Material copiado

Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

domingo, 24 de junio de 2012

Georgi Dimitrov ( 1882 - 1949 )

Padre del frente único antifascista

 Esta biografía, es mas bién un artículo que he extraido del excelente blog: El Socialismo es la solución, a su vez extraido de Tribuna Popular, organo del PC Venezolano. 

Al final incluyo unas citas pertenecientes a algunas de sus intervenciones, extraidas de ANTORCHA.

N.A: En cuanto localice una biografía mas lograda la renovaré

 

A 130 años del nacimiento del gran dirigente internacionalista (18 de junio de 1882)
Los trotskistas lo detestan y los burgueses lo odian profundamente. Lo primero que hicieron cuando recuperaron el poder en su país, Bulgaria, en 1989 fue destruir su hermoso mausoleo en el centro de la capital.
Nosotros veneramos su memoria y reconocemos sus méritos extraordinarios. Jorge Dimitrov fue el dirigente histórico de la Internacional Comunista (I.C.), que en su séptimo congreso, en agosto de 1935, diseñó la política capaz de aglutinar a las fuerzas revolucionarias y democráticas para enfrentar victoriosamente el tremendo desafío que para la Humanidad representaba el ascenso terrible de la bestia nazi-fascista y que conducía al mundo a un nuevo holocausto militar.
Propuso que los Partidos Comunistas debían crear frentes únicos proletarios de amplio contenido antifascista junto a las fuerzas reformistas de la clase obrera y los sectores antifascistas de las capas medias y pequeña burguesía.

EXPERIENCIA EXITOSA
Esa política de frente popular permitió a la República española cohesionar en 1936 una firme unión antifascista en cuyo seno el Partido Comunista fue consiguiendo a base de heroísmo, organización, paciencia y espíritu unitario, la dirección política y militar reconocida por sindicatos, nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, republicanos, socialistas, anarquistas, cristianos, militares e intelectuales republicanos. La entonces dirección del PC de España encabezada por José Díaz y Dolores Ibárruri (La Pasionaria) supieron aplicar correctamente la política propuesta por Dimitrov e impulsada por la I.C.
Es cierto que esa guerra la ganó el fascismo internacional, pero sirvió de duro entrenamiento para los sangrientos combates que se librarían posteriormente en la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Francia, Grecia, Italia, Yugoslavia, Albania, Alemania, Bulgaria, Rumania y otros países que permitieron aplastar el fascismo y salvar a la Humanidad.
Los comunistas yugoslavos, albaneses, franceses, belgas, búlgaros y de otros países constituyeron asimismo frentes populares con diversos nombres: Frente de la Independencia, en Bélgica; Consejo Antifascista de Liberación Nacional (AVNOJ), en Yugoslavia; Frente de Liberación Nacional, en Albania; Frentes Nacionales, en Checoslovaquia y República Democrática Alemana; Frente de la Patria, en Bulgaria; Brigada Garibaldi, en Italia.
El camarada Dimitrov previó que el frente único aumentaría extraordinariamente la influencia de los Partidos Comunistas y así fue.
POLÍTICA CORRECTA
En su informe al mencionado Congreso de la I.C., titulado “La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”, explica la necesidad de crear un frente único proletario antifascista. Los elementos centrales que desarrolla es que el fascismo no es un régimen político cualquiera sino “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios y más chovinistas” del capital financiero.
No se trata de que el comunismo se reconcilie con la socialdemocracia en lo ideológico sino que se produzca una unidad de acción sobre todo con los obreros socialdemócratas. El informe no duda en criticar los graves errores socialdemócratas en varios países que favorecieron el ascenso del fascismo. Los Partidos Comunistas deben impulsar ese frente único con dos condiciones:
Primero, su reforzamiento cuantitativo y cualitativo. Un pequeño partido alejado de las masas no sirve para nada.
La segunda condición, es el abandono de lo que, entonces y ahora, es un verdadero cáncer que corroe a algunos comunistas: el sectarismo.
Dimitrov es sumamente duro en criticar el “sectarismo engreído, satisfecho de su estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas, satisfecho de sus métodos simplistas”. Afirma que si en la época de Lenin esta desviación era una “enfermedad infantil” ya en su época (y lamentablemente en ésta también) “es un vicio muy arraigado que frena el despliegue de la política bolchevique de masas”. Sigue insistiendo en que el sectarismo “no quiere ni puede entender cómo conquistar la confianza de las masas obreras” y, además, “entorpece la educación y formación de cuadros relacionados con las masas”. Es una de las lecciones dimitrovianas más vigentes. Las masas confiarán en comunistas sencillos, humildes, esforzados y pacientes (es decir, verdaderamente proletarios) pero detestarán a sectarios “engreídos” estúpidamente satisfechos de su aislamiento. La vida confirma esta máxima.
CLARIDAD HISTÓRICA
No se puede imputar a Dimitrov por la desviación derechista del Secretario General de los comunistas estadounidenses, Earl Browder, quien propuso que los comunistas debían liquidarse organizativamente en organizaciones más amplias. El browderismo establecía que el comunismo debía apoyar a los aliados burgueses y renunciar a toda posibilidad revolucionaria. Hubo Partidos Comunistas en toda Latinoamérica –incluyendo dirigentes venezolanos de la época– que cometieron el error de seguir a Browder y no a Dimitrov. Este último planteaba claramente en su informe que los Partidos Comunistas “de las colonias y países dependientes” debían encabezar la lucha antiimperialista de liberación nacional. A los Partidos de los países imperialistas les tocaba ser solidarios con los Movimientos de Liberación Nacional de los países oprimidos.
El browderismo fue una desviación oportunista de derecha que precedió a la línea impulsada en el movimiento comunista internacional –luego de la muerte de Stalin y Dimitrov– por Nikita Kruschev en el nefasto XX Congreso del PCUS, en 1956.
VIDA EJEMPLAR
Por si fuera poco, a Dimitrov le corresponden tres insólitos honores más: haber dirigido la insurrección obrera búlgara de 1923 por la que fue condenado a muerte y debió refugiarse en Alemania; haber denunciado al nazismo frente a un tribunal hitleriano que lo acusaba sin pruebas de haber quemado el parlamento alemán (su heroísmo inspiró a Fidel en su inolvidable alegato “La historia me absolverá”); y, haber sido el primer Presidente de la República Popular Búlgara tras la derrota del fascismo.
El nazi Goering manifestó su deseo irrefrenable de “colgar a ese bribón”, pero él fue el que terminó en la papelera de la Historia, mientras que Dimitrov es un gigantesco héroe comunista de las fuerzas mundiales del progreso en su conjunto.
Más temprano que tarde, la tierra del inmortal Dimitrov continuará su senda socialista. Con humildad y sin sectarismo, pero orgullosos de su ejemplo, nos inclinamos ante su memoria y aprendemos de las lecciones que nos legó.

Tomado de Tribuna Popular

ANTORCHA:
"El fascismo es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero"
Jorge Dimitrov: La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, Informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935 


"Hacen falta hombres pertrechados con la brújula de la teoría marxista-leninista, sin cuyo manejo diestro se desciende a ese mezquino practicismo que no ve el porvenir más allá de sus narices, que sólo sabe resolver los problemas caso por caso, que dejan escapar toda perspectiva amplia de lucha, que indique a las masas a dónde vamos y por qué, a dónde conducimos a los trabajadores"
Jorge Dimitrov: Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, Discurso de resumen del VII Congreso de la Internacional Comunista, 13 de agosto de 1935 


"El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas, y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece su monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intesificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo en el momento en que se agudice de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar -sin alterar su carácter de clase- la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo"
Jorge Dimitrov: Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, Informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935

Vo Nguyen Giap (1911-1998)

