis de paciencia. Ahora bien, si los errores no se corrigen a tiempo, llega un momento en que se acumulan, crean malestar en torno suyo y se convierten en un elemento corrosivo. Pero nada de eso significa preservar, abierta o veladamente, la existencia de líneas políticas enfrentadas en su seno. En China la coexistencia de varias líneas políticas opuestas dentro del Partido Comunista era una consecuencia necesaria de la amplitud que seguía manteniendo el concepto de pueblo, que daba cabida también a la burguesía nacional. Si el Partido Comunista forma parte de las masas, entre las que existen contradicciones y luchas, ese antagonismo necesariamente se reproduce en el seno del Partido Comunista; si la burguesía nacional formaba parte del pueblo, también podía formar parte del Partido Comunista, y a la inversa, la lucha entre líneas dentro del Partido Comunista reproduce la lucha de clases dentro de la sociedad.
La lucha entre líneas dio lugar a todos esos movimientos pendulares en la política de edificación socialista en China. Como consecuencia de esa errónea práctica, en el Partido Comunista de China coexistieron múltiples corrientes políticas e ideológicas, entre las cuales la burguesía se acabó imponiendo. Del mismo modo que a partir de 1949 siguió en marcha una revolución de nueva democracia y no socialista, donde los problemas nacionales seguían en un primer plano, el Partido Comunista eran más bien un frente o un movimiento amplio en el que tenían cabida posiciones bastante dispares. Ahora bien, esas luchas sólo en ocasiones son meramente ideológicas y pueden, por tanto, resolverse mediante la pedagogía. En otras hay que recurrir a las depuraciones y expulsiones definitivas, pues de lo contrario se obstaculiza una depuración a fondo de las posiciones revisionistas y se permite la subsistencia de enemigos emboscados dentro de las propias filas que aguardan el momento oportuno para imponer su propia línea política oportunista y en lugar de reeducar a la burguesía nacional será más bien ella la que reeducará a todos los demás.
La depuración de las filas del Partido Comunista es inevitable. Un Partido Comunista profundamente dividido no podía ejercer su tarea de vanguardia, de manera que pronto se pusieron de manifiesto los bruscos vaivenes y giros en la dirección.
Esa errónea concepción del Partido Comunista de China, que se advierte en Mao, condujo directamente a la victoria de los revisionistas tras su muerte, con la única diferencia respecto al revisionismo soviético, de un acusado nacionalismo.
Por tanto, en los escritos de Mao no sólo hay flores olorosas, sino también hierbas venenosas que hay que saber separar.

El gran salto adelante

Entre 1957 y 1966 transcurre una etapa en que se comenzó la construcción socialista en gran escala. Comparando esos diez años, el activo fijo industrial de todo el país, a precios originales, se multiplicó por cuatro y la renta nacional, a precios cotejables, se incrementó en un 58 por ciento. Creció varias veces el volumen de los principales productos industriales y se establecieron una serie de nuevas ramas industriales. La construcción básica de la agricultura y su transformación tecnológica se desplegaron a gran escala, la posesión de tractores para uso agrícola y la aplicación de fertilizantes químicos se multiplicó por siete. Se anticipó la realización del Programa de Desarrollo Científico y Tecnológico para Doce Años (1956-1967) y se desarrollaron rápidamente muchas ramas científicas y tecnológicas recién creadas. Basándose en estas premisas, el Partido Comunista inició, con la oposición de los revisionistas, una campaña de movilización de los campesinos y las masas en general, acompañados por una intensa ofensiva ideológica. El objetivo del plan era acelerar el paso hacia un mayor desarrollo económico y social. Mao creía que se podía movilizar ideológicamente a la población y que éste era el motor para el desarrollo.
El 29 de agosto de 1958 el Comité Central del Partido Comunista aprobó una resolución sobre el establecimiento de comunas populares en las regiones rurales. Era el inicio del Gran Salto Adelante. Mao definió así a las comunas populares:
Constituye la unidad de base de la estructura social china que une a obreros, campesinos, soldados, intelectuales y comerciantes. Actualmente constituye la organización administrativa de base. Por lo que se refiere al ejército, está destinado a enfrentarse con las potencias extranjeras, en especial con el imperialismo. La comuna popular es la mejor forma de organización para la realización de los dos pasos: pasos del socialismo de hoy al sistema general de propiedad de todo el pueblo, y paso del sistema general de propiedad de todo el pueblo al comunismo. Después de estas transiciones, la comuna popular constituirá la estructura de base de la sociedad comunista (La construcción del socialismo, pgs.42-43).
