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El bibliotecario de la universidad
— El Movimiento 4 de Mayo
— La fundación del Partido Comunista
— La integración de los comunistas en el Kuomintang
— La primera guerra civil
— En busca de una estrategia revolucionaria
— Cerco y aniquilamiento
— La Larga Marcha
— La guerra contra el imperialismo japonés
— La tercera guerra civil
— China se pone en pie
— El movimiento de las cien flores
— El gran salto adelante
— Los tres años negros
— La lucha contra el revisionismo soviético
— La revolución cultural
— La diplomacia triangular
— Reseñas biográficas
— El Movimiento 4 de Mayo
— La fundación del Partido Comunista
— La integración de los comunistas en el Kuomintang
— La primera guerra civil
— En busca de una estrategia revolucionaria
— Cerco y aniquilamiento
— La Larga Marcha
— La guerra contra el imperialismo japonés
— La tercera guerra civil
— China se pone en pie
— El movimiento de las cien flores
— El gran salto adelante
— Los tres años negros
— La lucha contra el revisionismo soviético
— La revolución cultural
— La diplomacia triangular
— Reseñas biográficas
En agosto de 1948, mientras preparaba su discurso para la ceremonia de
apertura de la universidad del norte de China, Wu Yuzhang pensó utilizar
por vez primera la expresión maoísmo y afirmar que estudiar el maoísmo es de importancia primordial. Envió a Mao un telegrama para pedir su opinión al respecto. En la contestación, Mao le escribió: Esa
clase de expresiones son absolutamente inadecuadas. No existe el
maoísmo. No digas que estudiar el maoísmo es de importancia primordial.
Lo que tienes que hacer es impulsar a los estudiantes a estudiar la
teoría de Marx, de Engels, de Lenin y de Stalin, así como la experiencia
de la revolución china.
En 1955 volvió a repetir: El marxismo-leninismo es el tronco del árbol; yo sólo soy una ramita.
En 1955 volvió a repetir: El marxismo-leninismo es el tronco del árbol; yo sólo soy una ramita.
El bibliotecario de la universidad
Mao Zedong nació el 26 de diciembre de 1893 en el seno de una familia campesina del distrito de Xiangtan de la provincia de Hunan, en el centro-sur de China, una región rural, pobre y aislada poblada por 30 millones, campesinos en su mayor parte. Mao era el mayor de cuatro hermanos, procreados por una madre analfabeta y un padre propietario de tierras pero arruinado. La familia tuvo que dividir la casa y compartirla con extraños. También tuvo que vender una parte de las tierras y el padre marchó a trabajar a otra región, hasta que su fortuna cambió. Entonces pudo contarse entre los mejor acomodados. Las relaciones de Mao con su padre fueron siempre pésimas y eso, en una cultura confuciana que sacraliza la autoridad de los mayores, evidencia la precocidad del carácter rebelde del muchacho. También en la escuela, Mao se manifestó en lucha permanente con las normas y con la autoridad establecida. A los 13 años su padre le casó con una muchacha mucho mayor que él, algo que jamás aceptó, por lo que el arreglo conyugal quedó para los legajos registrales.También con la oposición de su padre, que quería que le ayudara en el campo, Mao se empeñó en estudiar, primero en la escuela de Tungshan y luego en Changsha, la capital provincial. Durante años enteros, pasa las horas estudiando en la biblioteca y, sobre todo, leyendo periódicos, una costumbre que mantendrá toda su vida. Allí le sorprende la Revolución de 1911 que, en la medida de sus fuerzas, apoya colocando carteles en la escuela. Cuando la marejada alcanza Changsha por muy pocos días, se une a uno de los batallones que asalta el centro de la ciudad, pero pronto vuelve a sus estudios.
La revolución de 1911 fue un acontecimiento de gran significado en la historia moderna de China. Dirigida por Sun Yatsen, fue una etapa de la revolución democrático burguesa de China que derrocó al emperador Pu Yi. Con el final de la dinastía Qing terminó una monarquía feudal que había perdurado durante más de dos mil años. Se estableció el Gobierno Provisional de la República bajo la dirección del Kuomintang, un partido de la burguesía nacional con influencia entre las masas campesinas.
Sin embargo, debido a la debilidad de la burguesía, los frutos de la victoria fueron usurpados por Yuan Shikai, uno de los caudillos militares del norte, que fue nombrado Presidente de la nueva República. Tras su muerte en 1912 se acentuó aún más la disgregación territorial de China, que siguió languideciendo bajo el dominio feudal compartido de varios caudillos militares que disponían de poderosos ejércitos privados. Con ellos se disputaban el país en una cadena sucesiva de alianzas y guerras sin fin. En Beijing no existía un poder central sino que era un feudo más controlado por un caudillo militar al servicio de los feudales y en alianza con otros de su misma especie.
Tras el fracaso de la revolución la burguesía nacional se refugió en el sur, en la ciudad portuaria de Guangzhou donde Sun Yatsen y el Kuomintang instalaron su propio cuartel general. Allí no eran más que otra pieza añadida al complejo mosaico político de China; su primer objetivo debía ser la reunificación de todo el país en un mismo Estado centralizado. La tarea adoptó la forma de una nueva guerra, una expedición militar que arrancando desde Guangzhou se encaminara hacia el norte, hacia la capital Beijing.
La fragmentación estaba alentada por los imperialistas que, a su vez, también sostenían pactos con unos u otros señores feudales, promocionaban las interminables guerras entre ellos y se reservaban zonas exclusivas fuera de la jurisdicción autóctona. Como dijo Mao, las contradicciones y luchas entre las diversas camarillas de caudillos militares de China, reflejan las contradicciones y luchas entre las potencias imperialistas. Esas guerras intestinas -añadía Mao- eran una característica singular de China que no existía en ningún otro país (¿Por qué puede existir el poder rojo en China?, OO.EE., I, pgs.63 y stes.). En algunos parques de Shanghai los letreros indicaban: Prohibida la entrada a los perros y a los chinos. Especialmente en los puertos de la costa, el imperialismo disponía de una poderosa burguesía compradora protegida también por ejércitos mercenarios. La fragmentación territorial y la humillación nacional de China han sido históricamente tan poderosas que hasta fechas bien recientes existían en su territorio enclaves como Hongkong, en poder de los británicos, y Macao, en manos de los portugueses, subsistiendo también la ficción de Taiwan como Estado independiente.
