Material copiado

Casi todo el material publicado en este blog, ha sido extraido de ANTORCHA órgano de comunicación del Partido Comunista de España (reconstituido). Otros que pertenecen a otras fuentes, son siempre bién señaladas.
Son trabajos con una estupenda elaboración y se trata de publicitarlos lo máximo posible en estos tiempos que corren.
Son imprescindibles.
No he podido pedir autorización para la publicación de los mismos, pero estoy seguro de que contaría con ella sin duda alguna.
Salud y República Popular.

miércoles, 13 de junio de 2012

MÁXIMO GORKI (1868-1936) ( Y II )

«Si el próximo 28 de noviembre tiene lugar una manifestación es preciso que no os dejéis fustigar a latigazos ni que permitáis que os arrollen. Utilizad revólveres, cuchillos y hasta vuestros propios dientes si es necesario para desorganizar a esa policía que defiende al actual poder. De otra manera las manifestaciones no tendrán ningún sentido»
 Sumario: 
 — Deportación a Crimea
— Intervención en el V Congreso del POSDR
— Regreso a Rusia
— De nuevo fuera de Rusia
— El desarraigo de un modo de producción nuevo

Deportación a Crimea

El 4 de marzo de 1901 Gorki se manifiesta ante una de las catedrales de Petersburgo, que acaba en una matanza de la policía. El gobierno zarista publica una nota oficial que falsea los hechos y él cuenta la verdad, moviliza a los intelectuales para denunciar el terror zarista, y resulta nuevamente detenido acusado de realizar agitación en los barrios obreros: Todo hombre que tiene que habérselas con el público -escribirá- debería desinfectar el aire del ambiente con el fenol de la verdad. Le deportan a Crimea pero la arbitrariedad incrementa su popularidad. En 1902 le nombran académico, pero el zar anula su designación, y en solidaridad con Gorki dimiten también Chejov y Korolenko en medio de un fuerte escándalo. A pesar de las dificultades, Gorki no estaba dispuesto a ceder a la censura ni a abandonar sus ideales y siguió apoyando a la revolución.
En 1905 aparece publicada sus más conocidas novelas, Los ex-hombres, una descripción viva del ambiente marginal de las ciudades de Rusia.
Aquel año participó activamente en la Revolución. En los primeros días de la insurrección publica un llamamiento de denuncia y de lucha y la policía encuentra el manuscrito en un registro domiciliario. El 11 de enero es encarcelado y mientras la policía amaña las pruebas para condenarle, las masas fuerzan un mes después su liberación bajo fianza. La policía entonces da marcha atrás: quiere cerrar el caso, pero él se niega; quiere que le juzguen para denunciar las matanzas de la policía: Si tiene lugar el juicio y soy condenado, tendré una excelente ocasión de explicar a Europa por qué me elevo contra el régimen vigente, régimen que lleva a cabo matanzas de ciudadanos pacíficos y desarmados, incluidos niños, por qué soy revolucionario.
Su popularidad le salvó de ser juzgado y condenado: le indultaron y le deportaron a Riga, en el Báltico, donde, incapaz de de soportar la situación, cruzó clandestinamente la frontera y se exilió en Berlín, donde fue recibido con todos los honores. Su nombre ya era allí conocido porque se había representado Los bajos fondos con éxito.
De Berlín marcha a París, con las mismas manifestaciones de entusiasmo público, que aprovechó para tratar de que su gobierno no autorizara nuevos créditos a Rusia para que continuara la guerra con Japón. Al fracasar, escribe su folleto La belle France, un libelo duro y amargo que disgusta a los periodistas franceses, que arremeten contra él.
De París marcha a Estados Unidos para denunciar la autocracia zarista e impedir que el gobierno concediera préstamos a Rusia para continuar la guerra. Pero por instigación del embajador ruso, la cadena de prensa amarilla Hearst desata una campaña contra él porque la mujer que le acompañaba no era su esposa legítima. Ningún hotel quiso alojarle y tuvieron que pernoctar en una comuna de Staten Island.
En aquella comuna comenzó a escribir La madre, la gran novela proletaria, una obra de exaltación revolucionaria, inicialmente publicada también allí en una revista literaria.
Para escribir La madre se inspiró en los sucesos ocurridos en la fábrica de Sormovo durante la revolución de 1905, que conocía tan bien.
Fue un gigantesco éxito editorial en todo el mundo, difundido por millones de ejemplares en todos los idiomas más importantes. Sin embargo, en Rusia fue prohibida, aunque también se distribuyeron miles de ejemplares clandestinamente. La novela no fue autorizada hasta la revolución de 1917.
También en Estados Unidos comenzó a escribir la pieza teatral Los enemigos y una serie de folletos políticos, como el titulado En América en los que lanza acerbas críticas contra la sociedad capitalista americana o el militarismo alemán.

