Su infancia y juventud transcurrieron entre Petrogrado y Finlandia, entonces una región perteneciente al imperio zarista. Sus padres no la enviaron a la escuela para evitarle las malas compañías, por lo que estudió con clases particulares, especialmente bajo la dirección de Víctor Ostrogorski, historiador de la literatura rusa, quien le animó a escribir en la prensa.
Para emanciparse de su familia, se casó muy joven con un primo suyo, el ingeniero Kolontai, de quien tomó el apellido, tuvo un hijo y se separó a los tres años.
Hacia 1890 comenzó a colaborar con asociaciones de difusión cultural que servían de instrumento para actividades clandestinas, para instruir y organizar a los trabajadores. Imparte clases en escuelas nocturnas para obreros y también toma parte en los debates intelectuales que tienen lugar ene la oposición liberal. En una de ellas, concretamente en la de la familia de Elena Stassova, conoce la existencia de una corriente que pretende revisar el marxismo y que en Rusia tiene como traductores a los llamados marxistas legales, una variedad temprana del revisionismo cuyo objetivo era la modernización de Rusia como paso previo al socialismo. Pero los cantos de sirena del reformismo no la seducen.
La convivencia con las 12.000 obreras tejedoras de la fábrica Kremgolskaia, en Nerva, le impresionó profundamente. La huelga de 36.000 obreros textiles de Petrogrado en 1896 consolidó definitivamente sus ideas políticas revolucionarias. Junto con Elena Stassova y muchas otras militantes que entonces trabajaban al margen del Partido, organizó colectas para sostener económicamente a los huelguistas.
Entonces aún no conocía el marxismo y sus simpatías estaban próximas al populismo y la lucha armada. Tras la experiencia en la fábrica Kremgolskaia comenzó a estudiar el marxismo para consolidar su formación ideológica.
En un primer momento intentó abrirse vías como escritora. Escribió una novela que envió a Vladimir Korolenko, el escritor populista que ayudaba a los jóvenes escritores. Korolenko le contestó que era una mala novela pero que debía de continuar en su empeño. Cambió la ficción por el ensayo. En 1898 escribió su primer estudio sobre sicología de la educación, titulado Bases de la educación según Dobroliubov que publicó la revista Obrazovanie que entonces tenía una carácter pedagógico antes de transformarse, bajo la dirección de A.Yu.Ostrogorski, en uno de los órganos legales de los marxistas rusos.
En busca de una formación ideológica más sólida, ese mismo año salió para Zurich a fin de estudiar ciencias económicas y sociales bajo la dirección de Herkner, un teórico socialdemócrata. En Alemania conoció a Clara Zetkin cuyo pensamiento feminista le influyó poderosamente.
Aquel mismo año se produjo en la socialdemocracia alemana la aparición del revisionismo de Bernstein, al cual se adhirió Herkner. Pero no fue éste el camino adoptado por Kolontai, que se alineó con las posiciones, entonces revolucionarias, de Kautski y Luxemburgo, según contó ella misma en sus memorias: Me entusiasmé con Kautsky, dirá, devorando la revista Die Neue Zeit, editada por él, y con los artículos de Rosa Luxemburgo. Me interesó particularmente el librito de ésta Reforma o revolución, donde refutaba la idea integracionista de Bernstein.
En 1899 Herkner la envía a Inglaterra para estudiar el movimiento obrero inglés y le pone en contacto con Sydney y Beatrice Webb a fin de disuadirle de sus posiciones revolucionarias y que se adhiriera al revisionismo. Pero Kolontai había entrado en contacto con las organizaciones marxistas revolucionarias. Regresa a Rusia y escribe artículos contra el revisionismo en la revista Nautchnoie Obozrenie y se incorpora a la lucha clandestina contra el zarismo. Organiza círculos obreros en Finlandia, redacta octavillas, distribuye la prensa ilegal y escribe también sobre la lucha de liberación nacional de aquel pueblo en revistas económicas alemanas. También redacta una de sus obras más importantes, la Vida de los obreros finlandeses.
En 1901 sale de nuevo al extranjero y colabora estrechamente con Kautski y Luxemburgo en Alemania, con Plejanov en Ginebra y con Paul Lafargue en Francia. En 1903 publicó su libro Las condiciones de vida de los obreros finlandeses. Cuando aquel mismo año la socialdemocracia rusa se escinde entre mencheviques y bolcheviques, Kolontai simpatiza con los bolcheviques pero su estrecha relación personal con Plejanov le impide romper definitivamente con los mencheviques, por lo que se ofrece a ambos como agitadora.
