Juan había nacido el 5 de marzo de 1953 en el humilde barrio gaditano del Cerro del Moro, una aglomeración de míseras viviendas construídas con materiales deficientes cuyo aspecto era el de algo sin terminar, dejado a medias: calles sin pavimentar, patios de vecindad, barrizales en invierno y polvorientos en verano, material arrojadizo que el viento de levante gaditano utiliza de proyectil contra los habitantes del barrio.
De baja estatura, pelo crespo y abundante, cejas pobladas y muy negras, con unos labios perfilados, carnosos, una boca llena de generosidad y, para terminar el retrato, unas fuertes mandíbulas ennegrecidas por el vello, unas manos de dedos gruesos, callosas, manos de obrero, con un contraste muy singular: la dulzura de la mirada y la firmeza y tozudez de su mentón.
De familia pobre y muy numerosa, siendo casi un niño tiene que abandonar la escuela y ponerse a trabajar de albañil con su padre, para poder ayudar con su escaso sueldo a la mísera economía familiar. De su estancia en la escuela en los primeros años de su niñez, le quedaron grabadas en su mente las bestiales palizas que el maestro le daba por negarse a cantar el himno falangista en voz alta.
Era un joven lleno de vitalidad y rebeldía. Había aprendido desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conocía la explotación en su propia carne y sabía de penas y fatigas, comunes a su clase. Sin haber pisado la escuela prácticamente, las pésimas condiciones de vida que padece su familia hacen que tenga que ponerse a trabajar. Inició su temprana escuela de obrero en el ramo de la construcción, de ayudante de ensolador. El instinto de supervivencia le hizo aprender rápido el oficio, que era de los más duros y sobreexplotado del ramo de la construcción.
Así aprendió desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conoció la explotación en su propia carne y supo de las penas y fatigas de su clase.
A los 15 años alternaba su trabajo de ayudante de albañil con un cursillo de formación profesional acelerada, destacándose entre sus compañeros de estudio por su gran capacidad de razonamiento y por su seriedad ante el trabajo.
Siendo aún muchacho se manifiestan en él las grandes dotes de luchador que poseía, que nacían de la profundidad con que sentía la explotación de su clase y del odio a los opresores. Se convirtió en el motor, animador y organizador de una huelga general que tuvo lugar en Cádiz en 1972. La huelga arrancó en la obra en que trabajaba Martín Luna, de las Mil Viviendas, extendiéndose al resto de sector de la construcción y más tarde a toda la población. Con esta huelga los obreros alcanzaron una importante victoria.
En 1971, cuando sólo contaba con los 17 años de edad, toma contacto con el grupo de teatro Quimera. Lo que motivó a Juan para acudir al grupo de teatro fue la fama que éste arrastraba de subversivo, el dicho ya extendido de que en lugar de hacer teatro daba mítines. Y precisamente, en la primera obra que Juan va a actuar, era lo que él iba buscando, porque en ella se atacaba al dictador Franco y se aplaudía la rebeldía del pueblo.
Esa fue su primera y última representación, pues en el grupo de teatro conoce a José María Sánchez Casas y Juan Carlos Delgado de Codes y, a través de ellos, entra a formar parte de la OMLE. Desde este momento Martín Luna abrazó los ideales revolucionarios entregándose a una lucha abnegada por la causa de la emancipación de los trabajadores de la explotación capitalista y por la conquista de la libertad pisoteada por 40 años de fascismo.
Solía comentar los sucesos diarios, la represión que pesaba sobre los obreros, y se le hinchaban las venas de la garganta y sus ojos aniñados y un poco melancólicos, se tornaban duros y anegados en ira contra los fascistas y los patronos.
La entrada de Juan en la Organización de Marxistas-Leninistas revela su carácter, la confianza que era capaz de transmitir, la honradez y firmeza que cantaba su mirada y su talante. La OMLE había nacido en torno al grupo de teatro y aún se encontraba enquistada en él. Por un lado había sido algo bueno pues el grupo había servido de imán y de escudo. Sus actuaciones eran auténticos trabajos de propaganda revolucionaria. Pero había llegado el momento de separar la Organización política del quemado y archiconocido, por la policía, grupo teatral.