Intervención en el V Congreso del POSDR

En mayo de 1907 se traslada a Londres para participar en el V Congreso del POSDR como delegado de facción bolchevique. Ejemplar militante del Partido, Gorki entregaba el 70 por ciento del dinero que ganaba para la financiación de las actividades revolucionarias. Por aquellas fechas colaboró en la fundación del periódico bolchevique Novaia Zhin (Nueva Vida) en donde publicó sus Notas sobre el espíritu pequeño burgués. No pudo regresar a Rusia, por lo que se estableció en Capri (Italia) para tratar de restablecerse de la tuberculosis. Allí permanecerá durante siete años, rodeado de Rusia por todas partes, sin aprender una sola palabra de italiano (ni de ningún otro idioma) y acogiendo en su casa a toda suerte de emigrados y menesterosos (otro de sus rasgos característicos).
A consecuencia del fracaso de la revolución de 1905, Gorki atravesó en Capri una crisis ideológica y personal, paralela a la de otros militantes bolcheviques, sumidos en la desmoralización y con la sensación de fracaso a flor de piel. Incluso dentro del Partido se trató de desarrollar una facción capitaneada por Bogdanov, cuyas tesis Lenin combatió implacablemente en su gran obra Materialismo y empiriocriticismo, escrita por aquellas fechas. Bogdanov convenció a Gorki para crear en su casa de Capri una escuela del Partido y así contactar con militantes del interior y llevar a cabo sus planes escisionistas. Lenin le escribió personalmente a Gorki advirtiéndole de los manejos de Bogdanov e incluso viajó hasta Capri para poder hablar con él. Resultó inútil, aunque la maniobra no prosperó porque los bolcheviques expulsaron del Partido a toda esa corriente oportunista.
Dentro de esa misma corriente estaba también el cuñado de Bogdanov, Lunacharski, que luego sería redmitido en el Partido y nombrado ministro de cultura tras la revolución de 1917, cargo en el que permaneció hasta 1933 en que fue nombrado embajador en España. Pero en aquella época, Lunacharski derivó hacia una especie de mística socialista en la que trató de conjugar al marxismo con la religión. Gorki estaba completamente de acuerdo con estas ideas de Lunacharski, que tánto cuadraban con su carácter abierto, humanista, soñador y solidario.
Es en esa situación de debilidad religiosa cuando escribe La confesión llena de misticismo al más puro estilo literario ruso, influido más que nunca por Tolstoi, tendencia en la que no será el único, pues el gran poeta Alexander Blok que también saludó fervorosamente la revolución bolchevique, asimiló a éstos con los apóstoles cristianos en su soberbio poema Los doce.
De La madre a La confesión sólo había pasado un año, pero el abismo entre ambas era total. Mientras La madre es la novela de la revolución por antonomasia, La confesión es la novela de desmoralización. En el I Congreso de Escritores soviéticos, celebrado en 1934, Gorki reconoció que la década posterior al fracaso de la revolución de 1905 merecía ser calificada como la más vergonzosa de la intelectualidad rusa.
Lenin, que combatió a Bogdánov como en él era costumbre, demostró paciencia y tacto con Gorki y no dejó de insistirle en que cerrara la escuela que mantenía en su casa.
El encontronazo con Lenin se reprodujo de nuevo en 1913 cuando Gorki publicó un artículo muy fuerte contra Dostoievski por su estilo corruptor. Lenin aplaudió las tesis de Gorki al respecto, pero le censuró nuevamente los deslices místicos que en ese mismo artículo ponía de manifiesto.
A pesar de aquel artículo contra Dostoievski, Gorki no deja de tener mucho en común con él y, en suma, con la misma literatura rusa, muy teñida de individualismo, de pesimismo y de nihilismo, como leemos en Los ex-hombres:
Todo es relativo en este mundo miserable, donde sólo parece buena una cosa comparándola con otra peor.
En las novelas de Gorki también predominan los personajes desarraigados, si bien mientras en Dostoievski se trata de funcionarios oscuros o nobles arruinados, en Gorki son tipos más populares, como vagabundos (bosiaki), bandoleros, gente orgullosa, de espíritu indoblegable que valoran la libertad por encima de todo.