En una resolución publicada en el Diario del Pueblo el 19 de diciembre de 1958, se señala también: La comuna popular es la unidad básica de la estructura socialista de nuestro país, unidad básica que combina la industria, la agricultura, el comercio, la educación y los asuntos militares; al mismo tiempo es la organización básica del poder del Estado socialista. Las comunas conducirán a China a Primero, la transición de la propiedad colectiva a propiedad de todo el pueblo, en el campo. Segundo, la transición de la sociedad socialista a la sociedad comunista en nuestro país. También puede preverse que en la futura sociedad comunista las Comunas Populares continuarán siendo la unidad básica de nuestra estructura social. En poco más de tres meses, 120 millones de familias campesinas que estaban organizadas en 740.000 cooperativas, se unieron en 26.000 comunas populares, con 4.600 familias agrupadas en cada una que albergaban aproximadamente a 22.000 personas.
El Gran Salto Adelante puede resumirse en tres conceptos fundamentales: colectivización, descentralización y autosuficiencia. Las comunas populares tenían a su cargo el control de todos los medios de producción empleados en su actividad. Debían avanzar hacia el comunismo, pasando del lema a cada uno según su trabajo por el de a cada uno según sus necesidades, favoreciendo el reparto de la producción disponible según las necesidades. El salario era igual para todos y ya no dependía únicamente del trabajo realizado. En esta situación hasta comenzó a perder sentido. La propiedad privada quedaba limitada estrictamente a los bienes de consumo. Se abolía, pues, la existencia de pequeñas parcelas privadas. Entre otros objetivos, había que colectivizar la vida para contribuir a la liberación de la mujer y a la lucha contra el individalismo burgués, materializados en la creación de servicios comunes de alojamiento, comedores, lavanderías, enseñanza, asistencia médica y guarderías. La mayoría de los servicios fueron instaurados con carácter gratuito. Además, algunas comunas llegaron a ofrecer, también sin coste alguno, sastres, peluquería, funerales, bodas y baños.
Las comunas populares representaban mucho más que simples unidades de producción agrícola. Absorbían la administración comarcal, tanto desde el punto de vista de la producción como de las obras públicas, el ejército, el comercio, la educación, la sanidad o la enseñanza. Constituían una única unidad contable en la que se fusionaba la actividad agraria, industrial, familiar y militar. Se trataba de crear una unidad (económica, civil y militar) concediéndolas una competencia general entre la organización económica y la política, de manera que los órganos ejecutivos de los distritos se fusionaran con los de las cooperativas. A su vez, la comuna quedaba subdividida en brigadas de producción (las antiguas Cooperativas Avanzadas) y en equipos de trabajo (las Cooperativas Semisocialistas).
Cada comuna era autosuficiente en alimentación, educación, artesanía y producción industrial a pequeña escala. Mao siempre defendió la independencia económica de cada región y su capacidad para resolver sus propios problemas, algo que hacía extensivo a los países de todo el mundo, de manera que no dependieran de los demás, especialmente en materia agrícola (La construcción del socialismo, pgs.154 a 156). Era una forma simple de igualar el nivel de vida entre el campo y la ciudad: Debemos crear un gran número de industrias en las regiones rurales para que los campesinos se transformen en obreros sin necesidad de trasladarse (La construcción del socialismo, pg.188).
Siempre subrayó su aprecio por las pequeñas unidades de producción y por los países pequeños. En lo pequeño encuentra el espíritu innovador que, en muchas ocasiones, no es patrimonio de los intelectuales sino de los trabajadores manuales: Los pueblos de bajo nivel cultural han vencido siempre a los pueblos de nivel cultural más elevado. La mayor parte de las críticas imperialistas ridiculizan los métodos de fabricar acero de forma artesanal en el patio trasero, pero la explicación de Mao es contundente: Si desarrollamos ampliamente las empresas pequeñas y medianas después de admitir que las grandes empresas representan la fuerza directriz, ello se debe esencialmente a que por este camino lograremos industrializar a ritmo rápido (La construcción del socialismo, pgs.176 y 88). Finalmente, Mao expone una consideración fundamental, que los burgueses no pueden comprender, y es que bajo el socialismo impera la planificación por encima de la ley del valor:
En nuestro país, el Gran Salto Adelante no estaba basado en las exigencias de la ley del valor sino en la ley económica fundamental del socialismo y en las necesidades de incremento de nuestra producción. Si sólo se examina el problema desde el ángulo de la ley del valor, se concluye inevitablemente que había más a perder que a ganar en nuestro Gran Salto Adelante, y por fuerza se defiende que la fabricación de acero en gran escala no era un trabajo rentable, que el acero producido mediante los métodos locales era de mala calidad, que las subvenciones del estado eran demasiado elevadas, que la eficacia económica dejaba mucho que desear, etc. Si adoptamos un punto de vista parcial y que sólo alcance el corto plazo, parece como si la fabricación del acero en gran escala hubiera tenido pérdidas. Pero si consideramos el problema en toda su complejidad y a largo plazo, esta campaña en favor de la fabricación de acero ha tenido mucho mérito, puesto que ha abierto la puerta a toda la edificación económica de nuestro país. La implantación en todos los países de nuevas y numerosas bases siderúrgicas y de nuevos y numerosos centros industriales para otras industrias nos han permitido acelerar rápidamente el ritmo de nuestra propia industrialización (La construcción del socialismo, pgs.134-135).