En aquella época se necesitaba un agujero para resguardar una máquina multicopista. En torno a la Organización había hombres maduros que también trabajaban en la construcción, era gente segura que simpatizaban con la Organización y recibían la propaganda, pero va a ser Juan el que se gane la confianza y el que se encargue de la construcción del escondrijo. A pesar de su edad y del poco tiempo que hace que se le conoce, Manolo, ese va a ser su nombre de guerra y como más adelante vamos a llamarle sus camaradas, inopinadamente atrae hacia sí la atención de los miembros de la joven Organización comunista gaditana. Juan accede a la petición pero pone sus condiciones: quiere saber cuáles son los principios por los que se rige la Organización y si realmente defiende y lucha por la causa proletaria. Esta va a ser una constante en la militancia de Luna: su estrecha vigilancia como comunista, de que cada paso que se avance, vaya encaminado a servir a la clase obrera, su clase.
Sus primeros pasos en la actividad revolucionaria consciente de esa época, se desarrollan trabajando entre los amigos de su barrio, destacándose pronto como un gran organizador. Esos primeros pasos no fueron fáciles. Contaba con su entusiasmo y total entrega que derrochaba a manos llenas, pero se encontraba en dificultades debido a la carencia de estudios de que adolece todo hijo de obrero. Pero aunque casi no sabía leer o escribir, contaba con la fuerza de su conciencia proletaria, con la riqueza de conocimientos que da el vivir directamente los problemas y conocerlos de primera mano. Él sabia que era necesario dominar pronto esos conocimientos básicos para ponerlos al servicio de la causa que defendía; toda la buena voluntad que poseía la aplicó a dominar el lenguaje escrito. Su mano zurda trazaba pliego tras pliego sin darse un minuto de descanso y frases y páginas completas del Manifiesto Comunista y de la propaganda marxista-leninista quedaban copiadas sobre el papel.
Robaba las horas al sueño para avanzar en su doble aprendizaje, y puede decirse que dejó asombrados a sus camaradas cuando, al poco tiempo de comenzar su militancia, se presentó con un montón de folios donde exponía los problemas de los obreros en el sector de la construcción y donde desentrañaba los vericuetos de la explotación, denunciaba las artimañas de contratistas y patronos y daba una serie de soluciones para comenzar la lucha política y organizativa. Tanto gustó el artículo que fue publicado en un número extra de El Gallo Rojo, órgano de la Sección gaditana, y tuvo mucha aceptación, principalmente entre los obreros de la construcción, a los que Juan personalmente fue repartiendo.
Un dirigente obrero
Siempre destacó por la facilidad para dirigirse a sus compañeros de
trabajo y hacer comprensibles, traduciéndolas al lenguaje popular, las
directrices y los análisis más complicados. Sabía tocar el nervio justo
para hacer hervir de entusiasmo a los que le escuchaban y hacerles ver
con claridad las trampas de los sindicaleros y revisionistas.
En Cádiz, durante la huelga de las Mil Viviendas, comenzó él
sólo la lucha al observar los problemas que se venían planteando y la
actitud traidora de los enlaces sindicales y los carrillistas que
pretendían, como siempre, apagar el fuego que comenzaba a arder.
Elaboró panfletos con una imprentilla de mano; no fueron más de 200 pero logró reunir a algunos compañeros a los que se había ganado y comenzaron a repartirlas llamando a la huelga. Y lo consiguió. Era de ver a aquel chaval de 17 años dirigiendo la palabra a hombres hechos y derechos sobre los que pesaban años de lucha y represión, y era admirable cómo se los iba metiendo en el bolsillo y les abría los ojos. Les soltaba verdades cómo puños con la crudeza necesaria para romper los lazos de terror que la represión fascista había ido creando durante años y años. En aquella huelga Juan derrochó energía y confianza. Dio mítines, leyó en asambleas la propaganda comunista, fue paso a paso ganándose la confianza y admiración de sus compañeros de tajo.
Fue la primera victoria de la OMLE en Cádiz y fue el bautismo de fuego en la lucha revolucionaria de Juan Martín Luna.