Regreso a Rusia

A finales de 1913, aprovechando una amnistía, regresa a Rusia, siempre vigilado muy estrechamente por la policía. Entonces comienza su obra maestra, la trilogía autobiográfica formada por Mi infancia (1915) y Entre los hombres (1917). Asimismo, dirige la revista Letopis (Anales). Al año siguiente, cuando estalla la primera guerra imperialista y la socialdemocracia profundiza su división, Gorki se suma sin vacilar a la postura de Lenin frente a los mencheviques y la II Internacional.
Pero la Revolución de Octubre le causa verdadero espanto: tantos años esperándola y, cuando la tiene delante, rompe con las espectativas que se había forjado, seguramente mucho más idílica: una violencia masiva que se desata por todo el país, una guerra civil, una dictadura feroz, el hambre, las enfermedades, la gran penuria... Es la etapa inicial de comunismo de guerra y a Gorki le cuesta asimilar todo el contexto en el que las masas obreras y campesinas adquieren el protagonismo histórico que les corresponde. Incluso critica a los bolcheviques, y a Lenin particularmente, de la situación tan dura que se crea en el país.
En la Revolución se empeñó en una tarea extra-literaria doble: por un lado, funda asociaciones para salvaguardar el patrimonio cultural del país, para difundir la enseñanza y erradicar el analfabetismo, pronuncia conferencias por todos los rincones y mantiene correspondencia con miles de nuevos intelectuales que acuden a él pidiéndole consejo y funda la primera universidad obrera y campesina. Pero por otro lado, no asimila la ruptura con los mencheviques y hace llamientos en favor de la unidad de toda la socialdemocracia, en contra del criterio de Lenin de ruptura y denuncia del oportunismo.
Una vez más, como en Capri, su casa, situada en el centro de Moscú, acoge a todos los descontentos de la revolución: profesores, técnicos e incluso reaccionarios que huyen de la revolución (o simplemente del hambre) en busca de calor, de comprensión, de influencia, de medicinas, de consejo, de comida y de todo lo que en aquella infernal etapa de la revolución estaba padeciendo el país, que no era más que el doloroso parto de una sociedad nueva en el seno de la inmundicia de la antigua, aún agonizante en medio de estertores y convulsiones.
Gorki era incapaz de negarse a nada y los contrarrevolucionarios no vacilaron en abusar del ascediente que tenía Gorki en el nuevo Estado que se estaba construyendo, utilizándolo de intermediario para eludir la dictadura proletaria. La situación llegó hasta tal punto que muchos bolcheviques desconfiaron de las continuas reclamaciones y quejas que Gorki planteaba muchas veces en nombre de reaccionarios de la peor calaña.

De nuevo fuera de Rusia

Lenin tuvo que convencerle para que se fuera al extranjero a descansar, a lo que Gorki finalmente accedió en 1921, permaneciendo primero en Alemania y a partir de 1924 en Italia, esta vez en Sorrento, hasta 1928. Fiel a su temperamento, siguió con su idea de unir a las dos Rusias que la revolución había divorciado para siempre, la del interior y la del exilio, la roja y la blanca, la revolucionaria y la contrarrevolucionaria. En Italia continúa escribiendo su biografía: Mis universidades (1923), luego, al morir Lenin, una breve reseña acerca de su camarada, y, finalmente, Decadencia (1927).
Hasta que la nostalgia de la estepa vuelve a invadirle y regresa en 1928 nuevamente a Rusia, reconociendo públicamente sus errores en una carta que publicó en la revista Europa, reiterando su fidelidad a la causa bolchevique, a la que manifiesta sentirse unido desde los primeros tiempos de 1903. Algunos años después, casi al final de su vida, reitera de nuevo sus equivocaciones y reconoce que Lenin miraba desde más arriba y, al revés que nosotros, añade, consideraba el presente a partir del porvenir.