La suerte de China pendía de un hilo; todo el país estaba a punto de resultar despedazado por los imperialistas. En medio de aquella disgregación, surgieron numerosos movimientos intelectuales con el propósito de cambiar la sociedad china mediante un despertar ideológico. Había muchos debates en los círculos académicos y los estudiantes y escritores vivían en un torbellino de nuevas y revolucionarias ideas. En septiembre de 1915 apareció el principal medio de divulgación de aquellos nuevos movimientos literarios y culturales, la revista Nueva Juventud bajo la dirección de Chen Duxiu. Creyendo que el estancamiento de China moderna se debía a las decadentes tradiciones éticas, institucionales e ideológicas (sobre todo el confucianismo), Chen desencadenó en su revista un ataque general contra ellas. Hizo un llamamiento a favor de la cultura occidental, que calificó de dinámica, progresista y científica. Agrupó a los estudiantes, profesores universitarios e intelectuales. Todos ellos profesaban puntos de vista filosóficos y literarios de muy variada índole, pero se unieron para introducir las instituciones occidentales y criticar la tradición china. Los intelectuales creían que la democracia y la ciencia constituían la fuerza de occidente y que eran el único camino también para la salvación de China.
En 1917 la Universidad de Beijing, bajo la dirección de un nuevo rector, promovió activamente la exposición de diferentes puntos de vista, tanto académicos como políticos. El rector invitó a Chen Duxiu a entrar en la Universidad como decano de la Facultad de Letras junto con otros muchos profesores de ideas renovadoras. Una de las vías de entrada del marxismo a China fue aquella Universidad de Beijing, en la que, a partir de 1918 además de Chen Duxiu, desempeñó un papel muy importante el bibliotecario, Li Dazhao.
Li Dazhao se había convertido en colaborador de la revista Nueva Juventud cuando estudiaba Economía Política en la Universidad de Waseda en Japón. En contraste con Chen Duxiu, concedía una gran importancia a los resortes autóctonos de China y no tanto a los occidentales. Por ejemplo, a diferencia de Chen Duxiu, repudiaba el individualismo burgués y no era tan crítico con Confucio. No obstante, sus primeros escritos reflejan una gran familiaridad con filósofos burgueses occidentales tales como Rousseau, Montesquieu, Stuart Mill y otros, así como su confianza en el constitucionalismo y los derechos civiles y políticos. En 1916 escribió La constitución y la libertad de expresión, donde criticaba la tentativa de Yuan Shikai de elevar el confucianismo a religión oficial del Estado, afirmando que eso era una amenaza para la libertad de expresión, que consideraba como la libertad más importante.
Tras graduarse en 1918 en la Escuela de Magisterio de la capital provincial, Changsha, Mao partió a Beijing con la oportunidad de viajar a Francia para completar sus estudios. Desistió de la idea, desvelando entonces uno de los rasgos característicos de su personalidad: a diferencia de los intelectuales progresistas de aquel momento, prefería conocer mejor la propia China antes que viajar a ningún país extranjero. Durante seis meses estuvo trabajando en la Universidad como ayudante de Li Dazhao en la biblioteca. Allí entró en contacto con algunos de los jóvenes que más tarde desempeñarían papeles destacados en el Kuomintang, en el Partido Comunista y en los círculos literarios y académicos del país, adquiriendo también sus primeras experiencias de lucha política.
En las primeras etapas de aquel movimiento intelectual, el marxismo sólo recibió una atención ocasional, hasta que en 1917 llegaron los ecos impactantes de la Revolución de Octubre, que cambiaron completamente la historia de China. En abril de 1920 se publicó un pequeño libro en Shanghai que despertó la curiosidad de los jóvenes intelectuales chinos. Todas las copias se vendieron en menos de un mes. Era la primera traducción al chino del texto completo del Manifiesto Comunista. El comunismo, aquel espectro que Marx y Engels decían que sólo recorría Europa, llegaba también a la lejana China como un grito de guerra.
Rodeado de libros en la biblioteca de la Universidad de Beijing, Mao pronto adquirió una sólida formación marxista. Él mismo explicó así esta etapa de su aprendizaje:
Debo decirles que mi biografía personal conduce de la ignorancia al despertar, del idealismo al materialismo, de la creencia en seres superiores al ateísmo. Si afirman que yo fui marxista desde un principio, no es verdad. Si dicen que yo lo sé todo, tampoco es correcto. Este año cumpliré 71 años, pero hay muchísimas cosas que todavía no conozco. Sigo estudiando cada día [...] Podéis ver entonces que no fui perfecto desde el principio, ni mucho menos, pues creía en el idealismo y en seres superiores; perdí muchos combates y cometí muchos errores. Estos combates perdidos y estos errores me formaron. También los errores de otros contribuyeron a mi formación. Especialmente me ayudaron muchísimo la personas que me querían orientar ideológicamente (Mao íntimo, pgs.54-55).Además de la Universidad de Beijing, otra de las vías de penetración del marxismo en China fueron los estudiantes emigrados al extranjero, especialmente a Francia, Alemania y la Unión Soviética entre los que estaban Li Lishan y Zhou Enlai, Zhu De y muchos otros. Por estas fechas Mao escribió una serie de nueve artículos para un periódico de Changsha acerca del suicidio de una mujer en su lecho nupcial. Desvelaba así otra de las preocupaciones fundamentales de su lucha: la opresiva situación de la mujer en China y la necesidad de proceder a cambios profundos de la sociedad que eliminaran las prácticas ancestrales que las mantenían tan férreamente sometidas. Mao no dejó nunca de insistir en la necesidad de que la mujer se incorporara plenamente a la nueva sociedad y a la lucha por conseguirla.
El recorrido de Sun Yatsen no era muy diferente del de aquellos estudiantes. Su confianza en la democracia burguesa y las instituciones de occidente recibió un impulso adicional con la proclamación al final de la primera guerra imperialista de los 14 puntos del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson y las hipócritas declaraciones de las potencias aliadas con respecto a sus objetivos. Cuando en noviembre de 1918 terminó en Europa la guerra, el pueblo chino se mostró alborozado y los nuevos intelectuales se sintieron particularmente optimistas, creyendo ingenuamente que la victoria aliada destruiría las prácticas colonialistas y acabaría con la explotación de unos pueblos por otros; también suponían que China, como una de las potencias aliadas, tendría el apoyo de los aliados en la conferencia de paz en lo referente a la restitución de los territorios e intereses cedidos a Alemania a partir de 1898 y luego confiscados a los alemanes por los japoneses durante la guerra.