En Catalunya
Su entrega total y su generosidad le lleva a ser el primer hombre que se ofrece en la Organización de Cádiz para pasar a reforzar otros puntos donde la OMLE tenía necesidad de acrecentar su presencia. Martín Luna se une a su compañera y marcha a Catalunya, a Barcelona, escapando de una redada policial, para desarrollar en esta ciudad la actividad revolucionaria. Su marcha a Barcelona en 1973 tuvo que suponerle un gran sacrificio. Era un hombre muy amante del hogar. Su familia, con la que había pasado las peores épocas y las mayores alegrías, significaba mucho para él, y tenerlos que abandonar debió desatar una dura batalla interior, de la que salió triunfante su espíritu de entrega y su generosidad.A su llegada tomó parte en las luchas que se desencadenaron en Barcelona con motivo de los asesinatos de obreros por la guardia civil en la Térmica de San Adrián del Besós, cuando se manifestaban en defensa de reivindicaciones laborales.
Más tarde volvió a convertirse en el animador de otra importante huelga de la construcción que se inició en las obras del Hotel Hilton en 1974, a causa de la muerte de un obrero en accidente por falta de medidas de seguridad. Puede decirse que la huelga fue dirigida por él. En una asamblea se levantó acallando a los que intentaban dividir a los obreros y conducir la huelga al fracaso. Nos imaginamos a Manolo de pie, con su voz firme, su seguridad en lo que defendía, desgranando una a una con palabras sencillas, el problema que se planteaba y la alternativa a tomar. Él, que trabajaba en la obra, supo imprimir a la lucha un carácter resuelto, buscando y consiguiendo la solidaridad del resto del sector.
Su trabajo en Catalunya fue muy intenso, y consiguió extender la organización comunista a las principales fábricas. Fue él quien consolidó del primer núcleo de comunista en aquella nacionalidad.
En los Congresos del Partido
En 1973 fue elegido por sus camaradas para representarles en la I Conferencia de la OMLE, que se celebró en junio de aquel año, destacando todos ellos como sus cualidades más importantes su entrega y disciplina, así como sus grandes dotes de organizador. Un año después volvió a Andalucía para poner en pié lo que la policía había destruido con la detención de varios militantes obreros en Cádiz, Sevilla y Córdoba.A pesar de que allí es muy conocido, en una ocasión bajó con otros camaradas para organizar en Cádiz la campaña de propaganda en torno a la celebración del I Congreso del que saldría reconstruido el Partido Comunista de España. Ya por aquella época se encontraba en la clandestinidad pues la policía le buscaba. Pero él era excesivamente puntilloso con su trabajo y quería enseñar a los camaradas con su ejemplo. Por eso no para mientes en su propia seguridad y tiene plena confianza en los vecinos de su barrio, que son obreros como él.
Pero un confidente de la policía le reconoce e intenta detenerlo con unos guardias municipales. Manolo, que se encuentra en su barrio, se siente protegido y les grita a los guardias que él es un comunista, un obrero que lucha por los de su clase, y diciendo esto, propina golpes al chivato que lo denunció. Los municipales, ante el aspecto amenazante que comienza a tomar la calle, a la que se han ido asomando los vecinos, optan por poner tierra por medio y avisan a los sociales los cuales rodean la casa de los padres de Juan e inician un registro a fondo, pero Manolo consigue, con la ayuda de los vecinos, pasar de casa en casa y burlar a los polizontes.
En 1975 asiste como delegado al Congreso Reconstitutivo de nuestro Partido y es elegido miembro del Comité Central. Esta responsabilidad se la ganó a pulso, demostrando su valor para el Partido y la causa obrera.
La labor desarrollada por él en Andalucía se manifiesta claramente con los delegados andaluces que asisten a las sesiones, hombres maduros, viejos luchadores, junto a una nueva hornada de gente joven, llena de vitalidad y empuje.