El Gran Salto Adelante desplegó una poderosa campaña de movilización de las masas a la que ningún sector social fue ajeno. El esfuerzo de todo un pueblo en aquellos años fue realmente colosal. Los funcionarios fueron enviados a trabajar a las zonas rurales, a las minas y a las obras públicas con el fin de que realizasen trabajos manuales y tomaran conciencia de la realidad en la que estaba inmersa la clase obrera. La colectivización permitió desarrollar uno de los pilares sobre los que se asentaba el Gran Salto: la movilización a gran escala del desempleo encubierto existente en el campo, que tenía un carácter marcadamente estacional que impedía su libre utilización fuera del sector. Los meses comprendidos entre noviembre y febrero eran responsables del 80 por ciento del subempleo agrícola, mientras que el 65 por cien de las explotaciones agrarias carecían de mano de obra suficiente para la recolección. De esta manera, un enorme contingente de mano de obra desempleada encubiertamente durante gran parte del año, pero que no podía ser trasladada permanentemente al sector industrial por el peligro de generar escasez de trabajadores agrícolas en los meses críticos, podía ser movilizada en el campo para llevar a cabo grandes obras de consolidación y mejora. La comuna era el instrumento idóneo para movilizar toda esta gran reserva de fuerza de trabajo. Las cifras desafían toda comparación. Durante el periodo del Gran Salto Adelante se llegaron a contabilizar hasta 320 jornadas anuales de diez horas por persona activa, frente a las 150, en promedio, anteriores a su creación. De ellas, el trabajo en tareas agrícolas propiamente dichas, apenas absorbía 125. El resto quedaba libre para emprender grandes obras locales. Sólo en 1958 se construyeron más de 150.000 kilómetros de carreteras (cifra superior a la de todo el Plan Quinquenal) y se abrieron 80.000 pequeñas minas, con una producción de más de 65 millones de toneladas de carbón. En el invierno de 1959-1960, setenta millones de trabajadores participaron en obras de irrigación y otros treinta en la plantación de árboles y cría de ganado. De los 55 millones de hectáreas repoblados entre 1949 y 1959, 42 lo fueron en 1958 y 1959. La inversión que esta movilización suponía no puede despreciarse. En total, y sólo en trabajos hidráulicos y de irrigación, se invirtieron en este período (1959-1960) alrededor de 50.000 millones de horas, casi mil veces lo que requirió la construcción del Canal de Suez. Entre octubre de 1957 y septiembre de 1958 se removieron más de 58.000 millones de metros cúbicos de tierra.