El Movimiento 4 de Mayo
Estas esperanzas se trocaron en profunda desilusión en abril de 1919 con la noticia de que las potencias imperialistas legitimaban en la Conferencia de Paz de Versalles la confiscación japonesa de los antiguos intereses alemanes en la provincia china de Shantung. Las organizaciones estudiantiles de Beijing convocaron una manifestación para protestar contra la decisión de la Conferencia de Paz de Versalles en el problema de Shantung y para denunciar a los funcionarios projaponeses del gobierno. Los estudiantes prendieron fuego a la residencia del projaponés ministro de Asuntos Exteriores y asaltaron al representante chino ante el gobierno japonés, que se encontraba en Beijing. Además publicaron una declaración para levantarse por la salvación de la nación. La respuesta a este llamamiento fue muy amplia: del 5 de mayo al 4 de junio de 1919, los estudiantes de todas las ciudades importantes del país se manifestaron, difundieron folletos, pronunciaron discursos en la calle, se declararon en huelga y organizaron el boicot contra los productos japoneses. El legítimo patriotismo de los estudiantes, las medidas de represión del gobierno contra ellos y el conflicto cada vez más declarado entre las masas chinas y el imperialismo occidental (resultante de la llegada de productos occidentales al mercado chino después de la guerra) pronto inquietaron a sectores muy amplios de la sociedad. Comerciantes, industriales y trabajadores urbanos se unieron a los estudiantes en la protesta contra el Tratado de Versalles con huelgas, boicoteos y manifestaciones.El resultado de esta explosión popular a escala nacional, que desde entonces se ha conocido como Movimiento 4 de Mayo, fue la negativa de la delegación china en Versalles a firmar el Tratado. El Movimiento del 4 de Mayo constituyó un viraje de la revolución democrática del viejo tipo a la revolución de nueva democracia. China estaba pasando por la experiencia de la primera gran acción política de todas las clases sociales. En ese movimiento, el proletariado chino también empezó a subir al escenario político del país.
Más significativo resultó su efecto sobre algunos de los nuevos intelectuales que habían esperado que las potencias occidentales acudirían en ayuda de China en los años de la posguerra y que habían defendido el pensamiento democrático occidental y sus instituciones como remedio para los males sociopolíticos de la China moderna. Decepcionados por la política de los imperialistas en la Conferencia de Paz de Versalles e impresionados por la eficacia de la acción masiva directa emprendida por el pueblo chino (especialmente los estudiantes y los trabajadores urbanos) durante el Movimiento 4 de Mayo, algunos destacados intelectuales, entre ellos Chen Duxiu y Li Dazhao y algunos jóvenes, entre ellos Mao Zedong y Zhou Enlai se interesaron por la revolución que habían dirigido los bolcheviques en Rusia. Sólo habían transcurrido 19 meses de la Revolución de Octubre. El movimiento contribuyó a propagar el marxismo-leninismo en China y su aplicación a la práctica de la revolución en aquel gigantesco país; forjó los primeros cuadros que fundaron el Partido Comunista de China.
Cuando estalló el Movimiento 4 de Mayo, Mao seguía trabajando en la biblioteca de la Universidad de Beijing, donde entre los intelectuales proliferaban los grupos de discusión política. En mayo de 1919, durante la manifestación estudiantil, la revista Nueva Juventud, dedicó un número especial al marxismo. En diciembre de 1919 apareció una Sociedad para el Estudio del Socialismo en la Universidad de Beijing, con Li Dazhao, Chen Duxiu, Qu Qiubai, Zhang Guotao, Mao Zedong y cerca de 100 profesores y estudiantes. Este grupo de estudio del socialismo discutía los méritos relativos de las diferentes clases de socialismo, pero ninguno de aquellos intelectuales había aceptado el marxismo ni había rechazado por completo los principios de la democracia burguesa occidental. Por ejemplo, en un artículo publicado en la edición de diciembre de Nueva Juventud, Chen Duxiu todavía abogaba por una síntesis de la democracia constitucional y la democracia social y económica, pero haciendo hincapié en que ésta era más importante que la primera.
Ese mismo año 1919 Mao fundó el Comentario del Río de Xiangjiang, una revista progresista cuyo propósito era apoyar la Revolución de Octubre y difundir el marxismo-leninismo.
La práctica llamaba a la teoría. No fueron los libros lo que finalmente llevó a todos aquellos intelectuales a aceptar el marxismo y organizar el Partido Comunista, sino las muestras de amistad de los bolcheviques. En marcado contraste con las potencias occidentales, que seguían aferradas a la tradicional política colonialista, el gobierno soviético defendía una nueva diplomacia fundamentada sobre la igualdad, la soberanía y la autodeterminación de todos los países.
El Primero de Mayo de 1920, en la Universidad de Beijing, un acto multitudinario vino a simbolizar el nuevo giro que la situación comenzaba a dar. Se celebró por vez primera en China el día internacional de la clase obrera. Además, en Shanghai, Guangzhou y otras ciudades, los intelectuales lograron parar algunas fábricas para invitar a los trabajadores a los actos. La edición de Nueva Juventud publicó varios artículos al respecto, entre ellos uno de Sun Yatsen titulado El mundo entero es una comunidad. De esta forma, hasta los chinos más nacionalistas iban asimilando las nuevas ideas internacionalistas que llegaban desde el país de los soviets. La filosofía marxista se volvía ahora tan fascinante que hasta los dirigentes del Kuomintang empezaron a usar el materialismo histórico en su interpretación de la historia china.
Las ilusiones de Sun Yatsen sobre las democracias occidentales naufragaron a consecuencia del Tratado de la Nueve Potencias que se firmó en Washington a comienzos de 1922. Dicho Tratado desplazaba la influencia de Japón sobre China en beneficio de Gran Bretaña y Estados Unidos y su política de puertas abiertas, esto es, de dominación conjunta sobre el país. Japón debía evacuar la región; unos imperialistas se sucedían a otros. Entonces Sun puso sus ojos en los soviets. Para un país como China, trágicamente amenazado por el imperialismo y en trance inminente de desaparición, las posiciones diplomáticas de la Unión Soviética fueron un balón de oxígeno.
Las posiciones antimperialistas del nuevo gobierno soviético tuvieron una acogida muy favorable. Sun Yatsen había conoció en París a Chicherin, ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética. La revolución, por primera vez en la historia, había renunciado unilateralmente a todos los injustos tratados concertados por el zarismo con China. En una declaración emitida en Moscú el 25 de julio de 1919, León P. Karajan, Comisario en Funciones para las Relaciones Exteriores y luego embajador de los soviets en Beijing, anunció su disposición de devolver al pueblo chino, sin exigir ninguna compensación, el ferrocarril oriental chino y todos los demás privilegios y concesiones que el régimen zarista le había arrebatado. Nunca se había escuchado cosa semejante en la historia de las relaciones internacionales: esta renuncia no sólo era unilateral, sino que carecía de contrapartidas. El gobierno soviético también prometía su apoyo al pueblo chino en su lucha por recobrar su total independencia política.