Hombre profundamente honesto, Gorki siempre persiguió la verdad, a la que no llegó (ni él ni nadie) por caminos fáciles y exentos de torpezas. Su grandeza no consistió ni en reconocer el error ni en acertar con la verdad, sino en ser fiel hacia su clase y no tratar de justificarse personalmente con actitudes soberbias o hipócritas, lo que hubiera sido muy fácil dado su carisma público. La admiración hacia Gorki creció cuando, con esa humildad con la que había vivido siempre, con la humildad de los pobres, del pueblo trabajador, reconoció sin ninguna clase de complejos sus equivocaciones:
En 1917 me equivocaba en mi sincero temor de que la dictadura del proletariado acabase en la disgregación y el aniquilamiento de la única fuerza revolucionaria que poseíamos entonces: los obreros bolcheviques, políticamente educados. Este aniquilamiento había comprometido por mucho tiempo la idea misma de revolución social [...] No pretendo lisonjear al poder obrero y campesino, sino que admiro muy sinceramente su obra y su habilidad para despertar el estusiasmo por el trabajo creador.
Fue entonces cuando demostró, por si cabía alguna duda, que en él se podía confiar a ciegas. Por eso Chejov, que le conocía muy bien, dijo una vez que quizá la obra literaria de Gorki se olvidaría algún día, pero jamás se olvidaría al mismo Gorki. En los últimos años de su vida ejerció de maestro de los millones de obreros y campesinos que se habían alfabetizado gracias a la revolución y estaban ansiosos de leer, de saber, de escribir, de transmitir sus experiencias y sus vivencias. Como siempre, Gorki atendía a todos personalmente, no solamente en conferencias públicas, sino contestando a un correo muy numeroso. Entonces pudo conocerse otra faceta de Gorki, no siempre muy bien valorada: la de crítico literario. Los obreros reconvertidos a literatos noveles acuden en busca de consejo: han escrito un poema y quieren saber si es bueno o malo, han leido a Ivan Bunin y quieren saber si su opinión es la misma que la de Gorki... él es la referencia.
En los últimos años de su vida, publicó una interesante tetralogía titulada Cuarenta años. La vida de Klim Sanghin, compuesta por El espectador (1930), El imán (1931), Otros juegos (1933) y El espectro, que no pudo acabar y fue completado después por una comisión de escritores encargada de ello.
Además de escritor, Gorki fue un activo promotor de la cultura rusa, ya desde 1903 en que fundó la cooperativa editorial Znanie (Saber) así como importantes revistas (políticas y culturales), fundaciones y asociaciones literarias.
Es uno de los más bellos esfuerzos que conoce la historia de las letras. La alfabetización no sólo creó millones de lectores sino miles de nuevos escritores, que no habían salido de la universidad burguesa sino de la fábrica y del campo, proletarios a los que se les abría un nuevo porvenir.
A partir de entonces Gorki es reconocido como el mejor exponente de la nueva literatura proletaria y empieza a desarrollar los principios estéticos del régimen soviético, conocidos como realismo socialista con los que pretendía que los nuevos escritores se formaran en un estilo singular. Por la noche en casa de Gorki, Stalin solía celebrar reuniones con escritores, discutiendo los temas a abordar por la incipiente literatura soviética.
Pudo haber vivido cómodamente y muchos más años en el extranjero, pero decidió quedarse en la URSS, clima hostil a su tuberculosis, a sabiendas que eso acortaría su vida.
El 18 de junio de 1936 murió en su ciudad natal, Nijni Novgorod, que había tomado el nombre de Gorki. Unas horas antes había escrito proféticamente: Habrá guerras... Hay que prepararse.
El 30 de junio, en Madrid el diario El Sol anunciaba la celebración de un homenaje popular al genial novelista ruso que se iba a celebrar en el Teatro Español, con la asistencia de los más prestigiosos intelectuales de la época, entre ellos Federico García Lorca, que había anunciado su intervención pero no pudo finalmente asistir. El pueblo antifascista madrileño, que tanto había sabido apreciar los relatos de Gorki, le recordaba en su muerte mientras velaba sus armas frente al criminal levantamiento fascista que iba a alzarse sólo unos días después...