En Euskal Herria
Tras la celebración del Congreso, es enviado a Euskadi, a los astilleros de Euskalduna de Bilbao para impulsar el trabajo partidista. Desde el primer momento que llega a la nacionalidad, destaca entre el resto de los camaradas por su vitalidad y agudeza para situar a cada camarada y simpatizante en el lugar en que mejor pueda desempeñar su actividad. Hacía todas las tareas, por difíciles que fueran, con un gran entusiasmo, optimismo y alegría, que contagiaba a quienes estaban a su lado. Vuelve a brillar su ímpetu como propagandista y dirigente de masas. En las luchas que se sostuvieron en Euskal Herria contra los despidos en 1976, y que culminarán con la masacre de los obreros de Vitoria, Martín Luna, junto a sus compañeros de Euskalduna, se mantuvo en huelga durante dos meses, recibiendo personalmente el apoyo y la solidaridad de los vecinos de Barakaldo y orientando a sus compañeros de trabajo sobre el único camino posible a seguir en la lucha por arrancar las reivindicaciones a los patronos: la organización independiente, la celebración de asambleas decisorias, la comisión de delegados para negociar con la patronal y la denuncia de los sindicatos amarillos.Durante su estancia en Euskadi, la difusión de la propaganda aumentó cuatro veces y, en el terreno organizativo, se dio un gran salto, formándose diversos comités de fábrica en Euskalduna, Naval, Altos Hornos, Lemóniz y lográndose contactos con obreros de otras importantes fábricas de la zona. Toda esta actividad estuvo, en gran medida, presidida por la actividad y la enorme capacidad de organización de este camarada.
En 1976, Martín Luna pasa a formar parte de la Comisión de Organización del Comité Central del Partido y, una vez más, tras la caída de diversos militantes de nuestro Partido en Euskadi, Galicia, y Andalucía en julio de 1976, vuelve a demostrar su capacidad de trabajo reorganizando las fuerzas diezmadas por la represión en Galicia y Euskadi y poniendo en pié en poco tiempo los organismos afectados por las caídas.
A finales de aquel año Manolo tendrá un hijo en Madrid, como tantos otros militantes comunistas de aquellos años, en la clandestinidad, sirviéndose de mil artimañas para poder llevar a la compañera a una clínica, y para poder poner en orden los papeles del nacimiento, operación que se complicaba al andar todos con documentos falsos y bajo nombres supuestos.
Ingreso en los GRAPO
Allá por 1977, después de haber pasado por la Comisión de Organización y ante las caídas que la guerrilla sufre, se decide a pedir su ingreso en los GRAPO. Quiere contribuir con su aportación a cubrir las bajas producidas. Su honestidad y espíritu de entrega le pide dar un paso más, y entra a militar en la guerrilla. El 27 de septiembre de ese año, al frente de un comando de los GRAPO ajustició al capitán de la Policía Armada Herguedas, responsable de uno de los pelotones de fusilamiento de los cinco antifascistas de ETA y FRAP en setiembre de 1975. El 10 de octubre de 1977 es detenido junto a todo el Comité Central de nuestro Partido en Benidorm. Al salir de la casa, rodeada por varios cinturones de policías con metralletas, rifles, pistolas y toda la parafernalia policial, uno de ellos, al parecer un jerifalte gritaba desgañitándose mientras señalaba a Luna: ¡Cuidado con ese que es muy peligroso!De esta detención Juan tuvo siempre un muy amargo recuerdo. La policía, en la DGS y durante los interrogatorios agarró a Octavio, su hijo de 10 meses, por los pies y le amenazó con estrellarlo contra la pared si no denunciaba a sus camaradas. Juan se clavó a las uñas en las palmas de las manos lleno de dolor y rabia y negaba con la cabeza. Su hijo lloraba, cabeza abajo, balanceándose en las manos del verdugo. Le reventaron los pies a golpes y lo llevaron a la celda a rastras entre dos grises policías.
Así describió la detención y las torturas a que fue sometido:
Nos despertaron por la mañana con un altavoz, dándonos un minuto para salir de la casa. Pero a los cinco segundos de esta advertencia estaban destrozando la puerta y tirando botes de humo y gases lacrimógenos al interior de la vivienda, donde había un niño con nosotros. Al intentar asomarnos a las ventanas exteriores para decir que ya salíamos, nos dispararon varias ráfagas de metralleta que dejaron sus señales en las paredes y en el techo de las habitaciones. Ni siquiera se molestaron en enseñarnos sus órdenes de detención. Nos bajaron rodando las escaleras y en la calle nos tumbaron en el suelo afirmando que nos iban a matar allí mismo. Con los ojos vendados fuimos conducidos a la Comisaría de Alicante y, desde allí mismo nos trasladaron a la Dirección General de Seguridad de Madrid. Los tres primeros días me golpearon continuamente para hacerme firmar que yo era militante del PCE(r) y de los GRAPO. Cuando por fin fui llevado ante el juez Bermúdez, éste consideró que con aquella declaración no se me podía procesar, por lo que me devolvieron a la DGS, donde continuaron las torturas de todo tipo, como la barra, los golpes con la porra en los pies, etc.Cuando llegaron a la cárcel de Carabanchel, tuvo que conseguirse unas babuchas tres números mayores que el suyo para que le entraran sus hinchados y amoratados pies. Pasó algo más de dos años en prisión. Durante todo este tiempo se dedicó junto al resto de los presos políticos, a combatir la represión y las medidas antipulares del gobierno con la única arma que tenían a su alcance: la huelga de hambre para ser respetados y tratados como personas. En su caso concreto, protagonizó hasta un total de 9 huelgas de hambre, algunas de ellas de 40 días de duración. El estudio, la producción y crear las condiciones propicias para fugarse y seguir combatiendo en la calle, fueron el cuadro de su actividad durante su encierro. Estudiaba con verdadero ahínco, porque era consciente de que la liberación de los obreros ha de ser obra de ellos mismos, y esto requería prepararse en todos los terrenos.