Este gesto ganó para el comunismo a muchos de los intelectuales que luchaban por la unidad y la independencia de China. Comprendieron entonces que la Unión Soviética no tenía nada que ver con aquellos voraces Estados imperialistas que despedazaban su país. Por una larga demora en la transmisión, el telegrama que contenía la declaración de Karajan no llegó a Beijing hasta fines de marzo de 1920, pero inmediatamente encontró una respuesta entusiasta de los chinos, ya impresionados por el triunfo de la Revolución rusa. A principios de abril, más de 30 organizaciones importantes habían expresado directamente su gratitud al gobierno soviético. Los diplomáticos soviéticos comenzaron a llegar a Beijing en medio del entusiasmo general. La diplomacia soviética disponía un punto importante de apoyo en China en el gobierno legítimo establecido en Beijing, con el que firmaron un Tratado de Amistad.
Era natural una sólida convergencia de intereses entre China y la Unión Soviética. A la Unión Soviética le interesaba mantener unas buenas relaciones con China porque se aseguraba la tranquilidad en sus dilatadas fronteras orientales. Hacia 1923 en ellas aún quedaban rescoldos de la guerra civil rusa. Muchos guardias blancos se habían refugiado en China y trabajaban como mercenarios de los caudillos militares chinos. Si China se alejaba a los imperialistas, los beneficios eran evidentes para la Unión Soviética.
El Movimiento 4 de Mayo supone un giro importante en la historia de la revolución china porque transforma la revolución democrático burguesa de 1911 en una revolución que en 1940 Mao calificará de nueva democracia, definiéndola de la forma siguiente: Por revolución de nueva democracia se entiende una revolución antimperialista y antifeudal de la grandes masas populares bajo la dirección del proletariado. Sólo a través de una revolución semejante puede la sociedad china avanzar hacia el socialismo; no hay otro camino (La revolución china y el Partido Comunista de China, OO.EE., II, pg.339). De ella Mao apunta dos características importantes. En primer lugar, aparece tras la Revolución de Octubre, se opone al imperialismo y, en consecuencia, forma parte de la revolución socialista mundial. En segundo lugar, está dirigida por el proletariado y, por tanto, no conduce a la dictadura de la burguesía ni tampoco a la del proletariado sino a una dictadura conjunta de la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía. Hasta el Movimiento de 1919 la dirección de la revolución democrático burguesa había estado en manos de la burguesía y la pequeña burguesía a través de sus intelectuales y la clase obrera aún no había aparecido en el escenario político de forma independiente. Tras ella, la burguesía sigue participando en la revolución pero ya no la dirige. Se trata, como el propio Mao apunta, de un fenómeno contradictorio: desbroza el camino al capitalismo y, al mismo tiempo, crea las premisas para el socialismo. Esta es la tesis que a partir de 1949 se pondrá a prueba.
En septiembre de 1920 Mao regresó a Changsha como director de la escuela primaria provincial de Hunan. Trató de formar allí una célula comunista y desarrollar una educación de masas, pero su intento fue reprimido. Dado el carácter feudal del país, en China no había ninguna posibilidad de desarrollar un amplio movimiento de masas. Sin un respaldo militar, sin su propio ejército, las masas organizadas resultarían aplastadas.
En octubre, en unión de un pequeño grupo de intelectuales, Mao trató de celebrar el tercer aniversario de la Revolución de Octubre izando una bandera roja en una plaza de Changsha, que la policía impidió.
La fundación del Partido Comunista
En 1920 la Internacional Comunista estableció la Oficina del Lejano Oriente en Siberia para organizar partidos comunistas en China y otros países de Asia. El subdirector de la Oficina, Grigori Voitinski llegó a Beijing en la primavera de 1920 con su esposa y un intérprete chino. Voitinski se puso en contacto con Li Dazhao para preparar el Congreso fundacional del Partido Comunista. A su vez, en Shanghai Li Dazhao puso a Voitinski en contacto con Chen Duxiu en el verano de aquel año. Al llegar Voitinski a Shanghai, Chen le presentó a un grupo de revolucionarios que incluía a socialistas, anarquistas y algunos miembros del Kuomintang. El grupo hizo de la revista Nueva Juventud su órgano oficial y, además, creó una revista mensual clandestina, El Comunista, de la que salieron siete números entre noviembre de 1920 y julio del siguiente año. También creó una organización comunista de la juventud, entre cuyos fundadores estaba Liu Shaoqi. Pronto enlazaron con otros incipientes grupos comunistas en Wuhan, Changsha, Guangzhou y Tsinan. Estos elementos heterogéneos decidieron formar el Partido Comunista de China el 23 de julio de 1921 en una escuela de niñas de la Avenida Wangzhi núm. 106 (hoy Avenida Xingye núm. 76) en la concesión francesa de Shanghai, fuera del alcance de las leyes chinas. Se reunieron trece militantes provenientes de siete lugares distintos: Li Da y Li Hanjun, de Shanghai; Zhang Guotao y Liu Renjing, de Beijing; Mao Zedong y He Shuheng, de Changsha; Dong Biwu y Chen Tanqiu, de Wuhan; Wang Jinmei y Deng Enming, de Jinan; Chen Gongbo, de Guangzhou, y Zhou Fohai, residente en Japón. Cuando en 1949 triunfó la revolución, de aquellos doce miembros fundadores del Partido Comunista, sólo quedaban Mao y Dong Biwu. Varios habían muerto, otros abandonaron para siempre las filas de la revolución y otros, finalmente, traicionaron al comunismo para unirse al Kuomintang o incluso a los imperialistas japoneses. Aquellos trece delegados representaban a un reducido núcleo de 50 militantes comunistas. La presencia de Mao se debía a que representaba a ocho sindicatos de Changsha, así como a la Sociedad de Estudios de aquella capital de provincias. Chen Duxiu, por entonces en Guangzhou, no asistió al Congreso fundacional, aunque envió en representación suya a Bao Huiseng. Tampoco acudió Li Dazhao. Para participar en el Congreso, la Internacional Comunista envió a dos representantes: Hendricus Sneevliet, un comunista holandés que utilizaba el sobrenombre de Maring y Nikolski, un bolchevique que vivía en Siberia y que posiblemente servía de traductor. Al cuarto día de sesiones, las deliberaciones fueron interrumpidas porque se presentó un desconocido que levantó las sospechas de Maring. Los delegados escaparon poco antes de que llegara la policía francesa. Para continuar, se trasladaron al lago Nanhu, en la provincia de Zhejiang, aproximadamente 80 kilómetros al sur de Shanghai donde, con el pretexto de dar un paseo, alquilaron una embarcación turística, compraron alimentos y vino y terminaron el Congreso, ya sin Nikolski ni Maring.El Congreso fundacional aprobó los Estatutos y un Programa del Partido muy rudimentario, que preveía un doble objetivo: derrocar a la burguesía con el concurso del ejército revolucionario del proletariado y adoptar la dictadura del proletariado para alcanzar el objetivo de la lucha de clases: la eliminación de las clases, así como también abolir el sistema de propiedad privada del capital y, en fin, unirse a la Internacional Comunista. Se trataba, en definitiva, de una copia simple del programa de cualquier partido comunista que no concretaba las peculiaridades económicas, sociales, históricas de China.