Este legendario general vietnamita nació en la aldea de Una Xa, provincia de Quang Binh el 25 de agosto de 1911. Era hijo de un campesino que, aunque carecía de tierras, sabía leer y escribir y luchó toda su vida contra el régimen colonialista impuesto a su país.
En 1926, siendo aún muy joven, comenzó a luchar por la liberación de Vietnam en el instituto en el que estudiaba. Se incorporó al Menh Dang del Tan Viet y, dos años más tarde, al Quoc hoc, organizaciones clandestinas que realizaban agitación contra la ocupación extranjera.
En 1930 fue detenido y condenado a tres años de prisión, pero fue liberado algunos meses después.
En 1933 entró en la universidad de Hanoi, aunque dos años después le expulsaron por realizar agitación revolucionaria.
En la universidad conoció a Dang Xuan Khu, que más adelante adoptaría el seudónimo de Truong Chinh, el principal ideólogo del comunismo vietnamita. Fue él quien incorporó a Giap al Partido Comunista de Indochina.
En 1937 logró terminar sus estudios de Derecho en la universidad y comenzó dar clases de historia en un instituto de Hanoi, aunque en realidad se dedicaba a organizar a los profesores y alumnos en la lucha revolucionaria.
En 1939 publicó su primer libro, juntamente con Truong Chinh, titulado La cuestión campesina donde analizaban el papel que debían desempeñar los jornaleros del campo como aliados del proletariado vietnamita en el proceso revolucionario.
El año anterior se había casado con una tailandesa, Dang Thi Quang, también militante comunista, y cuando al año siguiente el Partido Comunista de Indochina fue prohibido, Giap escapó a China, donde conoció a Ho Chi Minh y estudió las tesis de Mao Zedong sobre la guerra popular prolongada y la guerra de guerrillas, que luego aplicaría magistralmente a su propio país.
Pero la policía francesa detuvo a su mujer y a su cuñada y las utilizó como rehenes para presionar a Giap y lograr que se entregara. La represión fue feroz: su cuñada fue guillotinada y su mujer condenada a cadena perpetua, muriendo en la prisión después de tres años a causa de las brutales torturas. Los verdugos también asesinaron a su hijo recién nacido, a su padre, a dos hermanas y a otros familiares.
En mayo de 1941 en la conferencia de Chingsi (China), junto con Ho Chi Minh, funda el Dong Minh (Liga Vietnamita para la Independencia), más conocido como Vietminh, para agrupar las fuerzas antijaponesas en un único frente de liberación nacional.
Ese mismo año Giap se traslada a las montañas del interior de Vietnam para iniciar la guerra de guerrillas. Allí estableció una alianza con Chu Van Tan, dirigente del Tho, un grupo guerrillero de una minoría nacional de Vietnam del noreste. Giap comenzó a construir el Tuyen Truyen Giai Phong Quan, un ejército capaz de expulsar al ocupante francés y sostener el programa del Vietminh.
Inició una campaña de dos años de propaganda armada y de reclutamiento, convirtiendo a los campesinos en guerrilleros con una combinación del entrenamiento militar y la formación política comunista. A mediados de 1945 tenía ya unos 10.000 hombres bajo su mando y pudo pasar a la ofensiva contra los japoneses que ocupaban todo el sudeste de Asia.
Junto con Ho Chi Minh, Giap dirigió sus fuerzas hacia Hanoi en agosto de 1945, y en septiembre Ho Chi Minh pudo proclamar la independencia de Vietnam, con Giap al mando del ejército revolucionario.
En la posterior guerra contra el colonialismo frances, Giap demostró la superioridad de la guerra popular sobre las fuerzas imperialistas obteniendo una espectacular victoria el 7 de mayo de 1954 en la decisiva batalla de Dien Bien Phu, una valle situado a unos 300 kilómetros al oeste de Hanoi en el que se habían atrincherado las fuerzas ocupantes francesas, confiadas en la protección de las montañas y en conseguir batir a las fuerzas revolucionarias cuando descendieran.
De los 15.094 mercenarios franceses que se agruparon en Dien Bien Phu, después de casi seis meses del sitio, solamente 73 lograron escapar del cerco, mientras que 5.000 murieron y 10.000 fueron capturados. Giap y el general Denhg lanzaron un asalto frontal a la guarnición que arrojó a los colonialistas franceses definitivamente de Indochina. El ejército de Giap y Denhg padeció la muerte de 25.000 combatientes.
Giap y Denhg derrotaron a los imperialistas con una acumulación logística extraordinaria y un uso eficaz de la artillería bien protegida. Los 60 cazabombarderos norteamericanos B-29 que acudieron en apoyo de la guarnición francesa, no lograron su objetivo, obligando a los imperialistas a diseñar un plan criminal elaborado por el almirante norteamericano Radford y el general francés Navarre consistente en arrojar bombas nucleares contra las fuerzas revolucionarias.
La campaña de Dien Bien Phu fue la primera gran victoria de un pueblo colonial y feudal, con una economía agrícola primitiva, contra un experimentado ejército imperialista sostenido por una industria y pujante moderna bélica. Los más concidos generales franceses (Leclerc, De Lattre de Tasigny, Juin, Ely, Sulan, Naverre) fracasaron uno tras otro frente a unas tropas integradas por campesinos pobres pero decididas a luchas hasta el final por su país y por el socialismo. Los gobiernos de París fueron cayendo también a medida que sus generales eran derrotados en los alejados arrozales, poniendo al descubierto la fragilidad de la IV República.
Vietnam resultó dividido y Giap fue nombrado ministro de Defensa del nuevo gobierno del Vietnam del norte que, al tiempo que continuaba la guerra popular, se esforzaba por construir una nueva sociedad socialista.
Como comendante del nuevo ejército popular, Giap dirigió la lucha en la guerra de Vietnam contra los nuevos invasores norteamericanos en el sur del país, que una vez más comenzó bajo la forma de guerra de guerrillas. Los primeros soldados estadounidenses murieron en Vietnam cuando el 8 de julio de 1959 el Vietcong atacó una base militar en Bien Hoa, al noreste de Saigon. Ese año más de 1.000 lacayos del imperialismo americano fueron ajusticiados por los guerrilleros del Vietcong y antes de 1961 otros 4.000 habían caido.
Cuatro presidentes americanos lucharon sucesivamente contra Vietnam, dejando el rastro de sangre de 57.690 mercenarios americanos ejecutados. Por parte vietnamita murieron 600.000 combatientes pero finalmente los Estados Unidos fueron obligados a salir del país en 1973. Dos años más tarde el país fue reunificado, cuando un tanque del ejército revolucionario embistió la valla de protección de la embajada americana, mientras los últimos imperialistas huían precipitadamente en un helicóptero por el tejado del edificio.
A partir de entonces Giap siguió siendo ministro de Defensa de Vietnam y miembro de pleno derecho del Politburo del Partido Comunista de Vietnam, cargo que ocupó hasta 1982.
Tras su cese, dirigió la Comisión de Ciencia y Tecnología, y en julio de 1992, le concedieron la orden de la estrella del oro, el honor más alto del nuevo Vietnam socialista.
El general Giap no sólo fue un maestro en el arte de dirigir la guerra revolucionaria, sino que además escribió sobre ella en 1961 su famosa obra Guerra popular, ejército popular, un manual de la guerra de guerrillas basado en su propia experiencia. En él establece los tres fundamentos básicos que debe disponer un ejército popular para lograr la victoria en la lucha contra el imperialismo: dirección, organización y estrategia. La dirección del Partido Comunista, una férrea disciplina militar y una línea política adecuada a las condiciones económicas, sociales y políticas del país.
Definió la guerra popular como una guerra de combate para el pueblo y por el pueblo, mientras que la guerra de guerrillas es simplemente un método del combate. La guerra popular es un concepto más general. Es un concepto sintetizado. Es una guerra a la vez militar, económica y política. La guerra popular no sólo la hace un ejército, por más que sea popular, sino que la hace todo el pueblo porque es imposible que un ejército revolucionario, por sí mismo, pueda lograr la victoria contra la reacción, sino que es todo el pueblo el que tiene que participar y ayudar en una lucha, que necesariamente debe ser prolongada.
Como buen guerrillero, Giap sabía que el éxito de la victoria cuando hay una desproporción tan grande de fuerzas, se basa en al iniciativa, la audacia y la sorpresa, lo que exige que el ejército revolucionario se desplace continuamente. Destacó como un genio de la logística, capaz de movilizar continuamente importantes contingentes de tropas, siguiendo los principios de la guerra de movimientos. Lo hizo así contra los colonialistas franceses en 1951, infiltrando a un ejército entero a través de las líneas enemigas en el delta del río Mekong, y otra vez adelantando la ofensiva de Tet en 1968 contra los estadounidenses, cuando situó a millares de hombres y toneladas de aprovisionamientos para un ataque simultáneo contra 35 centros estratégicos del sur.
La batalla de Ia Drang (19 de octubre-27 de noviembre de 1965) fue una de las más importantes del combate para ambos bandos durante la guerra de liberación de Vietnam. Tras ella el general imperialista Westmoreland creyó que la movilidad aérea y la potencia de fuego en gran escala serían la respuesta a la estrategia de Giap, pero éste apostó a sus soldados tan cerca de las líneas americanas que los B-52 soltaban las bombas encima de sus propias filas.
Todavía hoy las tácticas guerrilleras de Giap constituyen una de las fuentes de información más importantes del ejército norteamericano para aplastar a las fuerzas revolucionarias. Los imperialistas tienen toda la información, pero no tienen lo más importante: a las masas que desafían sus macabros designios de saqueo y destrucción. Son conscientes que si las masas se incorporan a la guerra revolucionaria, están perdidos. Por eso tratan de evitarlo y se esfuerzan por aislar a los destacamentos guerrilleros del pueblo, tanto con la represión como con el engaño. Pero también saben que no podrán matener indefinidamente ni una cosa ni otra...

HO CHI MINH (1890-1969)

Primero hablaré del Partido: gracias a su estrecha unidad y su total consagración a la clase obrera, al pueblo y a la patria, nuestro Partido ha podido, desde su fundación, unir, organizar y dirigir a nuestro pueblo en una ardiente lucha, y llevarlo de victoria en victoria.
Nació en Annam el 19 de mayo de 1890. Su verdadero nombre era Nguyen Tat Than, pero la clandestinidad en que vivió siempre, le obligó utilizar más de cien apodos diferentes para escapar de la persecución policial. El nombre de Ho Chi Minh significaba El que ilumina; otras veces se hizo llamar Nguyen Ai Quoc, El patriota. Era hijo de un médico herborista de Nghe An que ya luchaba contra el colonialismo francés, que había invadido Vietnam en 1860. Estudió en Hué y Saigón, hasta que en 1912 emigró como mozo en un paquebote francés. Fue un largo viaje de dos años de puerto en puerto hasta que arribó a Londres, donde trabajó en el hotel Carlton durante tres años.
De allí fue a París, donde trabajó como retocador de fotografías. Conoció a Chu En Lai, León Blum, Marcel Cachin y Longuet (sobrino de Carlos Marx), entre otros destacados dirigentes del movimiento obrero internacional. Se afilió al Partido Socialista Francés, en cuyo congreso de Tours votó con la mayoría internacionalista que decidió la adhesión del Partido a la Internacional Comunista. Comenzó a escribir en L'Humanité, y luego fundó el periódico El Paria, donde escribirían los dirigentes revolucionarios de los países coloniales.
De París se trasladó a Moscú, donde participó en varios Congresos de la Internacional Comunista. Más tarde se trasladó a China como traductor y ayudante de Borodin, consejero del Guomindang en sus relaciones con el Partido Comunista de China.
Por encargo de la Internacional se integró en la escuela militar de Huangpu, cerca de Guangzhou, para enseñar a las organizaciones comunistas asiáticas el arte de la guerra revolucionaria. El director era el coronel Chiang Kaishek y el jefe del departamento político era Zhou Enlai. En la noche del 3 de abril de 1927, cuando Chaing Kaishek traicionó a los comunistas con una enorme matanza, Ho Chi Minh consiguió huir y siguió en la clandestinidad organizando la revolución en Birmania, en China, en Siam, pasando de cárcel en cárcel, de tortura en tortura, impulsando huelgas, motines y levantamientos armados. En 1930 se produjo el levantamiento de Yen Bai, poniendo de manifiesto la necesidad de un destacamento revolucionario capaz de dirigir la lucha popular hasta la victoria.
Por eso, aquel mismo año Ho Chi Minh fundó en Hong Kong el Tanh Nien o Partido Comunista de Vietnam, pero fue detenido una vez más.
A finales de la década de los treinta, Vietnam padece un giro importante en su situación, con la sustitución del dominio de los imperialistas franceses por los japoneses, que ocupan el país con 50.000 mercenarios.
Liberado de la cárcel por los aliados en 1940, regresó a su país 28 años después de haber salido de él. Luchó en la guerrilla durante los cinco años de la ocupación japonesa.
Para liberar al país de la nueva invasión, funda el Vietnam Doc Lap Dong Minh Hoi, más conocido por Vietminh, o Frente para la Liberación de Vietnam. También crea un ejército guerrillero dirigido por Vo Nguyen Giap, uno de los generales revolucionarios más prestigiosos del mundo.
Concluida la guerra y derrotados los japoneses, los planes imperialistas para la región no contemplaban la independencia sino un nuevo reparto del mundo, que en el caso de Vietnam suponía que los nacionalistas chinos del Kuomintang ocuparan el norte del país, mientras los ingleses harían lo propio con el sur.
Pero los franceses querían recuperar sus dominios coloniales y volvieron a ocupar el país, mientras los guerrilleros vietnamitas rechazaban a los chinos en el norte y liberaban aquella zona.
El 2 de setiembre de 1945 Ho Chi Minh lanzó su llamamiento:
Desde hace más de ochenta años la banda de colonialistas franceses, bajo los tres colores que simbolizan la libertad, la igualdad y la fraternidad, ha ocupado nuestro territorio y oprimido nuestro pueblo [...] Los franceses no nos han dado ninguna libertad política, han instituido una legislación bárbara, han creado más prisiones que escuelas, han ahogado en sangre todas nuestras revueltas, han pisoteado la opinión y utilizado la sangre y el alchohol para embrutecer a nuestro pueblo.
El Vietminh organizó la insurrección general, logró la independencia nacional y fundó la República Democrática de Vietnam, un Estado obrero y campesino que trataba de construir el socialismo. Pero al retornar los colonialistas franceses se desató una nueva y cruenta lucha del pueblo vietnamita que se prolongó nueve años. El 24 de noviembre de 1946 los franceses bombardearon Haiphng asesinando a más de 6.000 personas y el pueblo reaccionó el 19 de diciembre con una insurrección en Hanoi.
Los imperialistas comenzaron a retroceder: cae Dong Khi, evacúan Cao Bang, luego Lao Kay, y posteriormente Dinh Lap. Francia claudicó y tuvo que pedir el apoyo de los Estados Unidos. El presidente Eisenhower dijo en 1953: Admitamos ahora que perdemos Indochina. Sucederían varias cosas. La península sería difícilmente defendible. El estaño y el tungsteno de esta región, a los que concedemos tanta importancia, dejarían de llegarnos.
El apoyo norteamericano no sirvió de nada. En 1954 los franceses son derrotados en la batalla de Dien Bien Fu y, aunque en los acuerdos de Ginebra dividieron el país en dos, Ho Chi Minh se convirtió en jefe del nuevo Estado vietnamita del norte. Dieciocho millones de conciudadanos saludaron a quien había abierto la brecha de la liberación social y nacional. Era el tío Ho.
A la guerra contra Francia sucedió la guerra contra Estados Unidos, por lo que los vietnamitas derrotaron sucesivamente a tres de las potencias imperialistas más poderosas: Francia, Japón y Estados Unidos. Estos no escatimaron medios de destrucción masiva y bombardearon cruelmente Vietnam del Norte: Derrotados los yanquis -diría Ho- construiremos una patria diez veces más hermosa. Nuestro país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de una lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos- el francés y el norteamericano- e hizo una digna contribución al movimiento de liberación nacional. Nunca tuvo un momento de inquietud por la desproporción de fuerzas. Como buen comunista sabía que un ejército popular es superior al mejor ejército moderno. Desde el principio de la intervención americana declaró que los Estados Unidos no serían capaces de soportar una guerra popular prolongada: En la lucha patriótica contra la agresión norteamericana, en realidad tendremos que soportar más dificultades y sacrificios, pero estamos seguros de que obtendremos la victoria total. Esta es una certeza absoluta. Sus predicciones se cumplieron, aunque Vietnam tuvo que soportar años de atrocidades contra su población. El territorio fue convertido en campo de experimentación de armas sofisticadas y de criminales bombardeos contra la población indefensa. Tres décadas después de la humillante retirada de Estados Unidos de Vietnam el 30 de abril de 1975, el país aún sufre las secuelas de la agresión. Desde 1961 hasta 1973, el Pentágono arrojó sobre Vietnam y el vecino Laos más de siete millones de toneladas de bombas y 100.000 toneladas de sustancias químicas tóxicas. Sobre Vietnam descargaron más bombas que las arrojadas durante la II Guerra Mundial. En la guerra murieron cinco millones de vietnamitas y 58.000 mercenarios estadounidenses. Tres millones de personas padecen los efectos del agente naranja, un potente defoliante que tenía como objetivo arrasar por completo la jungla del país para aislar a los guerrilleros vietnamitas. Washington lanzó sobre un cuarto del territorio del país unos 80 millones de litros de defoliante y napalm.
Murió en Hanoi el 3 de setiembre de 1969 sin poder ver culminada la obra de toda una vida dedicada a la revolución. En su testamento dejó escrito: Durante toda mi vida, he servido con todas mis fuerzas y con todo mi corazón a la Patria, a la Revolución y al Pueblo. Ahora, si debo partir de este mundo, no hay nada que sienta más que no poder servirlos más tiempo. El proceso liberador, que concretaría sus esperanzas de siempre, continuó. Cuando seis años después de su muerte, los comunistas derrotaban a los invasores norteamericanos, los tanques llevaban una pancarta: Tú siempre marchas con nosotros, Tío Ho.
Ho Chi Minh y el pueblo vietnamita se convertieron en símbolos de las luchas del Tercer Mundo contra el imperialismo, el colonialismo y la explotación. Su nombre destaca entre los grandes referentes mundiales del proletariado, mucho más allá de los límites de su país. El triunfo vietnamita contra Estados Unidos demostró que era posible derrotar al imperialismo pese a la enorme disparidad de recursos. En el mundo entero grandes contingentes populares se movilizaron en solidaridad con la revolución vietnamita y la figura de Ho Chi Minh alcanzó un merecido prestigio mundial. Fue un gran dirigente de su partido y del proletariadio internacional. Ho Chi Minh y los comunistas trazaron el camino; los obreros y campesinos vietnamitas lo recorrieron hasta el final.
Al final del largo viaje
Ho Chi Minh suave y despierto
sobre el albura del traje
le arde el corazón abierto. No trae escolta, ni paje
pasó montaña y desierto
en la blancura del traje
sólo el corazón abierto
no quiso más para el viaje.
(Pablo Milanés: Ho Chi Minh)