El inicio de la Revolución de 1905 le sorprende en la calle y es testigo de la impresionante masacre de los obreros a manos de la policía zarista:
Me dirigía con los manifestantes hacia el Palacio de Invierno -recuerda- y la imagen de la masacre cruel de los obreros desarmados se grabó para siempre en mi memoria, un día de enero extraordinariamente soleado, los rostros confiados en la espera, la señal fatídica de las tropas desplegadas en torno al Palacio... mares de sangre sobre la blancura de la nieve, los látigos de cuero, los gritos, los gendarmes, los muertos, los heridos... los niños tiroteados. El comité del partido desconfiaba de esta manifestación de 9 de enero. Un buen número de camaradas en las reuniones obreras convocadas a este efecto trataron de disuadir a los obreros de participar en esta manifestación que les parecía no ser más que una provocación y una trampa. En cuanto a mí, yo pensaba que había que acudir. Esta manifestación demostraba la determinación de la clase obrera, era una escuela de actividad revolucionaria. Yo entonces era una apasionada de las decisiones del Congreso de Amsterdam sobre las acciones de masas.Tras la jornadas de enero la actividad revolucionaria adquirió más fuerza y energía. Los bolcheviques de Petrogrado comenzaron a editar su diario clandestino en el que Kolontai colaboraba no sólo en calidad de periodista sino también en la técnica de edición. Se esfuerza en promover la unidad de acción de los socialdemócratas rusos y finlandeses. Fue una de las primeras mujeres en promover la organización de las mujeres obreras dentro del Partido, organizando reuniones específicas para ellas. A partir de 1906 defendió la idea de que una organización de las obreras no debía ser independiente pero que debía crearse una comisión en la dirección del partido para defender y representar los intereses de la mujer trabajadora.
En aquel año se separó de los bolcheviques porque se declaró contraria a la participación en las elecciones a la Duma y desde entonces hasta 1915 se incorporó a los mencheviques.
En 1908 publicó otro libro, Finlandia y el socialismo que da buena prueba de la capacidad de análisis y de investigación de Kolontai. Pero ese mismo año tiene que huir otra vez de Rusia porque le abren dos procesos, uno por organizar a las obreras del textil y otro por realizar un llamamiento a la insurrección. Permanecerá en el exilio hasta la revolución de febrero de 1917. Se instala en Alemania, afiliándose al partido socialdemócrata alemán y luego al partido belga. Trabaja como agitadora, escritora y propagandista en Francia, Inglaterra, Suiza, Bélgica, Italia, Dinamarca, Noruega y Estados Unidos, en donde permanece en los años 1915 y 1916.
En 1914, al comenzar la guerra imperialista, adoptó una posición revolucionaria internacionalista. Escribió un folleto titulado ¿A quien sirve la guerra? que tuvo una gran acogida y en el que denunciaba los intereses imperialistas y el patriotismo burgués como principales responsables de la feroz contienda. Participa en la II Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas y en la famosa Conferencia de Zimmervald. Fue detenida en Alemania, expulsada a Suecia y detenida de nuevo por propaganda antimilitarista. Su postura internacionalista le lleva a romper hacia 1915 con los mencheviques, volviendo a incorporarse al Partido bolchevique donde, por encargo de Lenin, colabora en agrupar a las corrientes antimperialistas de la socialdemocracia internacional en los países escandinavos y en Estados Unidos.
La Revolución de febrero de 1917 le permite regresar de nuevo a Rusia, donde es la primera mujer elegida para el comité ejecutivo del soviet de Petrogrado y desarrolla su labor revolucionaria entre los marinos de la Flota del Báltico y los soldados de la guarnición de la capital.
En las jornadas de julio de aquel año fue detenida y encarcelada junto con otros dirigentes bolcheviques por el gobierno provisional burgués de Kerenski. Estando encarcelada, el VI Congreso del Partido bolchevique, celebrado en 1917, le elegió miembro del Comité Central. Fue liberada poco antes de la Revolución de Octubre por exigencia del soviet de Petrogrado.
En el momento de preparar la Revolución de Octubre se pronunció a favor de la toma del poder. En las elecciones a la Asamblea Constituyente, ocupó el tercer puesto dentro de la candidatura bolchevique.
Tras la Revolución fue comisaria del pueblo o ministra de Previsión Social, encargada de la asistencia pública y la Seguridad Social en el primer gobierno revolucionario. Era la primera vez en la historia que una mujer era nombrada ministra en un gobierno. Se hizo mundialmente conocida a causa de ello pero los viejos funcionarios zaristas, hostiles a la revolución y ser dirigidos por una mujer, la recibieron con una huelga.