La descentralización y la autosuficiencia comunal del Gran Salto Adelante tenían también un sentido militar: asegurar la capacidad del pueblo para armarse y defenderse en una guerra de agresión. Como en la Unión Soviética, en China tampoco se tiene en cuenta la estrecha relación de la economía con la guerra. Existe incluso una original propuesta de Mao en esa línea: En el futuro las ciudades deberían ser más reducidas. Hay que dispersar los habitantes de las grandes ciudades en el campo y crear muchas ciudades pequeñas. Si consideramos la hipótesis de una guerra atómica, sería mucho mejor que esto ya se hubiera realizado (La construcción del socialismo, pg.153). Los distintos organismos de producción en las comunas populares debían establecer sus milicias. En la campaña dijo Mao:
Por eso queremos organizar ahora las milicias. Todos los miembros de la comuna popular pertenecerán a las milicias, el pueblo entero estará formado por soldados. Hay que distribuir fusiles, al principio unos cuantos millones y más tarde varias docenas de millones. Cada provincia deberá fabricar fusiles, ametralladoras, granadas de mano, morteros pequeños y cañones de artillería ligera. En las comunas populares habrá un departamento militar y en todas partes se formarán militares (Mao íntimo, pg.67)
En las milicias se formaban los oficiales y comandantes que tenían que dirigir sus distintas unidades: regimientos, batallones y compañías. Los núcleos básicos de la milicia debían seguir un entrenamiento de acuerdo con un horario, mientras los milicianos regulares debían ser entrenados adecuadamente en las horas libres de trabajo. Esto tenía por objeto convertir a toda la nación en soldados. Los pequeños altos hornos rurales debían convertirse en la fuente de suministro de armamento en caso de ocupación imperialista de las ciudades y las fábricas. La milicia debía estar pertrechada con las armas necesarias fabricadas en los arsenales locales. Cada pequeño núcleo de población rural debía contar con sus propias fuerzas y guiarse por la ausuficiencia. Los ejércitos forman parte del Estado y, como cualquier otro aparato del Estado, tienen una naturaleza de clase, e incluso se puede decir que no existen dos ejércitos iguales, ya que influyen las circunstancias históricas de cada país. Un ejército revolucionario tiene que desempeñar importantes funciones políticas, económicas y propagandísticas. Tras la guerra de Corea, el Ejército Popular de Liberación asumió tareas muy diversas, entre ellas algunas de tipo propagandístico, desplegando una campaña masiva de educación y lucha ideológica dentro del Ejército y fuera de él. Divulgaron las Citas del Presidente Mao (el famoso Libro Rojo), que posteriormente llegó a ser célebre, y el de mayor venta en el mundo, sólo que entonces no tenía la portada de color rojo ni se conocía con ese título.
Los soldados del Ejército Popular de Liberación también participaron activamente en la producción, en las cosechas y en múltiples tareas agrícolas y económicas:
En tiempos de paz el Ejército de la República Popular China debe participar de forma planificada en la producción agrícola e industrial, y apoyar al estado en su labor de desarrollo y reconstrucción, siempre que ello no afecte a sus tareas militares. Con ello asignamos a nuestro ejército popular, aparte de sus importantes tareas en la defensa nacional, la consolidación del orden interno y la intensificación de la ‘reorganización y formación’, otra gloriosa y difícil tarea. Por ello, la comisión militar de la revolución popular invita a todas la unidades, salvo las que han de seguir con la lucha o han de prestar otros servicios, a hacerse cargo a toda costa de una parte de las tareas de producción. De esta manera nuestro ejército popular de liberación no será tan solo un ejército de defensa nacional sino también un ejército de producción que en un trabajo común con el pueblo de nuestro país, superará las dificultades que nos ha causado esta larga guerra dando nuevos impulsos al desarollo económico de nuestra nueva democracia (Mao íntimo, pgs.243-244).
Luego la Constitución de 1975 definió así al Ejército Popular de Liberación: Es un destacamento de combate y, a la vez, un destacamento de trabajo y un destacamento de producción. Esto comportaba una determinada concepción del ejército, el pueblo en armas, opuesto a un ejército convencional, y una determinada concepción estratégica de la guerra, la guerra popular prolongada. Todo esto condujo a desatar muchas contradicciones en su seno. En 1955, tras la guerra de Corea, a imitación soviética y rompiendo las tradiciones igualitarias que imperaban en sus filas, diez comandantes fueron promovidos al rango de mariscales: Zhu De, Peng Dehuai, Lin Biao, Liu Bocheng, Ye Jianying, Nie Rongzhen, Chen Yi, He Long, Luo Ronghuan y Xu Xiangqian. Fue la última vez que sus nombres aparecieron juntos porque muy poco después se desataron las hostilidades entre ellos, más o menos encubiertas en torno al carácter profesional o político que debía tener el Ejército Popular de Liberación. Sin embargo, en 1938, en su obra Sobre la guerra prolongada, Mao ya había criticado la teoría de que las armas lo deciden todo, calificándola de mecanicista, subjetivista y unilateral: Nuestro punto de vista es opuesto a esta teoría; no sólo tenemos en cuenta las armas, sino también los hombres. Las armas son un factor importante en la guerra, pero no el decisivo. El factor decisivo es el hombre y no las cosas. La correlación de fuerzas es determinada no sólo por la potencia militar y económica, sino también por los recursos humanos y el apoyo militar (OO.EE., tomo II, pg.146). En 1945 repitió: La teoría de que ‘las armas lo deciden todo’, el punto de vista puramente militar, el estilo de trabajo burocrático y divorciado de la masas, las ideas individualistas y cosas por el estilo que se encuentran en nuestras filas, todo esto es producto de la influencia burguesa. Debemos constantemente barrer de nuestras filas esas cosas burguesas, igual que barremos el polvo (La situación y nuestra política después de la victoria en la guerra de resistencia contra el Japón, OO.EE., IV, pg.19).