Absueltos los criminales que fabricaron el agente naranja

Uno de los combatientes vietnamitas afectados por el agente naranja durante la guerra de liberación librada em Vietnam contra Estados Unidos es Nguyen Van Quy, que luchó durante un lustro y en la actualidad sufre un cáncer de estómago y otro de hígado. Nguyen Van Quy, que tiene ya 50 años, ha interpuesto una denuncia contra las compañías estadounidenses que produjeron dichas armas químicas. A pesar de su empeño, Nguyen ha perdido la primera batalla, ya que un juez de Nueva York rechazó su demanda al considerar que no hay base para probar que el Agente Naranja le provocara esas enfermedades, principalmente por la falta de investigaciones al respecto. Frente a esta decisión, 100.000 veteranos del Ejército de Estados Unidos han recibido en los últimos años una jugosa indemnización por las secuelas que les dejó la contienda.
Tras este revés legal, similar al que ya sufrió cuando otro tribunal de Brooklyn desestimó en enero de 2004 la denuncia contra 37 empresas químicas, el colectivo de víctimas anunció que recurrirá la sentencia y aportará más pruebas que demuestren las consecuencias de dicha sustancia.
Un estudio realizado en la década de los 80 en el Hospital Tu Du de Ho Chi Minh reveló que, de 294 niños expuestos en el útero al Agente Naranja, el 5,4 por ciento presentaba malformaciones genéticas. Una cifra muy superior al 0'4 por ciento de los 6.690 bebés que también padecían tales enfermedades sin haber tenido ningún contacto con la peligrosa sustancia química. Para constatar la gravedad de la situación, el informe alertaba de que el 0,34 por ciento de los niños afectados por el compuesto fallecía, mientras que la tasa de defunción infantil en circunstancias normales era sólo del 0,02 por ciento.
La culpa de todo esto la tienen las dioxinas que contenían las bombas lanzadas por la aviación norteamericana. Dichos elementos tóxicos han pasado de generación en generación provocando la aparición de tumores, leucemias linfáticas, desórdenes físicos, defectos de nacimiento y alteraciones del sistema nervioso en tres millones de personas.

Enrique Cerdán Calixto (1950-1981)

Enrique Cerdán Calixto, nuestro camarada Costa, nació en Madrid, en el popular barrio de Quintana. A pesar de su tremenda timidez personal, pronto destacó en lo político por su apasionada defensa de las causas populares; y en cuanto se puso a estudiar empezó su verdadera vida, como él mismo afirmaba, la de la lucha, la denuncia de las injusticias, la revolución.
En 1970, con otro grupo de jóvenes, funda el primer núcleo de la OMLE en el interior de España y formó parte de los Comités de Lucha Estudiantil, impulsados por la OMLE. Aquel año conoce a Manuel Pérez Martínez y ambos se convertirán en los imprescindibles pilares para impulsar la reconstrucción del Partido Comunista.
En 1971 fue detenido durante una manifestación cerca de la Plaza de Legazpi y pasó por la cárcel de Carabanchel. La OMLE había convocado una manifestación en Madrid en protesta del asesinato de dos obreros de la construcción en Granada y la policía le tenía demasiadas ganas y, tras una brutal paliza, le ingresó en la cárcel.
Al año siguiente tuvo que pasar a la clandestinidad, tras haber sido detenido otra vez en Cartagena, cuando los militares le querían encarcelar para cumplir el servicio militar en el Ejército fascista y él se escapó cuando le conducían al centro de reclutamiento.
Como un torbellino, va dejando su huella en todo aquello que hace. Dirige el aparato central de propaganda de la OMLE, donde crea un estilo de trabajo que siempre nos ha caracterizado. Como él solía decir, las limitaciones no están tanto en la falta de experiencia o de medios como en nuestras propias cabezas. Con disciplina y voluntad férrea, no hay tarea, grande o pequeña, que los comunistas no podamos acometer y sacar adelante. A partir de 1973 dirigió la Sección Técnica de la OMLE, encargada de conseguir dinero y máquinas de impresión para la propaganda política, que sirvieron espléndidamente para el funcionamiento independiente de la Organización.
En junio de aquel año fue elegido miembro del Comité de Dirección de la OMLE, junto a Collazo, Delgado de Codes y Arenas y en octubre se traslada a París, donde durante un tiempo trabajó como obrero de artes gráficas. Desempeñó una labor fundamental en el avance hacia la reconstitución del Partido Comunista. Tenía tal respeto por los obreros, que por dicha clase estaba dispuesto a darlo todo, como así sucedió años más tarde.
Encargado en 1975 de la organización del Congreso reconstitutivo del Partido Comunista, a todos nos dejó boquiabiertos por el esmero y eficacia con que lo planificó hasta en sus nimios detalles. Fue elegido para presidir las sesiones plenarias de tan importante evento revolucionario y, al final, resultó uno de los cinco miembros del Comité Central elegidos en el Congreso.
En aquella fiera hora, España se convulsionaba entre el terror del franquismo y las fuerzas que se desataban para derribarlo. Eran tiempos de sol trabado por las garras de la niebla, tiempos de limpio aire amordazado por soga cenicienta, tiempos donde los fascistas lo tenían todo: armas, ejército, hombres, medios y los antifascistas no tenían más que la razón, el apoyo del proletariado y su inquebrantable voluntad de combatir. Enrique, manifestaba: Esto está que arde [...] Están preparando juicios sumarísimos contra un montón de antifascistas y seguramente van a condenar a muerte a muchos de ellos. Tratan de sembrar el terror entre el pueblo; así que no queda más remedio que hacerles frente y demostrarles que también el pueblo sabe defenderse [...] Ahora lo que necesitamos es una Organización de tipo militar. Y vino el terror de aquel negro verano de 1975, que el régimen culminó con los fusilamientos del 27 de septiembre.
El Primero de Octubre, Enrique da la orden de responder a tan viles asesinatos. Cinco comandos con un total de 15 militantes del recién nacido y aún no bautizado GRAPO, convierten Madrid en una enorme masa de desfiladeros y gargantas. Cinco emboscadas y cuatro policías ejecutados hielan las gargantas de los fascistas que, con Franco a la cabeza, en la Plaza de Oriente, celebraban la orgía de sangre antifascista derramada. El régimen retrocede y paraliza las demás penas de muerte que ya tenía preparadas.
Al haber sido un alto dirigente de nuestro Partido y ahora formar parte del Comando Central de los GRAPO, la policía editó miles de carteles con su fotografía y el correspondiente anuncio de búsqueda. No podían ocultar el tremendo odio de clase que le guardaban.
Enrique es el alma de los GRAPO, planifica, dirige y participa en los operativos militares que desarrolla la Organización en aquellos años. Él es el principal impulsor de la Operación Cromo, que con los arrestos del presidente del Consejo de Estado y gran oligarca Oriol y del general y presidente del Consejo Supremo Militar Villaescusa. La acción coloca a la reforma franquista contra las cuerdas. Sin embargo, el activismo, la sobrevaloración de las propias fuerzas y la falta de previsión, provoca que la Operación se salde con la liberación de los dos prisioneros y con la detención de los militantes que en ella participan. Pero la victoria política que se alcanza es algo que hasta el enemigo reconoce.
Fue detenido el 11 de febrero de 1977, torturado brutalmente durante 26 días y 26 noches sufre salvajes torturas a manos de la policía sin que sus labios se despeguen más que para escupirle a sus verdugos todo su odio de clase.
Desde su ingreso en la cárcel, no ceja ni un sólo instante en buscar la fuga, el salto a la libertad para volver de nuevo a la lucha. En una operación minuciosamente preparada durante nueve meses, el 17 de diciembre de 1979 cinco combatientes de los GRAPO, entre ellos Abelardo Collazo y Martín Luna, se fugan de la cárcel de Zamora con la complicidad de la luna.
Pisa el asfalto, corre, brinca, vuela, con encendida pasión y entusiasmo se entrega en cuerpo y alma a reorganizar los GRAPO. Sabe que hay orden de exterminar a los revolucionarios, que sobre su cabeza pende una pena de muerte dictada en las alcantarillas del Estado y, sin embargo, durante los meses que permanece activo son numerosas las acciones armadas en las que tomó parte.
En la madrugada del 5 de septiembre de 1981 más de cien policías rodearon el piso franco de Barcelona en el que se ocultaba. Nuestro camarada Costa, sin vestirse, cogió una pistola y trató de escaparse por los tejados. Fue acribillado desde todos los ángulos posibles; cincuenta balas mordieron su cuerpo para poder derribarlo. Asesinaron a uno de los guerrilleros más importantes de la historia moderna de España.
Tenía 31 años de edad y un hijo, Daniel, al que no pudo ver desde su paso a la clandestinidad. En septiembre de 1981, la AFAPP editó un libro sobre su vida: Enrique Cerdán Calixto. Recuerdos de sus camaradas.
En el libro sagrado de la historia de este pueblo, habrá que tallar con fuego su universal estatura de combatiente que asomaba por todas partes como si fuese el hijo primogénito de una tierra bañada por la sangre. Con su muerte querían sepultarnos en los yertos paisajes de una orfandad sin término. ¿Cómo podrían entender ellos que en nuestra voz y nuestra sangre, que en nuestra garganta y sus volcanes, Enrique estará siempre regresando, con sus pasos rompiendo en nuestros párpados como el agua clara que talla las rutas de la mañana? Nunca podrán evitar que Enrique vuelva a nacer cada vez que sus camaradas cantemos:
Combatientes de nuestro pueblo
fuerza armada popular
guerrilleros de los GRAPO
con su misión militar.
Avanza la lucha armada
se extiende por todo el país.
Adelante, camaradas
hasta vencer o morir.