El desarraigo de un modo de producción nuevo

Cuando Gorki comienza a escribir, es la época en que Lenin publica El desarrollo del capitalismo en Rusia, un análisis pormenorizado de la penetración de un nuevo modo de producción dentro de aquel país, un nuevo sistema económico que Gorki define con tremenda sencillez en Los ex-hombres:
El dinero no te sirve a tí, eres tú quien sirves al dinero.
Han desaparecido los viejos vínculos feudales pero aún no ha dado tiempo a que las personas se adapten a las nuevas exigencias. El cuerpo se somete al nuevo régimen económico de explotación, pero su espíritu, su mentalidad, aún pertenece al pasado, como aparece en esa misma novela:
Nadie sabe en la vida el puesto que le corresponde, y cada cual se unce a un collar que no está hecho a su medida [...] La vida es un juego de azar; sólo casualmente, y no por mucho tiempo, nos da lo que nos corresponde.
Esa descripción es general en los personajes de Gorki, desconcertados por el cambio social que observan y ponen de manifiesto este desgarro interior y esa perplejidad, como le expone un anciano a Tomás Gordeiev:
A tu edad tu padre era trabajador a bordo de un barco enfrente de nuestra villa; a tu edad, Ignat me parecía tan claro como el cristal... No había más que mirarle y se adivinaba enseguida la clase de hombre que era. En cambio, a ti no hago sino mirarte, y no te comprendo. ¿Quién eres? ¿Quién? Tú mismo, joven, no lo sabes... y es lo que te perderá. Todos los hombres de hoy están perdidos, porque no se conocen ellos mismos. La vida es una selva llena de árboles arrancados por la tempestad, y es menester, a través de tantos obstáculos, encontrar el camino... ¿dónde? Todos yerran... el diablo se complace.
Por eso se observa que Gorki cambia el personaje central de la novelística rusa, tradicional desde los demócratas revolucionarios de mediados del siglo XIX. Ya no es el mujik, el campesino pobre, el protagonista de sus novelas. Incluso rescata del ruso la vieja palabra ozornik para definir un tipo de personaje salvaje, destructor, e incluso gamberro, individuo cuya violencia exterior manifiesta una profunda frustración interior. Sus protagonistas, trasuntos del propio Gorki, se agitan como fieras encerradas dentro de una jaula. Son rebeldes inconscientes, hombres que, aunque no padezcan necesidades, materiales, las tienen espirituales: no se gustan a sí mismos ni les gusta el mundo que les rodea. Pero no se trata solamente del viejo dicho de que el dinero no hace la felicidad, sino de un amargo conficto del hombre consigo mismo. Por ejemplo en Tomás Gordeiev describe Gorki a su protagonista de la siguiente manera:
En el fondo de su ser, sentía un vacío inmenso y abrumador que nada podía rellenar, ni las impresiones del día ni los recuerdos del pasado. La bolsa, los negocios, los sueños de la Medinskaia, todo se perdía en aquel abismo. Se inquietaba: en las oscuras profundidades del abismo que llevaba en sí, sospechaba una fuerza invencible y hostil, informe todavía, pero que tendía ya con obstinación y prudencia a tomar cuerpo.
Ahora bien, esos burgueses que Gorki describe no son los burgueses de hoy, no es una burguesía decadente, sino una burguesía en ascenso, una clase social aún plena de coraje y de fuerza. La penetración del capitalismo arrancó al campesino de sus tierras y mientras unos pocos pudieron trepar y enriquecerse, la mayoría engrosó las filas del proletariado o tuvieron que errar para buscar trabajo en las ciudades. Estos últimos son los personajes favoritos de Gorki, que se preocupa tanto por los nuevos ricos y los advenedizos salidos del campesinado, como por los nobles arruinados que gotean desde las alturas de la sociedad. La precisa biografía de Tomás Gordeiev es un compendio de estas preocupaciones de Gorki, donde el protagonista es hijo de un trabajador que logra acumular una gran fortuna, pero que al morir su madre nada más nacer él, debe ser criado en una familia ajena, que no logra prosperar en la escuela ni adquirir una formación mínima, que fracasa también en encontrar a su pareja, que se encuentra más a gusto entre los obreros que entre su propia clase... Como buen burgués, es un hombre respetado en la ciudad, pero acaba dilapidando toda su fortuna, es internado en un manicomio y finalmente acaba mendigando por las calles, en medio de la burla general.