Fuga de Zamora
Tras varios intentos descubiertos, por fin, una noche de 17 de diciembre de 1979, los esfuerzos de los guerrilleros presos se vieron coronados de éxito al conseguir cinco combatientes abrirse pasó por un túnel hacia la libertad. Abelardo Collazo, Francisco Brotons, Enrique Cerdán, Fernando Hierro y Juan Martín Luna, por este orden, consiguieron fugarse de la prisión de Zamora y asestar un terrible mazazo al fascismo. Juan Martín Luna nos describe así los primeros momentos de su fuga: Cuando asomé la cabeza recibí la sensación más agradable de mi vida. Salí y no vi a nadie delante de mí. Seguí el recorrido que habíamos fijado y me dirigí a Zamora. Había mucha oscuridad y apenas sí se veía por dónde pisaba. Delante de mi oía ladridos de perros, por lo que suponía que Fernando Hierro iría delante. Cuando llegué a las afueras de la ciudad estaba empapado de sudor y cansado. Me imagino que me habrían dado por perdido y que habrían cambiado el plan inicial. En vista de la situación me elaboré un plan que consistía en caminar en dirección norte hasta llegar a un punto de apoyo que tenía en León.Durante dos días caminó sin pararse apenas, luchando contra el agotamiento de sus músculos y sus huesos, que se quedaban paralizados a causa dei intenso frío. Continuando su relato nos cuenta:
Cuando cayó la noche llevaba 48 horas fuera, la nevada se hacia más intensa, escuchaba la radio; por ella supe que aunque nos estaban buscando intensamente se habían creído que teníamos apoyo exterior y los controles se centraban principalmente en las carreteras. Se me habían formado ampollas en los pies y me resultaba insoportable sostenerme en pié. Sin embargo, a gatas, aunque muy lento, lograba avanzar. A las 10 de la mañana encontré una choza de las que usan los campesinos para guardar el arado. Había un pozo, bebí agua, limpié un poco las ropas que estaban llenas de barro y con unos sacos de abono y algunas maderas encendí un pequeño fuego que mantuve durante unas dos horas. Allí encontré un cubo de judías secas, supongo que para la semilla y comí de estas judías hasta saciar un poco el hambre. Cuando más relajado estaba oí un ruido y vi a un campesino que se acercaba a la cabaña, Decidí hacerme el dormido y que el encuentro fuera lo más normal posible, Entró en la cabaña y se acercó a mí llamándome. Respondí a su tercera llamada, me incorporé y le conté que había salido a cazar con unos vecinos de Benavente, que yo era de allí y que me había perdido. Al final de mi relato el campesino me preguntó si sabía donde estaba. Cuál no sería mi sorpresa cuando me enteré que estaba a escasa distancia de Zamora; entre la ciudad y la cárcel. Este hombre me llevó campo a través hasta las afueras de Villalpando, me dio 5.000 pesetas y su dirección para que se las devolviera cuando pudiera.Desde allí, en distintas etapas, Juan Martín Luna llegó hasta Guardo, un pequeño pueblo de la provincia de Palencia, en donde se refugió en los primeros momentos.