miércoles, 20 de junio de 2012

Ludmila Mijailovna Pavlichenko (1916-1974)

Nacida en Belaya Tserkov (Ucrania) el 12 de julio de 1916. De altas dotes académicas, estudia Historia y al mismo tiempo trabaja en un arsenal soviético. Apuntada al club de tiro de dicha fábrica, pronto destacó como estupenda tiradora, cualidad que posteriormente la hizo mundialmente conocida. Se licencia y especializa en Historia en la Universidad de Kiev.
En junio de 1941 la Alemania nazi ataca la URSS. Inmediatamente Pavlichenko, como militante bolchevique que es, se apunta voluntaria para participar en la lucha. Cuenta la historia de esta revolucionaria una curiosidad: que, debido a su porte más de modelo (alta, bella, peinada, uñas pintadas, ropa muy cuidada...) que de estudiante soviética, el oficial encargado del reclutamiento la miró con tal asombro que Ludmila tuvo que sacar el carnet de tiradora experta y de militante del Partido para ser creída. El oficial seguía tan asombrado con su presencia casi burguesa que le recomendó alistarse en la unidad médica, a lo que esta revolucionaria se negó. Al final fue admitida en el Ejercito Rojo, en concreto en la 25 División de Infantería, como tiradora experta.
La URSS carecía casi de armamento moderno debido a la situación bélica abierta en tantos frentes a la vez, así que dotan a Ludmila del archiconocido fusil Mosin-Nagant. Este histórico fusil, que tan buenos servicios prestó a la revolución soviética, no era nada adecuado sin embargo para el trabajo de tirador preciso, pues medía 123 centímetros de largo (difícil de camuflar), tenía un brutal retroceso (descubrimiento del tirador) y necesitaba de cerrojo entre disparo y disparo (lento).
Aún así, ya desde el primer día en el frente Ludmila se destaca como una tiradora de enorme precisión y estrategia. En Belyayevka primero y en Odessa después, en sólo dos meses ocasiona 187 bajas al enemigo fascista. Y hay que tener muy en cuenta que la labor de estos y estas francotiradoras de élite consistía en eliminar altos cargos y oficiales del enemigo, como mandos militares, guías de ametralladora, enlaces, etc.
Su fama como antinazi mortal empieza a tomar tal carta de prestigio, que cuando los nazis rumanos cercan Odessa en septiembre de 1941, se retira el Ejército Rojo llevándose a los francotiradores a Sebastopol, ya que los nazis los catalogaron como objetivo número 1 a encontrar y eliminar.
Para proteger Sebastopol se guarnecen y fortifican 100.000 soldados rojos y los mejores francotiradores soviéticos. Los nazis alemanes y rumanos no conocen piedad. Bombardean la ciudad con proyectiles de 7 toneladas y millones de bombas más. Asesinan a niños, ancianos y enfermos buscando la información del lugar donde se apostaban los terribles tiradores que estaban diezmando a sus jefes. Ludmila decide cambiar de arma, mucho más adecuada para labores de tanta precisión en la cercada ciudad. Le dotan de un SVT 40, fusil automático de repetición. Pasa noche a noche vigilando, sin dormir apenas, sin mover ni un músculo emboscada entre las ruinas de los edificios, pues sabe la responsabilidad que tiene el formar parte del grupo de mayor élite del glorioso Ejército Rojo y el más odiado por los fascistas.
En mayo de 1942 ya ha ocasionado 257 bajas mortales entre altos cargos y combatientes de élite nazis. Es ascendida a teniente por méritos de guerra y citada en el parte internacional de héroes soviéticos del Frente Meridional. Su fama la hace ser de nuevo el objetivo más buscado por los nazis que rodean la ciudad. Son torturados, asesinados y degollados varios niños y detenidos en busca de información para localizarla. En junio, ya agotada por tantas noches en guardia, y con 309 nazis de alta graduación abatidos, es gravemente herida por el estallido de un mortero fascista que le explota muy cerca.
Como es el objetivo preferente a eliminar por los nazis, es sacada de Sebastopol en un submarino para que no pudiera ser capturada. Días después, a inicios de julio, la ciudad cae en manos nazis y las escenas de horror (violaciones, torturas, degollamientos...) se convierten en la realidad única.
Recuperada de las gravísimas heridas pero sin volver a tener la puntería y precisión anteriores, se dedica a labores de proselitismo, propaganda y organización. Se la declara héroe nacional soviética. Aprovecha esta fama internacional y viaja a Estados Unidos para participar en la Asamblea Internacional de Estudiantes, celebrada en Washington. En Nueva York da cinco mítines multitudinarios. No ocultó ni por un instante su militancia en el PCUS y su enorme respeto por Stalin. Miles de simpatizantes comunistas y militantes de izquierdas asisten a dichas charlas. Incluso el cantante Woody Guthrie compuso un canción en su honor que (obviamente) fue vetada en muchas emisoras yankis. Dice así:
La señorita Pavlichenko es bien conocida para nosotros,
su país es URSS y la lucha su vida,
todo el mundo la querrá siempre,
300 nazis cayeron bajo su arma.
Su sonrisa brilla tanto como el nuevo sol de la mañana,
300 perros nazis cayeron bajo su arma,
en el calor o la fría nieve,
usted sigue derribando a sus enemigos.
Este mundo amará su dulce cara lo mismo que yo,
Pues más de 300 perros nazis murieron bajo su arma.
Continúa dando charlas y haciendo propaganda soviética hasta 1945. Acabada la guerra mundial y vencidos y expulsados los nazis de tierras soviéticas, esta héroe popular vuelve a su hogar. Se dedica durante sus años restantes a ejercer de monitora. Muere en Moscú en el verano de 1974. Un asesino de la División Azul que combatió en el Grupo de eliminación de francotiradores soviéticos en la zona entre Otenski y Possad, definía así su labor:
Los francotiradores eran todos militantes del Partido, unos fanáticos comunistas que se podían pasar 24 horas tumbados sin moverse en la nieve o en el barro, bajo cero, esperando para pegarnos un tiro. Y nosotros estábamos allí para evitarlo, para luchar contra Stalin y el comunismo. Y lo peor es que también había mujeres, que hacían la misma labor que los hombres [...] Una noche un paisano que estaba un poco tocado de la cabeza y que acabó mal a su vuelta a España y yo, rodeamos a uno, porque lo oímos venir y luego lo vimos. No es agradable recordar aquello, pero no es lo mismo que tirar desde la trinchera [...] No llevaba documentación, le cogimos el fusil con la mira, el capote y las botas.
Fueron unos 1.600 los hombres y mujeres que actuaron como tiradores expertos en el Ejercito Rojo. Entre los objetivos conseguidos, incluso un General del Alto Estado Mayor nazi de visita en el frente, ¡un avión derribado! y casi 1.000 comandantes y oficiales. Queremos extender aquí el homenaje realizado a Ludmila Pavlichenko recordando también a los héroes Nicolás Ilyin, con 505 altos nazis muertos, Iván Sidorenko, con 489, Iván Kubeltinov, con 456 y Vasili Zaritsev, con 403 y en cuya vida de francotirador soviético se inspira la película Enemigo a las puertas de Jean Jacques Annaud. Y las camaradas Ana Kostryna, con 387, Natalia Kovshova y Maria Polivanova, con 298 fascistas de alto rango ejecutados, entre ellos 5 francotiradores nazis de máxima élite, Inna Mudretsova con 141, Roza Shanina con 100, Lidia Gudovancheva con 60...

martes, 19 de junio de 2012

Juan Carlos Delgado de Codes


Asesinado en Madrid el 20 de abril de 1979

Conocido clandestinamente entre nosotros por Herrera, Juan Carlos era natural de Segovia, aunque pronto marchó a Cádiz, donde trabajó como conserje en el Colegio de Médicos, al tiempo que estudiaba Naútica.
Intervino en las huelgas que se realizaron en dicha Escuela, donde empezó a leer con pasión a Marx y Lenin y entró a militar en la OMLE en 1969.
Era entonces un joven decidido y desde el primer momento dio muestras de una capacidad de análisis poco común.
Durante tres años trabajó para impulsar la OMLE en Andalucía y en junio de 1973 fue enviado como delegado a la V Conferencia de la OMLE. De dicha Conferencia salió elegido miembro del Comité de Dirección, junto a Manuel Pérez, Abelardo Collazo y Enrique Cerdán.
Fue elegido máximo responsable de la organización de Andalucía, y durante dos años incorporó a la organización a numerosos cuadros comunistas que posteriormente fueron dirigentes de nuestro Partido.
En junio de 1975 partició en el Congreso fundacional del Partido, resultando elegido miembro del Comité Central.
A finales de agosto de 1976 fue detenido en Galicia, siendo salvajemente torturado, a resultas de lo cual le rompieron dos costillas e ingresó en la cárcel, donde permaneció hasta octubre de 1978.
Al salir de la cárcel, dado que el nuestro Comité Central en pleno había sido detenido y encarcelado, en unas condiciones de clandestinidad verdaderamente difíciles, fue elegido Secretario General en funciones de nuestro Partido.
Era el máximo responsable de nuestra dirección clandestina cuando fue asesinado en Madrid, en la puerta del Metro de Lavapiés el 20 de abril de 1979.
Rodeado por tres policías en una emboscada criminal, fue asesinado a bocajarro de un disparo en la sien a muy corta distancia. Le dejaron desangrar tirado en la calle. Nadie fue juzgado a pesar de que los testigos presenciales determinaron que la policía había disparado a quemarropa y que Juan Carlos estaba desarmado. Cayó a cuatro metros y los policías dieron la vuelta al cuerpo para que pareciera un enfrentamiento.
En el momento de su asesinato, su hijo Juan, nacido en la clandestinidad, tenía cuatro meses de edad. Fue enterrado en el cementerio de Segovia en medio de fuertes medidas de seguridad. Uno de los solidarios asistentes declaró a la prensa ¡Qué pena, le han matado cuando estaba madurando y podía haber sido uno de los mejores dirigentes políticos obreros! Por eso precisamente le asesinaron.
Con motivo de su asesinato, la Comisión Política del Comité Central difundióentonces el siguiente comunicado por medio de octavillas:

DECLARACIÓN DE LA COMISIÓN POLÍTICA DEL COMITÉ CENTRAL DEL PCE(r)