A causa del reducido número de militantes, el Congreso decidió no organizar un Comité Central sino crear una oficina provisional para mantener el contacto con los núcleos comunistas locales. El ausente Chen Duxiu fue elegido Secretario General. Zhang Guotao dirigía la Comisión de Organización, así como los sindicatos. También Li Da fue elegido para formar parte de aquella primera dirección central. Pronto aquellos 50 militantes se convertirían en millones de comunistas.
A partir de entonces la vida de Mao estuvo indisolublemente ligada a todas las vicisitudes del Partido Comunista de China. Los años siguientes, Mao vivió en Changsha, su ciudad natal, ampliando el pequeño círculo comunista que había formado, en el que también estaban sus dos hermanos. En setiembre de 1921 creó un sindicato entre los obreros de las minas de carbón de Anyuan, a 50 kilómetros de Changsha. Las minas eran una concesión alemana que hacía trabajar a los obreros a golpes de bastón. Mao fundó una escuela nocturna para los mineros y organizó varias huelgas.
En el I Congreso de los Trabajadores del Lejano Oriente, que tuvo lugar en Moscú y Petrogrado en enero y febrero de 1922, la estrategia de la Internacional Comunista fue ampliada para ser puesta en práctica por el Partido Comunista de China. El Congreso comprobó que la principal tarea de los comunistas chinos era emprender una lucha conjunta con otros demócratas revolucionarios contra los imperialistas y los caudillos militares autóctonos.
Poco después, el Partido Comunista celebró su II Congreso en julio de 1922 en Shanghai con la asistencia de otros 12 delegados que representaban a 123 militantes (entre ellos 21 obreros). Mao no acudió. El Congreso aprobó 11 documentos, aunque lo más importante fue la elaboración de un programa mínimo o inmediato añadido al programa general para la consecución del socialismo aprobado en el Congreso fundacional el año anterior. De acuerdo con la línea fijada por el I Congreso de los Trabajadores del Lejano Oriente, el programa mínimo estaba fundamentado en un correcto análisis de la situación económica y política de la sociedad china. La revolución tenía una naturaleza democrático burguesa que, en la peculiar situación del país asiático, debía adoptar una forma antimperialista y antifeudal. Antes que nada, China debía derrocar a los caudillos militares, acabar con el imperialismo y unificar a China como una república democrática. El programa mínimo señaló, por un lado, que China, totalmente controlada como estaba por las potencias imperialistas, era de hecho un Estado semiindependiente manipulado por las fuerzas imperialistas del capital internacional. Como consecuencia de la dominación imperialista, la revolución democrático burguesa debía tener, por tanto, un carácter nacional. China debía crear un Estado democrático, reunificar el país y sacudirse el yugo imperialista.
El 30 de noviembre de 1926 Stalin analizó la estrategia de la revolución china ante la comisión correspondiente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, pronunciando un interesante discurso, publicado luego con el título Las perspectivas de la revolución en China. Tras indicar que carecía de los materiales necesarios para emitir una opinión autorizada sobre el tema, expuso una serie de cuestiones generales, destacando que el hecho de que China atravesara una fase de revolución democrático burguesa no significaba en absoluto que fuera equiparable a las revoluciones democrático burguesas de otros países, como la Rusia de 1905, por ejemplo. Entre otras razones, apunta Stalin, porque mientras Rusia era un país imperialista, China era un país colonial. Anticipándose a Mao, de ahí dedujo Stalin que los delegados de la Internacional no tenían en cuenta suficientemente que la revolución democrático burguesa en China era, a la vez, una revolución de liberación nacional. También añadió también que los imperialistas no sólo actuaban en China con sus propias manos, sino a través de las fuerzas contrarrevolucionarias internas.
Stalin adelanta unan observación que luego Mao repetiría: los comunistas chinos debían dedicar una atención especial al trabajo en el ejército y emprender con seriedad el estudio de los temas militares porque es uno de los factores más importantes de la revolución china.
Sin embargo, no era el proletariado la única fuerza social interesada en esta lucha, por lo que se planteó inmediatamente la cuestión de las alianzas con otros sectores. Tanto la Internacional Comunista como el Partido Comunista de China destacaron siempre la importantísima significación del movimiento revolucionario democrático, con el que había que colaborar. Un partido comunista en un país semicolonial y semifeudal como China primero debía prestar un apoyo activo al movimiento de liberación nacional contra el imperialismo y los elementos feudales internos, especialmente contra los terratenientes. El Manifiesto aprobado por el II Congreso hacía un llamamiento para formar un frente unido de las cuatro clases sociales, el proletariado, los campesinos pobres, la pequeña burguesía y la burguesía nacional, contra el imperialismo y el feudalismo.
Cuando en 1921 aparece el Partido Comunista, ya existía una fuerza política, el Kuomintang, encabezado por Sun Yatsen, con esos mismos objetivos. El programa mínimo significaba que en la primera etapa de la revolución, el Partido Comunista debía trabajar en alianza con el Kuomintang, que había fracasado en su primer intento de reunificación nacional. Se empezó a hablar de esta cuestión, pero el Congreso no adoptó medidas para concretar la forma de trenzar esa alianza con los nacionalistas.