Resurgió el punto de vista estrictamente militar con la excusa de la guerra nuclear, que había introducido variantes en el modo de dirigir la guerra. Aparentemente, las armas atómicas reforzaban las tesis del punto de vista profesional que trataba de imitar al Ejército soviético. Por influjo de las nuevas teorías militares imperialistas, el armamento nuclear creó la idea de que era posible una guerra fulgurante en la que un primer ataque devastador resultara decisivo. Era una tesis típicamente agresiva de las potencias occidentales basada en la ofensiva. Por contra, las tesis del Ministerio de Defensa eran defensivas: ante una agresión exterior, tras un primer ataque habría que poner en movimiento las poderosas reservas humanas de China, para lo que entraban en juego las milicias territoriales. Stalin habló de los factores de funcionamiento permanente de una guerra: La suerte de la guerra se decide finalmente, no con técnicas y equipo, sino con una política correcta y con la simpatía y el apoyo de las grandes masas del pueblo. Todas las armas, incluídas la nucleares, eran, en expresión de Mao, tigres de papel. La técnica militar revolucionaria no sólo se apoya en los combatientes y no en las armas sino que considera, además, que no existe ningún arma decisiva y que la guerra no puede ser rápida frente a un enemigo superior sino de desgaste. Por lo demás, China no podía -al menos por el momento- competir con los imperialistas en la tecnología militar y el punto de vista profesional conducía a destinar una parte muy importante del presupuesto del Estado a gastos militares, en detrimento de la construcción del socialismo. Unos se apoyaban sobre todo en el Ejército, los otros sobre todo en las reservas; los unos atendían al frente, lo otros a la retaguardia; los primeros tenían en cuenta el corto plazo, los segundos el largo plazo.
La polémica se prolongó durante tres años, desde 1955 a 1958. Desde el principio, el Ministerio de Defensa logró imponer el servicio militar obligatorio, en la línea de apoyarse en la guerra popular y, ya en la primavera de 1958 se celebró durante dos meses una importante conferencia sobre cuestiones militares, donde se criticó como erróneo el punto de vista estrictamente militar y se admitió que China no podría contar con ningún país extranjero para fabricar armas atómicas. A finales de 1957 Liu Bocheng fue destituido de su cargo y a Su Yu, jefe de Estado Mayor, le sucedió lo mismo al año siguiente, pero otros profesionales, especialmente Ye Jianying, siguieron en sus puestos. Era un anticipo de lo que venía a continuación.
Notas:
(1) «Discursos en una conferencia de secretarios», en Obras Escogidas, tomo V, pg.39.
(2) Liu Shaoqi: Para ser un buen comunista, Ediciones Roca, México, 1973.
(3) «Sobre diez grandes relaciones», en Obras Escogidas, tomo V, pg.327.
(4) Helmut Martin, recop.: Mao íntimo. Escritos, conversaciones y discursos de Mao Tse-tung inéditos para Occidente (1949-1971), Dopesa, Barcelona, 1975, pg.263.
(5) «Sobre la dictadura democrática popular», en Obras Escogidas, tomo IV, pgs.432,434 y 436.
(6) Obras Escogidas, tomo V, pg.421
(7) Hu Chi-hsi, recop.: La construcción del socialismo. Via china o modelo soviético, Anagrama, Barcelona, 1975, pgs.101 a 103.
(8) «Discursos en una conferencia de secretarios», en Obras Escogidas, tomo V, pg.389.
(9) La construcción del socialismo, cit., pgs.101,102 y 185.
(10) «Discursos en una conferencia de secretarios», en Obras Escogidas, tomo V, pgs.383 y 384.
(11) «Algunas experiencias en la historia de nuestro Partido», en Obras Escogidas, tomo V, pg.356.
(12) «Sobre diez grandes relaciones», en Obras Escogidas, tomo V, pg.328. 
Continúa.

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