Desde su cargo promovió más medidas avanzadas de los que ningún gobierno capitalista ha sido nunca capaz de alcanzar: firmó la supresión de los cultos, el reparto de las tierras de los monasterios a los campesinos, redactó los primeros decretos de asistencia maternal y protección a la infancia, habilitó infinidad de comedores públicos y creó las primeras guarderías públicas. También era la primera vez en la historia que un gobierno se preocupaba de ese tipo de problemas de los trabajadores. En muy pocos días la revolución adoptó numerosas medidas sociales que poco antes parecían imposibles. Se facilitó el derecho al aborto y desapareció el concepto de hijo ilegítimo. El matrimonio y el divorcio se redujeron a un trámite sin complicaciones. En el terreno económico se abolieron las trabas que impedían el acceso de la mujer al trabajo y a la administración.
Con la Revolución de 1917 la mujer rusa alcanzó su mayoría de edad total legalmente. Podía participar en todos los sectores de la vida pública en igualdad de condiciones con los hombres y estas enormes posibilidades iban acompañadas por el ejemplo que constituían mujeres que, como Kolontai y otras bolcheviques, adelantaban las características de un tipo de mujer del futuro. La situación de igualdad recién adquirida por las mujeres rusas las situaba en una posición ventajosa respecto a las mujeres del resto de Europa. Efectivamente, los países de la Europa burguesa apenas empezarían a reconocer el derecho de voto a las mujeres entre los años 20 y 30. La propia Alejandra hizo en 1921 el siguiente balance de los primeros tiempos del poder soviético: Durante los tres años de revolución, en los que se derribaron los pilares fundamentales de la sociedad burguesa y se intentaba tenazmente erigir con la mayor rapidez posible las bases para la sociedad comunista, reinaba una atmósfera en la que las tradiciones rebasadas se extinguían con rapidez increíble. En su lugar brotaban ante nuestros ojos formas totalmente nuevas de sociedad humana. La familia burguesa ya no era indispensable. La mujer por razón del trabajo general obligatorio para la comunidad, y en ésta, se encontraba con formas de vida totalmente originales. Se hallaba obligada a estar presente en el trabajo no sólo exclusivamente para su propia familia, sino también para la colectividad; surgían nuevas condiciones de vida y también nuevos tipos de matrimonio.
En 1919 se trasladó al comisariado del pueblo de Propaganda y Agitación de la República de Crimea.
A partir de 1920 fue responsable de la organización de mujeres del Partido bolchevique, encargada del trabajo político entre las obreras.
En los años 1920 y 1921, durante la discusión acerca de los sindicatos, Kolontai participó activamente en la fracción antipartido denominada oposición obrera, que comenzó a actuar por primera vez con este nombre en setiembre de 1920 en la IX Conferencia del Partido bolchevique. Sus tesis eran de tipo anarcosindicalista y preconizaban que la dirección de la economía pasara a los sindicatos, a los que reputaban como una forma superior de organización de la clase obrera, contraponiéndolos al Estado y al Partido. El X Congreso criticó estas posturas y la mayor parte de sus miembros de la fracción, entre ellos Kolontai, la abandonaron.
Por eso precisamente, la obra más divulgada de Kolontai en los países capitalistas es precisamente La oposición obrera, en los que exponía sus erróneos puntos de vista sobre la cuestión sindical.
De 1921 a 1922 fue responsable del Secretariado Femenino Internacional adjunto a la Internacional Comunista.
Desde 1923 ocupó cargos de responsabilidad en el cuerpo diplomático. Fue la primera mujer embajadora de la historia. Primero fue representante comercial plenipotenciaria de la URSS en Noruega, después agregada al cuerpo diplomático en calidad de encargada de negocios en mayo de 1924 y, finalmente, ministra plenipotenciaria y enviada extraordinaria de la URSS en Noruega en agosto de 1924. De 1926 a 1927 dirigió la embajada de la URSS en México pero, a causa de problemas cardiacos, volvió a su puesto en la embajada de Noruega hasta 1930, donde logró que el renegado Trotski fuera expulsado de aquel país. Entre este año y 1945 fue embajadora en Suecia y desempeñó un papel activo en la preparación del Tratado de Paz con Finlandia por lo que fue candidata para el Nobel de la Paz en 1943.
En 1945 regresó a Moscú, donde vivió retirada y falleció el 9 de marzo de 1952.
Alejandra Kolontai fue una de las figuras más destacadas del movimiento obrero internacional, en el que intervino activamente como revolucionaria profesional, íntegramente dedicada a las tareas del Partido. Sus aportaciones teóricas, especialmente en lo relativo al papel de la mujer proletaria, son muy notables sobre todo si tenemos en cuenta que en aquella época existían notables reticencias, máxime en todo lo relativo a la sexualidad. Ella se adelantó a su época y, una vez más, demostró que los comunistas siempre estamos a la vanguardia.