Reintegro a la Organización
A mediados de enero toma contacto con los camaradas que están trabajando en la clandestinidad. A partir de la fuga, Juan se dedica al trabajo de organización y junto a sus otros cuatro camaradas refuerzan la dirección del Partido. Desde ese mismo momento, puso en juego todas sus dotes de organizador para recomponer adecuadamente las fuerzas, En todo el periodo comprendido entre su fuga de Zamora en 1979 hasta su asesinato en 1982, un lema preside toda su actividad: Sin una buena teoría; sin una profundización en los clásicos y en nuestros propios materiales, sin conocer y sacar experiencias de otras revoluciones, nuestro trabajo no será todo lo eficaz que debe ser. Y sacando tiempo hasta de las piedras, atiende desde los pequeños detalles del trabajo cotidiano, hasta la lectura de las obras de los clásicos y de las distintas revoluciones, completando ampliamente su capacidad de análisis y, en consecuencia, desarrollando aún más ampliamente su capacidad de organización.La importante labor desarrollada por este comunista de gran talla ha quedado reflejada en la recuperaci6n de la guerrilla bajo su dirección y en la gran capacidad operativa alcanzada por los GRAPO en esta etapa, ligando de una manera cada vez más eficaz la lucha guerrillera a los intereses de las amplias masas populares, respondiendo una y otra vez a las medidas represivas del régimen y alentando moral y materialmente el movimiento político de resistencia a continuar su lucha decidida contra el régimen fascista.
Pero si todo esto ha tenido un valor incalculable, aún ha sido mucho más importante el haber asegurado la continuidad del trabajo clandestino, preocupándose en todo momento por inculcar su mismo espíritu de lucha y sacrificio, su optimismo, su interés por aprender cada día un poco más, a todos los camaradas que le rodeaban, desarrollando la iniciativa particular de cada uno y haciéndole consciente de su importancia en el desarrollo y la continuidad de la revolución.
Los últimos meses de su vida fueron particularmente difíciles, pero Martín Luna no era de los que se amilanaban ante las dificultades. Tenía el gran convencimiento de que solo con la lucha enconada se conquista la libertad y estaba dispuesto a perder la vida antes que renunciar a la lucha.
Oferta de paz
Tras los asesinatos de Collazo y Cerdán y la detención de Hierro y Brotons sólo él queda de los que se fugaron de Zamora. La policía le busca con saña. El domingo 5 de diciembre de 1982, a las 10 de la mañana, la radio daba la noticia: en Barcelona el dirigente guerrillero Juan Martín Luna había caído asesinado en una celada montada por la policía del recién estrenado gobierno socialista de Felipe González. Todos sus camaradas sentimos como si nos hubieran asestado un fuerte golpe en la cabeza. Las lágrimas corrían por nuestra cara y también por los rostros curtidos de muchos obreros que conocieron a Manolo, que sintieron rabia y odio contra los asesinos y unas ganas locas de vengarle.Hacía pocos días que los GRAPO habían vuelto a repetir su oferta de paz mediante el programa de Cinco Puntos y la contestación del gobierno socialista fueron cinco balas que dejaron sin vida a un dirigente obrero.
En el momento de su muerte, la organización armada en la que militaba (los GRAPO) había declarado una tregua en su actividad militar ante la reciente subida al poder del PSOE y para que realmente se llevara a cabo el cambio que tanto propugnaban, tregua que rompió el gobierno socialista con el asesinato de Martín Luna, poniendo de manifiesto la catadura moral de los nuevos gobernantes y señalando el camino que estos iban a emprender con su brazo armado, los GAL. Hoy todo el mundo puede ver claro en qué quedaron las promesas electorales de los mal llamados socialistas.
Hacía pocos días que los GRAPO, habían decretado un alto el fuego, volviendo a repetir su oferta de paz mediante el conocido programa de los Cinco Puntos, y la contestación del gobierno socialfascista fueron cinco balas que dejaron sin vida a un dirigente obrero, aplicando la ley de fugas tan utilizada por los franquistas durante su larga y terrorífica etapa, que hoy quieren continuar los señoritos del PSOE camuflados de socialistas.