Dentro del bloque de las cuatro clases, el campesinado era la fuerza numérica más importante y, aunque en los papeles se hablaba de la necesidad de dirigir sus organizaciones sindicales, inicialmente no se le prestó la atención que merecía. Entre otros motivos, la revolución de 1911 había fracasado por no llevar a cabo la reforma agraria, lo que privó a la burguesía de un apoyo que hubiera resultado decisivo. En 1920 el II Congreso de la Internacional Comunista también había planteado la posibilidad de crear soviets de diputados obreros en el campo (Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, Primera Parte, Cuadernos de Pasado y presente, Buenos Aires, 1973, pg.172). Pero la postura de Stalin al respecto era algo diferente: aunque insiste sobre la trascendencia de organizar al campesinado, critica almismo tiempo a Pavel Mif por lanzar la idea de crear soviets campesinos, proponiendo, por su parte, romper con la neutralidad hacia el campesinado, con el que hay que formar comités campesinos. Para ello, como forma de organización del campesinado, Stalin propone la creación de un ejército revolucionario, ideas todas ellas que luego Mao retomó y desarrolló de una manera original y completa.
La burguesía nacional y su expresión política, el Kuomintang, también constituían importantes aliados del proletariado en aquella etapa de la revolución china, constituyendo siempre el núcleo de interés y de polémica dentro del movimiento comunista internacional. En 1921 Maring, además de fundar el Partido Comunista, se acercó a Guangzhou para conocer más de cerca al Kuomintang y, al año siguiente, se entrevistó con Sun Yatsen. La Internacional Comunista comenzó a trenzar relaciones privilegiadas con la organización nacionalista. Tras los sucesivos fracasos de la revolución en Europa occidental, los pueblos coloniales de oriente, y especialmente China, atrajeron el interés, tanto de la Internacional Comunista como de la diplomacia soviética, que no se limitó a presentar sus credenciales ante el gobierno de Beijing. Además de la diplomacia, estaba la revolución, representada por el Kuomintang establecido en Guangzhou y el nuevo Partido Comunista recién creado.
No sólo entonces sino a lo largo de toda la historia del Partido Comunista de China, las opiniones acerca de la burguesía nacional se reproducirían a sí mismas según el cambio de la correlación de fuerzas y la situación concreta. Tan pronto unos decían que la alianza era imprescindible como otros que era imposible. En un país semifeudal y semicolonial como China, la burguesía nacional era una clase económicamente débil y políticamente vacilante. La Internacional Comunista advirtió sobre este carácter de la burguesía nacional y lo relacionó, además, con el carácter nacional de la propia revolución. De acuerdo con las Tesis sobre la Cuestión Nacional y Colonial adoptadas por el II Congreso de la Internacional Comunista en el verano de 1920, este sector de la burguesía no asume ninguna posición unitaria, es proclive al compromiso y el imperialismo le exige la capitulación porque no está dispuesto a admitir el desarrollo autónomo del país. En marzo de 1926, en su artículo Análisis de las clases en la sociedad china, Mao repite que la burguesía nacional mantenía una actitud contradictoria hacia la revolución; siente su necesidad pero desconfía de la participación de los obreros y campesinos en ella: Su intento de establecer un Estado dominado por la burguesía nacional es absolutamente irrealizable, debido a que la actual situación mundial se caracteriza por el hecho de que las dos grandes fuerzas, la revolución y la contrarrevolución, se enfrentan en la lucha final (OO.EE, I, pg.10).
Dado ese carácter vacilante, no podía dejarse la dirección de la revolución a la burguesía sino que debía asumirla el proletariado, para lo cual éste debía preservar su plena independencia política. Las Tesis sobre la Cuestión Nacional y Colonial adoptadas por el II Congreso de la Internacional Comunista recomendaban a los comunistas de los países coloniales desarrollar un movimiento proletario independiente y preparar a la clase trabajadora para la lucha futura contra la burguesía. El apoyo comunista al Kuomintang, por tanto, no debía acarrear la sumisión a la burguesía. La colaboración era un paso necesario que el proletariado tenía que dar para aumentar su propia fuerza y acortar la vida del feudalismo. Al terminar la revolución democrática nacional, el proletariado debería luchar contra la burguesía y establecer la dictadura del proletariado en alianza con los campesinos pobres. Para ello era necesario que durante el periodo de frente unido, el proletariado preservara su independencia política, luchara por los intereses de su propia clase y fortaleciera su organización (incluyendo los sindicatos obreros) y su fuerza de combate.
Dada la importancia de forjar estrechos vínculos con la clase obrera, el Partido Comunista dedicó una considerable atención al movimiento obrero. El primer sindicato organizado en Shanghai fue la unión de mecánicos, seguida del sindicato de tipógrafos y de trabajadores textiles. Además, organizaron las Juventudes Comunistas y difundieron dos publicaciones partidarias, Círculos Obreros y El Comunista. Por su parte, Chen Duxiu estableció una agencia de noticias chino-rusa y una escuela de idiomas extranjeros en Shanghai. La agencia de noticias fue concebida como un medio de propaganda y la escuela de idiomas era un centro para la formación de cuadros comunistas, incluyendo a los que debían ser enviados a Moscú para completar su preparación militante en la Internacional Comunista.
El surgimiento del Partido Comunista tuvo una profunda influencia en el desarrollo del movimiento obrero en China que, hasta entonces, se había organizado en sociedades secretas y sectas. Los sindicatos ya eran numerosos en Hunan y en noviembre de 1922 crearon una federación provincial, nombrando a Mao su secretario general. La lucha le acarrea represalias y pierde su puesto como director de la escuela primaria, por lo que, a finales de 1922, crea el Movimiento para la Educación de las Masas. La represión no cesa, obligándole finalmente a abandonar Hunan y a trasladarse a Shanghai, donde en abril de 1923 comienza a trabajar en la sede central del Partido. En mayo de 1922 los comunistas convocaron el I Congreso de Trabajadores de China en Guangzhou. Bajo su dirección, el movimiento obrero se desarrolló con tanto éxito que de enero de 1922 a febrero de 1923 más de 300.000 trabajadores tomaron parte en más de 100 huelgas en todo el país. El 7 de febrero de 1923, sin embargo, el movimiento sufrió su revés más importante, cuando Wu Peifu, jefe militar al mando en las provincias de Hopei, Honan y Hupeh, ordenó a sus tropas abrir fuego contra los ferroviarios en huelga de Hankow y Changsintien matando a 10 trabajadores. Desde entonces esta masacre se conoce como la matanza del 7 de febrero.