La bolchevique enamorada
Defensora activa del ideal y la realidad comunista, Kolontai puso toda su actuación al servicio del mismo. La bolchevique enamorada no es una novela más. Ella misma expuso de la siguiente forma cuál fue su propósito:Esta novela no es ni un estudio ‘ético’ ni un cuadro de la vida en la Rusia soviética. Es puramente un estudio psicológico de las relaciones sexuales del período de la post-guerra. He escogido mi propio país como medio y mis compatriotas como protagonistas porque los conozco mejor y puedo dar un cuadro más vivo de su interior y de sus caracteres.Creemos que las palabras anteriores, escritas en 1927 por Kolontai, son bastante expresivas sobre los fines que la autora se ha propuesto al escribir esta novela. No estimamos necesario agregar nada por nuestra cuenta. A través de Vassilissa, comunista de gran rectitud moral, y de Volodya, anarquista a quien la Revolución no ha corregido de su individualismo, conocerá el lector un aspecto de las relaciones amorosas, sexuales y políticas en Europa en el período de la revolución soviética.
Muchos de los problemas que presento en mi libro no son exclusivos de la Rusia soviética. Son hechos que se dan en todos los países. Los dramas psicológicos silenciosos originados por los cambios ocurridos en las relaciones sexuales; la evolución que ha tenido lugar, especialmente en los sentimientos de la mujer, son hechos bien experimentados por la joven generación europea.
¿Juzgamos a un hombre por su conducta en sus relaciones amorosas? Generalmente, si éste no pasa de ciertos límites, muy flexibles, decimos que la vida sexual del hombre es un ‘asunto privado’. El carácter de un hombre se valoriza, no por su conducta en la moral familiar, sino por su habilidad para el trabajo, por su voluntad o por la utilidad que reporta al Estado o a la sociedad. Como la mayoría de las mujeres no tienen deberes directos con respecto al Estado o a la sociedad; como en general toda su actividad ha estado concentrada hasta ahora dentro de los límites del hogar, las naciones civilizadas no exigían a la mujer otras cualidades que las ‘éticas’ con respecto a la vida sexual y familiar.
Pero ahora que más de la mitad de las mujeres de la mayor parte de los países trabajan y luchan al igual que los hombres, la sociedad exige nuevas cualidades a la mujer. La habilidad de la mujer para responder a sus deberes sociales como ciudadana empieza a tener más valor que su ‘bondad’ y la ‘pureza inmaculada’ de la moral del hogar. La vida de familia no es el único campo de actividad de la mujer de nuestro tiempo. Muy a menudo, sus deberes ciudadanos se contraponen en amargo conflicto con su trabajo fuera del hogar y sus deberes ciudadanos.
Aun cuando una mujer pueda conseguir en nuestra época actual la ‘perfección’ a que aspira el ideal de la moral familiar y llegue a ser ‘estimada’ por los suyos, puede muy bien no merecer el aprecio real de la sociedad ni el ‘respeto’ del Estado. Su existencia no tendrá ningún valor social. Por el contrario, una mujer puede no estar ‘sin mancha’ desde el punto de vista corriente de la moral sexual burguesa; pero si ha logrado adquirir una personalidad destacada en política, arte, ciencia, etc., nadie murmurará a sus espaldas. Puestas en la balanza dos mujeres: una de ‘moral buena’, pero que nunca realizó ningún trabajo de utilidad para su país o la Humanidad, y otra cuya ‘moral familiar’ no está libre de crítica, pero que haya realizado un trabajo social de provecho, la elección no sería dudosa.
Nuestro criterio con respecto a la moral de las relaciones sexuales cambia continuamente. Éste no es siempre el mismo. Hay simplemente algunos períodos en la historia de la Humanidad en los que la evolución de las ideas morales marcha más rápidamente que en otros períodos en que un cambio parece imposible. Hace apenas medio siglo, Dumas (hijo) escribía de una mujer divorciada como de una criatura ‘caída’. Hoy día Francia discute abiertamente la cuestión de la igualdad de los derechos de la madre natural con los de la mujer legalmente casada. Cada día desaparece más y más la vieja hipocresía burguesa en la manera de pensar y juzgar la moral de las relaciones sexuales.
Mi intención al escribir este libro es que sirva, aunque sea poco, para combatir la vieja hipocresía burguesa de los valores morales y para demostrar una vez más que empezamos a respetar a la mujer, no por su ‘moral buena’, sino por su actuación, por su sinceridad, con respecto a los deberes de su clase, de su país y de la Humanidad en general.
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