En Mi compañero de camino narra el encuentro de uno de estos vagabundos con un príncipe georgiano a quien la vida lo había arrastrado hasta el último escalón de la escala social y, sin embargo, consideraba que aún tenía el derecho de oprimir a los demás. Su compañero de camino es una víctima de la vida que merece conmiseración, pero también es un parásito que lo explota, al tener que trabajar por los dos. Las explicaciones que da al príncipe georgiano sobre la ayuda mutua no tuvieron eco alguno, por el contrario, su compañero de camino, pretendía someterlo cada vez más. Percibió así que no son las palabras las que cambian a personas como el príncipe, sino que era imprescindible cambiar la situación de su país, romper la estructura social que generaba semejantes compañeros, egoístas, insolidarios y ambiciosos.
Aunque es la más conocida, La madre no es, pues, el prototipo de la novela de Gorki, sino más bien la excepción. Salvo en ella, el proletariado no es el protagonista de sus narraciones, sino el ser humano en general, todos los seres humanos, cualquiera que fuera su condición. Esto no significa, sino todo lo contrario, que Gorki abstraiga a sus personajes de la clase social a la que pertenecen: se esfuerza en describirla y reafirmarla. Sin embargo, no son las clases sociales lo que Gorki examina, sino los hombres que a ellas pertenecen, personas concretas y definidas a las que él describe siempre con un tono siempre benévolo y compasivo porque todos ellos sufren. Sus historias son más bien de pobres y ricos que de proletarios y burgueses.
Además, Gorki manifiesta su preocupación por el factor cultural en las clases sociales, por el grado de formación intelectual de sus personajes, por la relación entre los cultos y los ignorantes. Destaca el desequilibrio que existe también en este terreno y la insatisfacción de unos y otros: de los intelectuales con su saber y de los incultos con su zafiedad. El alma también necesita de alimento, dice Gorki, y ese alimento es la amistad, la solidaridad, la fraternidad, el amor...
Tanto en sus Notas como en su obra de teatro del mismo título, la pequeña burguesía en Gorki amplía su círculo hacia la intelectualidad que cree acaparar el monopolio de la cultura despreciando al pueblo y la cultura oral. Por ejemplo, en Tomás Gordeiev afirma Gorki con rotundidad:
Lo que te sigo diciendo es que los libros de estudio no lo son todo. Son necesarios como los útiles al albañil. Son el instrumento, pero el instrumento no enseña el arte de servirse de él. ¿Has comprendido? Supón que se da un hacha a un carpintero y debe podar un árbol. Un hacha y manos no bastan, es necesario saber dar en el árbol y no estropearse el pie. Del mismo modo se enseña a leer y a escribir y es preciso con eso arreglar la vida... Se ve, pues, que los libros no bastan para este problema; es necesario aún saber servirse de ellos, y es justamente lo que es más difícil que todos los libros juntos y lo que en ninguno de ellos encontrarás. En la vida misma es donde se aprende. El libro es un cadáver. Puedes darle vueltas, romperle, deshojarle: no gritará... Mientras que en la vida, por poco que te descuides, encontrarás mil voces que te injuriarán y aún te despedazarán...
Pero ante todo, Gorki insiste en que el porvenir pertenece a los hombres laboriosos y probos, que es de ellos de quienes depende crear una nueva civilización. De los obreros no se puede prescindir, pero los burgueses son una clase ociosa e inútil, almas muertas.

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