Nuestro querido camarada y actual máximo dirigente del Partido, Juan Carlos Delgado de Códex, ha sido asesinado. Una vez más el régimen, con la complicidad de la oposición domesticada, ha puesto de relieve su catadura criminal y sus siniestros planes para seguir ahogando en sangre la resistencia de nuestro pueblo.
Este asesinato, al igual que el del dirigente de ETA Argala, forma parte de la política nazi-terrorista del régimen, encaminada a detener el poderoso movimiento de resistencia que se levanta contra él y que se extiende y fortalece en todos los pueblos de España. Este asesinato y los ataques desesperados del régimen contra nuestro Partido son consecuencia del arraigo creciente de nuestra política y actividad entre las masas obreras y populares. Por ello el Gobierno se ha visto obligado a iniciar esta política de crímenes en vista del fracaso en sus intentos de aislarnos de las masas, con la persecución policial más feroz, la calumnia y la desinformación; pero, se equivocan si piensan que eliminando a nuestros dirigentes van a destruir al Partido y el movimiento de resistencia.
Desde que la oligarquía comenzó su reforma política, con el fin de enmascarar su verdadera esencia fascista, explotadora y asesina con la ayuda de los partidos reformistas, ha ido sufriendo fracaso tras fracaso en su afán de engañar a las masas; el boicot tan rotundo a las últimas farsas electorales viene a sumir al régimen y sus lacayos en el aislamiento más completo. De ahí que el recurso al terrorismo indiscriminado apoyado en las leyes salidas de las Cortes no sea otra cosa que la respuesta al boicot y a la resistencia del pueblo.
Las masas ante esta política terrorista y la intensa explotación que sufren no cesan de hacerle frente. Las oleadas de huelgas, el rechazo de los cauces conciliadores, el empleo de nuevos métodos de resistencia como el sabotaje y el escarmiento de esquiroles y empresarios, así como la simpatía y colaboración creciente con los revolucionarios que se encuentran tanto en la calle como en las cárceles son algunos ejemplos que corroboran la justeza de nuestra línea política y afianza su enraizamiento entre las masas de los pueblos de España.
La nueva investidura del falangista Suárez como presidente del Gobierno, impuesta por la oligarquía junto con la formación del nuevo gabinete y la entrada en el mismo en puestos claves de militares de conocida catadura asesina como el civilón Ibáñez Freire, significa que la oligarquía y el Ejército tratan de centralizar sus fuerzas para hacer frente al movimiento revolucionario del que destaca como punta de lanza la guerrilla popular y al mismo tiempo preparan la entrada de España en organizaciones agresivas e imperialistas como la OTAN, el nombramiento de un empresario para el ministerio de defensa responde a estos objetivos, encaminados a adecuar y potenciar la industria armamentista militar a las necesidades de la OTAN.
Ante esta situación, hacemos un llamamiento a la clase obrera y demás sectores populares, a incrementar la resistencia con luchas de todo tipo, a unirse al Partido, incorporarse y colaborar con la guerrilla armada popular, luchar por la liberación de los presos políticos y a fortalecer la unidad de todas las fuerzas enfrentadas al fascismo, poniendo como objetivo el programa de los Cinco Puntos aprobado por el Comité de Enlace de las organizaciones GRAPO, Socorro Rojo, ODEA, UJA, Pueblo y Cultura y PCE(r).
¡SIGAMOS EL EJEMPLO DEL CAMARADA DELGADO DE CODEX!
¡MUERTE AL FASCISMO Y AL MONOPOLISMO!
¡VIVA EL MOVIMIENTO DE RESISTENCIA!
¡VIVA LA REPUBLICA POPULAR!

Comisión Política del Comité Central del PCE(r)
Abril-1979

La vida que se va extinguiendo en mí
proseguirá por largo tiempo en tí,
y en nuestro pueblo,
eternamente. Nazim Hikmet

lunes, 18 de junio de 2012

Henri Barbusse (1873-1935)

El escritor y periodista francés Henri Barbusse nació el 17 de mayo de 1873 en Asnières-sur-Seine, entonces un pueblo de recreo situado a las puertas de París.
Su madre, inglesa, murió joven al dar a luz a su tercer hijo. Su padre provenía de una familia protestante, aunque él fue siempre un ferviente defensor del ateismo. Era periodista de Le Siècle y también escritor. Supo trasmitir a su hijo una extraordinaria sensibilidad y capacidad de análisis, así como aproximarle a los círculos literarios e intelectuales más importantes de la época.
Fue un estudiante destacado, aunque su integridad moral chocará con la absurda disciplina escolar, interviniendo en una rebelión escolar. Gran amante del deporte, de la literatura y del arte, abrazará a Victor Hugo y desde muy joven mostrará gran admiración, tanto por la pintura de Rembrandt como por la poesía de Baudelaire.
En la escuela, Stéphane Mallarmé fue su profesor de inglés y luego Bergson le impartió lecciones de Filosofía.
Se estrenó en la vida intelectual muy joven, como el más razonable de esos alumnos aplicados que merecen el apodo de bestias de concurso. Estando en el colegio obtuvo un premio por una composición enteramente rimada, sobre el papel que desempeña el escritor en la sociedad. Algunos años después alcanzó otro premio en un torneo de poesía organizado por L'Echo de Paris.
El éxito le arrastró hacia la vida mundana impidiéndole obtener su licenciatura en letras. Cuando, salido de las aulas, empezó a dedicarse a la literatura, Barbusse sufrió la crisis que sufren casi todos los efebos de las letras.
La decepción le lleva a alistarse en 1893 en el ejército, en el que permanece un año perdido, como él mismo reconocerá.

Primeras obras literarias

Sus primeros ensayos fueron versos nebulosos que pretendían ser originales, prosas torturadas en las que intentaba expresarse todo el lirismo balbuciente de una naturaleza atormentada por el ideal. En 1895 publica su primer trabajo poético Les Pleureses, una historia íntima y lejana de un solo ensueño que obtuvo una extraordinaria acogida por parte de la crítica. Catulle Mendès, su futuro suegro y gran amigo, está entre los primeros que se rinde ante la capacidad literaria del joven Barbusse. Redacta una elogiosa presentación del poemario para L'Echo de Paris. Mallarmé, su antiguo profesor de inglés también aprecia su talento lírico. Se le compara con Lamartine, Alfred de Musset, Théodore de Banville y Baudelaire.
Les Pleureses expresa un mundo interior pleno de soledad, tristeza y desencanto. Pero aunque Barbusse constata que la vida es dolorosa y trágica, no la maldice. Hay en su poesía, aún en sus más angustiosas peregrinaciones, un amor infinito. Ante la miseria y el dolor humano, su gesto está siempre lleno de ternura y de piedad por el hombre, débil, pequeño, e incluso grotesco. Pero precisamente por eso no debe ser befado, no merece ser detractado.
Ahora el éxito le abre las puertas de la élite intelectual del momento. Entre otros frecuenta a Paul Claudel, a Paul Valéry y a Jose María de Heredia. Es inmediatamente reconocido como parte integrante de los más selectos grupos literarios.
En 1898 se casa con la hija segunda de Catulle Mendès y la genial compositora de música Augusta Holmes, una de las figuras más interesantes de París a fines del siglo XIX.
Comenzó a trabajar en la oficina de prensa del Ministerio del Interior, así como en el de Agricultura. Hasta que en 1892 decide vivir exclusivamente de su trabajo literario y de su empleo como directivo de las editoriales Lafitte y Hachette.
En 1903 publica su primera novela Les Suppliantes (Las suplicantes), que refleja los tormentos de un alma angustiada por el enigma de su propio destino a través de la historia de un niño, Maximiliano, replegado sobre sí mismo, sobre su propio mundo interior. Es una crítica sutil de las religiones que no tiene demasiado éxito, pese a su innegable calidad.
Aunque se trata de una novela de juventud desde el punto de vista literario, se encuentra ya en ella la mayor parte de las ideas que Barbusse desarrolló posteriormente. Así como la imagen definitiva se precisa poco a poco bajo los trazos vagos y titubeantes del boceto, sin embargo, en Barbusse, su verdadera personalidad fué mostrándose clara, firme e invariable ya desde sus primeros balbuceos literarios.
Por aquellos años Barbusse escribía mucho en los diarios socialistas, particularmente en El Popular, casi siempre sobre literatura y arte, considerando que el pueblo debe interesarse en estos ramos de la producción humana, para que no fueran un privilegio de casta, un monopolio de los mandarines de las letras.

El infierno

Su arte madura en 1908 con una novela naturalista, L'Enfer (El infierno), un libro desolado y pesimista. Se trata de una narración a contrapelo de una época en que los autores escribían por puro entretenimiento. Barbusse demuestra que la novela no es una labor de ameno y ágil flautista, y se sirve de ella para para restablecer la verdad entre sus semejantes y destruir la injusticia. La novela carece de acción; no hay en ella argumento. Cuenta la llegada de un joven de provincias a París para trabajar en un banco. En la habitación de la pensión donde se aloja, hay un pequeño agujero en la pared que le permite ver y escuchar a sus vecinos de alcoba. Por ella van desfilando toda clase de personajes que expresan el rico mosaico de vivencias y problemas de la gran ciudad. Se trata de gentes cuyo nombre y cuya historia ignora, habitantes ocasionales de un cuarto en el que los personajes se creen solos, al abrigo de las normas imperantes.
Los relatos del vidente oculto, aunque parecen fragmentarios y sin relación, tienen un hilo irrompible que los junta, dándoles una sólida unidad: la vida. Todo pasa ante el agujero, desde los amores regulares a los amores unisexuales; nace un nuevo ser; muere un hombre; unos médicos, en el secreto del cuarto cerrado, se atreven a confesar la inutilidad de su ciencia con un desaliento aterrador; un sacerdote atropella a un moribundo para salvarlo a viva fuerza.
Pero la pluma de un gran artista, el talento genial de Barbusse, da a esta novela, que apenas es novela para muchos, un interés poderoso, a pesar de su falta de argumento.
Es un relato impactante y desesperante sobre el vacío, sobre la insignificancia de nuestra existencía. En todas las épocas la lectura de esta novela ha dejado una huella profunda. Representa -dijo Victor Cyrll- uno de los más grandes esfuerzos artísticos de la producción contemporánea.
El agujero por el cual un hombre sumerge su mirada en el cuarto del hotel, en el que ve, al capricho del paso de los huéspedes, hacer el amor, palpitar, sufrir y morir a bípedos de su especie; ese famoso agujero, semejante al de ciertas casas de placer, no es más que un procedimiento imaginado por el autor para dramatizar un sistema filosófico, en el que resplandece nuevamente el espíritu ateo y laico que hereda de su padre. Barbusse grita contra todo lo que representa la abrumadora servidumbre de las tradiciones, la huella del pasado, el espíritu religioso, la moral dominante. Nuestra moral es para la calle, para el salón, para las relaciones sociales; una moral para andar entre gentes, fabricada a medida del público. Cuando damos vuelta a la llave y nos vemos solos a dos, lejos del mundo, sin que nadie pueda espiarnos, esa moral se esfuma: somos nosotros mismos y nos manifestamos tal cual, sin imposiciones.
Dijo Blasco Ibáñez que esta novela merecía el título de formidable, por su grandiosa y genial originalidad. Fue un éxito extraordinario, tanto de crítica como de público, vendiéndose más de 200.000 ejemplares, cifras no conocidas en Francia y superiores a las que consiguió alcanzar Zola.