La integración de los comunistas en el Kuomintang
El 10 de junio de 1922, el Comité Central del Partido Comunista de China publicó una declaración sobre la situación política, criticando los defectos del Kuomintang y llamando a una conferencia conjunta para construir un frente unido antimperialista y antifeudal. El manifiesto no especificaba la forma que debería tomar la propuesta de colaboración entre ambas organizaciones. En aquel momento todos los comunistas estuvieron de acuerdo con que esa colaboración era necesaria, pero desde el principio no hubo claridad sobre la forma de materializarla, y desde la Internacional Comunista tampoco llegaron instrucciones precisas. En una entrevista a finales de junio de 1922 en Shanghai con Dalin, delegado de la Internacional Juvenil, Sun Yatsen no aceptó la idea de un frente unido con el Partido Comunista y exigió que sus militantes se integrasen en el Kuomintang a título individual. Como consecuencia de ello, el 22 de agosto Maring convocó una sesión del Comité Central en Hangchow y acordó que el Kuomintang no era un partido burgués sino un frente de distintas fuerzas políticas. Así quedaba resuelto el problema: no era necesario un frente unido del Partido Comunista con el Kuomintang porque el Kuomintang era ya ese frente; los comunistas sólo debían incorporarse a él. El acuerdo se formalizó el 26 de enero de 1923 en la declaración conjunta entre Sun Yatsen y Adolfo Ioffé, embajador soviético en Beijing desde agosto del año anterior. La declaración se iniciaba de la forma siguiente:Dada la inexistencia de condiciones favorables a su aplicación con éxito en China, el doctor Sun Yatsen opina que es imposible realizar en China tanto el comunismo como el propio sistema soviético. El señor Ioffé está totalmente de acuerdo con este punto de vista; piensa, además, que los problemas más importantes y los más urgentes para China son el logro de su unificación nacional y la realización de su plena independencia nacional. En lo que concierne a esas grandes tareas, el señor Ioffé ha asegurado al doctor Sun Yatsen la más calurosa simpatía del pueblo ruso por China y su deseo de apoyarle. A fin de eliminar malentendidos, el doctor Sun ha solicitado al señor Ioffé reafirmar los principios enunciados por Rusia en su nota al gobierno chino de 27 de setiembre de 1920. El señor Ioffé ha reafirmado, en consecuencia, esos principios y categóricamente ha declarado al doctor Sun que Rusia desea y está dispuesta a entablar negociaciones con China sobre la base del abandono por Rusia de todos los tratados, de todos los derechos y privilegios concedidos por la fuerza, obtenidos por el gobierno zarista en detrimento de China. Entre los tratados arriba mencionados figuran los tratados y acuerdos relativos al ferrocarril oriental chino.Era un extraño acuerdo que mezclaba a un diplomático con el dirigente de una organización beligerante en su propio país, así como enunciaba tanto principios políticos como jurídicos. Pero, de manera idéntica a los tratados firmados con Turquía o Persia, era la primera vez que un país renunciaba unilateralmente a sus derechos sobre otro y lo trataba en pie de igualdad, inaugurando una nueva era para el Derecho Internacional. El III Congreso del Partido Comunista se celebró en Shanghai en junio de 1923, esta vez con la asistencia de Mao, que fue elegido miembro del Comité Central. Llegó entonces el momento de materializar la alianza con el Kuomintang y se manifestaron entonces dos posiciones dominantes. Los derechistas, representados por Chen Duxiu, consideraban que la revolución china era una revolución democrático burguesa dirigida por la burguesía, con el proletariado desempeñando solamente una función de apoyo. La izquierda estuvo representada por Zhang Guotao y preconizaba que solamente algunos comunistas y ningún obrero, debían incorporarse al Kuomintang. Ambas posiciones negaban la dirección del proletariado. Finalmente, el Congreso ratificó la política de colaboración con el Kuomintang, pero incluso fue más allá, manifestando que este partido era la fuerza central de la revolución nacional y que, en consecuencia, asumía también la dirección política de la revolución.
Este error, que Mao calificó luego de verdadero liquidacionismo, eliminaba la independencia política del proletariado y entregaba la dirección de la revolución a la burguesía. Sólo fue rectificado tímidamente en el Congreso siguiente, pero en la práctica el desastre político se amplificó cuando la dirección comunista lo aplicó mecánicamente y los militantes tuvieron que ingresar en el Kuomintang.
En el marco de esa colaboración, el Kuomintang envió en el verano de 1923 a Chiang Kaishek a Moscú a fin de recibir adiestramiento militar. En octubre la Internacional Comunista envió a Guangzhou a uno de sus delegados más experimentados: Miguel Bruzenberg, más conocido como Borodin, con el propósito de hacer del Kuomintang una verdadera fuerza política de masas, dotarle de un ejército moderno y crear poderosos sindicatos. En Moscú se abrió la Universidad Sun Yatsen, inicialmente dirigida por Karl Radek y Adolfo Ioffé y luego por Pavel Mif. Además existía la Universidad de los Pueblos de Oriente donde se formaron revolucionarios de más de 70 nacionalidades distintas. Otros jóvenes comunistas se prepararon también en la Academia Lenin, así como en academias militares de Moscú, Kiev y Jarkov. De Moscú llegó también dinero y equipamiento militar a Guangzhou. En enero de 1924 el Kuomintang celebró su I Congreso en Guangzhou, donde Sun formuló los tres ejes de la línea política del Kuomintang: alianza con la Unión Soviética, alianza con el Partido Comunista y apoyo a los obreros y campesinos. Junto con otros militantes comunistas, Mao participó en aquel Congreso, manteniendo una relación estrecha con Sun Yatsen, y entrando a formar parte del Buró Ejecutivo de la organización nacionalista. A petición de Chen Duxiu, en 1926 el Kuomintang fue admitido en la Internacional Comunista en calidad de observadores.
Con el apoyo de los delegados de la Internacional Comunista, el Kuomintang se convirtió en una poderosa fuerza política cuya influencia comenzó a extenderse y, lo que en China era más importante, creó un ejército propio. A la vuelta de Moscú, Chiang abrió en mayo de 1924 la academia militar de Huangpu, con instructores soviéticos de la talla del general V.Blücher que actuaba bajo el apodo de Galen.
Inicialmente una academia militar dirigida por comunistas no levantó suspicacias entre las diversas camarillas beligerantes que hacían la guerra en China, que consintieron su funcionamiento. Debieron pensar que de allá no podrían salir de manera inmediata más que unos pocos oficiales que, a lo máximo podrían mandar en media docena de regimientos, muy poco en comparación con las miles de unidades de que disponían cada uno de los ejércitos mercenarios de los señores de la guerra. Pero si la cantidad no era nada, la práctica demostraría bien pronto que esos pocos oficiales y regimientos constituían una verdadera tropa de élite, una temible fuerza de choque capaz de derrotar a cualquier ejército mercenario mucho mayor en número.
