En 1970, con otro grupo de jóvenes, funda el primer núcleo de la OMLE en el interior de España y formó parte de los Comités de Lucha Estudiantil, impulsados por la OMLE. Aquel año conoce a Manuel Pérez Martínez y ambos se convertirán en los imprescindibles pilares para impulsar la reconstrucción del Partido Comunista.
En 1971 fue detenido durante una manifestación cerca de la Plaza de Legazpi y pasó por la cárcel de Carabanchel. La OMLE había convocado una manifestación en Madrid en protesta del asesinato de dos obreros de la construcción en Granada y la policía le tenía demasiadas ganas y, tras una brutal paliza, le ingresó en la cárcel.
Al año siguiente tuvo que pasar a la clandestinidad, tras haber sido detenido otra vez en Cartagena, cuando los militares le querían encarcelar para cumplir el servicio militar en el Ejército fascista y él se escapó cuando le conducían al centro de reclutamiento.
Como un torbellino, va dejando su huella en todo aquello que hace. Dirige el aparato central de propaganda de la OMLE, donde crea un estilo de trabajo que siempre nos ha caracterizado. Como él solía decir, las limitaciones no están tanto en la falta de experiencia o de medios como en nuestras propias cabezas. Con disciplina y voluntad férrea, no hay tarea, grande o pequeña, que los comunistas no podamos acometer y sacar adelante. A partir de 1973 dirigió la Sección Técnica de la OMLE, encargada de conseguir dinero y máquinas de impresión para la propaganda política, que sirvieron espléndidamente para el funcionamiento independiente de la Organización.
En junio de aquel año fue elegido miembro del Comité de Dirección de la OMLE, junto a Collazo, Delgado de Codes y Arenas y en octubre se traslada a París, donde durante un tiempo trabajó como obrero de artes gráficas. Desempeñó una labor fundamental en el avance hacia la reconstitución del Partido Comunista. Tenía tal respeto por los obreros, que por dicha clase estaba dispuesto a darlo todo, como así sucedió años más tarde.
Encargado en 1975 de la organización del Congreso reconstitutivo del Partido Comunista, a todos nos dejó boquiabiertos por el esmero y eficacia con que lo planificó hasta en sus nimios detalles. Fue elegido para presidir las sesiones plenarias de tan importante evento revolucionario y, al final, resultó uno de los cinco miembros del Comité Central elegidos en el Congreso.
En aquella fiera hora, España se convulsionaba entre el terror del franquismo y las fuerzas que se desataban para derribarlo. Eran tiempos de sol trabado por las garras de la niebla, tiempos de limpio aire amordazado por soga cenicienta, tiempos donde los fascistas lo tenían todo: armas, ejército, hombres, medios y los antifascistas no tenían más que la razón, el apoyo del proletariado y su inquebrantable voluntad de combatir. Enrique, manifestaba: Esto está que arde [...] Están preparando juicios sumarísimos contra un montón de antifascistas y seguramente van a condenar a muerte a muchos de ellos. Tratan de sembrar el terror entre el pueblo; así que no queda más remedio que hacerles frente y demostrarles que también el pueblo sabe defenderse [...] Ahora lo que necesitamos es una Organización de tipo militar. Y vino el terror de aquel negro verano de 1975, que el régimen culminó con los fusilamientos del 27 de septiembre.
El Primero de Octubre, Enrique da la orden de responder a tan viles asesinatos. Cinco comandos con un total de 15 militantes del recién nacido y aún no bautizado GRAPO, convierten Madrid en una enorme masa de desfiladeros y gargantas. Cinco emboscadas y cuatro policías ejecutados hielan las gargantas de los fascistas que, con Franco a la cabeza, en la Plaza de Oriente, celebraban la orgía de sangre antifascista derramada. El régimen retrocede y paraliza las demás penas de muerte que ya tenía preparadas.
Al haber sido un alto dirigente de nuestro Partido y ahora formar parte del Comando Central de los GRAPO, la policía editó miles de carteles con su fotografía y el correspondiente anuncio de búsqueda. No podían ocultar el tremendo odio de clase que le guardaban.
Enrique es el alma de los GRAPO, planifica, dirige y participa en los operativos militares que desarrolla la Organización en aquellos años. Él es el principal impulsor de la Operación Cromo, que con los arrestos del presidente del Consejo de Estado y gran oligarca Oriol y del general y presidente del Consejo Supremo Militar Villaescusa. La acción coloca a la reforma franquista contra las cuerdas. Sin embargo, el activismo, la sobrevaloración de las propias fuerzas y la falta de previsión, provoca que la Operación se salde con la liberación de los dos prisioneros y con la detención de los militantes que en ella participan. Pero la victoria política que se alcanza es algo que hasta el enemigo reconoce.
Fue detenido el 11 de febrero de 1977, torturado brutalmente durante 26 días y 26 noches sufre salvajes torturas a manos de la policía sin que sus labios se despeguen más que para escupirle a sus verdugos todo su odio de clase.
Desde su ingreso en la cárcel, no ceja ni un sólo instante en buscar la fuga, el salto a la libertad para volver de nuevo a la lucha. En una operación minuciosamente preparada durante nueve meses, el 17 de diciembre de 1979 cinco combatientes de los GRAPO, entre ellos Abelardo Collazo y Martín Luna, se fugan de la cárcel de Zamora con la complicidad de la luna.
Pisa el asfalto, corre, brinca, vuela, con encendida pasión y entusiasmo se entrega en cuerpo y alma a reorganizar los GRAPO. Sabe que hay orden de exterminar a los revolucionarios, que sobre su cabeza pende una pena de muerte dictada en las alcantarillas del Estado y, sin embargo, durante los meses que permanece activo son numerosas las acciones armadas en las que tomó parte.
En la madrugada del 5 de septiembre de 1981 más de cien policías rodearon el piso franco de Barcelona en el que se ocultaba. Nuestro camarada Costa, sin vestirse, cogió una pistola y trató de escaparse por los tejados. Fue acribillado desde todos los ángulos posibles; cincuenta balas mordieron su cuerpo para poder derribarlo. Asesinaron a uno de los guerrilleros más importantes de la historia moderna de España.
Tenía 31 años de edad y un hijo, Daniel, al que no pudo ver desde su paso a la clandestinidad. En septiembre de 1981, la AFAPP editó un libro sobre su vida: Enrique Cerdán Calixto. Recuerdos de sus camaradas.
En el libro sagrado de la historia de este pueblo, habrá que tallar con fuego su universal estatura de combatiente que asomaba por todas partes como si fuese el hijo primogénito de una tierra bañada por la sangre. Con su muerte querían sepultarnos en los yertos paisajes de una orfandad sin término. ¿Cómo podrían entender ellos que en nuestra voz y nuestra sangre, que en nuestra garganta y sus volcanes, Enrique estará siempre regresando, con sus pasos rompiendo en nuestros párpados como el agua clara que talla las rutas de la mañana? Nunca podrán evitar que Enrique vuelva a nacer cada vez que sus camaradas cantemos:
Combatientes de nuestro pueblo
fuerza armada popular
guerrilleros de los GRAPO
con su misión militar.
Avanza la lucha armada
se extiende por todo el país.
Adelante, camaradas
hasta vencer o morir.
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