En la gran guerra

Cuando llega la guerra Barbusse tiene 41 años. Había sido declarado inútil mucho antes para el servicio militar, por ser pleurético. Su personalidad intelectual y sus facultades le daban derecho a ser suboficial. Podía también haberse quedado en una oficina del frente o encargarse de un trabajo en relación con su capacidad literaria y su salud frágil. No quiso admitir grado ni privilegio alguno. El pueblo iba a morir en la guerra, y él deseaba ir con el pueblo. No buscó siquiera entrar en un Arma privilegiada, de las que arrostran el peligro con menos frecuencia. Quiso ser simple soldado, y soldado de Infantería.
No sólo se presentó voluntario para ir a primera línea, sino que se prestó gustoso a las más arriesgadas acciones bélicas, por lo que fue herido y distinguido con dos menciones honoríficas de sus superiores.
Ya entonces era un pacifista convencido. Blasco Ibáñez divulgó una carta que le remitió explicándole las razones de su extraño proceder: Me enganché voluntariamente en la Infantería a consecuencia de mis ideas antimilitaristas. Tuve la convicción de que debía hacer esta vez la guerra a la guerra, morir si era preciso, para que en lo futuro no surjan más guerras.
Su pacifismo estaba muy influenciado por Jaurés, por la socialdemocracia de entonces. En aquella época su ideario imaginaba que el militarismo y el nacionalismo alemán eran la causa de la gran guerra. Una vez aplastada Alemania, se impondría la paz perpetua. Por eso había que combatir.
En las trincheras el escritor gana en lucidez, en capacidad de análisis. Un nuevo vivero de ideales se va forjando en medio de la desolación, rodeado de humildes soldados que la burguesía francesa conduce a una agonía infinita. Comienza a tomar apuntes entre el estruendo de los obuses y el crepitar de las ametralladoras.
Nuevas formas de pacifismo se imponen: en abril de 1917 más de cien unidades francesas se revuelven contra sus mandos, de las que algunas pretenden marchar sobre París. La represión de Petain es feroz; regimientos enteros fueron diezmados salvajemente, dándose casos de fusilamientos masivos.
Barbusse comienza a intuir que la clave de la guerra estaba en los apetitos económicos de las grandes potencias. Había que denunciar a fondo aquella horrible carnicería; dar a conocer la realidad del frente, transmitir las verdaderas sensaciones del combatiente de primera línea.
Después de 23 meses de combates los médicos le obligaron a retirarse del frente. Su salud precaria estaba quebrantada por una nueva enfermedad, la disentería, contraída en los penosos servicios de las trincheras. Aprovecha la evacuación del frente y su traslado a un hospital en la retaguardia para comenzar a dar forma a los apuntes y notas que había ido recopilando. Así aparece El fuego su gran novela, el testimonio más estremecedor de la guerra imperialista.
La novela se publicó en 1916 y logró inmediatamente dos premios Goncourt. El jurado estaba en contra de otorgarle el galardón, pero tuvieron que ceder presionados por el clamor popular de unas masas que comenzaban apenas entonces a comprender el engaño que había llevado a la muerte a tantos de sus seres queridos.
El fuego apareció primero en forma de folletín por entregas. Su subtítulo es precisamente Diario de una escuadra.
Es una novela escrita con la sangre de la guerra; una dolorosa crónica de las trincheras, un relato veraz de la crueldad de la contienda imperialista que demostraba que lo que se presentaba como un mito glorioso, no era más que una carnicería horrible y estúpida para los obreros de todos los bandos, provocada por la ambición de unos explotadores sin escrúpulos.
La conclusión de la obra es que todo está en nosotros y depende de nosotros.
Probablemente ha quedado como el más verídico relato de la contienda, y su autor como el mejor cronista de sus batallas, por lo que fue calificado como el Zola de las trincheras.
Pronto la reacción tiene que empezar a moverse tratando de contener el éxito editorial y la censura militar también se vio impelida a actuar para tratar de mutilar algunos de sus párrafos.
Con esta novela la guerra dejó de ser fuente de inspiración artística, como lo había sido durante siglos: En tiempos más caballerescos -dice un crítico- otros han podido cantar la guerra empenachada, el noble estrépito de las armas, las cargas aullantes entre nubes de gloria y de polvo. Por su temperamento literario, Henri Barbusse era el cantor predestinado de esta guerra, que no ha sido más que un largo sufrimiento resignado; el cantor de la trínchera de inmensa monotonía y de las alboradas lívidas sobre la tierra devastada; el cantor de la llanura desnuda y caótica, de las extensíones inundadas, en las que los cadáveres emergen como reptiles aglutinados.
El éxito del libro fue enorme, fulminante, como no se había visto nunca: más de 300.000 ejemplares. Toda Francia quiso leer esta obra; y la mayoría de sus lectores fueron los mismos hombres que luchaban en las trincheras. Oficiales y soldados escribieron numerosas cartas al novelista dándole las gracias por haberlos iluminado en esta lucha a muerte, por haberles demostrado que el valor más intrépido puede ser inspirado por la conciencia de batirse contra un crimen y no contra un país.
El debate sobre la novela, que en suma era un debate sobre la guerra, ya puesta en cuestión públicamente, llegó hasta la Asamblea, donde se le califica de traidor, e incluso de cobarde. La discusión se prolonga hasta en Estados Unidos, donde hay quien dice que no es más que propaganda alemana.

El compromiso con todas las causas justas

La guerra hizo de Barbusse un rebelde. Comprendió la ineptitud y la esterilidad de las actitudes negativas. El escritor sintió entonces el deber de trabajar por el advenimiento de una sociedad sin guerras. Escribirá: Es la guerra la que me ha educado; no solamente el horror de la guerra, sino también la significación de la guerra imperialista. En julio de 1917 realiza un llamamiento a todos los combatientes desde L'Oeuvre que tiene una enorme repercusión pública, dando lugar a la constitución de la ARAC (Asociación Republicana de Antiguos Combatientes). En algunos de sus párrafos el llamamiento decía:
Dirijo un ardiente llamamiento a todos los antiguos combatientes de esta guerra que creen en la República y la aman. Camaradas, oficiales y soldados, habéis luchado con vuestras manos contra la autocracia y la injusticia. Por fortuna la muerte os ha respetado. Otros han caido; sois sus valedores. Pero las heridas y las enfermedades os han obligado a dejar las armas. Habéis regresado y ahora estáis ahí. Yo os pido que vengáis con nosotros, que os agrupéis, que os unáis no solamente para conocer y salavaguardar fraternalmente vuestros intereses como trabajadores sino para servir a la causa misma que habéis defendido en los campos de batalla hasta el final de vuestras fuerzas. No os hablo de ventajas inmediatas, profesionales, de nuestra unión, sólo pretendo transmitiros hoy un gran interés general que sobrepasa el de cada uno de vosotros: soldados de la guerra, continuad siendo soldados del pensamiento [...] Por todas partes los principios republicanos están siendo demasiado atacados o muy mal defendidos. Hay que vigilar a la República. Ante todo es a todos vosotros a quienes incumbe este deber, supervivientes de los hombres contra los opresores.
El Congreso constitutivo de la ARAC se celebró en Lyon, en setiembre de 1919, con un ideario aún impreciso que sólo el tiempo, y sobre todo la lucha, irá puliendo progresivamente, al calor de los enfrentamientos, hasta la consigna guerra a la guerra que no es sólo una frase -dirá Barbusse- sino un principio de lucha contra el imperialismo. Barbusse comienza a ser aclamado por las multitudes y ferozmente denostado por la burguesía. La lucha pacifista le pone en contacto con las masas, con la clase obrera, que va abriendo en él perspectivas cada vez más hondas de las verdaderas raíces del combate en el que estaba comprometido.
Infatigable desde entonces, en enero del siguiente año hace extensivo el llamamiento a los antiguos combatientes de todos los países para que se unan fraternalmente en una Internacional que se constituye en abril del mismo año, pronunciando Barbusse el discurso inaugural, en el que expone:
Se nos habla de patria. Nosotros también hablamos de ella. Pero la nuestra no es, como la suya, una especie de ciudadela feroz plantada frente a las otras con las cajas fuertes en el centro. Es una patria que no tiene más frontera que el horizonte -como la naturaleza y el espíritu humano- y es demasiado grande para que los explotadores sean capaces de comprenderla [...] El verdadero patriotismo se horroriza del que siembra el odio y la guerra [...] Nosotros decimos que la vieja sociedad está condenada.
Barbusse lucha, convoca renuniones y pronuncia discursos, pero también sigue escribiendo. En 1919 publica Clarté (Claridad), su tercera novela, en la que describe la vida de otro personaje, Simon Paulin, un sujeto banal dominado por su tía, su esposa y sus jefes. No es que no sea capaz de resolver sus problemas, sino que ni siquiera sabe que los tiene. La guerra le saca de su aturdimiento y comienza a comprender la situación de postración en la que vive. Esta novela es un verdadero manifiesto social y moral, rebosante de ternura y de buenos sentimientos. Nada más publicarse la novela se funda el grupo del mismo nombre, germen de una Internacional del Pensamiento. Clarté fue, en un principio, un hogar intelectual donde se mezclaban pacifistas de todas clases. Entre los más destacados escritores, participaron del grupo Romain Rolland y Anatole France.
Clarté es un movimiento intelectual, una editorial, un teatro, una revista y, en definitiva, el espejo crítico de la sociedad francesa del momento, que no sabe a ciencia cierta qué es lo que busca, pero está convencida de que, tras la experiencia bélica, las cosas no pueden seguir indefinidamente de la misma forma, como si nada hubiera ocurrido.
Aunque, por sus mismas características, el pacifismo no tuvo en todos sus militantes las mismas consecuencias, muchos intelectuales cayeron en la cuenta de que el viejo orden social era impotente para la realización de sus ideales. Los gérmenes de la guerra -como ya había dicho Jaurès- estaban alojados en las mismas entrañas de la sociedad capitalista. Por consiguiente para vencerlos era necesario destruir ese régimen. Del pacifismo, pasaron a la revolución, a la lucha contra el capitalismo.
Barbusse no cesa. En 1920 aparece La lueur dans l'abîme, un manifiesto destinado a explicar el significado del movimiento Clarté, como un paso de gigante entre los intelectuales, que no pueden quedarse satisfechos con mirar una realidad tan sangrante desde lejos:
Hacer política es pasar de los sueños a las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es el trabajo efectivo del pensamiento social, la política es la vida [...] No hacer política es sostener la política imperante.
En 1921 edita Le couteau entre les dents un llamamiento a los intelectuales en el que les recuerda el deber revolucionario de la intelectualidad, que no debe conformarse con la subsistencia de una forma social que su crítica ha atacado y corroído enérgicamente. El ejército innumerable de los humildes, de los pobres, de los miserables, se ha puesto resueltamente en marcha hacia la revolución y la intelectalidad no puede abandonarles en el combate. La revolución rusa es el motivo de buena parte de las reflexiones del libro. Ese mismo año ve la luz un libro recopilatorio de sus artículos y discursos, con el título Palabras de un combatiente