Un apunte resulta imprescindible para comprender el alcance de la academia de Huangpu. Hasta su creación, los caudillos militares chinos practicaban una guerra de desgaste donde las batallas acababan en compromisos que permitían a los ejércitos contendientes subsistir, cambiar de dueño, firmar nuevas alianzas o buscar nuevos enemigos. Al fin y al cabo se combatían enemigos que pertenecían a la misma clase social. En Huangpu se impuso una nueva estrategia que Mao retendrá en sus escritos militares: la lucha entre distintas clases sociales conduce a guerras de aniquilamiento donde es imprescindible destruir la fuerzas del enemigo para vencer. Los cadetes de la academia de Huangpu pronto demostrarán que salían preparados para ese nuevo tipo de guerra implacable. Su superioridad sobre los feudales resultará aplastante.
En el seno del Kuomintang la influencia de los comunistas creció rápidamente. No era efectiva ninguna orden del Kuomintang sin la firma de un representante del Partido Comunista. Hacia 1925 los comunistas disponían del 20 por ciento del Comité Ejecutivo y una tercera parte de la Comisión Permanente del Kuomintang. El propio Mao fue ministro de Propaganda del Kuomintang. Tan Pingshan, uno de los primeros dirigentes comunistas de la provincia de Guangdong, se convirtió en ministro del Departamento Central de Personal del Kuomintang. Feng Jupo (de la misma provincia), fue nombrado secretario del Ministerio de Trabajo con facultades para regular todos los asuntos laborales. Lin Zuhan (Lin Boqu) era ministro de Asuntos Rurales, mientras que Peng Pai era secretario de este Ministerio.
La colaboración con el Kuomintang fue muy fructífera para los comunistas chinos porque permitió un amplio trabajo entre la masas obreras y campesinas y echar profundas raíces entre sus organizaciones. Lograron salir del estrecho círculo intelectual en el que habían nacido, para convertirse en un verdadero estado mayor de la revolución. Cuando en enero de 1925 el Partido Comunista celebró su IV Congreso en Shangai, tenía sólo 994 miembros. Sólo dos años después, en 1927, ya era el más importante del mundo, tras los bolcheviques, con un número de unos 30.000 militantes aproximadamente. Eso fue posible gracias a dos circunstancias decisivas: el auge del movimiento revolucionario y la colaboración con el Kuomintang, que permitió su trabajo legal durante cuatro años en las regiones bajo su control. Esta alianza permitió también crear poderosos sindicatos en las fábricas y en las minas, así como fuertes sociedades campesinas. Los principales cuadros del Partido Comunista, no sólo políticos sino también militares, se formaron en aquel primer periodo. Eran una parte importante del nuevo ejército nacionalista formado por los instructores soviéticos en Huangpu. Recién llegado de París, Zhou Enlai se convirtió en director del Departamento Político de la Academia Militar de Wampoa y Xiang Zhongfa fue su director adjunto. Muchos comunistas ocuparon cargos de instructores políticos y docentes en la academia de Wampoa, de donde salieron los futuros oficiales del Ejército Rojo en las montañas, entre ellos Lin Biao.
Buena prueba de que el balance de la colaboración con el Kuomintang es positivo es que, diez años después, el Partido Comunista entraría en una nueva alianza con los nacionalistas para luchar contra los japoneses, si bien esta vez desde una postura de plena independencia política y militar.
Esa etapa cubre también unos años de auge del movimiento de masas. Si en la década anterior habían sido los estudiantes y los intelectuales, los años veinte conocen grandes huelgas y manifestaciones tanto en las ciudades como en el campo en las que las masas están encuadradas en sus propias organizaciones, que gozan de enorme prestigio y cuentan con millones de afiliados. En muchas de ellas participaban activamente los militantes del Kuomintang; otras incluso estaban convocadas y organizadas por el propio Kuomintang.
La burguesía nacional comenzó a temblar dando muestras ostensibles de su carácter vacilante. Como consecuencia del auge del movimiento de masas y el crecimiento de los comunistas, dentro del Kuomintang comenzó a abrirse paso toda una corriente partidaria de romper la coalición. Junto al ala izquierda, encabezada por Wang Chingwei, se crea un Kuomintang de derechas que considera peligroso el crecimiento de las organizaciones de masas y las huelgas, y excesiva la influencia de los comunistas dentro del partido nacionalista. El 12 de marzo de 1925 murió Sun Yatsen. El 20 de agosto otro dirigente del Kuomintang, Liao Chungkai, partidario de la alianza con los comunistas, fue asesinado en Guangzhou. Se empezaba a romper un delicado equilibrio de fuerzas dentro del Kuomintang que, como la misma China, pese al esfuerzo de los comunistas, estaba muy lejos de un ser una organización centralizada. En su seno, los dirigentes afilaban los cuchillos para hacerse con el control. Entre los dirigentes del Kuomintang, Chiang Kaishek no era más que un oscuro oficial a cargo de una exótica academia militar y al mando de un puñado de tropas inexpertas. Pocos podían predecir que, con el tiempo, sería capaz de hacerse con la dirección del Kuomintang y mucho menos de toda China. Quizá para reforzar su posición, fue admitido como miembro honorario del Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Nominalmente el sucesor natural de Sun Yatsen al frente del Kuomintang y del gobierno de Guangzhou era Wang Chingwei. Pero cabía preguntarse también si en China tenía verdadero interés encabezar un partido político o todo un gobierno si, al mismo tiempo, eso no iba unido al control de un ejército, o si, por el contrario, el control sobre el ejército era el que proporcionaba la dirección del Kuomintang y, en consecuencia, del gobierno de Guangzhou.
Los dos dirigentes más influyentes del Kuomintang, Wang Chingwei y Chiang Kaishek aún no eran partidarios de la ruptura con los comunistas. Querían esperar porque necesitaban la ayuda militar soviética para preparar la guerra contra los feudales, que se inicia en 1925 con la ofensiva del Kuomintang para liberar de feudales toda la provincia de Guangdong, un plan militar preparado por Blücher y denominado Expedición al Este, que se salda con una rápida victoria de las fuerzas revolucionarias al mando de Chiang Kaishek, cuya posición dentro del Kuomintang sale muy fortalecida.
Este éxito militar veló la profunda crisis interna de la coalición. Ni los consejeros soviéticos, ni los delegados de la Internacional Comunista, ni tampoco los dirigentes comunistas chinos fueron capaces de apercibirse de la traición que se preparaba a sus espaldas. Nadie podía determinar el momento exacto en que se produciría. En los cálculos de los comunistas quizá estaba la idea que sólo tras la toma de Beijing llegaría la ruptura, en ningún caso antes. Sin embargo, el auge del movimiento de masas precipitó los acontecimientos e impidió a los comunistas estar preparados para lo peor.
Continúa.
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