Juan Martín Luna estaba casado y tenía un hijo entonces de seis años de edad, de quien se sentía muy orgulloso. Era un camarada tremendamente humano, irradiaba vida por los cuatro costados y tenía un optimismo natural que hacía de su confianza en el futuro, de su fe en la victoria y, sobre todo, de su confianza ilimitada en el espíritu de rebeldía de nuestros pueblos, una bandera de lucha. Era comprensivo con todos los camaradas y siempre analizaba los problemas de cada uno desde el punto de vista de aprovechar sus cualidades al máximo y de combatir sus debilidades responsabilizándole de nuevas tareas. Tenía una amplia visión política, alentando en cada instante a marchar hacia adelante.
Los verdugos que hicieron correr su sangre, los capitostes asesinos que les amparan y los plumíferos traidores, rieron entonces pensando que matándole aniquilaban la resistencia. Pero ¡que equivocados están! El espíritu de Juan Martín Luna; sus latidos de revolución y sus enseñanzas no se pueden apagar a balazos. Al contrario. Aún reavivan más la llama de la insurrección y la lucha contra la injusticia. Por eso, los hombres y mujeres como él seguiremos combatiendo con la misma intensidad y lo seguiremos haciendo hasta vencer.
¡ Libertad o muerte !
Es el grito recogido y así será hasta romper las cadenas de la explotación2.000 personas asistieron a su entierro
El martes 7 de diciembre, a las 11 de la mañana llegaba al barrio del Cerro del Moro en Cádiz el féretro con el cuerpo de Martín Luna. Antes, familiares, amigos y vecinos del barrio habían realizado una colecta popular para sufragar los gastos que originaban a la familia el traslado del cuerpo del camarada desde Barcelona a su tierra y que ascendió a 400.000 pesetas. El cariño que el barrio profesaba a Juan se manifestó claramente ese día. Desde las 9 de la mañana los vecinos se habían empezado a concentrar en la puerta del domicilio familiar para rendirle su último homenaje de admiración y respeto. A la llegada del cortejo fúnebre, su madre, Carmen Luna, puño en alto, en medio de una fuerte emoción y tensión se dirigió a los vecinos con las siguientes palabras: Ni una sola lágrima, serenidad. Junto a ella estaban el padre, sus hermanos y su mujer. Más de 20 coronas de flores de familiares de Francia, Galicia, pueblos de la bahía, amigos, vecinos, presas de Yeserías y compañeros de la Bazán precedían el féretro, portado a hombros por los compañeros y amigos de Martín Luna. El ataúd iba cubierto con la bandera de la República Popular y el emblema de nuestro Partido. La gente se unió al cortejo conforme iba desfilando, engrosaban las filas con los puños crispados en alto. El cariño que el pueblo gaditano le tributó, indicó al gobierno que una vez más se había equivocado, y que había hecho por Cádiz famoso aquello de que Juan Martín Luna es de los muertos que nunca mueren.El cortejo presidido por una pancarta con el texto Tu sangre es semilla de libertad, por la bandera roja y la de la República Popular, recorrió a lo largo de dos kilómetros y medio las calles de San Severiano, Trille, María Auxiliadora, Plaza de San José y Avenida de Ana de Villa. A su paso los gaditanos se agolpaban en las aceras y los comercios cerraban sus puertas en señal de duelo.
Mientras su madre y los familiares organizaban la entrada al cementerio, a la puerta y con el féretro a hombros, se entonó la Internacional, canto que se repitió en el interior, tras una semblanza de Martín Luna que hizo uno de sus compañeros. Hasta la llegada al nicho, en medio de una fina lluvia de claveles, se dieron gritos a favor de Martín Luna, del PCE(r) y de los GRAPO. Cuando el féretro se introdujo en el nicho se volvió a entonar la Internacional y el Himno de los GRAPO.
La manifestación que fue su entierro en Cádiz, los gritos a favor de la guerrilla y los GRAPO, el cariño que el pueblo gaditano le tributó, indicó al gobierno que una vez más se había equivocado, que asesinando a un comunista hacía surgir del seno del pueblo a cien más.
Esta era, sin duda, la mejor respuesta que pudieron recibir sus asesinos, el respeto y el homenaje sincero de más de dos mil gaditanos que mostraban con su actitud, su admiración por tan noble y valiente guerrillero.
Manolo era un hombre capaz de amar mucho, por eso mismo fue capaz de ofrecer su vida por los demás. Amaba intensamente a su hijo y por eso luchaba para conseguir para él y para todos un mundo mejor.
La sangre de nuestro camarada es un canto de vida y revolución.
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