El militante comunista

La lucha de clases se agudizaba dejando pocos huecos para las imprecisiones. Cuando el Partido Socialista francés se niega a entrar en la III Internacional, Barbusse deja de escribir en El Popular, que era su portavoz y con el que había colaborado desde tiempo atrás. Por el contrario, comienza a escribir con L'Humanité el viejo diario fundado por Jaurès, convertido en órgano de los comunistas.
Barbusse desarrolló el ideal pacifista hasta sus últimas consecuencias, llegando a donde otros no alcanzaban siquiera a divisar. Se identificaba progresivamente con el proletariado revolucionario, llevando a la Internacional del Pensamiento por el camino de la Internacional Comunista. En 1923 ingresa en el Partido Comunista. Era la trayectoria fatal de un intelectual que no todos quisieron emular. En aquel momento los comunistas estaban siendo perseguidos por su oposición a la ocupación del Ruhr por las tropas francesas y la adhesión de Barbusse estaba cargada de simbolismo político.
La lucha iba definiendo posiciones, clarificando lo que hasta entonces podía permanecer difuso. Una parte de los integrantes de Clarté quedaron paralizados y el tiempo les situará en posiciones cada vez más acomodadas, por no decir reaccionarias. Otro grupo adoptó el camino del surrealismo. Finalmente la revista Clarté será el órgano de expresión de los estudiantes comunistas.
Barbusse no vaciló; siguió adelante. Critica duramente a la Sociedad de Naciones. Interviene para tratar de impedir el asesinato de Sacco y Vanzetti por el gobierno norteamericano. Participa del comité por la liberación de la India y combate el colonialismo italiano en Abisiania. Es nombrado vicepresidente de la sección francesa del Socorro Rojo Internacional. Se solidariza con Gramsci, Thaelmann y Dimitrov, perseguidos y encarcelados por los fascistas italianos y alemanes...
De la difamación la burguesía pasa a la persecución y le procesa por conspiración. Desde la tribuna de uno de los congresos de antiguos combatientes que presidió en Berlín, llamó a los soldados franceses del Ruhr a no disparar jamás contra los trabajadores alemanes, aunque se lo ordenaran sus jefes. Barbusse apelaba a la insubordinación, a la indisciplina, o lo que es lo mismo, a la revolución, porque sin ella no puede haber paz.
Su ideario pacifista adopta nuevos contornos que se resumen en la consigna: El orden clasista se beneficia de la no violencia. Así pues había que empezar a combatir a quienes bajo la excusa del pacifismo se convertían en bomberos de la lucha revolucionaria, de quienes pretendían sofocar la rebeldía de las masas, que adquiría tintes de levantamiento, de combate, de justa violencia revolucionaria.
Desde su ingreso en el Partido Comunista, la prensa silencia sistemáticamente sus obras literarias, que van brotando una tras otra fecundamente: en 1925 La force, L'au-delà, Le crieur; al año siguiente Les bourreaux; en 1927 comienza a salir a la luz su trilogía Jésus, Judas de Jésus y Jésus contre Dieu que no consigue escenificar ni divulgar, pese al escándalo desatado por los plumíferos a sueldo de la reacción, que montan en cólera por su singular visión del Nuevo Testamento.
Los últimos años están presididos por la lucha antifascista y la necesidad de unir a todos los obreros y demás sectores populares para impedir el ascenso de la reacción. La lucha por la paz adopta entonces la forma nueva del frente popular, del antifascismo.
En esa década de los años treinta viajó con frecuencia a la Unión Soviética, donde escribió dos ensayos: Stalin, le monde vue travers l'homme nouveau y Rusia. En uno de esos viajes, en 1932, fue condecorado con la orden de Lenin. En el último, en 1935, contrajo neumonía durante el mismo y murió al llegar a Moscú. Decenas de miles de moscovitas desfilan durante sus restos, expuestos al público durante tres días. Lo mismo sucede cuando su cadáver es repatriado a París. Al día siguiente 200.000 personas acompañan su féretro al cementerio de Père Lachaise.
El caso de Barbusse es paradigmático de la intelectualidad de comienzos del siglo XX, inicialmente enferma de ideas escépticas, disolventes, nihilistas, de las que no pudo escapar por sí misma pero a la cual la guerra imperialista rescató de su estéril letargo. El novelista francés atravesó también esa fase pero continuó un recorrido, sin duda oscuro y tempestuoso, que a otros aterraba, pero resplandeciente de verdad, de ideas frescas, de sensaciones fructíferas. La nueva perspectiva que se abrió ante sus ojos le amarró al mundo, a lo concreto, a la sociedad más perseguida y a sus ansias liberadoras. Su ejemplo permanece vigente como el de un intelectual comprometido con su momento hasta la médula y, por supuesto, un escritor con páginas rebosantes de luz, de entusiasmo, de futuro.
Bibliografía:
— Philippe Baudorre: Barbusse, le pourfendeur de la Grande Guerre, Flammarion, 1995
— Jean Relinger: Henri Barbusse, escrivain combattant, Press Universitaires de France
— Jean Sanitas, Paul Markides, Pascal Rabaté: Barbusse, la passion d'une vie, Editions Valmont, 1996
— Annette Vidal: Henri Barbusse, soldat de la paix, Les Editeurs Français Réunis, 1953

sábado, 16 de junio de 2012

Patricio Lumumba (1925-1961)

(1925-1961)

Este gran dirigente revolucionario africano nació el 2 de julio de 1925 en Onalua, provincia de Kasai, antiguo Congo belga, actual República Democrática del Congo. En la etapa colonial, Bélgica había creado en el Congo una red de puestos militares y campos de trabajos forzados. En ellos la brutalidad contra los africanos fue horripilante: en un lapso de 20 años, la población disminuyó de 25 a 15 millones de habitantes. Gracias a ello los imperialistas belgas se forraron los bolsillos con las enormes ganancias del caucho, madera y aceite de palma.
Durante la II Guerra Mundial, el Congo fue la principal fuente mundial de caucho y de minerales esenciales, como titanio y cobalto, para la máquinaria bélica imperialista. El uranio para las bombas atómicas que Estados Unidos soltó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki provino de la mina Shinkolobwe del Congo.
Con el colonialismo emergió también un proletariado moderno, al lado de los millones de campesinos que formaban la mayoría de la población. En 1941, como consecuencia de la producción militar, había 500.000 trabajadores, la segunda concentración de proletarios del continente africano.
Los congoleños no podían estudiar en las escuelas y universidades. Antes de los años 50, solo 100 congoleños tenían educación universitaria. Los colonos aplicaban una estrategia de dividir para conquistar, fomentando enemistades entre los varios pueblos y regiones.
Siendo trabajador de Correos, Lumumba comienza a organizar un sindicato de trabajadores y es detenido y encarcelado por los colonialistas belgas en 1955. Tras su salida de la cárcel dos años más tarde, entra en relación con el movimiento independentista.
Este movimiento no había logrado forjar un partido comunista para dirigir la lucha anticolonial. Lumumba comenzó siendo un demócrata burgués que a causa del expolio colonial se fue convenciendo del comunismo como único modo de liberar a su país de la esclavitud imperialista.
En 1958 consigue agrupar a la mayoría de las fuerzas progresistas en un partido panafricanista semilegal: el Movimiento Nacional Congoleño, primer partido político de ámbito nacional, convirtiéndose rápidamente en el principal dirigente independentista del país.
El MNC se dedicó a superar las diferencias tribales y regionales y crear una organización independiente y unificada, frente a las ambiciones imperialistas de repartírselo en áreas de influencia y crear varios estados independientes.
En diciembre de aquel año, el dirigente panafricanista de Ghana, Kwame Nkrumah, celebró en Accra la Conferencia de los Pueblos de África y el movimiento de liberación congoleño estuvo representado por Lumumba. Al regresar a su país, habló ante una ingente multitud en Leopoldville (hoy Kinshasa) y, en un discurso explosivo, exigió la independencia del Congo. Acto seguido se produjeron disturbios en la ciudad. Lumumba escapó, pero fue detenido más tarde por la policía colonial y considerado responsable de los desórdenes. El gobierno colonial belga condenó a Lumumba y muchos de sus partidarios por sedición y los encerró a la cárcel. Pero Lumumba, gracias a la movilización popular, fue liberado en 1960.
Entonces viajó a Bélgica para negociar la declaración de independencia. La metrópoli convoca elecciones, que erróneamente el MNC quiso aprovechar para apoderarse del aparato colonial, las fuerzas armadas y la policía desde dentro y, una vez en el poder, acabar con la dominación belga paso a paso. El MNC esperaba que los recursos naturales enriquecieran al pueblo y que el Congo alcanzara igualdad con los demás países. Confiaba llevar a cabo una transición pacífica desde el poder colonial y no organizó unas fuerzas armadas propias para combatir a los ejércitos imperialistas. A comienzos de 1960 Lumumba dijo: En el pasado, se cometieron errores, pero ahora estamos listos a cooperar con las potencias que han estado aquí para crear un poderoso nuevo bloque. Si fracasamos, Occidente tendrá la culpa.
En la campaña electoral Lumumba se declara comunista y esta postura le vale el apoyó de las clases trabajadoras para obtener la victoria en las urnas en mayo de 1960. El 23 de junio se forma un gobierno de coalición con el traidor Joseph Kasavubu como Presidente y Lumumba como Primer Ministro, que proclamaría la independencia días después, el 1 de julio.
Era un equilibrio inestable entre los verdaderos independentistas, encabezados por Lumumba, partidarios de la unidad, y los neocolonialistas de Kasabuvu, dirigente de la ABAKO (Asociación del Bajo Congo). El plan de Kasabuvu no era mantener la unidad del país, por lo que junto con Moisés Tshombé (a quien Bélgica apoyaba), en la provincia de Katanga (hoy Shaba), pretendió convertir el nuevo Estado en una federación descentralizada en la que prevaleciesen los intereses locales. Pero Lumumba estaba resuelto a forjar un gobierno central fuerte.
El rey belga, Balduino I, fue a Leopoldville (hoy Kinshasa) a proclamar la independencia personalmente. Esperaba que sus colonos y sus secuaces locales le garantizaran un gobierno dócil a sus voraces intereses imperialistas. Pero Lumumba, el nuevo primer ministro, agarró el micrófono y le habló al pueblo congoleño sobre la terrible vida colonial y las nuevas esperanzas para el futuro y le dijo al monarca pelele: Ya no somos sus monos. El discurso escandalizó al nuevo gobierno de coalición y dejó horrorizado al rey. Lumumba dijo:
Durante los 80 años de gobierno colonial sufrimos tanto que todavía no podemos alejar las heridas de la memoria. Nos han obligado a trabajar como esclavos por salarios que ni siquiera nos permiten comer lo suficiente para ahuyentar el hambre, o vestirnos, o encontrar vivienda, o criar a nuestros hijos como los seres queridos que son. Hemos sufrido ironías, insultos y golpes día tras día sólo porque somos negros [...] Las leyes de un sistema judicial que solo reconoce la ley del más fuerte nos han arrebatado las tierras. No hay igualdad; las leyes son blandas con los blancos pero crueles con los negros. Los condenados por opiniones políticas o creencias religiosas han sufrido horriblemente; exilados en su propio país, la vida ha sido peor que la muerte. En las ciudades los blancos han tenido magníficas casas y los negros destartaladas casuchas; a los negros no nos han permitido entrar al cine, los restaurantes o las tiendas para europeos; hemos tenido que viajar en las bodegas de carga o a los pies de los blancos sentados en cabinas de lujo. ¿Quién podrá olvidar las masacres de tantos de nuestros hermanos, o las celdas en que han metido a los que no se someten a la opresión y explotación? Hermanos, así ha sido nuestra vida. Pero nosotros, los que vamos a dirigir nuestro querido país como representantes elegidos, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, declaramos en voz alta que todo esto ha terminado ya. Se ha proclamado la República del Congo y nuestro país está en manos de sus propios hijos.
Las palabras sobre el pasado dieron en el blanco, pero las palabras sobre el futuro se equivocaron: el país no estaba en manos de sus hijos, sino en las de sus amos colonialistas. El Congo es un territorio enorme estratégicamente enclavado en el corazón de África y rico en recursos naturales que los imperialistas no querían dejar escapar de sus manos. A pesar de la declaración formal de independencia, los militares belgas todavía controlaban el ejército y la policía; los grandes monopolios todavía controlaban los recursos naturales y la burocracia del Estado. Manejaban los hilos de la política interna del Congo, a través de peones como el presidente Kasavubu y el general Mobutu, hombre de los servicios secretos belgas desde su época de estudiante, y luego agente de la CIA norteamericana.
Inmediatamente después de proclamar la independencia, los imperialistas iniciaron una campaña de desestabilización. La CIA, el servicio de inteligencia belga y otras potencias trabajaban día y noche para mantener en el poder a los congoleños leales al imperialismo. Bélgica retiró a sus especialistas, tratando de provocar la parálisis del país. Promovieron la sublevación de los policías katangueños, dirigidos por Moisés Tshombé, un agente de la compañía minera belga de Katanga (Shaba) que proclamó la secesión de aquella región donde se encuentran las principales reservas mineras. Además provocaron otros movimientos secesionistas, como el del reyezuelo Alberto Kalonji Ditunga, autoproclamado Alberto I de Kassai y promovido por las sociedades mineras belgas que explotaban la extracción de diamantes. Su objetivo era dividir al país y repatírselo. Lumumba y los suyos eran el obstáculo y había que acabar con ellos a toda costa.
Con la excusa de proteger a la población belga, Bélgica envía tropas a Katanga (Shaba), intentando sostener al gobierno secesionista de Tshombé por la fuerza de sus armas.
Ante esta situación, el gobierno de Kinshasa recurrió primero a las Naciones Unidas para expulsar a los belgas y ayudar a restaurar el orden. Las tropas belgas se negaron a evacuar el país, y continuaron apoyando la secesión de Katanga. La ONU envió tropas pero éstas no sólo se negaron a intervenir en apoyo del gobierno central sino que intensificaron la desestabilización del nuevo gobierno y, finalmente, propiciaron el acoso y derribo de Lumumba.
Entonces Lumumba solicitó ayuda a la Unión Soviética y en septiembre de 1960 empezaron a llegar al Congo asesores y agentes militares soviéticos. En agosto, reunió a los principales dirigentes africanos en Kinshasa, y les pidió que unieran sus fuerzas al gobierno del Congo.
Las potencias imperialistas reaccionaron presionando al Presidente Joseph Kasavubu para que acabara con Lumumba, cosa que hizo el 5 de septiembre de 1960, destituyéndole del gobierno ilegalmente y reemplazádolo por Joseph Ileo. Pero Lumumba se negó a abandonar el cargo de primer ministro y destituyó a su vez a Kasavubu.
Los amos no estaban satisfechos; Lumumba seguía vivo y era el dirigente reconocido por las masas trabajadoras y campesinas.
En agosto el presidente de Estados Unidos, Eisenhower, dio la orden de matar a Lumumba. Uno de los asesinos enviados para la tarea fue Frank Carlucci, que sería luego secretario de Defensa de Ronald Reagan.
Allen Dulles, que estaba al frente de la CIA, envió un telegrama a su delegado en el Congo sugiriéndole que reemplazara al gobierno congoleño tan pronto como le fuera posible. El jefe de la delegación en el Congo, Lawrence Davlin, recibió órdenes de mantener en secreto el asesinato.
Patricio Lumumba, en una carta a su esposa escrita en enero de 1961, una semana antes de su asesinato, le decía: Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha doblegado, porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido y pisoteando principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres.
El 14 de septiembre, nueve días después de la destitución de Lumumba, el coronel Joseph Mobutu Sese Seko, jefe del ejército, se hace con el control político en la capital, desata una ola de represión contra las organizaciones políticas y expulsa a los técnicos soviéticos. Auténtico hombre fuerte del gobierno congoleño, antes de dos meses Mobutu había devuelto el poder a Kasavubu y se autodesignó comandante en jefe de las fuerzas armadas. Pero Lumumba seguía vivo y, con él, la esperanza para el pueblo congoleño.
El 6 de octubre Bélgica se une a los planes asesinos de los estadounidenses y el ministro de Asuntos Africanos del gobierno, Aspremont Lynden, siguiendo órdenes del primer ministro, el democristiano Gaston Eyskens, ordena en un cablegrama a Katanga eliminar definitivamente a Lumumba.
El 10 de octubre, el ejército y las tropas de la ONU le detienen, pero Lumumba logra escapar el 17 de noviembre y huir en avión hacia su principal base de apoyo en Kisangani (entonces llamada Stanleyville) en donde contaba con mayores apoyos.
Comenzó el tributo de sangre que reclamaban los imperialistas. El secretario general de la ONU, Dag Hammarskjold, concertó una reunión con Tshombé que tendría lugar en la ciudad de Ndola, en Zambia. Cuando el avión de Hammarskjold se aproximaba al aeropuerto de Ndola perdió el control y se estrelló. El secretario general pereció en el accidente.
Lumumba fue detenido de nuevo el 2 de diciembre por el ejército. Siempre con las órdenes de no intervenir, las tropas de la ONU hicieron la vista gorda cuando lo torturaron brutalmente. Más tarde se supo que se mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral muy elevada. Lo llevaron primero a Kinshasa, a una prisión del ejército donde lo exhibieron ante los periodistas y diplomáticos. Durante el mes siguiente lo fueron pasando de un grupo títere a otro para que lo golpearan y torturaran.
Al final lo llevaron a Katanga. Allí, en un descampado en medio de la oscura sabana, iluminado por las luces de los coches de la policía, el oficial belga Julien Gat cogió del brazo a Lumumba y lo llevó hacia un enorme árbol. El dirigente africano apenas podía caminar a causa de las torturas. Un escuadrón de ejecución formado por cuatro hombres y provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron esperan, mientras que 20 soldados, policías, oficiales belgas y ministros katangueses observaban en silencio. El capitán belga dio la orden de disparar y una lluvia de balas acribillaron a Lumumba y a dos de sus antiguos ministros, Maurice Mpolo y Joseph Okito.
Para encubrir la verdad, un equipo de policías belgas desenterró el cadáver y lo disolvió en el ácido sulfúrico que proporcionó una compañía minera. El comisario belga Gerard Soete, que trabajaba para el régimen pelele de Katanga, confesó que le ordenaron hacer desaparecer a los fusilados. Su trabajo no fue fácil, tuvimos que despedazarlos, reconoció el verdugo. Su cuerpo fue espantosamente descuartizado para evitar su reconocimiento. Los imperialistas no querían dejar ninguna huella del crimen.
Luego vino la campaña de intoxicación en la prensa. Inicialmente, los imperialistas estadounidenses y belgas anunciaron que lo habían asesinado campesinos airados; más tarde dijeron que lo ejecutaron sus enemigos congoleños. También contaron que, estando encarcelado en Katanga, a mediados de febrero, intentó huir siendo mortalmente herido.
Pero el parlamento belga, 40 años después, admitió su responsabilidad en el asesinato en una sesión celebrado en noviembre de 2001.
Cuando lo asesinaron, Lumumba tenía 35 años y apenas había permanecido tres meses como primer ministro. Su asesinato indignó a millones de personas de todo el mundo.
Moisés Tshombé tomó las riendas de un nuevo gobierno títere y se abrió un periodo de guerra civil de cinco años en la que los imperialistas y sus sucursales locales trataron de despedazar al Congo. En 1965 lo reemplazó Mobutu, quien gobernó y saqueó el país sin piedad durante décadas en beneficio de sus amos de la metrópoli. Los imperialistas han chupado las riquezas del Congo, y sus tramoyas y rivalidades dejaron al país, una vez más, arruinado y dividido por la guerra.
Hoy, cuando el reto de la revolución y la liberación nacional se le plantea a tantos pueblos y movimientos, la historia de Patricio Lumumba nos proporciona una clara lección sobre la crueldad del imperialismo y el neocolonialismo. Los soviéticos abrieron en Moscú una universidad en su memoria para que allí pudieran estudiar los pueblos del Tercer Mundo. Y es que Lumumba sigue siendo la antorcha ardiente de todos pueblos africanos.

La continuación de la lucha revolucionaria en el Congo

Las tropas de la ONU, los mercenarios imperialistas y el ejército local trabajaron en vano para tratar de liquidar la guerrilla para siempre. Tras el asesinato de Lumumba varias fuerzas revolucionarias se agruparon en Kinshasa bajo la dirección del Viceprimer Ministro Antonio Gizenga. Pierre Mulele (antiguo ministro de Educación de Lumumba) es enviado a El Cairo como embajador de la República Popular del Congo. Pero los neocolonialistas consiguen entrar en la capital, detener a Gizenga y dispersar a las fuerzas de liberación. No quedaba más remedio que pasar a la clandestinidad, reagruparse e iniciar una guerra prolongada revolucionaria.
Pierre Mulele se trasladó a China en marzo de 1962 para estudiar la estrategia de la guerra popular prolongada, y en julio de 1963, volvió a su Kwilu natal para organizar la guerrilla en compañía de Teodoro Bengila y Félix Mukulubundu. Casi al mismo tiempo, Gaston Sumialot y Laurent Kabila se encargan de impulsar la guerrilla en el este del país.
El 3 de octubre de 1963 Christophe Gbenye, Etienne Mbaya y Benoît Lucouyard Lukunku crean en Kinshasa el Consejo Nacional de Liberación que impulsa una insurrección contra el imperialismo y sus agentes locales, con el objetivo de instaurar en el Congo un gobierno revolucionario, nacional y popular.
Mulele hace un llamamiento para crear un partido revolucionario que encabece la lucha y consigue reclutar un fuerte ejército guerrillero, los maï-maï. Entre abril de 1964 y junio de 1965, logró controlar todo el territorio de Kwilu-Kwango, en Bandundu.
Mientras, Laurent Kabila, que también acababa de recibir formación guerrillera en China, controlaba el territorio que se extiende desde Kalemie hasta Moba en el norte de Katanga, y la zona situada entre Uvira y Fizi, en Kivu.
Ambos lograron implantar un gobierno revolucionario el 4 de agosto de 1964 en Kisangani que controlaba las tres cuartas partes del país.
Instauraron la República Popular del Congo, pero el 24 de noviembre de 1964, con el apoyo de tropas paracaidistas belgas, el gobierno pelele de Mobutu, aplasta en la operación Dragon Rouge al recién nacido gobierno revolucionario de Kisangani y las aldeas que prestaban apoyo a la guerrilla son arrasadas y miles de personas son brutalmente torturadas y asesinadas por la soldadesca de Mobutu.
A partir de entonces, Mulele comienza una guerra de guerrillas, y en la conferencia celebrada por el CNL, el 7 de abril de 1965 en El Cairo con la participación de los representantes de los países africanos progresistas, se creó el Consejo Supremo de la Revolución (integrado por 15 miembros y 3 zonas militares) cuya presidencia fue confiada a Gaston Sumialot y las dos vicepresidencias a Pierre Mulele y Laurent Kabila, mientras que Abdoulaye Yerodia Ndombasi fue elegido como presidente ejecutivo, encargado de la orientación revolucionaria del movimiento.
Mulele se traslada a Brazzaville (capital del Congo francés) para buscar apoyos exteriores a la guerrilla pero es traicionado y entregado a Kinshasa, junto con Teodoro Bengila, el 2 de octubre de 1968.
En un campamento militar mubutista le van descuartizando en vida: le extirpan los genitales, le amputan las extremidades, le arrancan la nariz, le sacan los ojos y, finalmente, arrojan sus restos, metidos en un saco, a las aguas del rio Congo. Diez años más tarde, en 1978, la madre de Mulele fue también ahorcada por soldados de Mobutu.
Por su parte, desde Tanzania, Kabila intentó organizar la contraofensiva, creando un embrión de guerrilla en el triángulo Uvira-Fizi-Baraka, donde recibió la visita del Che Guevara el 24 de abril de 1965, acompañado de 120 cubanos y 200 tutsis ruandeses que atacaron, a la demanda de Kabila, la central de Bendera. Este ataque fracasó y el 21 de noviembre del mismo año, el Che tuvo que marcharse a Kigoma, en Tanzania.
El 24 de diciembre de 1967, Kabila creó el Partido de la Revolución del Pueblo, relanzando la lucha a través del Lago Tanganika. En 1974 su frente de guerra ganó notoriedad internacional con la captura de varios estadounidenses, a los cuales canjeó por 30 militantes del Partido Revolucionario Popular que Mobutu retenía en las cárceles. Pero la persecución de Mobutu obligó a Kabila a salir del país en 1977, exilio que duró casi 20 años por varias naciones vecinas, principalmente Tanzania, desde el cual desató ofensivas importantes que culminaron con los ataques de Moba, en 1984 y 1985.
La guerrilla estuvo prácticamente paralizada durante diez años, hasta que en octubre de 1996, consiguió reunir a las fuerzas anticolonialistas en una Alianza Democrática para la Liberación del Congo, y logró el apoyo de Ruanda, Uganda y de los tutsis ruandeses asentados en el entonces Zaire y conocidos como banyamulengues.
Tras una rápida ofensiva que puso a sus tropas en solo ocho meses a las puertas de Kinshasa, Kabila logró un éxito efímero el 29 de mayo de 1997. Apenas 15 meses después, en agosto de 1998, los banyamulengues aliados con Ruanda, Uganda y los imperialistas, se volvieron contra Kabila en el este del país, lo que acabó convirtiéndose en una guerra regional al intervenir Angola, Zimbabwe y Namibia en favor del gobierno de Kabila, al que asesinaron a traición el 16 de enero de 2001.